Íconos para las Masas. Un Acercamiento a la Estética Socialista Mexicana de la Primera Mitad del Siglo XX
ÍCONOS PARA LAS MASAS. UN ACERCAMIENTO A LA ESTÉTICA SOCIALISTA MEXICANA DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX
Armas de combate clásicas,
que perdurarán su brillo,
que son el cincel y el martillo
triunfador;
con ellas el hombre baja
al mismo túnel espeso...
armas que mueve el progreso
redentor.
Fernando Celada, extracto de Cincel y Martillo
Sangre que parece lumbre,
sangre que proyecta luz,
sangre de la muchedumbre,
de Carlos Marx y de Jesús
ennegrecida por el sacrificio,
amoratada por el silicio
y despreciada por la sangre azul.
Carlos Gutiérrez Cruz, extracto de
Sangre Roja
SUMARIO: La estética del arte mexicano influenciado por
las ideas marxistas de la primera mitad del siglo XX convivió en una
particular simbiosis con el momento político-social que atravesaba
el país. Ambos se alimentaron del otro para introducir al debate
público los postulados internacionales del socialismo-comunismo y al
mismo tiempo dejaron un importante legado artístico nacional.
(Citación: Eduardo Portas Ruiz. "Íconos para las Masas. Un Acercamiento a la Estética Socialista Mexicana de la Primera Mitad del Siglo XX", un trabajo elaborado para la materia Partidos y Movimientos Políticos en la Historia de México (1808-2006), parte de la maestría en Historia Moderna de México de Casa Lamm, junio 2014).
INTRODUCCIÓN
Este breve ensayo parte de una inquietud muy personal. El avance de
la tecnología y los símbolos que estas tecnologías reproducen en
el México del siglo XX han eliminado, casi por completo, los restos
de la iconografía socialista mexicana, aquella que nació alrededor
de 1920 y se extendió con fuerza hasta 1960. Sin duda, México ha
cambiado desde esa fecha. Pero cuando digo que ha cambiado no me
refiero solamente la obviedad que nos presenta la materia, sino al
espíritu de la época. Si bien los íconos del socialismo son
reutilizados esporádicamente, siempre con extremo cuidado, por la
izquierda partidista, los sindicatos y algunos movimientos sociales,
su memoria ha sido relegada a los archivos y los museos. De vez en
cuando, en alguna calle, una referencia que nos remite a la memoria
de su razón de ser. De En pocas palabras, los materiales artísticos
de contenido socialista se han convertido en historia y de ahí el
atractivo que representan para mí al redactar este sintético
reporte. Si bien las nuevas tecnologías bombardean continuamente a
sus usuarios con elementos, figuras, contenidos que lo ligan con su
realidad, los símbolos del socialismo han sido extirpados casi en su
entereza del inconsciente colectivo nacional. Esto es irónico. Por
un lado, las nuevas tecnologías de la información permiten situarse
en la realidad al minuto o conocer aquellos acontecimientos que
sucedieron hace cientos, miles de años, con la profundidad que su
usuario decida. Pero al momento de redactar estas líneas, a pesar de
la inagotable fuente de información que se encuentra a unas teclas
de distancia, el México contemporáneo prefiere situarse en una
realidad tal vez más seductora: aquella del cambio incesante nacida
de la tecnología, un modelo económico que abraza el neoliberalismo
y, finalmente, una sociedad que potencia los rasgos más egoístas
del individuo. Esto a pesar de que hace relativamente poco, en esta
misma tierra, se consideraba al socialismo como una alternativa para
el desarrollo. De ahí la importancia de analizar su estética. La
ventana a ese México desaparecido se hace menos opaca cuando
repasamos la cultura socialista que alguna vez se produjo y sus ideas
circulaban por la cabeza del mexicano. Es la hipótesis de este
trabajo que el empuje de las ideas socialistas en México hubiera
sido mucho menor sin la destacada producción artística de diversos
mexicanos. La interacción entre ideas marxistas de la primera parte
del siglo XX y las expresiones plásticas del mismo coincidieron con
la penetración de dichas ideas en la matriz social mexicana.
Por economía textual, en este escrito primero revisaré los
fundamentos de la estética socialista-marxista; después, analizaré
el contexto general del nacimiento del socialismo en México y cómo
es que estos postulados teóricos fueron adoptados en México por
distintos artistas. Por último, ejemplificaré con imágenes varias
expresiones de la iconografía socialista en México. Como nota de
advertencia, a lo largo de este trabajo no haré distinción
semántico entre socialismo y comunismo, si bien el propio Marx
consideraba al socialismo como la primera etapa del comunismo, cuando
aún es necesaria la intervención del Estado para distribuir la
riqueza.
I. BASES DE LA
ESTÉTICA SOCIALISTA-MARXISTA
La
principal característica del arte marxista es su robusto fundamento
teórico. Aunque Marx y Engels tocaron sólo en unas líneas aquello
que apreciaban en el arte (la estética y las formas de la Grecia
clásica), los artistas ligados al pensamiento marxista extendieron
su interpretación a partir de los fundamentos filosóficos que
realizaron diversos pensadores socialistas y comunistas del siglo XX.
De forma muy general, estos teóricos afirman que el arte socialista
es acción. A diferencia del arte previo al pensamiento de Marx, en
donde, según los pensadores de este corte, se representaban aquellos
valores esenciales de la clase dominante burguesa, los marxistas
abogan por el cambio social a partir del trabajo colectivo. De nuevo,
esto va en contra de la escuela tradicional europea que apreciaba “el
arte por el arte”. Para los marxistas, dicho pensamiento es un
claro ejemplo del individualismo burgués que refuerza la desigualdad
social, un acto mastubatorio del artista que se deleita en su
onanismo y deja de lado al colectivo. Tenemos entonces elementos
básicos que se comparten a lo largo del siglo XX cuando nos
referimos al arte derivado del pensamiento de Marx y Engels: acción
colectiva, interés comunitario, organización del proletariado y la
idea de un futuro mejor que se logra con la eliminación de las
clases, lo cual conlleva necesariamente una instrucción social, una
enseñanza para encontrar este pasaje hacia el cambio.
Aunque
esta corriente artística convergería a veces con el futurismo, el
constructivismo y la admiración por la máquina (en el entendido de
que una sociedad debería funcionar al unísono), los debates para
definir un estilo auténticamente socialista son tan extensos que
sería imposible explicarlos en este breve ensayo. Tampoco nos
detendremos en analizar el debate sobre el formalismo. Basta decir
que para este escrito lo realmente importante ha sido encontrar
aquellos elementos indispensables para entender lo que
significa hablar de arte socialista, es decir, aquellos puntos
obligatorios para encuadrar nuestro objeto de estudio en esa
muy específica rama del conocimiento: un arte dirigido al colectivo
que intenta cambiar a la sociedad.
Partamos
desde lo más básico, es decir, del planteamiento inicial de Carlos
Marx. El escritor alemán es un utópico tradicional, es decir, cree
en la Tierra Prometida de la sociedad sin clases. Ahí enfatiza
ciertos valores que veremos materializados constantemente en la
plástica marxista: el colectivismo, el humanitarismo y la lucha para
igualar a los estratos sociales. El materialismo histórico y la
dialéctica como proceso, partes elementales de su doctrina, también
participan en el arte influenciado por sus ideas. Para los
marxistas, entonces, la realidad es antes que nada social. Y
en esa realidad social la economía juega un papel fundamental; no el
único, pero sí tal vez el más importante que afecta a todos
los procesos intelectuales, incluyendo al arte. 1
Esta
libertad del hombre que cree en la sociedad marxista, en donde
desarrolla objetos creados por él mismo, está ligada con la
inviolabilidad de su ser. Así, de acuerdo con el propio Marx en Des
Kapital, el
reino de la libertad verdadera es el desarrollo del poder humano que
es “su propio fin”2.
El arte se entiende aquí como un “regalo” que debe tener calidad
estética. Es por esta razón que el artista que deviene en un
verdadero creador, según el marxismo, debe estar, necesariamente,
ligado con su realidad, aquella que es injusta a causa de capitalismo
burgués que ha sumido a la sociedad en la desigualdad y el hambre.
El artista, por su sensibilidad superior al resto de las masas, está
obligado a plasmar estas injusticias y proponer un cambio. Su
responsabilidad está con el pueblo. Como escribió el marxista
George Grosz a los artistas en “Sobre mis nuevas pinturas”, en
1921: “¡Entendedlo,
esa masa es la que trabaja en la organización del mundo! ¡No
vosotros! ¡Pero vosotros podéis colaborar con ellos en esa
organización!”3.
Para
los marxistas que impulsan el socialismo y la eliminación de las
clases sociales no hay medias tintas: el arte, por ser una forma de
ideología, es también propaganda. El presente domina al pasado, y
no al revés, como había venido funcionando el orden social. Ya no
es Dios, como en la Edad Media, quien determina el trazo del pincel o
la escritura, sino el hombre libre que busca una sociedad
igualitaria. Tampoco es el hombre que sólo busca la apreciación
estética al crear lo que considera bello, como lo hacían los
griegos. Para los artista de esta corriente, ambas formas de crear
expresiones artísticas es aborrecida. También lo es el uso
desmedido de la razón, como lo proponían los utópicos seculares.
Esto no quiere decir que los marxistas desprecien todo el arte previo
a su momento histórico, sino que, al igual que sucede con la
historia de las sociedades, el modelo estético que ellos proponen
debe superar al antiguo pues consideran que una sociedad sin clases
es una sociedad más madura. Las nuevas propuestas se enriquecen con
la historia pasada. El arte burgués es tachado como decadente pero
al mismo tiempo es un eslabón necesario que se debe reconocer para
superarlo. Únicamente
en una sociedad sin clases, piensan los marxistas, pueden lograrse el
desarrollo completo de los poderes productivos de la sociedad y los
poderes creativos de la personalidad humana individual, poderes que
bajo el capitalismo han sido sistemáticamente restringidos, señala
Egbert, porque las leyes de la belleza siempre están relacionadas
con el medio de producción dominante4.
Uno de los pensadores marxistas más importantes lo ha resumido
elegantemente: “Directa
o indirectamente, el arte es determinado en última instancia por
varias formas de la estructura económica y la etapa de la tecnología
social”5.
Tenemos
entonces un arte que es acción, como señalé al principio de este
texto, que debe volcarse hacia afuera y no quedarse estancado en las
alcobas de la burguesía. Se privilegian sobre todo objetos de
interacción cotidiana para las masas (la arquitectura, el club, el
descanso, las fiestas) y la elaboración artística de artículos de
consumo masivo (poligrafías, textiles, cerámicas, talla de madera,
labra de metales) según los propios ordenamientos del régimen
soviético pues la producción de dichos objetos “son tareas
actuales y urgentes que corresponden a los artistas de la Revolución
proletaria”6.
Se desprecia “el arte por el arte”, se privilegia la
acción-social del artista. Se intenta eliminar la distinción entre
el artista y la masa, entre el trabajo intelectual y el trabajo
manual, entre la estética y la utilidad, entre el arte elevado y el
folklórico, entre las artes y los oficios, como señala Egbert: “A
diferencia de los artistas altamente especializados del capitalismo,
se pretende que los artistas marxistas participen tanto en la vida de
las masas como en el diseño de muchas y diferentes clases de
cosas”7.
En pocas palabras, sus trabajos deben tener significación social y
ser socialmente funcionales. Este pensamiento sería bien adoptado en
México por los artistas de este corte, como veremos adelante. El
arte puro no puede existir, pues el arte ahora es para el bien del
hombre, el cual tiene una naturaleza social8.
O como lo expresó el dramaturgo alemán Bertolt Brecht en su ensayo
Sobre
el Realismo Socialista,
en 1954, “el arte socialista es combativo. Lucha contra visiones
erróneas de la realidad e impulsos que se oponen a los intereses
reales de la humanidad”9.
Existe un conflicto que debe tener solución y que se reconoce por la
dialéctica. Para algunos teóricos del marxismo, incluso, la verdad
no tiene sentido salvo en la acción10.
Ahora
bien, ¿existe algo que podemos definir como una estética comunista
o estética socialista? Los autores que consultamos para este trabajo
concluyen que no se puede delimitar con precisión. Como el lector
verá posteriormente, sí existen elementos
y temas
que comparten aquellos artistas mexicanos que abrazaron dicha
ideología, pero la riqueza del mismo en diversas latitudes elimina
cualquier posibilidad de homogeneizarlo a nivel mundial. Debo admitir
que ese fue el primer objetivo de este trabajo, pero las evidencias y
el compendio documental utilizado para la redacción de este texto
derribaron mi inquietud inicial para encontrar con calzador esas
similitudes iconográficas. En cambio, los teóricos y los artistas
que comulgan con el socialismo creen que la composición artística
de sus obras irán cambiando con el tiempo a medida que la sociedad
progresa. El estilo de cada artista está determinado por el medio-no
meramente por el geográfico sino, fundamentalmente, por el social-11.
Esto va en contra de las escuelas clásicas del pensamiento artístico
que afirman que los principios generales del arte son universales y
válidos en todos los tiempos. Las masas tienen un papel muy
importante en esa constante del cambio. De acuerdo con Lunacharsky,
“la independencia de la creación proletaria se expresa en su
originalidad, en nada artificial, y presupone la familiarización con
todos los frutos de la cultura anterior”12.
Conocemos a múltiples artistas del siglo XX convencidos de los
postulados de Marx, pero detrás de ellos hay un ejército de
artistas desconocidos que también realizaron obras con este
contenido ideológico, pues una de las tesis fundamentales del “poder
para el pueblo” fue la difusión básica de técnicas, sobre todo
en micro talleres de literatura de diverso tipo, para que el
proletariado extendiera la voz del comunismo por sus propios medios y
por sus propios canales. El empuje de las ideas comunistas durante el
siglo XX coincide con el imperio de los impresos y las técnicas de
masificación de contenidos literarios. Las nuevas expresiones
plásticas y los escritos deben ser, ante todo, comprensibles,
impulsar a la acción, agitar y al mismo tiempo educar. Es por eso
que los marxistas dan especial atención a los medios de comunicación
de masas: “tiras
cómicas de los periódicos, murales, grandes edificios, escultura
monumental, el drama, el cine, los desfiles masivos y los
espectáculos públicos. El objetivo es alcanzar a grandes audiencias
con contenidos compresibles y propagandísticos”13.
Dos
de los proponentes más enérgicos en volcar al socialismo hacia los
medios masivos son Lenin y Mao Tse-Tung. El primero ordena que la
literatura y todos aquellos que se dedican a realizarla, escritos y
periodistas, conviertan sus bolígrafos en parte de la causa común
del proletariado, como el “engrane y el tornillo” de un gran
mecanismo Social-Demócrata. Todos los escritos y sus centros de
distribución y publicación deben estar al servicio del partido14.
Por otra parte, Mao invita a los escritores socialistas a conocer a
sus audiencias para entender su lenguaje, el “rico, vivaz lenguaje
de las masas”. Los
pensamientos y sentimientos de los escritores y los artistas deben
fusionarse con aquellos de las masas de trabajadores, campesinos y
soldados para aprender a conciencia su lenguaje y tenerles mayor
capacidad de entendimiento lo cual implica “un largo proceso de
atemperamiento”15.
Como podemos ver, el folclore y la cultura popular adquieren mayor
importancia bajo los preceptos del comunismo y son los medios
masivos de comunicación los que catapultan estas ideas con mayor
eficiencia. En ese sentido, el teórico marxista chileno Armand
Mattelart afirma que bajo el nuevo orden del gobierno proletario, las
masas pueden lograr unificarse con eficacia opuesta al modelo
tradicional de la sociedad capitalista, en donde el medio de
comunicación tiene una función esencialmente desorganizadora,
atomizante, y desmovilizadora de las clases dominadas16.
Este mismo teórico de la comunicación latinoamericano dice que la
inspiración detrás del medio de comunicación de masas enfocado
hacia el marxismo es hacer del pueblo un protagonista en donde éste
recupera su voz, la cual se usa para informar sobre las iniciativas
populares, jornadas de trabajo voluntarias de los obreros, gestión
popular y acercamientos concretos entre distintos actores sociales
del proceso de cambio. Es decir, el abordaje noticioso propuesto es
radicalmente opuesto al que impera en una sociedad capitalista en
donde los dueños de los medios se encargan de difundir noticias
generadas por el gobierno y el empresariado, en donde frecuentemente
se adjetiva a los socialistas con estereotipos negativos como flojos
o anormales, a pesar de que los marxistas están convencidos del
avance ordenado y productivo de la sociedad17.
A
medida que avanza la tecnología, los marxistas se percatan de la
importancia de las artes gráficas. Como veremos más adelante, los
artistas mexicanos aprovecharon magistralmente su momento histórico
para dar a conocer su rica producción plástica. También lo
hicieron los ilustradores y dibujantes anónimos de los talleres que
produjeron literatura socialista. Ese impulso gráfico se dio en todo
el mundo, pero los mexicanos supieron expresarse mejor que muchos y
lograr su propio sello al estar a la vanguardia en técnicas y
materiales (aunque en otras latitudes, por ejemplo, se eligió al
fotomontaje como la técnicas artística más avanzada *).
La convergencia entre una nueva forma de pensar en las primeras
décadas del siglo XX y un robusto desarrollo de los medios y las
técnicas de comunicación dieron como resultado un prolífica obra
que aún podemos revisitar en medio de un modelo económico-social
que ha desplazado esos principios comunistas a los extremos. Es
interesante notar, sin embargo, que el medio revolucionario del cual
hablan los marxistas “participa en la determinación del provenir,
anticipa este provenir. Cumple con una labor de propedéutica o de
aprendizaje del cambio”18.
Durante algunas décadas del siglo XX sin duda así lo pareció y se
hicieron esfuerzos ideológicos y materiales para lograrlo.
II. EL ARTE DE INFLUENCIA COMUNISTA EN
MÉXICO
A. Contexto histórico
El origen de las ideas comunistas en México
puede rastrearse hasta mediados del siglo XIX. De acuerdo con
Martínez Verdugo, el nacimiento del primer Partido Comunista en el
país coinciden con el proceso de formación de la conciencia
clasista de los obreros mexicanos19.
Desde la segunda mitad de la década de los 60 del siglo XIX,
recuerda ese autor, se difunden entre pequeños grupos de obreros los
materiales Asociación Internacional de Trabajadores, fundada en 1864
en Londres por Marx y Engels. Para 1878 ya se había fundado el
Partido Socialista de México, el cual desapreció en 1871 a causa de
la represión porfiriana. Después, fue hasta 1911, ya en pleno brote
revolucionario, cuando se fundó el Partido Obrero Socialista de la
República Mexicana, el cual feneció durante la contrarrevolución
de Huerta. En ese momento también corrieron ideas anarquistas en
nuestro país y el proletariado encontró dificultad en unirse bajo
una misma ideología. Es por eso que a diferencia de otros partidos
comunistas de Europa y Latinoamérica, cuando comienzó sus
operaciones el 24 de noviembre de 1919 el Partido Comunista Mexicano,
carece de una tradición socialista20.
Su radicalización proviene de una mixtura de ideas provenientes de
la revolución rusa de octubre de 1917, la creación de
la III Internacional leninista y los resultados de la Revolución
mexicana. Hay que recordar que unos años antes habían llegado al
país algunos extranjeros que participaron en el levantamiento de
dicho partido. El primero de ellos fue Linn
A Gale, quien arribó en 1917 para unirse
a las facciones socialistas que intentaban lograr tracción en el
país. El estadounidense fundó la revista orgánica socialista Gale,
la cual se unió a otras publicaciones de ese corte como El
Gallo Ilustrado y El
Popular. Otra
figura destacada fue el indio Manabendra Beth Roy, el cual se juntó
con los socialistas y fundó el diario El
Socialista.
Ambos participaron el la fundación del PCM y tenían el visto bueno
de Venustiano Carranza. Sin embargo al caer el jefe revolucionario,
Gale dejó el país21.
De forma paralela a todo esta ebullición socialista se había
formado, en 1918, la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM),
en donde Luis N. Morones llevaba las riendas. La CROM nació con el
apoyo del grupo en el poder de ese entonces. En sus primeros cinco
años de formación, el PCM tuvo poca actividad. No es sino hasta
1924 cuando , con una serie de intelectuales y artistas políticamente
activos, que el reconocimiento del partido comenzó a extenderse. En
ese grupo estaban David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, Xavier
Guerrero (los cuales, por cierto, fundan en marzo de 1924 el diario
El
Machete),
Luis G. Monzón, Rafael Ramos Pedrueza, Nicolás Cano (diputado
constituyente) y el líder ferrocarrilero Hernán Laborde. En 1929,
cuando el PCM cumplió 10 años, sufrieron una intensa persecución
por parte del maximato de Plutarco Elías Calles, el cual sumó
matanzas, desaparecidos y encarcelamientos22.
Con
la llegada de Lázaro Cárdenas, el PCM vuelve a ser un partido legal
y adquiere relevancia nacional. Pero cuando se dio el rompimiento de
1935 entre Cárdenas y Calles los comunistas dicen “ni con Cárdenas
ni con Calles, sino con las masas cardenistas”. Aún no confiaban
en las acciones del gobierno, las cuales eran frecuentemente
calificadas como imperialistas23.
Esto cambia a partir de 1937, cuando Cárdenas les ofrece un subsidio
después de arreglar sus diferencias con la recién creada CTM. (Para
en ese momento, la CROM de Morones había perdido gran parte de su
poder y nace la Confederación de Trabajadores de México (CTM),
comandada por Vicente Lombardo Toledano y posteriormente Fidel
Velázquez). Cárdenas, sin embargo, no restableció las relaciones
con la URSS, rotas con Calles, a pesar de que el PCM había aceptado
sus políticas agrarias y campesinas. En 1939 el PCM contaba con unos
30 mil afiliados sin adoctrinamiento, más bien con intenciones
políticas oportunistas 24.
Después
del régimen de Cárdenas, el PCM comienza su declive. El país y su
gobiernos avanzaban por sendas capitalistas, y la ideología
revolucionaria del régimen penetró en los núcleos sociales afines
al proletariado. Sus partidarios se desmoralizaron al mismo tiempo
que empezaba el periodo de “estabilidad” nacional, el cual se
rompió hasta 1968. La burocracia sindicalizada, el charrismo y
organización campesina oficial ganaron terreno. Sólo algunos breves
lapsos de acción, como las acciones obreras de 1958-1959 y el
movimiento campesino de principios de los 60 re encendieron algunas
cenizas del pasado25.
El ocaso de la fuerza del PCM, irónicamente, se dio al mismo tiempo
que el gobierno mexicano derechista, en 1942, restablece relaciones
con la URSS. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, el partido
rondaba los 13 mil miembros26.
En los 50, de nuevo, hay purgas en el partido incitadas por el
gobierno, el cual se volvió hostil hacia el PCM.
Durante
los años de la posguerra, Vicente Lombardo Toledano es expulsado de
la CTM. Su salida en 1948 fue el catalizador para formar un partido
que, al menos en intención, quería retomar las ideas del socialismo
en oposición al colectivo de ideas revolucionaras de las cuales se
había apropiado el PRI. Así, en junio de 1948 fundó el Partido
Popular Socialista (PPS). Toledano “asimila plenamente la teoría
del materialismo y hace suyo y se convierte en instrumento habitual
de su pensamiento y acción el método de la dialéctica, comprende
en su esencia el marxismo y el principio leninista de la necesidad de
la organización de vanguardia política de la clase obrera”27.
Pero la realidad es que nunca logró un oposición real al PRI, a
pesar de que Toledano participó en la elección presidencial de
1952. El líder, sin embargo, logró armar ciertas revueltas que son
aplastadas violentamente por el gobierno, incluyendo la de los
ferrocarrileros de 195827.
Además
del PCM y el PPS, la historia del comunismo en México cuenta con el
Partido Obrero Campesino Mexicano (POCM), el cual se fundó en 1950
como una amalgama de todos aquellos expulsados del PCM. Su intención
fue unir a todos los marxistas mexicanos.
Los
tres partidos comparten su intención de formar un régimen
socialista y comunista al estilo de la URRS. Admiran a ese país y su
gobierno. Sin embargo, sus diferencias estuvieron en sus tácticas:
el POCM abogó por la acción directa. El PCM apoyó revueltas y
agitaciones pero no llamó directamente a la violencia y fue muy
crítico del PRI. El PPS y Toledano fueron aún más prudentes. No
criticaron abiertamente al Presidente o a su administración, y a
veces aceptaron apoyos abiertos al PRI. En el fondo, las ambiciones
populares hundieron a los tres partidos. Toledano veía a los líderes
medios del PCM y del POCM con desdén. Los del otro lado sospechan de
Toledano por su alta posición social. Los del PCM y el POCM tampoco
confían entre ellos. Dicho eso, los tres lograron formar una
coalición para apoyar a Toledano en la elección presidencial de
1952 (lo cual no se repitió en 1958) y, lograron seguir lineamientos
políticos internacionales de izquierda, aunque a veces se pelearon
por asuntos domésticos y por el control de los “frentes” de
izquierda28.
Vemos
así que la división de la izquierda mexicana, desde su inició, es
marcada y tampoco le ayuda su lenguaje, hasta cierto punto, sectario.
En su lenguaje hubo un dogmatismo que se apoyó en los argumentos
científicos de Marx, lo cual petrifica a cualquier discurso
político. Carlos Monsiváis ironizó esta pesadez del lenguaje
socialista mexicano al calificarlo como “la Verdad Revelada”29.
Antes del cierre del gobierno de Miguel Alemán Valdés, en 1952,
recuerda el mismo escritor,
el
organismo que en los treinta moviliza decenas de miles se vuelve el
grupo voluntarismo, sacrificial y sectario, apegado al discurso de
bloques verbales. Sin que se advierta, y sin que se pueda evitar, el
lenguaje heroico y agitativo se va petrificando, e impide el fluir
de las ideas, y el acercamiento de otros contingentes. Víctimas de
campañas de linchamiento moral, combatidos por la iglesia católica,
aislados políticamente, sin el asidero de la solidaridad interna de
los comienzos, convencidos en el fondo de vivir en un país al margen
de la historia, sumergidos en la cólera que actúa a modo de
sentimiento analítico, los militantes abandonan irremisiblemente los
ideales bolcheviques30.
Hacia
1962, además, el comunismo no ofrece nada a los mexicanos que no
ofrezca López Mateos. Si bien es cierto que la historia de la
izquierda en México, comunista o no, continuaría después de esta
fecha y tendría revitalizaciones ligadas a la Revolución Cubana y
los acontecimientos de 1968, este breve ensayo no tocará, por
razones de tiempo, dichos sucesos. Limitaré el estudio y la
ejemplificación del arte y la estética del socialismo en México,
en la mayor medida de lo posible, a la primera mitad del siglo XX.
B. Las aportaciones mexicanas al arte
marxista
Como señalé unas líneas más arriba, la
plástica mexicana encontró su propio estilo al adoptar las ideas
comunistas plasmadas en los escritos fundamentales de Marx. De
entrada, si bien hay una admiración clarísima de la Rusia soviética
formada a partir de la Revolución de Octubre, el arte mexicano de
influencia socialista elaborado a partir de 1920 se distingue de la
escuela en varias maneras, pero tal vez la más notable es la
separación entre la escuela artística conocida como realismo social
y el estilo propio de los artistas mexicanos. La producción de las
obras con estética ligada al realismo social fue notable en la
Rusia soviética e incluso antes. Sus bases se consolidaron en el
siglo XIX como expresión del naturalismo y del materialismo
característico del periodo, sintetiza Egbert31.
Este realismo social se ajustó naturalmente a la filosofía
marxista, pues, como vimos, el arte debe llamar a la acción social y
ser entendible para el pueblo. Este realismo social soviético fue
abiertamente propagandístico y “se caracterizó por la sumisión y
respaldo acrítico al régimen”32;
es decir, la estético quedó subordinada a la política.
En
México, la difusión de ideas socialistas y la explosión de la
Revolución de Octubre coincidieron con el movimiento armado para
derrocar a Porfirio Díaz y la subsecuente lucha por el poder de
diversos grupos de muy diverso origen. Ahora bien, hay que dejar en
claro que las ideas comunistas de Marx aún no son perfectamente
claras en ese arte revolucionario previo a 1920. Si bien cuentan con
elementos de diferenciación de clase (el régimen porfiriano vs.
revolucionarios descalzados), desde mi punto de vista no se puede
clasificar como arte mexicano de influencia comunista. Dicho eso,
debemos aceptar que tanto en el arte de influencia comunista como en
el revolucionario, el progreso social y el cambio son tesis
fundamentales que lograron plasmarse vívidamente en diversas
expresiones artísticas. Tal vez por eso los artistas socialistas
hicieron un esfuerzo sostenido para eliminar los elementos artísticos
del antiguo régimen y “levantar sobre sus cimientos una estética
socialista comprometida tanto con las mayorías desposeídas de
México como con la lucha a favor de la creación de un mundo más
justo, solidario y humano”33.
Así, el arte progresista, derivado de la Revolución de 1910,
produce una nueva estética visual que abreva no sólo en los
discursos propagandísticos oficiales, sino también en las raíces
prehispánicas de nuestra cultura y en las vanguardias modernas
europeas34.
Los tres principales exponentes del muralismo
mexicano--Rivera, Orozco y Siqueiros—lo plasmaron de la siguiente
manera en su Manifiesto del Sindicato de Obreros, Técnicos,
Pintores y Escultores, publicado en 1923:
No sólo todo lo que es trabajo
noble, todo lo que es virtud es don de nuestro pueblo (de nuestros
indios muy particularmente), sino la manifestación más pequeña
de la existencia física y espiritual de nuestra raza como fuerza
ética brota de él, y lo que es más su facultad admirable y
extraordinariamente particular de hacer
belleza: el arte del pueblo de México es la manifestación
espiritual más grande y más sana del mundo
y su tradición indígena es la mejor de todas. Y es grande porque
siendo popular es colectiva, y es por eso que nuestro objetivo
estético fundamental radica en socializar las manifestaciones
artísticas tendiendo a la desaparición absoluta del individualismo
por burgués. Repudiamos
la pintura llamada de caballete y todo arte de cenáculo
ultraintelectual por aristocrático y exaltamos las manifestaciones
de arte monumental por ser de utilidad pública. Proclamamos
que toda manifestación estética ajena o contraria al sentimiento
popular es burguesa y debe desaparecer porque contribuye a pervertir
el gusto de nuestra raza, ya casi completamente pervertido en las
ciudades35.
Los elementos simbólicos más utilizados por
estos artistas son el puño levantado, el cual unifica al colectivo
en donde un sólo individuo es limitado en su esfuerzo. Otros
símbolos recurrentes, tal como suceden en la lucha comunista de
otros países, son el martillo y la hoz (hermandad entre obreros y
campesinos) y la bandera roja. Pero tal como lo explican los tres
muralistas antes referidos, México también adopta estos símbolos
para su orígenes indígenas en oposición a la burguesía que la
aplasta. De ahí que en nuestro país también encontremos como
símbolos comunistas al machete, al fusil (traído de las luchas
armadas de la Independencia y la Revolución), al overol y, de forma
opuesta a lo que diría la lógica marxista, a la cruz. El símbolo
cristiano más reconocible es tratado de forma polivalente. A veces
representa un aspecto opresivo de la sociedad y a veces la esperanza
de cierto sector del marxismo cristiano. En México también destacan
el Sol como el principio masculino que traerá al mundo la nueva era
del socialismo y su contraparte femenina y fecunda, la Tierra, la
República, la Patria. Como enemigos del proletariado es notoria la
presencia del buitre y otras aves de rapiña, salvo el águila, que
tiene una connotación más noble en la historia mexicana36.
En pocas palabras, el arte es algo vivo y vital que no tiene ningún
problema con ser abiertamente propagandístico, al grado de que
Rivera declare: “quiero ser un propagandista del comunismo” y que
su arte sea “como un arma”37.
Es un arte que no se contenta con producir variaciones de esquemas,
sino que ante todo quiere ser revolucionario y con eso expresar las
necesidades interiores y temporales del hombre38.
Los símbolos encuentran eco en el México de
la primera mitad del siglo XX porque lograron sintetizar gráficamente
la iniquidad ancestral en la cual vivía el grueso de la población.
Siguiendo los principales postulados del marxismo original, aquí el
arte también es creación social y manifiesta una división, de
acuerdo con el propio Diego Rivera, que corresponde a la división de
las clases sociales en el país. Como la lucha del proletariado es
continua, aún no llega a su máximo desarrollo, aunque, de acuerdo
con el mismo artista, el arte mural es el más significativo para
este grupo39.
O, como lo sintetiza Siqueiros al definir la forma plástica que
usará la lucha proletaria, la cual “no será ni académica ni
modernista; será dialéctica y subversiva, es decir, lógicamente
materialista, objetiva y dinámica”40.
De forma panorámica, se conoce como Escuela
Mexicana al grupo de artistas socialistas que destacaron en en el
periodo posrevolucionario. Sin duda el grupo más reconocible es
aquel que sí apoyó estas ideas igualitarias. De acuerdo con El
Fisgón, caricaturista mexicano de izquierda, la Escuela fue una
expresión auténtica de la cultura del país en una época agitada,
en un mundo comprometido, en donde destacó la producción de
imágenes intensas tanto por su resolución formal como por su
contenido social41.
A grandes rasgos, el periodo que va de 1920 a 1960 conjunta al
grueso de la producción de esta corriente artística, la cual
recibió un fuerte apoyo del Estado nacionalista para hacer diversos
murales. De acuerdo con Rivera:
(En
México en 1921) Estaba en el poder en ese momento una fracción de
la burguesía que necesitaba la demagogia para mantenerse en el
poder. Nos dio muros y nosotros, artistas mexicanos pintamos temas de
carácter revolucionario. Pintamos, en realidad, lo que quisimos,
incluso un cierto número de pinturas que eran de carácter
comunista. Nuestra tarea era, primero, desarrollar y rehacer
pinturas murales en la dirección de las necesidades del
proletariado y, segundo, apercibirnos del efecto que tal pintura
mural podría tener sobre los proletarios y los campesinos de
México, de modo que pudiésemos juzgar si esa pintura podría ser un
instrumento efectivo del proletariado en el poder.
Estos
gobierno revolucionarios se encontraron mezclados con el arte
socialista mexicano, de ahí que su fundamento ideológico no fuera
idéntico al de origen ruso. Por un lado habían luchado por la no
reelección y el sufragio efectivo, respetando casi siempre el
régimen de propiedad privada y una legalidad que excluía cualquier
tipo de dictadura, es decir, estuvieron contra el fascismo y la
guerra, por lo que su obra quedó como un legado de paz42.
El patrimonio artístico, de inicio, se planteó por el gobierno como
algo ligado a las multitudes, abierto al público. Después de todo,
se encuentra en muros oficiales, los
cuales tenían como primer objetivo solidificar la presencia del
régimen. Pero la realidad mexicana, dolorosamente injusta, hizo
atractivas las ideas del marxismo y lo convirtió en una creencia
dogmática semi religiosa. De ahí que el resultado del cruce de
estos dos mitos es un grueso ensanchamiento del nacionalismo
mexicano. El impulso inicial de José Vasconcelos, ministro de
educación entre 1921 y 1924, fue determinante para unir bajo un
mismo orden a aquellos sectores de la sociedad aislados por su
lenguaje y cultura. “Con impulso semejante el Estado y los
socialistas coinciden por dos décadas en una meta: acrecentar y
situar centralmente a los obreros y los campesinos en las obras de
arte y en las tareas de propaganda revolucionaria”, expone
Monsváis43.
Es una parrilla multidimensional en donde, de acuerdo con el mismo
autor, el espectador se conmueve por el uso de grandes espacios
pictóricos con fines artísticos y educativos, se acentúa la
historia indígena de la nación, y se privilegia la presencia del
Pueblo (con mayúscula) versus el racismo y el clasismo de las clases
gobernantes44.
El
desuso del arte socialista mexicano coincide con el fenecimiento del
Partido Comunista. Además, es difícil creer en el comunismo cuando
el régimen utiliza el mismo lenguaje que la izquierda, el cual
tiende a la radicalización y la automatización de la propaganda. No
ayuda que la palabra comunista sea ligada con el ateísmo en un país
eminentemente católico45.
Pero tal vez el arte comunista fue soslayado por la auto-alienación
en la que cayeron las sociedades capitalistas, aquellas que
encuentran placer estético en su propia destrucción, de acuerdo con
Walter
Benjamin46.
O por otro lado, como reflexionaría él mismo décadas después del
auge socialista, la disolución inevitablemente sucedió porque el
artista es, en esencia, burgués, y tiende a serle fiel a su
sociedad, es decir, al grupo que le proporcionó de inicio su medio
de producción. En cambio, el artista que se asumió del lado del
proletariado, el cual tomó sus decisiones a partir de la lucha de
clases, dejó de ser autónomo y orientó erróneamente su
creatividad en la utilidad del proletariado en esa misma lucha de
clases47.
III.
LAS OBRAS CON INFLUENCIA MARXISTA
COMENTARIOS FINALES
A lo largo de este este trabajo se ha
comprobado la versatilidad estética de los artistas mexicanos que
utilizaron motivos marxistas en sus obras. Esta diversidad les
proporcionó renombre internacional, pero al mismo tiempo catapultó
ideas comunistas y socialistas en la sociedad mexicana de la primera
mitad del siglo XX. Es posible que sin la extensa producción de los
artistas mexicanos, dichas ideas hubieran sido mucho menos populares
entre el proletariado de esa época. La calidad de las mismas sin
duda fue un factor para que el gobierno las integrara a su discurso
oficial, al menos temporalmente. Hoy, el despliegue ideológico de
las mismas se ha diluido, pero la indudable calidad de las obras
permanece como un rico patrimonio cultural.
ALGUNOS ARTISTAS E INTELECTUALES MEXICANOS
QUE PRODUJERON OBRAS CON ELEMENTOS SOCIALISTAS, COMUNISTAS O
MARXISTAS
Ignacio Aguirre, David Alfaro
Siqueiros, Manuel Álvarez Bravo, Raúl Anguiano, Luis Arenal, Santos
Balmori, Ángel Bracho,, Julio Castellanos, Gabriel Fernández
Ledesma, Xavier Guerrero, Carlos Obregón Santacilia, Pablo O'
Higgins, Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, Oliverio
Martínez, Leopoldo Méndez, Tina Modotti, José Clemente Orozco,
Carlos Orozco, Feliciano Peña, Fermín Revueltas,, Diego Rivera,
Taller de la Gráfica Popular (TGP), Rufino Tamayo.
OBRAS CITADAS
1
Donald Drew Egbert. El
Arte en la Teoría Marxista y en la Práctica Soviética. Tusquets
Editor, Barcelona, 1973, pp.11-12.
2
Berel Lang & Forrest Williams (editores). Marxism and Art.
Writings in Aesthetics and Criticism. Longman Inc, Nueva York,
1978, pp. 3-4.
3
George Gorsz. “Sobre
Mis Nuevas Pinturas” (1921)
en
Crítica,
Tendencia y Propaganda. Textos sobre Arte y Comunismo, 1917-1954,
Juan
José Gómez,
Ed.
Istpart, Sevilla, 2004, p. 5.
4
Egbert, Op.
Cit, p.19.
5
Nicholas I. Bukharin. “Art
and Social Evolution”
(1925)
en Lang, Op.
Cit,
p. 107.
6
“Declaración de la
Asociación de Artistas de la Revolución” (aprobada en el primer
Congreso de las AKHR de toda Rusia) publicada en el Boletín
formativo del comité de la AkhR (1928)
en Gómez, Op. Cit,
p. 28.
7
Egbert, Op. Cit, pp. 21-23.
8
Lang, Op. Cit, pp. 10-11.
9
Bertolt Brecht. “Sobre
el Realismo Socialista”
(1954)
en Gómez, Op.
Cit,
p. 149.
10
Christopher Caudwell. “Beauty and
Bourgeois Aesthetics” (1949)
en Lang, Op. Cit, p.
199.
11
Egbert, Op. Cit, p. 26.
12
Anatoly V. Lunacharsky. “Tesis
del Informe a la Primera Conferencia de Proletarskaya Kultura”
(1918) en Gómez, Op.
Cit, p. 1.
13
Egbert. Op. Cit, pp. 27-30.
14
Vladimir I. Lenin. “Party
Organization and Party Literature”
(1905) en Lang, Op.
Cit,
pp. 56-59.
15
Mao. Tse-Tung. “On
Literature and Art”
(1942), ibid,
p. 111.
16
Armand Mattelart et al. Comunicación
Masiva y Revolución Socialista.
Ed. Diógenes S.A., México, 1974, p. 37.
17
Ibid, pp. 81-83.
*
De acuerdo con Gustav Klutsis, teórico del arte marxista: “El
fotomontaje, por ser el método más moderno en el campo de las
artes plásticas, está íntimamente unido al desarrollo de la
cultura industrial y a la acción artística de masas. El
fotomontaje es la forma que toma el agitprop
(agitación y propaganda) en el campo del arte (El
Fotomontaje Como Una Nueva Forma de Agitación,
1931) en Gómez, Op.Cit,
p. 38.
18
Matellart, Op. Cit, p. 165.
19
Arnoldo Martínez Verdugo. “Ubicación del Partido Comunista
Mexicano” en Los partidos
políticos en México,
Conchello et al,
FCE, 1975, p. 145.
20
Ibid, p. 147.
21
Sin Autor. The History of the Mexican Communist Movement. Sin
editorial, sin fecha de publicación, pp. 4-6
22
Martínez Verdugo, Op. Cit, p. 149.
23
Sin Autor. The History of the Mexican Communist Movement. Sin
editorial, sin fecha de publicación, p. 16.
24
Ibid, p. 17.
25
Martínez Verdugo, Op. Cit, pp. 150-151.
26
Sin Autor. The History of the Mexican Communist Movement. Sin
editorial, sin fecha de publicación p. 21.
27
Francisco Ortiz Mendoza. “Partido Popular Socialista” en Los
partidos políticos en México,
José Ángel Conchello et
al,
FCE, 1975, p. 230.
27
Sin Autor. The History of the Mexican Communist Movement. Sin
editorial, sin fecha de publicación, p. 24.
28
Ibid, pp. 25-26.
29
Carlos Monsiváis. "La izquierda mexicana: lo uno y lo
diverso", en Fractal
n° 5, abril-junio, 1997, año 2, volumen II, pp. 11-28.
30
Ibid.
31
Donald Drew Egbert, Op. Cit, p. 37.
32
Sari Bermúdez. “Presentaciones” en Estética
Socialista en México del Siglo XX,
Pérez et
al,
Ed. RM+Museo Carrillo Gil, Instituto Nacional de Bellas Artes,
México, 2003, p. 10.
33
Saúl Juárez. “Presentaciones” en Ibid,
pp. 11-12.
34
Juárez, ibid.
35
David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco.
“Manifiesto del Sindicato de
Obreros, Técnicos, Pintores y Escultores” (1923) en Gómez, Op.
Cit, p 9.
36
Ricardo Pérez Escamilla. “Vigencia
de la Estética Socialista Mexicana” en Pérez,
Op. Cit, p. 17-18
37
Diego Rivera. “El
Espíritu Revolucionario en el Arte Moderno” (1932) en Gómez, Op.
Cit, p. 53.
38
Diego Rivera, André Breton, León Trotsky. “Manifiesto
por un Arte Libre y Revolucionario” (1938), en Gómez,
ibid, p. 97.
39
Rivera, ibid, pp. 48-51.
40
David Alfaro Siqueiros. “Plástica
Dialéctiva-Subversiva”
(1933) en Gómez, ibid,
p. 68.
41
El Fisgón. “Sí
hay más ruta que la nuestra. Los caminos diversos del arte
socialista mexicano” en Pérez, Op.
Cit,
pp.34-35.
42
Ricardo Pérez Escamilla. “Vigencia
de la Estética Socialista Mexicana” en Pérez,
Op. Cit, p. 15-16.
43
Carlos Monsiváis. “La
Toma del Poder desde las Imágenes”,
en
Pérez,
Op.Cit, p.
28.
44
Monsiváis, ibid, p. 29.
45
Monsiváis, ibid, p. 26.
46
Walter Benjamin. “The
Work of Art in the Age of Mechanical Reproduction”
(1936) en Lang, Op.Cit,
p. 300.
47
Walter Benjamin. El
autor como productor,
Ed. Taurus, Madrid, 1975.
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