Ir al contenido principal

El Hobbit: Un Viajesote Muy Esperado


El comienzo de las cosas es el momento más delicado de todos. La vida así te lo propone--no, te lo marca a cada día, en cada cosa que haces y con cada persona que conoces. Los grandes escritores saben esto y pocos lo hacen mejor que J.R.R Tolkien, autor de El Hobbit.

Tengo una obsesión con el principio de los actos. Desde el primer momento sé que las cosas serán el doble de complicada si el principio de algo no es bueno. Lo aplico en todo: al conocer personas, al comenzar trabajos, al hacer un viaje. Esas primeras acciones definen lo que será una experiencia completa que tal vez tarde años en cerrarse. 

Traslado esa obsesión a los libros. Todo libro que empiezo a leer tiene 100 páginas de tregua para atraparme. Si no lo hace en ese lapso, lo boto. Pero el principio del libro, las primeras líneas del mismo, pueden hacer la diferencia para que termine de una sentada esas 100 páginas. Digamos que es un bono que le doy al autor por atraparme desde la primera línea de su relato. 

Hasta este día no conozco un mejor arranque literario que el del Inferno, de Dante. Tres estrofas, nueve líneas, y tenemos pie para seguir con la lectura de toda su medieval trilogía:
A mitad del camino de la vida, 
en una selva oscura me encontraba 
porque mi ruta había extraviado. 
¡Cuán dura cosa es decir cuál era 
esta salvaje selva, áspera y fuerte 
que me vuelve el temor al pensamiento! 
Es tan amarga casi cual la muerte; 
mas por tratar del bien que allí encontré, 
de otras cosas diré que me ocurrieron.
(En latín, "silva" significa bosque. En castellano, aunque lo relacionamos con el término jungla, selva significa realmente "terreno extenso, inculto, y muy poblado de árboles".)

El Hobbit también es uno de esos libros. De acuerdo con el propio Tolkien, esta es una historia para niños, mientras que El Señor de los Anillos es la versión para adultos y la continuación de uno de los mejores inicios de cualquier mundo fantástico que haya sido escrito.  El principio de la saga, sin embargo, está en El Hobbit, y si no hubiera sido por este libro, El Señor de los Anillos simplemente no hubiera existido. El relato de Bilbo Baggins data de 1932 y fue publicado en 1937 por la editorial londinense Allen & Unwin. En vista de enorme éxito del libro, los editores de esa casa le pedieron a Tolkien una secuela, la cual se extendió a lo largo de seis libros y tres volúmenes en El Señor de los Anillos y se publicó entre 1954 y 1955. 

Todo regresa a la primera línea del primer libro que comenzó toda la saga y que sigue a Tolkien incluso después de su muerte. En apenas tres líneas, el autor abre todo una baraja de posibilidades que leeremos en más de mil páginas. Este es el comienzo de El Hobbit, en su idioma original:
In a hole in the ground there lived a hobbit. Not a nasty, dirty, wet hole, filled with the ends of worms and an oozy smell, nor yet a dry, bare, sandy hole with nothing in it to sit down on or to eat: it was a hobbit-hole, and that means comfort.
¿Quién no ha querido vivir como un hobbit alguna vez en su vida? De acuerdo con Tolkien, el inglés promedio es la representación más cercana del hobbit. Una persona que no busca problemas, que ama la tierra y que gusta de la música, el alcohol y la buena compañía. Cuando surge problemas, como sucede en la trama de la historia, estos seres tiendan a sacar lo mejor de sí, a pesar de su aparente egoísmo y carencia de miras. En El Hobbit, ese gran problema es el dragón Smaug. Como todos los dragones europeos (o worms, en el sentido de la palabra más original), este ser esconde un gran tesoro y su muerte es necesaria para que el mundo siga su paso hacia sueños más libres, menos dictatoriales.


Realmente espero que la película de Peter Jackson que está por estrenarse cumpla con las enormes expectativas que se ha formado después de lo que vimos en El Señor de los Anillos. Las ilustraciones que ven en esta en entrado pertenecen a una de las innumerables ediciones que se han publicado de El Hobbit. La mía salió en el 2001 y me costó 130 pesos. Por esa cantidad disfruté un magnífico texto en su idioma original y un complementario anexo gráfico durante una buena docena de horas, todo en un libro. La película que está por salir ha sido dividida en tres partes. ¿Por qué? Esta no es una historia épica como El Señor de los Anillos, en donde sí hay una clara evolución de las tramas y subtramas de la historia. El Hobbit es un cuento de niños y complemente lineal. Las subtramas se mantienen a raya para no confundir a los niños que se acercan al texto. Otros autores ya han llevado la historia al cine, como lo hicieron Rankin/Bass en 1977 y los resultados han sido disímiles. Sin embargo, creo que la animación de 1977 mantiene el tono adecuado de la historia. No hay un "gravitas" al nivel de El Señor de los Anillos.


Esperemos que la adaptación al cine se tan buena como el primer intento de Jackson. Su primera película de El Señor de los Anillos es sin duda la mejor de la trilogía. El tono se apega al libro como debe ser (no con las violentas exageraciones de la segunda y tercera entregas). La acción lleva ritmo, respira y sabe cuándo terminar. Eso no sucede en Las Dos Torres y el Retorno del Rey, que parecen una larga preparación marcial para presumir los efectos especiales por computadora. La Comunidad del Anillo también utiliza trucos digitales, pero cuando se usan a tope, apuntalan los aspectos más notables del libro, como la secuencia de inicio en donde Bilbo desaparece y la espectacular batalla contra el Balrog. Menos es más. Los hobbits lo saben. Los amantes del libro lo saben. Tal vez el director de esta nueva entrega también lo sepa.



Comentarios