Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2012

UV

Tú eres un filtro para mí. Traslúcida, en capas, cubierta protectora contra el Sol. El Sol de Invierno que quema más que todos los otros soles del año porque en el último mes no hay nubes en la Ciudad de México. (¿Cómo las habría si no llueve desde hace un buen rato? ¿Meses? ¿Años?) La luz del frío es traicionera. Si te resguardas a la sombra te hiela el viento. Si te expones a los rayos UV te despedaza la piel. No hay balance, sólo traspiés entre un estado y otro. Frío-Quemazón-Alivio-Frío. Eres un filtro que distorsiona la contaminación. Lo distorsiona todo, de hecho. Los filtros absorben el elemento del cual fueron diseñados. Si son azules, absorben la luz azul. Si son magenta, el rojo oscuro. Si son UV, los rayos invisibles del Sol. El efecto se usa para eliminar los colores mullidos que se dan al medio día. También realzan otras propiedades de la luz invisibles para el ojo humano, y esas son las más importantes. El iris no las capta. No puede porque no está diseñado

Crisol

La primera vez que te extrañé fue un día después de clase. Habría en cuarto o quinto de primaria y ese día tenías que jugar un partido amistoso de basquetbol contra una escuela regional. De clase al camión y del camión a la escuela rival y de ahí directo a jugar contra ellos. Tú tenías uno o dos años. Yo nueve o diez. A esa edad es difícil entender la lascitud del Tiempo, así que salir a las 8 de la mañana de casa y regresar a oscuras se siente como un periodo inmensamente largo. Una vez que acabó el partido--justo en invierno, como ahora--razoné que ese día no te vería más. A los dos años la gente se duerme al caer el Sol. Y entonces, como un plomo al vacío, me percaté de que ese día no te vería más. ¿Realmente necesitaba verte todos los días? (¿O al menos saber que estabas bien para verte al día siguiente?) Hasta este día sigo creyendo que sí. Ese día del partido fue el primero y el último que no sabría absolutamente nada de ti. Felicidades.