La red podrá ser la tierra de la libertad de ideas e intercambio de información, pero cada vez avanza más hacia un negocio dominado por unos cuantos monopolios.
Del Google-moi se está pasando al Facebook-moi, no importa si eres una persona física o un negocio. Simplemente TIENES que estar en las redes sociales. Hace un año era casi impensable que alguien destronara a Google como rey absoluto de todo lo que tiene que ver con la red. Facebook lo hizo a principios de año.
Pero a diferencia del monopolio de seis letras, la red social no opera principalmente para buscar información. De hecho, un estudio reciente acaba de publicar que el segmento de mercado que ha despuntado el uso de Facebook a nivel mundial ha sido el de las mujeres jóvenes que pasan horas, literalmente, en ese sitio haciendo dos cosas: preguntando por consejos a su grupo de amigos y no tan amigos o buscando información de otras personas en forma de fotos, comentarios, actualizaciones de datos. Los consejos que piden, por cierto, son para ver si compran o no tal o cual cosa que tienen en mente. En pocas palabras, todos los estereotipos de género que creíste que no existían aquí toman fuerza y son reforzados, al menos en el grupo de mujeres de 20 a 30 años.
Ahora, el creador del Internet, Tim Berners-Lee, ha salido a la dar la cara por su hijo preferido. En un extenso artículo dice lo que he repetido en este espacio varias veces: Facebook y las otras redes sociales están destruyendo el Internet a causa de su misma naturaleza. En lugar de compartir, estos sitios están diseñados para fragmentar en pequeñas islas de conocidos la información que comparte la gente. No se puede acceder a esa información de manera abierta, universal. Además, estos sitios amplifican nuestros rasgos menos atractivos: el egoísmo, la autopromoción y el centrarse cada quien en su propio ombligo. En pocas palabras, todo lo contrario a la idea original con la cual nació la Red.
“Las grandes redes sociales están amurallando la información colocada por sus propios usuarios”, dice Berners-Lee.
“Si los usuarios de la Web permiten que continúe esta tendencia, ésta se romperá en una serie de islas fragmentadas. Podríamos perder la libertad para conectarnos con el sitio que queramos”.
El autor explica esta última idea de la siguiente forma: bajo un lenguaje HTML y URL tradicional, abierto, cualquier persona puede conectar su sitio con cualquier otro, fomentando un intercambio libre y rico de ideas. Pero no con las redes sociales, en donde toda la información está centralizada y los URLs no añaden su identificador particular a cada nuevo paquete de información que se agrega. Es decir, si quieres ver algo subido a Facebook, forzosamente tienes que estar conectado ahí. Esto puede parecer una obviedad, pero, retomando lo que dice Berner-Lee, va contra todos los principios originales de la Red. ¿Por qué carazos tengo que estar conectado a Twitter o Facebook para conocer algo que una persona ha posteado en la Web? La razón, claro, es comercial y le ha ido muy bien a ambas compañías. Todos nosotros le hemos ayudado aportando miles de bits de datos a manera de fotos, mensajes, o cualquier idiotez que se nos ocurra. Lo que es basura para algunos es una mina de oro para otros, al menos en cuestión de 0 y 1s. No uso el término información, para guardar un poco el sentido de la palabras. En todo caso, subimos datos que para el 99.9 por ciento del mundo es desecho digital, pero no para nuestros “amigos” o seguidores.
Y no sólo eso, una vez que metemos información a las redes sociales no es fácil compartirla con otros sitios. “Cada uno es un silo, amurallado de todos los otros”. Esas listas, fotos, etc., se quedan ahí. Ese aislamiento ocurre porque no toda la data que subimos tiene su propia URL (o URI, como le llama Berners-Lee). Mientras más información metemos, más alta crece la valla. Son contenedores sellados en los cuales no tenemos control absoluto de nuestra información- “A medida que se generaliza el uso de esta arquitectura, se fragmenta más la Red y disfrutamos cada vez menos un espacio universal, único”.
Un ejemplo personal: en mi vida pasada, cuando estudiaba Derecho en el ITAM, tuvo una clase con el profesor M. Para participar en su curso sólo se podían citar frases de documentos que él nos había dado. Todo lo demás era causa para ser invitado a salir del salón y ser reprendido. No había intercambio de ideas más allá de lo previamente delimitado, cerrado y predispuesto.
Años después, manejando por Las Lomas, vi al mismo profesor desde mi auto. Él estaba cruzando una calle, muy temprano por la mañana, y yo iba a correr un poco a Chapultepec. Por un momento pensé en atropellarlo, por todos los dolores de cabeza que me había hecho pasar. Pero después me dije a mí mismo: “déjalo, así puede seguir existiendo alguien que ve al mundo sólo desde su micromundo de ideas fijas, de perfiles, de espejismos. Mejor tú intenta cambiar esa concepción”.
Primo, esta entrada es genial. Desde el principio he estado en contra de facebook. Está sutilmente diseñado para el chismorreo, el cotilleo, la pérdida de tiempo y las nimiedades. No deja de asombrarme que tantas empresas que se dicen serias hayan caído.
ResponderEliminarPor otro lado, y por fortuna, en la red también existe la cooperación. Una de ellas es la comunidad en torno a Linux, donde todo tiende a ser libre y abierto. Hace unos meses utilizo la distribución Ubuntu como sistema operativo, y mi fascinación no se agota. Todo es más rápido, todo es más limpio, todo es más seguro. Todo es abierto. Tiene errores, sí, pero la posibilidad de hacer lo que sea, como solucionar esos errores, está siempre allí. Definitivamente, con windows también hemos caído todos, un sistema insostenible en el tiempo (por eso hay que comprar las versiones nuevas) y diseñado a ser vulnerable (por eso no se puede andar sin antivirus).
¡Un abrazo!
Luis C.
Gracias, primo! Estuve un poco ocupado pero ya posteando otra vez.
ResponderEliminarLe echo un ojo a lo que dices de Ubuntu. Yo desde hace años ya no uso el puto Windows, por exasperante. La Mac ya está cayendo en lo mismo.