Patricia
Márquez, madre de una persona desaperecida durante el sexenio de
Felipe Calderón, protesta en una marcha realizada en la Ciudad de
México en mayo del 2012. Autora: Hanako Taniguchi
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(Este artículo aparece publicado en la edición del 6 de marzo de El Europeo)
Huixquilucan, México.- Un
vistazo a las primeras planas de los diarios nacionales de México,
Argentina, Chile o Brasil nos revelan un tejido homogéneo de
corrupción, violencia y desigualdad social. No pasa un sólo día en
que esas variables no se combinen en el último y gran escándalo
político de cada país, transversal a su gobernante actual de
izquierda, derecha o centro.
Para el lector externo, en particular
el eurocéntrico, Latinoamérica se convierte en el horizonte de los
imposibles. Aquí todavía debatimos durante horas entre el comunismo
y el capitalismo, las mujeres se quedan en casa “como debe ser”
y, aunque somos un mismo y enorme pueblo, todavía nos clasificamos
en razas con más o menos sangre indígena. Esos tablones ideológicos
fueron guardados hace muchas décadas en Europa, pero de este lado
siguen siendo muy vigentes.
El óbice más difícil de superar para
los pueblos de Latinoamérica es la violencia. Aquí y hacia el
exterior sólo existe una lógica binaria del asunto: violencia y
no-violencia. La primera lleva a la destrucción de las oportunidades
sociales y es utilizada por distintos actores públicos a lo largo y
ancho del continente para ideologizar a las masas a su favor. Después
de todo, ¿quién, en su sano juicio, podría abogar por la
violencia? El tema adquiere aún mayor relevancia cuando en México
el ex presidente Calderón ha dejado una lista de 70
mil muertes ligadas al combate al narcotráfico
y el gobierno actual de Enrique Peña Nieto trata de medir, apenas,
el número de desaparecidos por esa misma causa. Por el momento, lo
único que hay es una
danza de cifras.
En medio de esas tragedias encontramos
trabajos que intentan encontrar el filón de oro en un ensortijado de
desgracias. Ahí enmarco el trabajo de un grupo de una docena de
periodistas que recién ha publicado “Entre las Cenizas. Historias
de Vida en tiempos de Muerte”. El libro fue editado por las
mexicanas Marcela Turati y Daniela Rea y puede
ser leído de forma íntegra, aquí.
Los relatos son esteros de agua clara
en un mar de disgregación social. Estas son historias de gente que
ha sido tocada por la violencia, en muchos casos ha perdido todo, y
aún así ha logrado sobre ponerse a las tragedias para regresar a
una vida “normal”. Tan normal como lo permite la pérdida
violenta de un ser querido, que más asemeja a la pérdida de
inocencia que otra cosa. Ante esto, lo único que resta por hacer es
organizarse para que no vuelva a suceder algo así y reconocer al
otro como ser humano, no un objeto indiferente a la vida social del
país.
“Es bien difícil que México se
organice por, uno, la indiferencia y la empatía. Dos, las personas
que se organizan estén completamente invisibilizadas. Tres, en la
Ciudad de México somos muy indiferentes a lo que pasa en el resto
del país”, me comentó Daniela Rea durante la presentación del
libro. Daniela Pastrana, una de las autoras del libro, agregó:
“Estoy convencida de que no se puede ser neutral con el dolor
humano y la guerra”.
Registrar para no olvidar la violencia.
Guardar la memoria para construir sobre las cenizas. En gran medida,
esa es la historia de este lado.
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