Aún es muy temprano para conocer las razones específicas por las que Enrique Peña Nieto ganó la Presidencia de México y con esto reposicionó la imagen del Partido Revolucionario Institucional. En los cientos de análisis que se presentan a diario en los medios de comunicación se incluyen algunos lugares comunes: la maquinaria del PRI en los distintos estados de la República, el binomio Televisa-Peña Nieto y el hartazgo del PAN con el mexicano promedio. La presencia de Peña Nieto es dada como un hecho, y, en gran parte, como algo que demerita su intelectualidad frente a los otros políticos mexicanos que tienen que ser feos, gordos, mal trajeados y mal hablados.
El recién electo Presidente tiene toda la escuela priista, pero su presentación ante la sociedad viene con un envoltorio nuevo, diferente, actual. Su éxito en los próximos años de gobierno dependerá del mantenimiento de esta imagen frente a sus gobernados. Es la praxis del homo videns que Sartori definió en La Sociedad Teledirigida (1998) o que Gubern sintetizó un poco antes en Del Bisonte a la Realidad Virtual (1996). La imagen determina mi capacidad de interpretación del Mundo, para bien o para mal. Mientras más elementos tenga para descifrar estas imágenes, mi comprensión del mundo será más rica. La gran mayoría de las personas, sin embargo, se "van con la finta", explican los autores. Las imágenes son seductoras, subversivas frente al criterio. De ahí la enorme importancia que los medios tienen en las sociedades actuales como facilitadores--en imágenes--de lo que es y no es importante.
Hemos hablado extensamente sobre estos puntos a nivel Licenciatura en los cursos que imparto en las universidades Anáhuac e Iberoamericana. Los alumnos comprenden bien los conceptos, pero tardan un buen rato en comenzar a entender que lo que ven no siempre significa lo que es. Detrás de cada imagen mediada hay una fuente de sombras que es difícil percibir y que pocas veces brota al mensaje final que nos llega a través de una noticia, una foto, un video o un nuevo producto. La situación se complica si agregamos la ubiquidad de los dispositivos móviles y el uso vital que los alumnos le dan a estas máquinas. Son parte esencial de su vida y parte esencial de cómo se determinan ellos mismos ante los demás.
Pues bien, recientemente comenzamos a analizar Citizen Kane (Welles, 1941) como parte de la currícula básica de los programas de Comunicación de ambas universidades. Es una gran película y si aún no la han visto, mi recomendación es que detengan cualquier cosa que estén haciendo en este momentos y le dediquen su completa atención si realizan alguna profesión que tenga que ver con la emisión, recepción o análisis de mensajes. Después de dos o tres visualizaciones, me di cuenta de la enorme influencia que la película ha tenido en todos los géneros subsecuentes y, de forma más pertinente, de la enorme influencia que tuvo en la carrera de Enrique Peña Nieto.
Hay algunas similitudes obvias entre Peña y Charles Foster Kane, el protagonista del filme interpretado por Orson Welles. Ambos son políticos con una carrera meteórica, ambos vivieron la muerte de su ex esposa, ambos se recasaron con mujeres de la farándula y, claro, ambos tienen una fuerte presencia ante las cámaras. Es bien sabido que Wells nunca recuperó la belleza física, la estética de formas, que presenta en esta película y que lo persiguió por el resto de sus días, de acuerdo con sus mismo testimonios.
Más allá de esas semejanzas, el personaje de Kane es una síntesis del magnate Carlos Slim y el propio Peña Nieto. Una persona que controla los medios de su país y que al mismo tiempo busca el poder absoluto, como vemos en el clip de arriba, en donde aparece charlando con su esposa. El persona fue basado en la vida del estadounidense William Randolph Hearst, otro gran magnate de su época, y no está muy lejos de lo que Berlusconi aplicó en Italia.
¿Peña Nieto copió el look de Charles Foster Kane? No creo que ni él mismo lo sepa. La importancia de la película se ha filtrado a la estética dominante de Hollywood desde que apareció en 1941, y en consecuencia se ha extendido hasta espots publicitarios y el mercadeo político. Su presencia es tan obvia que basta con encender la televisión para detectar cientos de encuadres que hacen referencia directa a la película de Welles, incluso en los momentos menos esperados, como transmisiones deportivas. La estética del filme domina las campañas políticas. El hecho ahí está: hoy tenemos un Presidente que comparte, al menos superficialmente, la forma en que Peña Nieto se presenta como político ante los otros. Es la realidad imitando al arte que imita a la realidad. Detrás de estas sombras queda la identidad de ambos personas, aún desconocida.
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