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La Batalla


Eso que ven dibujado arriba es mi calentador de agua.

Es un hijo de puta.

Trato de no preocuparme por lo que no puedo controlar. Lo juro. Es una técnica que he me ha llevado décadas depurar. Mi naturaleza es controladora y tratar de controlar a alguien es la vía más directa al cadalso. Yo lo he hecho, tú lo has hecho. Todos lo que en algún momento creyeron que en su inmensa bondad e inteligencia sabían el camino correcto que debía tomar la otra persona.

Hay pocas cosas que sé de la vida. Muy pocas. Esa es una de ellas. De eso estoy seguro y no he visto nada que me demuestre lo contrario.

Pero aquí es donde pinto mi raya. Nadie nunca hubiera creído que un boiler de 20 litros tuviera tanta voluntad para hacer exactamente lo que quiere y en el momento peor indicado.

Todos los días me meto a bañar. Prendo el agua caliente. Espero. "En cualquier minuto se activará el calentador", pienso. "Hay que estar listo". Así que me quedo al lado del agua fría que cae y cae y cae y cae. Y la toco y se siente como una corriente interminable de mil dagas.

A veces me gana la desesperción, inhalo profundamente y me aviento al chorro de agua. Es bueno para la circulación, asegura la ciencia. Esos días generalmente me siento más activo.

Hay días que eso es imposible. Necesito agua caliente. ¿O qué? ¿Mis antepasados pasaron sobre este Mundo sin nada que darle a las generaciones futuras? ¿Ni un poco de agua caliente? No, aquí el agua caliente sale porque sale. Puedo ser muy tozudo...a veces. "El baño es un ritual, tiene propiedades mágicas de renacimiento y rejuvecimiento", me dijo una antropóloga que estudiaba la manera en que la gente convivía con los jacuzzis de esa marca. La mujer tenía razón. Y no es casualidad que todo esté sujeto al agua caliente que usamos para ducharnos.

Claro que después razono que no estoy peleando o tratando de convencer a un ser semi racional. Voy contra un R2-D2 destartalado, con un humor de Gorgona y voluntad de acero. (Y hecho de acero, por cierto).

Entonces me olvido de todo, inhalo profundamente y me aviento al agua.

Veinte minutos después, cuando estoy por salir del departamento, prende el calentador.

Caprichoso el hijo de puta.

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