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Mostrando entradas de agosto, 2012

Cómo limpiar los faros de tu auto con pasta de dientes

A veces me entra un poco de ansiedad. Este sentimiento tiene la magnifica capacidad de hacerme comer un cerdo, detener cualquier actividad productiva y, en general, provocar que mi sistema se paralice. La semana pasada descrubrí un gran remedio contra esta angustia que suele reptar de vez en cuando, en especial cuando se acerca mi cumpleaños. Desde hace 10 años mi auto ha tenido los faros nublados. He pagado para que decenes de wachacarros los limpien. Nada. He pagado para que los expertos de los servicios de encerado los limpien. Nada. Una vez hasta le pagué a un señor del estacionamiento de Walmart para que le aplicara su técnica maestra y los limpiara. El señor les echo una sustancia extraña y después comenzó a prenderle fuego a la sustancia. Las luces se empañaron de nuevo en 30 segundos. Pero la semana pasada vi un video de un gringo en YouTube que se dedica limpiar faros de auto con pasta de dientes. Pensé, qué diablos, vamos a tratar. Nada más ha servido, así que no

El pasajero

¿Conocen a alguien a quien le guste manejar en la Ciudad de México?...Eso suponía.  Trato de nunca tomar el coche. Camino hasta donde puedo--bajadas, subidas, avenidas por un tránsito bestial--pero a veces no hay más que conducir hasta donde te llaman. Yo lo sé. Tú lo sabes. Las arañas también. El tránsito de la capital del país no es exasperante por su densidad. Casi siempre avanza como la melaza. Ya sabes. Lo suficientemente lenta como para querer gritarle "muévete!" y lo suficientemente rápida como para no dejar de ponerle atención. Tu cerebro queda dividido porque no hay un ritmo específico que siga el flujo de automóviles. O estás atento o te estrellas. Escucho mucho la radio para aliviar mi tiempo en el coche. Mucho talkshow de ayuda a la mujer, música juvenil, música de enamorados, jazz y a veces hasta pongo las noticias (una deformacion profesional).  Otra veces hago llamadas y mando mensajes de texto. Intento usar ese tiempo muerto en acciones mecánicas,

La Compra-Venta de la Carne

Si tienes un auto y vives en una zona urbana de la Ciudad de México, conoces bien esas tarjetas que se muestran arriba. Invitaciones a tabledance que intentan convencerte de la practicidad de intercambiar unos cuantos duros por cariño temporal. El tabledance es ubicuo en la Ciudad de México. Hace unos años ir a uno de estos antros era algo sórdido, oculto y peligroso. Hoy es algo que cuentas en las reuniones familiares para reírte un rato. Es ambiente es comercial y descarado, más kitsch que pervertido (esto no aplica para los tables de la periferia de la Ciudad, en donde uno se juega la vida, literalmente, para divertirse de forma barata sacrificando la seguridad). Por eso no me sorprendió la nota de este día en donde se anuncia—porque eso es, un anuncio—que los mexicanos gastan unos 20 mil millones de pesos al mes en tables, de acuerdo con la Asociación Nacional de Discotecas, Bares y Centros de Espectáculos. ¿En dónde se hace el gasto más fuerte de estos lugares? In