El libro de Lira (México,
1941) incluye dos extractos reveladores del México decimonónico a
partir de las agudas observaciones de Lucas Alamán (1792-1853), el
conservador más lúcido de su época. Si bien sus escritos se
inclinan hacia el orden experimentado en el país durante la Colonia,
no podemos negar que su diáfana prosa logra profundizar en las
inquietudes que tal vez fueron más inmediatas para los hombres de la
misma condición que el propio autor.
Estamos hablando de los hombres
que tenían la posibilidad de influir en la vida nacional del país
recién formado, tanto por su condición social como económica.
Desde ese punto de vista, creo que vale la pena tomar las lecturas de
Alamán como un valioso testimonio dirigido a los hombres de poder
del México independiente. En el primer texto del autor tocaremos
asuntos sociales de su época. En el segundo, su proyecto de nación.
Cabe destacar que a lo
largo de las lecturas, Alamán se designa a sí mismo como
historiador. Su intención es buscar las causas del desorden que ve
en su época. En “La sociedad mexicana antes de la revolución de
independencia” establece claramente que la razón de la separación
entre la Nueva España y su matriz europea fue la división entre
criollos y peninsulares.
Es decir, no sólo fue un movimiento
político, como muchos otros historiadores han remarcado, sino un
cisma social que nació desde las mismas bases de la población. Para
Alamán, los criollos del territorio era “desidiosos y descuidados:
de ingenio agudo, pero al que pocas veces acompañaba el juicio y la
reflexión; prontos para emprender y poco prevenidos en los medios de
ejecutar; entregándose con ardor a los presente y atendiendo poco a
lo venidero”.1
Los europeos, por el contrario, “[...]nunca pensaban en volver a su
patria, y consideraban como el único objeto de que debían ocuparse,
el aumento de sus intereses, los adelantos del lugar de residencia, y
la comodidad y decoro de su familia”.2
Vemos entonces que ambas posturas, según el autor, no eran
compatibles en el territorio, pues los europeos eran menos que los
criollos y mucho menos que los mestizos. Alamán lo presenta con
mayor nitidez: “Aunque las leyes no establecían diferencia alguna
entre estas dos clases de españoles, ni tampoco respecto a los
mestizos nacidos de unos y otros de madres indias, vino a haberla de
hecho, y con ella se fue creando una rivalidad declarada entre ellas,
que aunque por largo tiempo solapada, era de temer rompiese de una
manera funesta, cuando se presentara la ocasión”.3
En el medio estaba la ambición de cada lado, lo que acabó creando
odio y enemistad mortales, agrega. Pero además, los mestizos veían
a ambas clases---criollos y europeos—como prepotentes. A esto iba
aunada la riqueza mayoritaria que se encontraba en manos de los
europeos y criollos, así como una mayor defensa de derechos
políticos y civiles. Al final, los criollos destruyeron a los
europeos, “pero los medios que para este fin pusieron en acción,
minaron también la parte de poder que ellos tenían”.4
Del otro lado se
encontraban los indios. Desde la Conquista, dice Alamán, habían
sido privilegiados por la Corona y se les había dejado en paz en sus
pueblos. Eso sí, siempre y cuando pagaran tributo. Entre los
distintas clases de mestizos, las menos puras veían sus aspiraciones
limitadas. En general había en ellas “ignorancia” y
“abatimiento”. La diversidad de habitantes de la Nueva España, a
decir del autor, fue un factor muy influyente en los hechos políticos
del país.
La segunda lectura,
titulada “La sociedad mexicana y la vida nacional”, la escribe
Alamán después de la guerra con Estados Unidos y el desenlace de
1848. Se ve aquí a un conservador un tanto negativo, con pocas
expectativas para el naciente país. De ahí que su proyecto de
nación sea una combinación entre viejos esquemas de la Colonia
(previo a la reforma borbónica que dividió al país en
intendencias) y aspectos tomados de la organización política de
otros países, en especial Francia.
Alamán busca el orden, pues la
sociedad novohispana, a partir del siglo XVIII, no ha buscado más
que el beneficio económico y ya no queda otra distinción que el
dinero.5
La base de su sociedad, dice, es el egoísmo y la búsqueda de
placeres y comodidades. El problema es que éste es profundamente
incompatible con las instituciones políticas, las cuales distan
mucho de funcionar como debiesen, afirma Alamán.
Aquí agrega una
magnífica analogía, aún compatible con la actualidad: su sociedad
es como un calle descuidada en donde apenas pueden pasar los
carruajes, pero en donde se pueden ver enormes casonas, llenas de
riqueza. De ahí que valga la pena reformar el Congreso, el poder
ejecutivo, la organización política de los Estados y el sistema de
justicia. Para esto se debe formar un comité de tres o cinco
personas, los cuales llevarán a cabo tal responsabilidad. Hacerlo de
otra forma, con números más grandes, sólo traerá más desorden.
1Andrés
Lira (ed.), Espejo de discordias. La sociedad mexicana vista por
Lorenzo de Zavala, José María Luis Mora y Lucas Alamán,
México, Secretaría de Educación Pública, 1984, p.151.
2Ibid,
p. 149.
3Ibid,
p. 151.
4Ibid,
p. 158.
5Ibid,
p. 169.
Comentarios
Publicar un comentario