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Coraza


Nos adaptamos a nuestro medio ambiente. Si hace frío, nos hacemos más altos para buscar el Sol. Si vivimos junto al mar, Nuestro cabello se llena de rizos para difuminar el calor. Si vivimos en el desierto, crecemos cargadas cejas y nuestros ojos se hacen en forma de almendra, para defendernos más fácilmente de la arena.


Y si trabajamos horas y horas frente a la computadora, nuestro cuerpo comienza a formar una coraza en donde antes nacía la espalda y llega hasta el cuello. Un tipo de “C” que nos hace muy fuertes ante un ataque, pero nos deja muy débiles en el frente, en donde se extiende el estómago en varios bultos y el pecho cae cada vez más, hacia el suelo, porque contra la gravedad nadie puede.


El cuello, antes flexible, ahora enjuto, ha perdido su movilidad horizontal. Sólo puede moverse de arriba para abajo. Ha perdido fuerza en los lados pero gana en rapidez para ir hacia arriba y hacia delante. Excélsior.


Los glúteos pierden tamaño y lo ganan los muslos. Los primeros dejan de apuntar poco a poco hacia fuera y sólo se hacen una extensión de nuestros muslos, que tienden a expandirse hacia los lados. Ya no es necesario que los glúteos vayan en dirección en contraria a nosotros para buscar pareja, la elongación del pecho cubre esa pérdida. Y también lo hace la mente.


El cerebro, que pasa horas y horas analizando información frente al monitor, ya no es sólo un instrumento de sobre vivencia. Es un artefacto de seducción constante. Convence a otros de nuestra producción diaria, maquinal; juega con los extraños allá afuera, gracias al teclado y faculta los encuentros con la gente afin a nuestros intereses, porque el análisis de información nunca para y, para el acorazado, allá afuera todo es data antes que carne.


Los brazos son una parte interesante. O más bien, los antebrazos. Un homo erectus habitualmente los usaba para defenderse de los ataques de otros hombres, animales, los elementos o el Sol, por ejemplo. Ya no. Ahora su función principal es detectar la temperatura. Las aves lo hacen todo el tiempo cuando vuelan. Sus alas perciben el calor de la tierra que va debajo de sus vuelos. Cuando hay vegetación, reciben humedad y calor. Cuando hay concreto, un viento seco y frío, a menos que estén volando al mediodía, cuando no es recomendable estar en el aire. Pero en vez de plumas, nosotros tenemos una piel demasiado sensible a los cambios exteriores. La idea es que esto cambie y se haga más ancha, más resistente y menos sensible a la temperatura que emiten nuestras herramientas de trabajo, la mayoría de ellas de plástico, el cual es un pésimo disipador de calor.


Antes, para los griegos, los ojos eran la ventana del alma. Ya no. Esa función es secundaria. Nuestro contacto con el Otro se ha reducido a un intercambio mecánico de funciones cordiales para seguir con vida. En el transporte público, el supermercado, el trabajo, no vemos para adentro—eso sería ridículo, dado el enorme flujo de gente con la que nos topamos—sino que sólo escaneamos por afuera para llevar esa información a nuestro hábitat natural en la silla y la máquina. Los destellos de luz en los ojos no son necesarios, ya no cumplen una función evolutiva, así que se han vuelto más bien opacos.


Lo más importante es el Impulso. Antes se limitaba a nuestras funciones bajas, animales. Ahora pide otro tipo de alimento para realizar, forjarse y acumular poder: seguidores, fans, likes (liques), que saltan con nuestras ideas al barranco de bits. Secter. Persigue con abandono.

Comentarios

  1. Justo hoy escribí esto en el f. Twitter:

    -Unos TT me deprimen -Es el calor -El calor me apachurra -Es la silla -La silla me encorva -Es la postura -Que me acerca más al piso, reptil

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