Este texto iba a ser publicado en el sitio El Europeo, pero se les cayó el sitio.
Huixquilucan, México.- El avance de una sociedad se
refleja en el respeto muestra hacia sus periodistas. No se necesita ser un
doctor en derechos humanos para que saber que se tiene que respetar lo básico
en cualquier persona: no intentar matarla, no tratarla como a un animal y abrir
los caminos del diálogo para comunicarse con igualdad.
Esto que
parece tan elemental ha sido olvidado en México cuando nos centramos en el
mundo de los periodistas y temo que pasa lo mismo el resto de Latinoamérica. En
nuestra región, el avance se ha equiparado con la destreza técnica y el
despliegue tecnológico. Mientras más fábricas haya, mejor; más celulares
significan que hay modernidad. ¿Canales de televisión? Venga, tengo 180 en el
paquete básico de mi sistema de cable.
El hostigo
de la sociedad latinoamericana es el nulo respeto a los derechos humanos. ¿Por
qué habrían de escapar los periodistas a esta realidad? La fachada luce pulcra
del lado de la propaganda oficial. Del otro lado del muro trabaja el
periodista, ahí donde pega el viento y el agua y la gente escupe porque es el
lugar reservado para eso.
Seamos
honestos. El trabajo reporteril es mal pagado, peligroso y francamente
despreciado en nuestras sociedades que adoran a su televisor por arriba de
cualquier cosa. El aparato ofrece diversión gratuita durante todo el día,
ofrece noticias (apegadas al gobierno y las grandes empresas) y no alumbra la
criticidad (que a veces molesta). Los periodistas no caben en ese mundo de
propaganda cínica. ¿De qué otra forma se explica que en México, desde 1992 a la
fecha, hayan sido asesinados 28 periodistas? La cifra viene del Comité para la
Protección de Periodistas y cabe resaltar que es una cifra que asesinatos
confirmados; la lista negra es muy superior. Apenas el 5 de marzo, el periodista Jaime
González fue asesinado cuando
trabajaba para Ojinaga Noticias en el norteño estado de
Chihuahua. Como referencia, veamos lo que pasa en países con situaciones
similares a México: Colombia, 44 asesinatos; Brasil, 26. Los tres comparten este impulso vital que
trastoca la tecnología con el polvo; el tener y el vivir al día.
¿Se puede
vivir como periodista en Latinoamérica? Sí, cuando los propios periodistas
entiendan que el valor de su trabajo reside en los datos que recolectan, no en
el medio que se los publica. Lo dijo muy bien la bloguera cubana Yoanni Sánchez
cuando visitó la Universidad Iberoamericana apenas hace unos días. “La
tecnología se convirtió en un camino de liberación personal”, apuntó la
creadora del sitio Generación
Y. El blog abrió en el 2007 para criticar
al régimen castrista y “ mostrar
una realidad que la prensa no quería mostrar”. El contexto es insular, lo sé,
pero el fondo es el mismo: si el periodista desaparece es por su propia gana y
no la pinza que amañan la violencia y los magnates de los grandes medios que
han hecho del trabajo el refugio de los incautos, en gran parte por su
juventud. Agregó la cubana: “Recolecté algunas piezas y con eso creé a mi
pequeño Frankenstein, le llamé así porque la verdad si estaba feo, construido
de manera casera. Pero bueno gracias a él conecté mi vida, la tecnología se
convirtió para mí en la liberación personal y social”.
El camino
está puesto y está en el HTML. Si hemos aprendido el lenguaje soporífero de la
política, con todos sus códigos y signos, ¿por qué no podemos aprender uno que
nos traería beneficios inmediatos?
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