Ir al contenido principal

Íconos para las Masas. Un Acercamiento a la Estética Socialista Mexicana de la Primera Mitad del Siglo XX



ÍCONOS PARA LAS MASAS. UN ACERCAMIENTO A LA ESTÉTICA SOCIALISTA MEXICANA DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX

Armas de combate clásicas,
que perdurarán su brillo,
que son el cincel y el martillo
triunfador;
con ellas el hombre baja
al mismo túnel espeso...
armas que mueve el progreso
redentor.

Fernando Celada, extracto de Cincel y Martillo

Sangre que parece lumbre,
sangre que proyecta luz,
sangre de la muchedumbre,
de Carlos Marx y de Jesús
ennegrecida por el sacrificio,
amoratada por el silicio
y despreciada por la sangre azul.

Carlos Gutiérrez Cruz, extracto de Sangre Roja

SUMARIO: La estética del arte mexicano influenciado por las ideas marxistas de la primera mitad del siglo XX convivió en una particular simbiosis con el momento político-social que atravesaba el país. Ambos se alimentaron del otro para introducir al debate público los postulados internacionales del socialismo-comunismo y al mismo tiempo dejaron un importante legado artístico nacional.

(Citación: Eduardo Portas Ruiz. "Íconos para las Masas. Un Acercamiento a la Estética Socialista Mexicana de la Primera Mitad del Siglo XX", un trabajo elaborado para la materia Partidos y Movimientos Políticos en la Historia de México (1808-2006), parte de la maestría en Historia Moderna de México de Casa Lamm, junio 2014).

INTRODUCCIÓN

Este breve ensayo parte de una inquietud muy personal. El avance de la tecnología y los símbolos que estas tecnologías reproducen en el México del siglo XX han eliminado, casi por completo, los restos de la iconografía socialista mexicana, aquella que nació alrededor de 1920 y se extendió con fuerza hasta 1960. Sin duda, México ha cambiado desde esa fecha. Pero cuando digo que ha cambiado no me refiero solamente la obviedad que nos presenta la materia, sino al espíritu de la época. Si bien los íconos del socialismo son reutilizados esporádicamente, siempre con extremo cuidado, por la izquierda partidista, los sindicatos y algunos movimientos sociales, su memoria ha sido relegada a los archivos y los museos. De vez en cuando, en alguna calle, una referencia que nos remite a la memoria de su razón de ser. De En pocas palabras, los materiales artísticos de contenido socialista se han convertido en historia y de ahí el atractivo que representan para mí al redactar este sintético reporte. Si bien las nuevas tecnologías bombardean continuamente a sus usuarios con elementos, figuras, contenidos que lo ligan con su realidad, los símbolos del socialismo han sido extirpados casi en su entereza del inconsciente colectivo nacional. Esto es irónico. Por un lado, las nuevas tecnologías de la información permiten situarse en la realidad al minuto o conocer aquellos acontecimientos que sucedieron hace cientos, miles de años, con la profundidad que su usuario decida. Pero al momento de redactar estas líneas, a pesar de la inagotable fuente de información que se encuentra a unas teclas de distancia, el México contemporáneo prefiere situarse en una realidad tal vez más seductora: aquella del cambio incesante nacida de la tecnología, un modelo económico que abraza el neoliberalismo y, finalmente, una sociedad que potencia los rasgos más egoístas del individuo. Esto a pesar de que hace relativamente poco, en esta misma tierra, se consideraba al socialismo como una alternativa para el desarrollo. De ahí la importancia de analizar su estética. La ventana a ese México desaparecido se hace menos opaca cuando repasamos la cultura socialista que alguna vez se produjo y sus ideas circulaban por la cabeza del mexicano. Es la hipótesis de este trabajo que el empuje de las ideas socialistas en México hubiera sido mucho menor sin la destacada producción artística de diversos mexicanos. La interacción entre ideas marxistas de la primera parte del siglo XX y las expresiones plásticas del mismo coincidieron con la penetración de dichas ideas en la matriz social mexicana.

Por economía textual, en este escrito primero revisaré los fundamentos de la estética socialista-marxista; después, analizaré el contexto general del nacimiento del socialismo en México y cómo es que estos postulados teóricos fueron adoptados en México por distintos artistas. Por último, ejemplificaré con imágenes varias expresiones de la iconografía socialista en México. Como nota de advertencia, a lo largo de este trabajo no haré distinción semántico entre socialismo y comunismo, si bien el propio Marx consideraba al socialismo como la primera etapa del comunismo, cuando aún es necesaria la intervención del Estado para distribuir la riqueza.

I. BASES DE LA ESTÉTICA SOCIALISTA-MARXISTA

La principal característica del arte marxista es su robusto fundamento teórico. Aunque Marx y Engels tocaron sólo en unas líneas aquello que apreciaban en el arte (la estética y las formas de la Grecia clásica), los artistas ligados al pensamiento marxista extendieron su interpretación a partir de los fundamentos filosóficos que realizaron diversos pensadores socialistas y comunistas del siglo XX. De forma muy general, estos teóricos afirman que el arte socialista es acción. A diferencia del arte previo al pensamiento de Marx, en donde, según los pensadores de este corte, se representaban aquellos valores esenciales de la clase dominante burguesa, los marxistas abogan por el cambio social a partir del trabajo colectivo. De nuevo, esto va en contra de la escuela tradicional europea que apreciaba “el arte por el arte”. Para los marxistas, dicho pensamiento es un claro ejemplo del individualismo burgués que refuerza la desigualdad social, un acto mastubatorio del artista que se deleita en su onanismo y deja de lado al colectivo. Tenemos entonces elementos básicos que se comparten a lo largo del siglo XX cuando nos referimos al arte derivado del pensamiento de Marx y Engels: acción colectiva, interés comunitario, organización del proletariado y la idea de un futuro mejor que se logra con la eliminación de las clases, lo cual conlleva necesariamente una instrucción social, una enseñanza para encontrar este pasaje hacia el cambio.

Aunque esta corriente artística convergería a veces con el futurismo, el constructivismo y la admiración por la máquina (en el entendido de que una sociedad debería funcionar al unísono), los debates para definir un estilo auténticamente socialista son tan extensos que sería imposible explicarlos en este breve ensayo. Tampoco nos detendremos en analizar el debate sobre el formalismo. Basta decir que para este escrito lo realmente importante ha sido encontrar aquellos elementos indispensables para entender lo que significa hablar de arte socialista, es decir, aquellos puntos obligatorios para encuadrar nuestro objeto de estudio en esa muy específica rama del conocimiento: un arte dirigido al colectivo que intenta cambiar a la sociedad.

Partamos desde lo más básico, es decir, del planteamiento inicial de Carlos Marx. El escritor alemán es un utópico tradicional, es decir, cree en la Tierra Prometida de la sociedad sin clases. Ahí enfatiza ciertos valores que veremos materializados constantemente en la plástica marxista: el colectivismo, el humanitarismo y la lucha para igualar a los estratos sociales. El materialismo histórico y la dialéctica como proceso, partes elementales de su doctrina, también participan en el arte influenciado por sus ideas. Para los marxistas, entonces, la realidad es antes que nada social. Y en esa realidad social la economía juega un papel fundamental; no el único, pero sí tal vez el más importante que afecta a todos los procesos intelectuales, incluyendo al arte. 1

Esta libertad del hombre que cree en la sociedad marxista, en donde desarrolla objetos creados por él mismo, está ligada con la inviolabilidad de su ser. Así, de acuerdo con el propio Marx en Des Kapital, el reino de la libertad verdadera es el desarrollo del poder humano que es “su propio fin”2. El arte se entiende aquí como un “regalo” que debe tener calidad estética. Es por esta razón que el artista que deviene en un verdadero creador, según el marxismo, debe estar, necesariamente, ligado con su realidad, aquella que es injusta a causa de capitalismo burgués que ha sumido a la sociedad en la desigualdad y el hambre. El artista, por su sensibilidad superior al resto de las masas, está obligado a plasmar estas injusticias y proponer un cambio. Su responsabilidad está con el pueblo. Como escribió el marxista George Grosz a los artistas en “Sobre mis nuevas pinturas”, en 1921: “¡Entendedlo, esa masa es la que trabaja en la organización del mundo! ¡No vosotros! ¡Pero vosotros podéis colaborar con ellos en esa organización!”3.

Para los marxistas que impulsan el socialismo y la eliminación de las clases sociales no hay medias tintas: el arte, por ser una forma de ideología, es también propaganda. El presente domina al pasado, y no al revés, como había venido funcionando el orden social. Ya no es Dios, como en la Edad Media, quien determina el trazo del pincel o la escritura, sino el hombre libre que busca una sociedad igualitaria. Tampoco es el hombre que sólo busca la apreciación estética al crear lo que considera bello, como lo hacían los griegos. Para los artista de esta corriente, ambas formas de crear expresiones artísticas es aborrecida. También lo es el uso desmedido de la razón, como lo proponían los utópicos seculares. Esto no quiere decir que los marxistas desprecien todo el arte previo a su momento histórico, sino que, al igual que sucede con la historia de las sociedades, el modelo estético que ellos proponen debe superar al antiguo pues consideran que una sociedad sin clases es una sociedad más madura. Las nuevas propuestas se enriquecen con la historia pasada. El arte burgués es tachado como decadente pero al mismo tiempo es un eslabón necesario que se debe reconocer para superarlo. Únicamente en una sociedad sin clases, piensan los marxistas, pueden lograrse el desarrollo completo de los poderes productivos de la sociedad y los poderes creativos de la personalidad humana individual, poderes que bajo el capitalismo han sido sistemáticamente restringidos, señala Egbert, porque las leyes de la belleza siempre están relacionadas con el medio de producción dominante4. Uno de los pensadores marxistas más importantes lo ha resumido elegantemente: “Directa o indirectamente, el arte es determinado en última instancia por varias formas de la estructura económica y la etapa de la tecnología social”5.

Tenemos entonces un arte que es acción, como señalé al principio de este texto, que debe volcarse hacia afuera y no quedarse estancado en las alcobas de la burguesía. Se privilegian sobre todo objetos de interacción cotidiana para las masas (la arquitectura, el club, el descanso, las fiestas) y la elaboración artística de artículos de consumo masivo (poligrafías, textiles, cerámicas, talla de madera, labra de metales) según los propios ordenamientos del régimen soviético pues la producción de dichos objetos “son tareas actuales y urgentes que corresponden a los artistas de la Revolución proletaria”6. Se desprecia “el arte por el arte”, se privilegia la acción-social del artista. Se intenta eliminar la distinción entre el artista y la masa, entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, entre la estética y la utilidad, entre el arte elevado y el folklórico, entre las artes y los oficios, como señala Egbert: “A diferencia de los artistas altamente especializados del capitalismo, se pretende que los artistas marxistas participen tanto en la vida de las masas como en el diseño de muchas y diferentes clases de cosas”7. En pocas palabras, sus trabajos deben tener significación social y ser socialmente funcionales. Este pensamiento sería bien adoptado en México por los artistas de este corte, como veremos adelante. El arte puro no puede existir, pues el arte ahora es para el bien del hombre, el cual tiene una naturaleza social8. O como lo expresó el dramaturgo alemán Bertolt Brecht en su ensayo Sobre el Realismo Socialista, en 1954, “el arte socialista es combativo. Lucha contra visiones erróneas de la realidad e impulsos que se oponen a los intereses reales de la humanidad”9. Existe un conflicto que debe tener solución y que se reconoce por la dialéctica. Para algunos teóricos del marxismo, incluso, la verdad no tiene sentido salvo en la acción10.

Ahora bien, ¿existe algo que podemos definir como una estética comunista o estética socialista? Los autores que consultamos para este trabajo concluyen que no se puede delimitar con precisión. Como el lector verá posteriormente, sí existen elementos y temas que comparten aquellos artistas mexicanos que abrazaron dicha ideología, pero la riqueza del mismo en diversas latitudes elimina cualquier posibilidad de homogeneizarlo a nivel mundial. Debo admitir que ese fue el primer objetivo de este trabajo, pero las evidencias y el compendio documental utilizado para la redacción de este texto derribaron mi inquietud inicial para encontrar con calzador esas similitudes iconográficas. En cambio, los teóricos y los artistas que comulgan con el socialismo creen que la composición artística de sus obras irán cambiando con el tiempo a medida que la sociedad progresa. El estilo de cada artista está determinado por el medio-no meramente por el geográfico sino, fundamentalmente, por el social-11

Esto va en contra de las escuelas clásicas del pensamiento artístico que afirman que los principios generales del arte son universales y válidos en todos los tiempos. Las masas tienen un papel muy importante en esa constante del cambio. De acuerdo con Lunacharsky, “la independencia de la creación proletaria se expresa en su originalidad, en nada artificial, y presupone la familiarización con todos los frutos de la cultura anterior”12. Conocemos a múltiples artistas del siglo XX convencidos de los postulados de Marx, pero detrás de ellos hay un ejército de artistas desconocidos que también realizaron obras con este contenido ideológico, pues una de las tesis fundamentales del “poder para el pueblo” fue la difusión básica de técnicas, sobre todo en micro talleres de literatura de diverso tipo, para que el proletariado extendiera la voz del comunismo por sus propios medios y por sus propios canales. El empuje de las ideas comunistas durante el siglo XX coincide con el imperio de los impresos y las técnicas de masificación de contenidos literarios. Las nuevas expresiones plásticas y los escritos deben ser, ante todo, comprensibles, impulsar a la acción, agitar y al mismo tiempo educar. Es por eso que los marxistas dan especial atención a los medios de comunicación de masas: “tiras cómicas de los periódicos, murales, grandes edificios, escultura monumental, el drama, el cine, los desfiles masivos y los espectáculos públicos. El objetivo es alcanzar a grandes audiencias con contenidos compresibles y propagandísticos”13.

Dos de los proponentes más enérgicos en volcar al socialismo hacia los medios masivos son Lenin y Mao Tse-Tung. El primero ordena que la literatura y todos aquellos que se dedican a realizarla, escritos y periodistas, conviertan sus bolígrafos en parte de la causa común del proletariado, como el “engrane y el tornillo” de un gran mecanismo Social-Demócrata. Todos los escritos y sus centros de distribución y publicación deben estar al servicio del partido14. Por otra parte, Mao invita a los escritores socialistas a conocer a sus audiencias para entender su lenguaje, el “rico, vivaz lenguaje de las masas”. Los pensamientos y sentimientos de los escritores y los artistas deben fusionarse con aquellos de las masas de trabajadores, campesinos y soldados para aprender a conciencia su lenguaje y tenerles mayor capacidad de entendimiento lo cual implica “un largo proceso de atemperamiento”15. Como podemos ver, el folclore y la cultura popular adquieren mayor importancia bajo los preceptos del comunismo y son los medios masivos de comunicación los que catapultan estas ideas con mayor eficiencia. En ese sentido, el teórico marxista chileno Armand Mattelart afirma que bajo el nuevo orden del gobierno proletario, las masas pueden lograr unificarse con eficacia opuesta al modelo tradicional de la sociedad capitalista, en donde el medio de comunicación tiene una función esencialmente desorganizadora, atomizante, y desmovilizadora de las clases dominadas16. Este mismo teórico de la comunicación latinoamericano dice que la inspiración detrás del medio de comunicación de masas enfocado hacia el marxismo es hacer del pueblo un protagonista en donde éste recupera su voz, la cual se usa para informar sobre las iniciativas populares, jornadas de trabajo voluntarias de los obreros, gestión popular y acercamientos concretos entre distintos actores sociales del proceso de cambio. Es decir, el abordaje noticioso propuesto es radicalmente opuesto al que impera en una sociedad capitalista en donde los dueños de los medios se encargan de difundir noticias generadas por el gobierno y el empresariado, en donde frecuentemente se adjetiva a los socialistas con estereotipos negativos como flojos o anormales, a pesar de que los marxistas están convencidos del avance ordenado y productivo de la sociedad17.

A medida que avanza la tecnología, los marxistas se percatan de la importancia de las artes gráficas. Como veremos más adelante, los artistas mexicanos aprovecharon magistralmente su momento histórico para dar a conocer su rica producción plástica. También lo hicieron los ilustradores y dibujantes anónimos de los talleres que produjeron literatura socialista. Ese impulso gráfico se dio en todo el mundo, pero los mexicanos supieron expresarse mejor que muchos y lograr su propio sello al estar a la vanguardia en técnicas y materiales (aunque en otras latitudes, por ejemplo, se eligió al fotomontaje como la técnicas artística más avanzada *). La convergencia entre una nueva forma de pensar en las primeras décadas del siglo XX y un robusto desarrollo de los medios y las técnicas de comunicación dieron como resultado un prolífica obra que aún podemos revisitar en medio de un modelo económico-social que ha desplazado esos principios comunistas a los extremos. Es interesante notar, sin embargo, que el medio revolucionario del cual hablan los marxistas “participa en la determinación del provenir, anticipa este provenir. Cumple con una labor de propedéutica o de aprendizaje del cambio”18. Durante algunas décadas del siglo XX sin duda así lo pareció y se hicieron esfuerzos ideológicos y materiales para lograrlo.

II. EL ARTE DE INFLUENCIA COMUNISTA EN MÉXICO

A. Contexto histórico

El origen de las ideas comunistas en México puede rastrearse hasta mediados del siglo XIX. De acuerdo con Martínez Verdugo, el nacimiento del primer Partido Comunista en el país coinciden con el proceso de formación de la conciencia clasista de los obreros mexicanos19. Desde la segunda mitad de la década de los 60 del siglo XIX, recuerda ese autor, se difunden entre pequeños grupos de obreros los materiales Asociación Internacional de Trabajadores, fundada en 1864 en Londres por Marx y Engels. Para 1878 ya se había fundado el Partido Socialista de México, el cual desapreció en 1871 a causa de la represión porfiriana. Después, fue hasta 1911, ya en pleno brote revolucionario, cuando se fundó el Partido Obrero Socialista de la República Mexicana, el cual feneció durante la contrarrevolución de Huerta. En ese momento también corrieron ideas anarquistas en nuestro país y el proletariado encontró dificultad en unirse bajo una misma ideología. Es por eso que a diferencia de otros partidos comunistas de Europa y Latinoamérica, cuando comienzó sus operaciones el 24 de noviembre de 1919 el Partido Comunista Mexicano, carece de una tradición socialista20. Su radicalización proviene de una mixtura de ideas provenientes de la revolución rusa de octubre de 1917, la creación de la III Internacional leninista y los resultados de la Revolución mexicana. Hay que recordar que unos años antes habían llegado al país algunos extranjeros que participaron en el levantamiento de dicho partido. El primero de ellos fue Linn A Gale, quien arribó en 1917 para unirse a las facciones socialistas que intentaban lograr tracción en el país. El estadounidense fundó la revista orgánica socialista Gale, la cual se unió a otras publicaciones de ese corte como El Gallo Ilustrado y El Popular. Otra figura destacada fue el indio Manabendra Beth Roy, el cual se juntó con los socialistas y fundó el diario El Socialista. Ambos participaron el la fundación del PCM y tenían el visto bueno de Venustiano Carranza. Sin embargo al caer el jefe revolucionario, Gale dejó el país21

De forma paralela a todo esta ebullición socialista se había formado, en 1918, la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), en donde Luis N. Morones llevaba las riendas. La CROM nació con el apoyo del grupo en el poder de ese entonces. En sus primeros cinco años de formación, el PCM tuvo poca actividad. No es sino hasta 1924 cuando , con una serie de intelectuales y artistas políticamente activos, que el reconocimiento del partido comenzó a extenderse. En ese grupo estaban David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, Xavier Guerrero (los cuales, por cierto, fundan en marzo de 1924 el diario El Machete), Luis G. Monzón, Rafael Ramos Pedrueza, Nicolás Cano (diputado constituyente) y el líder ferrocarrilero Hernán Laborde. En 1929, cuando el PCM cumplió 10 años, sufrieron una intensa persecución por parte del maximato de Plutarco Elías Calles, el cual sumó matanzas, desaparecidos y encarcelamientos22.

Con la llegada de Lázaro Cárdenas, el PCM vuelve a ser un partido legal y adquiere relevancia nacional. Pero cuando se dio el rompimiento de 1935 entre Cárdenas y Calles los comunistas dicen “ni con Cárdenas ni con Calles, sino con las masas cardenistas”. Aún no confiaban en las acciones del gobierno, las cuales eran frecuentemente calificadas como imperialistas23. Esto cambia a partir de 1937, cuando Cárdenas les ofrece un subsidio después de arreglar sus diferencias con la recién creada CTM. (Para en ese momento, la CROM de Morones había perdido gran parte de su poder y nace la Confederación de Trabajadores de México (CTM), comandada por Vicente Lombardo Toledano y posteriormente Fidel Velázquez). Cárdenas, sin embargo, no restableció las relaciones con la URSS, rotas con Calles, a pesar de que el PCM había aceptado sus políticas agrarias y campesinas. En 1939 el PCM contaba con unos 30 mil afiliados sin adoctrinamiento, más bien con intenciones políticas oportunistas 24.

Después del régimen de Cárdenas, el PCM comienza su declive. El país y su gobiernos avanzaban por sendas capitalistas, y la ideología revolucionaria del régimen penetró en los núcleos sociales afines al proletariado. Sus partidarios se desmoralizaron al mismo tiempo que empezaba el periodo de “estabilidad” nacional, el cual se rompió hasta 1968. La burocracia sindicalizada, el charrismo y organización campesina oficial ganaron terreno. Sólo algunos breves lapsos de acción, como las acciones obreras de 1958-1959 y el movimiento campesino de principios de los 60 re encendieron algunas cenizas del pasado25. El ocaso de la fuerza del PCM, irónicamente, se dio al mismo tiempo que el gobierno mexicano derechista, en 1942, restablece relaciones con la URSS. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, el partido rondaba los 13 mil miembros26. En los 50, de nuevo, hay purgas en el partido incitadas por el gobierno, el cual se volvió hostil hacia el PCM.

Durante los años de la posguerra, Vicente Lombardo Toledano es expulsado de la CTM. Su salida en 1948 fue el catalizador para formar un partido que, al menos en intención, quería retomar las ideas del socialismo en oposición al colectivo de ideas revolucionaras de las cuales se había apropiado el PRI. Así, en junio de 1948 fundó el Partido Popular Socialista (PPS). Toledano “asimila plenamente la teoría del materialismo y hace suyo y se convierte en instrumento habitual de su pensamiento y acción el método de la dialéctica, comprende en su esencia el marxismo y el principio leninista de la necesidad de la organización de vanguardia política de la clase obrera”27. Pero la realidad es que nunca logró un oposición real al PRI, a pesar de que Toledano participó en la elección presidencial de 1952. El líder, sin embargo, logró armar ciertas revueltas que son aplastadas violentamente por el gobierno, incluyendo la de los ferrocarrileros de 195827.

Además del PCM y el PPS, la historia del comunismo en México cuenta con el Partido Obrero Campesino Mexicano (POCM), el cual se fundó en 1950 como una amalgama de todos aquellos expulsados del PCM. Su intención fue unir a todos los marxistas mexicanos.

Los tres partidos comparten su intención de formar un régimen socialista y comunista al estilo de la URRS. Admiran a ese país y su gobierno. Sin embargo, sus diferencias estuvieron en sus tácticas: el POCM abogó por la acción directa. El PCM apoyó revueltas y agitaciones pero no llamó directamente a la violencia y fue muy crítico del PRI. El PPS y Toledano fueron aún más prudentes. No criticaron abiertamente al Presidente o a su administración, y a veces aceptaron apoyos abiertos al PRI. En el fondo, las ambiciones populares hundieron a los tres partidos. Toledano veía a los líderes medios del PCM y del POCM con desdén. Los del otro lado sospechan de Toledano por su alta posición social. Los del PCM y el POCM tampoco confían entre ellos. Dicho eso, los tres lograron formar una coalición para apoyar a Toledano en la elección presidencial de 1952 (lo cual no se repitió en 1958) y, lograron seguir lineamientos políticos internacionales de izquierda, aunque a veces se pelearon por asuntos domésticos y por el control de los “frentes” de izquierda28.

Vemos así que la división de la izquierda mexicana, desde su inició, es marcada y tampoco le ayuda su lenguaje, hasta cierto punto, sectario. En su lenguaje hubo un dogmatismo que se apoyó en los argumentos científicos de Marx, lo cual petrifica a cualquier discurso político. Carlos Monsiváis ironizó esta pesadez del lenguaje socialista mexicano al calificarlo como “la Verdad Revelada”29. Antes del cierre del gobierno de Miguel Alemán Valdés, en 1952, recuerda el mismo escritor,

el organismo que en los treinta moviliza decenas de miles se vuelve el grupo voluntarismo, sacrificial y sectario, apegado al discurso de bloques verbales. Sin que se advierta, y sin que se pueda evitar, el lenguaje heroico y agitativo se va petrificando, e impide el fluir de las ideas, y el acercamiento de otros contingentes. Víctimas de campañas de linchamiento moral, combatidos por la iglesia católica, aislados políticamente, sin el asidero de la solidaridad interna de los comienzos, convencidos en el fondo de vivir en un país al margen de la historia, sumergidos en la cólera que actúa a modo de sentimiento analítico, los militantes abandonan irremisiblemente los ideales bolcheviques30.
Hacia 1962, además, el comunismo no ofrece nada a los mexicanos que no ofrezca López Mateos. Si bien es cierto que la historia de la izquierda en México, comunista o no, continuaría después de esta fecha y tendría revitalizaciones ligadas a la Revolución Cubana y los acontecimientos de 1968, este breve ensayo no tocará, por razones de tiempo, dichos sucesos. Limitaré el estudio y la ejemplificación del arte y la estética del socialismo en México, en la mayor medida de lo posible, a la primera mitad del siglo XX.
B. Las aportaciones mexicanas al arte marxista

Como señalé unas líneas más arriba, la plástica mexicana encontró su propio estilo al adoptar las ideas comunistas plasmadas en los escritos fundamentales de Marx. De entrada, si bien hay una admiración clarísima de la Rusia soviética formada a partir de la Revolución de Octubre, el arte mexicano de influencia socialista elaborado a partir de 1920 se distingue de la escuela en varias maneras, pero tal vez la más notable es la separación entre la escuela artística conocida como realismo social y el estilo propio de los artistas mexicanos. La producción de las obras con estética ligada al realismo social fue notable en la Rusia soviética e incluso antes. Sus bases se consolidaron en el siglo XIX como expresión del naturalismo y del materialismo característico del periodo, sintetiza Egbert31. Este realismo social se ajustó naturalmente a la filosofía marxista, pues, como vimos, el arte debe llamar a la acción social y ser entendible para el pueblo. Este realismo social soviético fue abiertamente propagandístico y “se caracterizó por la sumisión y respaldo acrítico al régimen”32; es decir, la estético quedó subordinada a la política.

En México, la difusión de ideas socialistas y la explosión de la Revolución de Octubre coincidieron con el movimiento armado para derrocar a Porfirio Díaz y la subsecuente lucha por el poder de diversos grupos de muy diverso origen. Ahora bien, hay que dejar en claro que las ideas comunistas de Marx aún no son perfectamente claras en ese arte revolucionario previo a 1920. Si bien cuentan con elementos de diferenciación de clase (el régimen porfiriano vs. revolucionarios descalzados), desde mi punto de vista no se puede clasificar como arte mexicano de influencia comunista. Dicho eso, debemos aceptar que tanto en el arte de influencia comunista como en el revolucionario, el progreso social y el cambio son tesis fundamentales que lograron plasmarse vívidamente en diversas expresiones artísticas. Tal vez por eso los artistas socialistas hicieron un esfuerzo sostenido para eliminar los elementos artísticos del antiguo régimen y “levantar sobre sus cimientos una estética socialista comprometida tanto con las mayorías desposeídas de México como con la lucha a favor de la creación de un mundo más justo, solidario y humano”33. Así, el arte progresista, derivado de la Revolución de 1910, produce una nueva estética visual que abreva no sólo en los discursos propagandísticos oficiales, sino también en las raíces prehispánicas de nuestra cultura y en las vanguardias modernas europeas34.

Los tres principales exponentes del muralismo mexicano--Rivera, Orozco y Siqueiros—lo plasmaron de la siguiente manera en su Manifiesto del Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y Escultores, publicado en 1923:

No sólo todo lo que es trabajo noble, todo lo que es virtud es don de nuestro pueblo (de nuestros indios muy particularmente), sino la manifestación más pequeña de la existencia física y espiritual de nuestra raza como fuerza ética brota de él, y lo que es más su facultad admirable y extraordinariamente particular de hacer belleza: el arte del pueblo de México es la manifestación espiritual más grande y más sana del mundo y su tradición indígena es la mejor de todas. Y es grande porque siendo popular es colectiva, y es por eso que nuestro objetivo estético fundamental radica en socializar las manifestaciones artísticas tendiendo a la desaparición absoluta del individualismo por burgués. Repudiamos la pintura llamada de caballete y todo arte de cenáculo ultraintelectual por aristocrático y exaltamos las manifestaciones de arte monumental por ser de utilidad pública. Proclamamos que toda manifestación estética ajena o contraria al sentimiento popular es burguesa y debe desaparecer porque contribuye a pervertir el gusto de nuestra raza, ya casi completamente pervertido en las ciudades35.

Los elementos simbólicos más utilizados por estos artistas son el puño levantado, el cual unifica al colectivo en donde un sólo individuo es limitado en su esfuerzo. Otros símbolos recurrentes, tal como suceden en la lucha comunista de otros países, son el martillo y la hoz (hermandad entre obreros y campesinos) y la bandera roja. Pero tal como lo explican los tres muralistas antes referidos, México también adopta estos símbolos para su orígenes indígenas en oposición a la burguesía que la aplasta. De ahí que en nuestro país también encontremos como símbolos comunistas al machete, al fusil (traído de las luchas armadas de la Independencia y la Revolución), al overol y, de forma opuesta a lo que diría la lógica marxista, a la cruz. El símbolo cristiano más reconocible es tratado de forma polivalente. A veces representa un aspecto opresivo de la sociedad y a veces la esperanza de cierto sector del marxismo cristiano. En México también destacan el Sol como el principio masculino que traerá al mundo la nueva era del socialismo y su contraparte femenina y fecunda, la Tierra, la República, la Patria. Como enemigos del proletariado es notoria la presencia del buitre y otras aves de rapiña, salvo el águila, que tiene una connotación más noble en la historia mexicana36. En pocas palabras, el arte es algo vivo y vital que no tiene ningún problema con ser abiertamente propagandístico, al grado de que Rivera declare: “quiero ser un propagandista del comunismo” y que su arte sea “como un arma”37. Es un arte que no se contenta con producir variaciones de esquemas, sino que ante todo quiere ser revolucionario y con eso expresar las necesidades interiores y temporales del hombre38.

Los símbolos encuentran eco en el México de la primera mitad del siglo XX porque lograron sintetizar gráficamente la iniquidad ancestral en la cual vivía el grueso de la población. Siguiendo los principales postulados del marxismo original, aquí el arte también es creación social y manifiesta una división, de acuerdo con el propio Diego Rivera, que corresponde a la división de las clases sociales en el país. Como la lucha del proletariado es continua, aún no llega a su máximo desarrollo, aunque, de acuerdo con el mismo artista, el arte mural es el más significativo para este grupo39. O, como lo sintetiza Siqueiros al definir la forma plástica que usará la lucha proletaria, la cual “no será ni académica ni modernista; será dialéctica y subversiva, es decir, lógicamente materialista, objetiva y dinámica”40.

De forma panorámica, se conoce como Escuela Mexicana al grupo de artistas socialistas que destacaron en en el periodo posrevolucionario. Sin duda el grupo más reconocible es aquel que sí apoyó estas ideas igualitarias. De acuerdo con El Fisgón, caricaturista mexicano de izquierda, la Escuela fue una expresión auténtica de la cultura del país en una época agitada, en un mundo comprometido, en donde destacó la producción de imágenes intensas tanto por su resolución formal como por su contenido social41. A grandes rasgos, el periodo que va de 1920 a 1960 conjunta al grueso de la producción de esta corriente artística, la cual recibió un fuerte apoyo del Estado nacionalista para hacer diversos murales. De acuerdo con Rivera:

(En México en 1921) Estaba en el poder en ese momento una fracción de la burguesía que necesitaba la demagogia para mantenerse en el poder. Nos dio muros y nosotros, artistas mexicanos pintamos temas de carácter revolucionario. Pintamos, en realidad, lo que quisimos, incluso un cierto número de pinturas que eran de carácter comunista. Nuestra tarea era, primero, desarrollar y rehacer pinturas murales en la dirección de las necesidades del proletariado y, segundo, apercibirnos del efecto que tal pintura mural podría tener sobre los proletarios y los campesinos de México, de modo que pudiésemos juzgar si esa pintura podría ser un instrumento efectivo del proletariado en el poder.

Estos gobierno revolucionarios se encontraron mezclados con el arte socialista mexicano, de ahí que su fundamento ideológico no fuera idéntico al de origen ruso. Por un lado habían luchado por la no reelección y el sufragio efectivo, respetando casi siempre el régimen de propiedad privada y una legalidad que excluía cualquier tipo de dictadura, es decir, estuvieron contra el fascismo y la guerra, por lo que su obra quedó como un legado de paz42. El patrimonio artístico, de inicio, se planteó por el gobierno como algo ligado a las multitudes, abierto al público. Después de todo, se encuentra en muros oficiales, los cuales tenían como primer objetivo solidificar la presencia del régimen. Pero la realidad mexicana, dolorosamente injusta, hizo atractivas las ideas del marxismo y lo convirtió en una creencia dogmática semi religiosa. De ahí que el resultado del cruce de estos dos mitos es un grueso ensanchamiento del nacionalismo mexicano. El impulso inicial de José Vasconcelos, ministro de educación entre 1921 y 1924, fue determinante para unir bajo un mismo orden a aquellos sectores de la sociedad aislados por su lenguaje y cultura. “Con impulso semejante el Estado y los socialistas coinciden por dos décadas en una meta: acrecentar y situar centralmente a los obreros y los campesinos en las obras de arte y en las tareas de propaganda revolucionaria”, expone Monsváis43.

Es una parrilla multidimensional en donde, de acuerdo con el mismo autor, el espectador se conmueve por el uso de grandes espacios pictóricos con fines artísticos y educativos, se acentúa la historia indígena de la nación, y se privilegia la presencia del Pueblo (con mayúscula) versus el racismo y el clasismo de las clases gobernantes44.

El desuso del arte socialista mexicano coincide con el fenecimiento del Partido Comunista. Además, es difícil creer en el comunismo cuando el régimen utiliza el mismo lenguaje que la izquierda, el cual tiende a la radicalización y la automatización de la propaganda. No ayuda que la palabra comunista sea ligada con el ateísmo en un país eminentemente católico45. Pero tal vez el arte comunista fue soslayado por la auto-alienación en la que cayeron las sociedades capitalistas, aquellas que encuentran placer estético en su propia destrucción, de acuerdo con Walter Benjamin46. O por otro lado, como reflexionaría él mismo décadas después del auge socialista, la disolución inevitablemente sucedió porque el artista es, en esencia, burgués, y tiende a serle fiel a su sociedad, es decir, al grupo que le proporcionó de inicio su medio de producción. En cambio, el artista que se asumió del lado del proletariado, el cual tomó sus decisiones a partir de la lucha de clases, dejó de ser autónomo y orientó erróneamente su creatividad en la utilidad del proletariado en esa misma lucha de clases47.

    III. LAS OBRAS CON INFLUENCIA MARXISTA











COMENTARIOS FINALES

A lo largo de este este trabajo se ha comprobado la versatilidad estética de los artistas mexicanos que utilizaron motivos marxistas en sus obras. Esta diversidad les proporcionó renombre internacional, pero al mismo tiempo catapultó ideas comunistas y socialistas en la sociedad mexicana de la primera mitad del siglo XX. Es posible que sin la extensa producción de los artistas mexicanos, dichas ideas hubieran sido mucho menos populares entre el proletariado de esa época. La calidad de las mismas sin duda fue un factor para que el gobierno las integrara a su discurso oficial, al menos temporalmente. Hoy, el despliegue ideológico de las mismas se ha diluido, pero la indudable calidad de las obras permanece como un rico patrimonio cultural.

ALGUNOS ARTISTAS E INTELECTUALES MEXICANOS QUE PRODUJERON OBRAS CON ELEMENTOS SOCIALISTAS, COMUNISTAS O MARXISTAS

Ignacio Aguirre, David Alfaro Siqueiros, Manuel Álvarez Bravo, Raúl Anguiano, Luis Arenal, Santos Balmori, Ángel Bracho,, Julio Castellanos, Gabriel Fernández Ledesma, Xavier Guerrero, Carlos Obregón Santacilia, Pablo O' Higgins, Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, Oliverio Martínez, Leopoldo Méndez, Tina Modotti, José Clemente Orozco, Carlos Orozco, Feliciano Peña, Fermín Revueltas,, Diego Rivera, Taller de la Gráfica Popular (TGP), Rufino Tamayo.

OBRAS CITADAS
1 Donald Drew Egbert. El Arte en la Teoría Marxista y en la Práctica Soviética. Tusquets Editor, Barcelona, 1973, pp.11-12.
2 Berel Lang & Forrest Williams (editores). Marxism and Art. Writings in Aesthetics and Criticism. Longman Inc, Nueva York, 1978, pp. 3-4.
3 George Gorsz. “Sobre Mis Nuevas Pinturas” (1921) en Crítica, Tendencia y Propaganda. Textos sobre Arte y Comunismo, 1917-1954, Juan José Gómez, Ed. Istpart, Sevilla, 2004, p. 5.
4 Egbert, Op. Cit, p.19.
5 Nicholas I. Bukharin. “Art and Social Evolution” (1925) en Lang, Op. Cit, p. 107.
6Declaración de la Asociación de Artistas de la Revolución” (aprobada en el primer Congreso de las AKHR de toda Rusia) publicada en el Boletín formativo del comité de la AkhR (1928) en Gómez, Op. Cit, p. 28.
7 Egbert, Op. Cit, pp. 21-23.
8 Lang, Op. Cit, pp. 10-11.
9 Bertolt Brecht. “Sobre el Realismo Socialista” (1954) en Gómez, Op. Cit, p. 149.
10 Christopher Caudwell. “Beauty and Bourgeois Aesthetics” (1949) en Lang, Op. Cit, p. 199.
11 Egbert, Op. Cit, p. 26.
12 Anatoly V. Lunacharsky. “Tesis del Informe a la Primera Conferencia de Proletarskaya Kultura” (1918) en Gómez, Op. Cit, p. 1.
13 Egbert. Op. Cit, pp. 27-30.
14 Vladimir I. Lenin. “Party Organization and Party Literature” (1905) en Lang, Op. Cit, pp. 56-59.
15 Mao. Tse-Tung. “On Literature and Art” (1942), ibid, p. 111.
16 Armand Mattelart et al. Comunicación Masiva y Revolución Socialista. Ed. Diógenes S.A., México, 1974, p. 37.
17 Ibid, pp. 81-83.
* De acuerdo con Gustav Klutsis, teórico del arte marxista: “El fotomontaje, por ser el método más moderno en el campo de las artes plásticas, está íntimamente unido al desarrollo de la cultura industrial y a la acción artística de masas. El fotomontaje es la forma que toma el agitprop (agitación y propaganda) en el campo del arte (El Fotomontaje Como Una Nueva Forma de Agitación, 1931) en Gómez, Op.Cit, p. 38.
18 Matellart, Op. Cit, p. 165.
19 Arnoldo Martínez Verdugo. “Ubicación del Partido Comunista Mexicano” en Los partidos políticos en México, Conchello et al, FCE, 1975, p. 145.
20 Ibid, p. 147.
21 Sin Autor. The History of the Mexican Communist Movement. Sin editorial, sin fecha de publicación, pp. 4-6
22 Martínez Verdugo, Op. Cit, p. 149.
23 Sin Autor. The History of the Mexican Communist Movement. Sin editorial, sin fecha de publicación, p. 16.
24 Ibid, p. 17.
25 Martínez Verdugo, Op. Cit, pp. 150-151.
26 Sin Autor. The History of the Mexican Communist Movement. Sin editorial, sin fecha de publicación p. 21.
27 Francisco Ortiz Mendoza. “Partido Popular Socialista” en Los partidos políticos en México, José Ángel Conchello et al, FCE, 1975, p. 230.
27 Sin Autor. The History of the Mexican Communist Movement. Sin editorial, sin fecha de publicación, p. 24.
28 Ibid, pp. 25-26.
29 Carlos Monsiváis. "La izquierda mexicana: lo uno y lo diverso", en Fractal n° 5, abril-junio, 1997, año 2, volumen II, pp. 11-28.
30 Ibid.
31 Donald Drew Egbert, Op. Cit, p. 37.
32 Sari Bermúdez. “Presentaciones” en Estética Socialista en México del Siglo XX, Pérez et al, Ed. RM+Museo Carrillo Gil, Instituto Nacional de Bellas Artes, México, 2003, p. 10.
33 Saúl Juárez. “Presentaciones” en Ibid, pp. 11-12.
34 Juárez, ibid.
35 David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco. “Manifiesto del Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y Escultores” (1923) en Gómez, Op. Cit, p 9.
36 Ricardo Pérez Escamilla. “Vigencia de la Estética Socialista Mexicana” en Pérez, Op. Cit, p. 17-18
37 Diego Rivera. “El Espíritu Revolucionario en el Arte Moderno” (1932) en Gómez, Op. Cit, p. 53.
38 Diego Rivera, André Breton, León Trotsky. “Manifiesto por un Arte Libre y Revolucionario” (1938), en Gómez, ibid, p. 97.
39 Rivera, ibid, pp. 48-51.
40 David Alfaro Siqueiros. “Plástica Dialéctiva-Subversiva” (1933) en Gómez, ibid, p. 68.
41 El Fisgón. “Sí hay más ruta que la nuestra. Los caminos diversos del arte socialista mexicano” en Pérez, Op. Cit, pp.34-35.
42 Ricardo Pérez Escamilla. “Vigencia de la Estética Socialista Mexicana” en Pérez, Op. Cit, p. 15-16.
43 Carlos Monsiváis. “La Toma del Poder desde las Imágenes”, en Pérez, Op.Cit, p. 28.
44 Monsiváis, ibid, p. 29.
45 Monsiváis, ibid, p. 26.
46 Walter Benjamin. “The Work of Art in the Age of Mechanical Reproduction” (1936) en Lang, Op.Cit, p. 300.

47 Walter Benjamin. El autor como productor, Ed. Taurus, Madrid, 1975. 

Comentarios