Hace meses prometí escribirte una
carta y aquí va, poco a poco. Prometí escribirla a mano, tal como tú hiciste
para mi cumpleaños, y en eso
estoy. Este es un borrador para asentar mis ideas. Te dije que necesitaba
Claridad de Sentimiento, recuerdas?
Esta carta tampoco será como la
tuya. No tengo ni la paciencia ni la dedicación para escribir diez cuartillas.
Siempre fuiste más análoga y ahora creo que lo eres aún más, así que espero que
entiendas.
No tengo la paciencia porque mi cerebro
está fragmentado. Está disperso. Está partido en cientos de ventanas: algunas
ven hacia delante. La mayoría ven hacia atrás. Algunas traen esperanza y otras
más bien principios de realidad. Son muchas ventanas. Un día abro una, pero al
minuto abro otra y otra y otra y mi mente se divide en lo que fue y lo que
será. Eso ocupa la mayor parte de mi atención. Y claro, como soy hombre lo
único que me saca de ese maremagno es el trabajo. (Tú lo sabes mejor que nadie
esto del trabajo). Del presente hay muy poco. Es lo que es. Eso lo aprendí de
ti y como siempre fuiste mucho mas fuerte que yo—fuerte en lo que cuenta—pues
prefiero verlo de esa manera más bien pragmática.
Cuando me acuerdo de ti pienso en
una toma siamesa, esas que sirven para dar agua. Hacíamos buen equipo. Si había
un problema de un lado, el otro siempre estaba ahí para aliviar la presión. Es
una salida de dos vías y es algo eficiente, pulcro y claro. Por eso cuando
camino por la Ciudad busco inconscientemente esas tomas siamesas. Me recuerdan
a ti y así camino mejor. Es mi pequeño premio por avanzar de una esquina a
otra.
Cada día necesita un pequeño ritual para hacerlo menos
agreste. Lleno mi día de esos micro rituales para que pueda dormir tranquilo
por la noche. Ahí entran la ducha, la comida que hay que preparar, la caminata
a la tienda, la planta que hay que regar, el trabajo que hay que hacer, la casa
que hay que acomodar, el ejercicio que hay que hacer. Es realmente algo muy
útil esto de los pequeños rituales. Alivian el día para salvar la noche. Es
más, te puedo decir—asegurar—que casi todo lo que hago lo hago para salvar la
noche y así no soñar. Me agoto, me rindo, me llevo hasta el extremo para
extenuarme y así no darle excusa al inconsciente para traicionarme. Nunca sabes
con lo que te vas a topar en tus sueños.
Hasta ahora entiendo eso que me
decías del amanecer. Eso de que esperara hasta el amanecer para aclarar mi
juicio. Contigo era más bien esperar “algo”. Contigo siempre era esperar algo y
a veces me enojaba cuando me lo decías y me frenabas. Hasta ahora lo entiendo.
El problema es la noche que no sabe ni le interesa eso de la calma.
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