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Mostrando entradas de marzo, 2011

Signos

Estoy perdiendo la racionalidad. Distintos actos—pequeños—que hago o dejo de hacer me lo confirman. Esto es cíclico, el patrón se repite cada cinco años, y no tienen nada que ver el lugar en dónde vivo, mi peso, si como o no como suficiente ácido fólico, si tengo pareja o no, si duermo mal o duermo bien. Nada. Estas son las evidencias: -Me meto a bañar y olvido si me he lavado o no el cabello. Y lo acabo lavando al menos tres veces. -Meto mi celular adentro del refrigerador cuando estoy levantando la cocina. De preferencia, junto a las frutas y legumbres. -Checo 10 veces si no dejé una hornilla de la estufa abierta. Ya estando afuera del departamento, me entra la duda y subo cuatro pisos para cerciorarme. -Saco la basura de la mi casa y entro de nuevo a arreglarme. Desayuno, me baño, me arreglo, me visto, camino en pelotas de un lugar para otro, lavo los platos y cuando ya estoy listo salgo rumbo al trabajo. Sólo para darme cuenta que nunca cerré la puerta después de tirar la basura. E

Metamorfosis

El perro de mi hermana murió y mutó en un cacomixtle. ¿Cómo sé esto? Porque los dos son igual de activos en la noche, impredecibles y están absolutamente locos. A veces me quedo en El Cerro, en Huixquilucan. Ahí, los cacomixtles llegan al jardín y tratan de meterse a la casa. No son sutiles. No les da miedo que los sorprendas pegándole a la puerta de vidrio del jardín para tratar de entrar. Son como gatos que se pueden trepar a cualquier cosa, sólo que hacen mucho ruido cuando saltan de un lugar a otro. Todo esto es por la noche, muy tarde. “Esos fregados cacomixtles son unos impertinentes!”, dijo mi madre el otro día en la comida. No pudo dormir porque los animales se habían subido a una ladera que da hacia su cuarto y querían entrar. “Además se comen mis flores!”. Con lo que cuestan las plantas hoy día, yo también hubiera estado enojado. Los habitantes de La Bestia del Valle de México no estamos acostumbrados a ver este tipo de animales.

Doble Expreso de Medianoche

La Botón me prestó hace unos días Midnight Express , esa película que seguro han visto mil veces en la estantería y nunca se la han llevado porque la portada les da flojera o no quieren saber nada sobre cárceles y presos. Es un renglón, la sinopsis va más o menos así: Billy Hayes intenta volar de Turquía a los Estados Unidos con 20 kilos de hashish pegados al cuerpo con cinta de aislar. Pero la policía lo detiene y lo envía de por vida a una cárcel estatal, en donde hará todo lo posible para salir de ese infierno en la tierra. El héroe de la película, leyeron bien, es un traficante de drogas. Hoy, una idea como esta sería impensable. Nadie la financiaría, nadie la exhibiría y aún si eso pasara, la critica la destrozaría en cartelera. El argumento, la realización y la apología que el director hace de la vida de un joven traficante no es políticamente correcta hoy. No en México, no Estados Unidos, no en el mundo civilizado. En los setenta—la película se estrenó en 1978—tal vez lo fue. O