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Siempre que regreso a mis orígenes me pongo nostálgico. No es para menos, la tierra--como el cuerpo--tiene memoria y tiende a arrastrar nuestros sentimientos más profundos a su nivel más elemental.

Para mí, ese lugar es Zacatlán de las Manzanas, al noreste de Puebla. No conozco un lugar más cercano a lo que pienso, o a lo que quiero ser.

Porque todos, inevitablemente, queremos eso, ¿no? Llegar a ser. "Ser". Diferente al estar. Y nos transformamos y nos recreamos y usamos al exterior para conseguir esta asimiliación final. También he usado a otras personas--no tengo por qué mentir--en mi camino. La Metamorforsis no tiene moral porque no está funcionando sobre la base de dobles opuestos. El único sentido se lo da uno mismo.

Por eso, de mi pueblo me gusta su gente, su acercamiento con la naturaleza, sus frutos y su aire, más nítido que la imagen de arriba, con agua pura y verde por todos lados. Aquí sólo se escucha el movimiento río abajo, que desemboca en una cascada de 50 metros.

El sonido que produce me sirve para regresar a la realidad. El estruendo no te deja pensar más que en una sola cosa: aquello que tienes frente a ti, lo que es. El fue y el será no tienen sentido en este lugar.

Este el post 33 del año en este blog, y será el último del 2011. Si han puesto atención, será el mismo número de años que tendré--"tendré", no "estaré"-- en el 2012. Supongo que el número de entradas que hice en el año llevaban su propio ritmo, inconsciente, para sincronizarnos en esa cifra.

El agua también llevaba su propio ritmo. No tiene caso detenerla o tratar de cambiarla.

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