AppleBoy

Recientemente me robaron mi PS3, así que tuve que reconectar mis antiguos aparatos para entretenerme en esas largas tardes lluviosas. Tanto el PS1 como el PS2 no había sido encendidos en años y gran parte de mi colección de juegos no podía tocarse. Los discos estaban perfectos, sin un sólo rayón o huella de grasa (soy obsesivo en este aspecto), así que la única posibiidad de la falla debía ser el lector láser de las consolas. Mis aparatos se encuentran colocadas cerca de una ventana, lo que provoca que microparticulas de polvo se introduzcan al lector óptico y sea imposible tocar un juego. Esto no sucede a menudo, pero suele agravarse con mayor intensidad si las consolas se encuentran cerca de lugares que suelen ser barridos o cuando el aparato está cerca de algún sitio en donde pasan muchas personas. Sin embargo, hagas lo que hagas, después de años de uso, tarde o temprano verás esta pantalla: Muchas personas voltean su consola, la ponen de lado, le habl

Months after I first saw the pilot episode of David Lynch's Twin Peaks series (1990-1991) I resolved to finish the complete 30 part serial drama. Having viewed other interesting, more modern, series such as Hemlock Grove (2013) that reference Twin Peaks as a mayor source of inspiration, my initial goal was to try to locate pivotal scenes or topics that have become “normal” by today's television standards, yet owe a large debt to Lynch's product for paving the way more than twenty years ago. In brief: Twin Peaks is a marvelous narrative achievement that builds an impervious storyline around faulted but lovable characters. Even though the latter part of the series feels weak in comparison to the opening act when the principal murder is resolved, Lynch manages to place layer upon layer of mystery to keep you glued to the seat. This blog entry will not dwell on the particularities of all the characters involved in the series. It will focus on the what seems

La frase me pegó en la frente como el brazo de un cactus. Admiro mucho que vivas en la cabeza de la Bestia, me dijo hace unos días Don Boni, un chamán en el desierto del centro de México. Acostumbrado a la magia y la metafísica, el hombre leyó mis pensamientos sin mayor problema. Durante años aquellos que me conocen me han oído hablar de la Bestia: el animal que nunca duerme, siempre quiere más, y vive gracias a millones de personas que todos los días van de arriba a abajo sobre su pelaje.  La cabeza del animal es donde yo vivo. Cada fibra de mi cuerpo está adaptada para funcionar en sus fauces, cada pensamiento para sacarle provecho en una simbiosis perder-perder: ella se divierte cuando caminos en su lomo; nosotros salvamos la rutina con su calor. Si vivo en la cabeza, entonces mis pantallas, mis correos, mis conexiones unocero son el ojo en la mente de la Bestia. Un inmenso repositorio en donde la tensión nunca desaparece, sólo se afloja o aprieta de forma aleato