SUMARIO: El
fundador del PAN Manuel Gómez Morín construyó un robusto fuerte
filosófico a lo largo de su vida para defenderse y proteger a su
partido contra la influencia marxista en México, la cual expresó
con escueta claridad no sólo en su desarrollo político, sino en sus
propio desarrollo vital.
(Citación: Eduardo
Portas Ruiz. "Las convicciones anticomunistas de Manuel Gómez Morín", un trabajo elaborado para la materia La Revolución Mexicana a través de sus Hombres de la Maestría
en Historia Moderna de México de Casa Lamm, junio 2014).
Realizo la selección del tema para este ensayo por una motivación
egoísta. El comunismo en México (y otras partes del Mundo, en menor
grado) es una de mis obsesiones particulares. Siempre me ha parecido
fascinante la división obligada bajo la cual vivió el mundo por una
buena parte del siglo XX. Esta batalla ideológica entre comunismo y
capitalismo provoca en mí una enorme inquietud investigativa que
encauzo a través del estudio de la Historia. Hoy, esta bifurcación
artificial del mundo nos parece increíble y hasta ridícula, en
vista del aplastante dominio que vive el consumismo y el
individualismo, pero por décadas esta batalla ideológica fue un
tema de importancia global. Dicho eso, en México eferveció el
debate alrededor de las ideas marxistas durante y una vez acabada la
Revolución. Los gobiernos de la primera mitad del siglo XX incluso
adoptaron distintas medidas de tendencia socialista y, de acuerdo con
la literatura que he podido recabar para este breve ensayo, en el
país se respiraba tensión entre aquellos que proponían adoptar
ideas socialistas y los que no. Manuel Gómez Morín perteneció a
este último grupo, pero ¿exactamente qué opinión tuvo sobre la
situación de ese México polarizado? Sorpresivamente, no existen
muchos testimonios en donde Morín, fundador del Partido Acción
Nacional (PAN), hable de manera explícita sobre el comunismo o el
socialismo. Lo que he recopilado para este ensayo proviene de las
fuentes más accesibles, pero queda sin duda la tarea de visitar el
Archivo Manuel Gómez Morín, alojado en el Instituto
Tecnológico Autónomo de México, para profundizar en el trabajo.
Por cuestiones geográficas me ha sido imposible asistir a revisar
los documentos que se encuentran en ese centro de estudios de la
Ciudad de México. Por lo pronto, trataré de formalizar un argumento
con otros documentos más accesibles.
I. El entramado filosófico de Gómez Morín
No perderé el tiempo del lector
con una larga lista de anotaciones biográficas sobre la vida y obra
de Manuel Gómez Morín (1897-1972, originario de Batopilas, al
suroeste del estado de Chihuahua). En síntesis, su vida antes de la
fundación del PAN, en 1939, es una mezcla de academia, sector
privado y función gubernamental. Fue un discípulo avanzado del gran
filósofo y escritor mexicano Antonio Caso y formó parte del
connotado grupo de los Siete
Sabios, una generación
inquietas mentes que comenzaron a tener preponderancia pública
alrededor de 1915, de ahí que también se le agrupe en la generación
que lleva esa mismo año. El lector podrá encontrar un amplio
desarrollo del tema en la bibliografía de este ensayo. Aquí hablaré
más bien sobre las ideas e inquietudes que fueron determinantes en
el pensamiento filosófico de Gómez Morín, en el cual se entretejen
sus convicciones anticomunistas y su programa para construir la
doctrina del PAN.
Nuestro autor es, antes que nada,
una persona que crece durante la Revolución mexicana pero llega a su
madurez intelectual una vez que ésta hubo terminado. No pelea en ese
conflicto. Sin embargo, dicha experiencia le permite ver que el
México posrrevolucionario es un país encerrado en sí mismo a causa
de la violencia. El conflicto revolucionario deja profundas huellas
en su pensamiento. La tarea de Gómez Morín, desde ese momento, se
convierte en un esfuerzo continuo por incluir al país en la vía del
desarrollo separado de los extremos del socialismo y del capitalismo
desaforado de los Estados Unidos. En ese sentido, la educación y la
cultura juegan dos papeles centrales. Para Morín, la cultura
atempera la agresividad de los pueblos y propicia un “aire de
familia” en el que los mexicanos pueden compartir un suelo y un
destino, señala Orozco1.
El país necesita izar una bandera espiritual. Es la fase
constructiva que viene después del conflicto armado de la
Revolución. Krauze ha resumido esta época y los grandes hombres que
surgieron en la misma para formar las instituciones mexicanas de la
siguiente manera: es una época en que los jóvenes intelectuales se
convierten en consejeros gubernamentales, del “general analfabeto,
del líder campesino o sindical, del caudillo en el poder”2.
Los jóvenes
intelectuales mexicanos bien preparados asumen cargos públicos que
no necesariamente están relacionados con su formación, como puestos
de la diplomacia, administración pública, comercio exterior. Dicho
eso, Gómez Morín tiene la voluntad de acabar con ese “estado
mental de lucha que su generación y el país habían heredado de la
Revolución y organizar la vida de la nación de modo civilizado”
para mover
las almas
en el sentido maderista, proyecto que compartió con José
Vasconcelos, al menos por un tiempo, para “organizar primero la
vida espiritual del país”.
La base
de todo esto es la técnica, según Gómez Morín, quien la entiende
como algo que va más allá de la ciencia, es decir, “la íntima
unión de realidad, propósito y procedimiento”3.
O como
“la determinación concreta de un fin con realización posible
según nuestra capacidad, lenta ascensión por un camino
inconfundiblemente trazado de antemano...tanto un arte como un
saber”4.
No
debemos perder de vista que Gómez Morín pertenece y conoce a un
importante grupo de la clase media que comenzó a formarse tras la
Revolución. Loaeza ha agrupado a esta veta social posrrevolucionaria
en tres grandes grupos, todos los cuales mantenían fuertes
posiciones anticardenistas: a) aquellos que impulsaban un
nacionalismo que ponía el énfasis en el rechazo a las ideologías
extranjeras, en particular al comunismo y a la influencia soviética
que estos grupos percibían en la acción gubernamental, b) los que
tenían una fuerte desconfianza frente al intervencionismo estatal en
el terreno de los derechos del individuo y del sector privado de la
economía y c) aquellos integrados a la defensa de los valores y de
las costumbres asociadas a la cultura católica5.
Aunque
el papel de las clases medias cambiaría a partir de 1940, una vez
que el gobierno de Manuel Ávila Camacho pugna por un desarrollo a
través del mérito individual y se deroga la educación socialista
de la Constitución, el rol que éstas jugaron como elemento crítico
de los gobiernos con tendencia socialista nacidos después de la
Revolución fue indispensable para que Gómez Morín fundara el
Partido Acción Nacional. Esa organización nace en el periodo tal
vez más álgido del anticardenismo y tiene su base en las clases
medias. Quiere recuperar aquello que se perdió en la campaña
vasconcelista de 1929 a través de un cambio político ordenado por
vía de la moderación, el reformismo y el evolucionismo. Ahí juega
un papel fundamental la defensa del individuo ante la amenaza de la
política cardenista, una postura fundacional que se retoma en el PAN
con Gómez Morín y Efraín González Luna, al personalismo cristiano
de Jacques Maritain y el intuicionismo de Henri Bergson. En pocas
palabras, a pesar de absorber algunos católicos hostiles que se
oponían a los programas cardenistas, “en 1939 el PAN reunía sobre
todo a liberales que reclamaban el derecho a la participación
política independiente”, señala la autora.
En su
doctrina destacan claramente dos elementos: persona humana y bien
común.
Sin
embargo, como destaca Garciadiego, Gómez Morín dejó muy claro
desde el principio que el PAN sería un partido civil, incluso laico,
“de católicos pero no un partido católico”6.
La
filosofía del fundador del PAN tiene otras influencias que integra
después de su viaje a España, comenzado en 1927. Además de
Bergson, recibe la influencias de los escritos dirigistas
tecnocráticos de Maurras y el vitalismo de Ortega y Gasset. Además,
en su pensamiento el municipio adquiere una enorme relevancia en
oposición al Estado, pues el primero debe resolver los problemas
antes de que éstos lleguen a las estructuras nacionales.
De Bergson toma el
énfasis en la filosofía individual y el culto a la técnica y de
Ortega y Gasset la idea de la acción. También admira al general
Primo de Rivera y la transformación que desarrolló en España
durante esos años, así como al tecnócrata de la dictadura José
Calvo y Sotelo. Sobre esta gradiente filosófica se encuentra una
fuerte influencia de la religión católica y, ante todo, la
inviolabilidad del derecho a la propiedad7.
Esta es la estructura del panista contra el materialismo histórico
de Marx. Es un entramado complejo, pero diverso y argumentado. De
ese viaje--tal vez como lo hacen siempre todos los viajes lejos de la
comodidad de nuestra casa--Gómez Morín también recibe un fuerte
compendio de ideas que lo agrupan, al menos de acuerdo con una
autora, en el grupo de los mexicanos hispanófilos y
antirrevolucionarios8.
Aquí se incluye a todos aquellos intelectuales posrrevolucionarios
que se preocuparon por moralizar a la sociedad mexicana una vez
acabado el conflicto armado. Su
objetivo es “recuperar el
raigambre colonial que se había perdido con la independencia”
porque el triunfo de la revolución soviética y el ascenso del
fascismo habían provocado que las masas aparecieran como “entidades
sociales amorfas, violentas, fácilmente manipulables, incapaces de
generar un pensamiento propio y llevar a cabo acciones
independientes”, de ahí la intención de “revalorar el papel del
individuo frente a la expansión de la esfera del Estado, y a dirigir
una crítica de fondo a, la despersonalización del hombre en los
nuevos contextos políticos y sociales”9.
En este
saco de conservadores hispanófilos a veces se incluye a Gómez Morín
y a González Luna (1898-1964), Luis Cabrera
(1876-1954), Antonio Caso (1883-1946), Martin Luis Guzman (1887-1977)
y Jorge Cuesta (1903-1941). Dicho eso, Gómez Morín admite
abiertamente su gusto por la península. En el ensayo “España
fiel”, indica:
España y la América nuestra, parecen creer que solo
el pasado las liga y las une, sin ver que el viejo ardimiento puede
volver a la acción y reanudar la obra que trunco un mal siglo.
¿Acaso no son hispánicas las raíces del actual movimiento
mexicano? ¿Quién, como España, entendió nuestro problema? Después
de España, nadie hizo nada aquí, ni en el papel si quiera, por la
salvación del indio, por la explotación del suelo, por la
elaboración de un futuro engrandecimiento. Y en lo mejor de ahora,
no se hace otra cosa que andar los viejos caminos que España
trazó10.
El deseo de reunirse con la madre patria es uno de los elementos
cuestionables del pensamiento de Gómez Morín. Hacia el PAN se
extendieron otras interrogantes cuando se fundó. La esencia de los
dardos lanzados contra el partido estriba en que en la doctrina del
PAN, el Estado mexicano no representaba legítimamente a la nación11.
La única manera de
reconstruir a la Nación es desde abajo con una ciudadanía que esté
preparada para la democracia. Mientras eso no suceda, postulan los
panistas, la vida política del país no será verdadera. Adolfo Ruiz
Cortines los llamó “los místicos del voto”, opositores de la
Revolución, porque son aquellos que se cuestionan moralmente el
ejercicio del poder, el cual califican de poco legítimo después de
la lucha armada. El origen del poder es lo que provoca inquietudes en
Gómez Morín, y mientras esa génesis no sea confiable, habrá
ausencia de democracia12.
Para cerrar este apartado menciono que si bien Gómez Morín se
opone al comunismo lo hace desde una raíz fundamentada, con bases
filosóficas arraigadas en corrientes de pensamiento que tuvieron
considerable despliegue entre los otros pensadores de su momento. Sus
ideas son muy distintas al ciego odio que le tienen al comunismo
algunas organizaciones derechistas de la época, como Acción Cívica
Nacional, la cual advierte ante el extremo peligro marxismo porque
“pone la propiedad en manos de los trabajadores, establece el
terror rojo, persigue la religión, impone la Escuela Socialista y
forma un ejército rojo”13.
Gómez Morín nunca enarboló argumentos tan burdos ante
el comunismo o el socialismo, al menos no en los escritos que
recopilé para este ensayo. El ala juvenil del PAN, ya en 1960,
guardaba una postura de rechazo extremo hacia todo aquello que
tuviera que ver con el comunismo, pero sin argumentos del patriarca
de su organización política. No debe sorprendernos que en uno de
sus documentos de este subgrupo juvenil acusen que el comunismo se ha
infiltrado en todas las universidades públicas del país, la prensa,
las editoriales, los intelectuales, el ejército, el gobierno, el PRI
y hasta en el pensamiento del mismo Adolfo López Mateos14.
Esa vertiente del PAN agrega en su escrito que “es
incuestionable que la inmensa mayoría del pueblo mexicano repudia el
comunismo, porque sabe que éste significa el desconocimiento de las
más elementales libertades y de las tradiciones y esencias
nacionales” y que “el único camino capaz de conducirnos a un
régimen de justicia social sin suprimir la libertad es la Democracia
Cristiana”15.
Las posturas de Gómez Morín nunca llegaron a estos extremos, y si
lo hicieron, sin duda serían material para un nuevo trabajo
investigativo.
II. Manuel Gómez Morín frente al socialismo
Un dato interesante que rara vez se menciona en las biografías
oficiales de Manuel Gómez Morín es que tuvo, al menos, inquietudes
socialistas en su juventud. Desde
temprana edad, revelan sus cartas, le atraían las ideas de la
Revolución rusa como una alternativa viable a la situación de
México. De hecho, planeaba una revista que abordaría los problemas
de México y una “tendencia socialista será la que prive en esa
publicación”16.
Como muchos otros jóvenes de la época, Gómez Morín era un
“marxista sentimental”17.
Sin embargo, sus ideas darían un giro radical al pasar los años. A
pesar de eso, es interesante notar la evolución que experimentó
Gómez Morín al ver la forma en que se aplicaban en México esas
mismas ideas socialistas rusas, tan atractivas para muchos.
En la última parte de su vida los esposos Wilkie le hacen una larga
entrevista y regresan sobre este asunto. La distancia de los años
revela un Gómez Morín muy crítico hacia esas tendencias marxistas
iniciales de su juventud. Podemos ver que unos años antes de la
fundación del PAN, en 1939, Gómez Morín ya tenía bien claro su
rechazo al comunismo y cualquier idea que se le pareciera. Dice:
Ya para 1930 era evidente que el camino ruso era
completamente distinto del que nosotros habíamos pensado. El mismo
Vasconcelos y otros muchos nos confirmamos en la necesidad de conocer
los problemas de México en su individualidad, en su originalidad, y
tratar de resolverlos por medios técnicos...Estábamos
desilusionados con la continuidad de una economía cada vez más
empobrecida y más difícil; estábamos desilusionados con el
abandono de los programas iniciales de Lunacharski en materia de
educación y de movimiento intelectual; estábamos desilusionados
con las pugnas internas que ya eran manifiestas dentro del gobierno
de partido y desilusionados con el predominio dictatorial de un
partido minoritario adueñado del poder, cuando nosotros queríamos
libertad, democracia orgánica, y ya aquí teníamos experiencias de
la dictadura18.
Se entiende entonces que Gómez Morín conocía a profundidad lo que
proponían los intelectuales rusos de las primeras décadas del siglo
XX. La ejecución de estas ideas en la Rusia soviética, desde su
perspectiva, no habían logrado lo que esperaba de ellas a causa de
un gobierno alejado de los intereses reales de la población. Tanto
él como Vasconcelos habían comprendido las principales ideas
comunistas, recuenta Gómez Morín, pero se alejaron de éstas por
razones ideológicas, las cuales brotarían en la fundación del PAN
diez años después de la campaña vasconcelista a la Presidencia en
1929. Es un momento oscuro en el que se encuentra en país. El autor
lo recuerda en su ensayo “1915” como un momento en el cual las
nuevas doctrinas coincidieron con los postulados evidentes de la
Revolución y “encontraron campo propicio en el desamparo
espiritual que reinaba en México después del fracaso cabal del
porfirismo en la política, en la economía y en el pensamiento”19.
Al ver hacia el futuro afirma que a México no le pueden
servir los nombres conocidos del socialismo, colectivismo,
individualismo, comunismo “que usamos para designar conjuntos
teóricos de contenido cambiante e impreciso”20.
El
panista está seguro del camino que deberá tomar México en esos
momentos posrrevolucionarios. El extremo empresarial y el socialista
condenarían al país. Durante su “Informe a la Asamblea
Constituyente de Acción Nacional”, rendido el 14 de septiembre de
1939, dice que cualquiera de esos caminos enviaría al país a una
“profunda causa de inquietud nacional...que acelerará la ruina (de
México)”21.
En esa misma asamblea lanza una fuerte consigna
en contra del gobierno cardenista, criticando su falta de decisión
programática. La Constitución, desde su punto de vista, tiene
algunos rasgos comunistas, pero esa falta de decisión del
gobierno—por un lado un gobierno eminentemente socialista y otro
con sólo una inspiración de esa misma ideología—dan como
resultado dividendos negativos:
Nadie ha dicho que la Constitución sea comunista. Se
dice que precisamente porque es liberal con rasgos de socialismo,
resulta contradictoria e ineficaz en sus dos sentidos; que sus
preceptos socialistas no son más que eso, socialismo, y como base
de reforma social verdadera resultan por tanto, según el mismo
Presidente lo advierte ahora, ineficaces y mucho más atrasados que
la legislación social de países apellidados reaccionarios. Se dice,
sobre todo, que no ha sido ni es cumplida por el Gobierno. Del
Gobierno mismo, pocos dicen que sea comunista. Es comunizante; es
frente-populista. Obra como si creyera en el comunismo y en sus más
graves errores fundamentales; pero lo niega o, en el mejor de los
supuestos, lo ignora y trata de conservar la apariencia de un
sistema democrático liberal. Ni el cargo que se refuta es el cargo
que verdaderamente se hace, ni la defensa es congruente porque en
todo caso sería una defensa de la Constitución, no del gobierno22.
Unos años después, en otra reunión panista,
arremetería de nuevo contra esa tendencia socialista que observó en
los gobiernos mexicanos de los 20 y sobre todo de los 30. La gran
constante de los dardos panistas es la falta de constancia en el
gobierno y la incapacidad de los gobernantes mexicanos por entender
que si se pudiera marcar una tendencia en las administraciones
mexicanas, ésta sería más bien capitalista, no socialista. El
marxismo es visto así como una ideología que quiere entrar con
calzador en un país que tal vez no es ideal para ello. En esta
ocasión, Morín habla en la conmemoración del segundo aniversario
de Acción Nacional, el 18 de septiembre de 1941:
Un crudo y primario materialismo, el marxismo político
de la última hora, fue adoptado como teleología del régimen. Con
todas sus peores implicaciones y consecuencias de negación humana,
de esquematización social, de cesarismo demagógico, de sustitución
de básicos preceptos morales por el sentimentalismo vacua de una
humanidad teórica y abstracta. Y, peor aún, además de que esa
teleología se recibía ya degradada, por adopción irracional, sin
conexión posible con las realidades materiales o culturales
mexicanas, debió cumplir sus efectos dentro de las formas políticas
de un liberalismo de adopción artificial también, pero más antigua
y arraigada, y de un sistema económico de capitalismo incipiente,
manco y desvitalizado23.
Visto de otra forma, Morín afirma que la Revolución no ha
funcionado, o si lo ha hecho, ha funcionado de forma parcial y sólo
para algunos. Se buscan caminos que enderecen ese intención de
cambio. Desde esa perspectiva, las ideas marxistas impulsadas desde
Rusia se entienden como un revulsivo, mas no un dogma. Observa Morín:
No se usaba tanto, todavía (en mi juventud), las
clasificaciones de izquierda y derecha. Pero, sí era evidente que en
el grupo de personas que trabajábamos en Educación entonces, junto
a Vasconcelos, la influencia de la Revolución de octubre fue muy
grande. Además aún desde los años de la escuela, la lectura de la
literatura rusa estuvo de moda también en México. Teníamos, con
nuestra Revolución, una inclinación bien acentuada hacia la
necesidad de un cambio radical en la estructura social24.
Viendo el rápido descontento en el que cayó la Unión Soviética
hacia los 30, aún con la Nueva Economía Rusa, el autor se
desilusiona por completo de cualquier inclinación socialista en sus
postulados teóricos. En definitiva busca un camino más realista que
la utopía del proletariado. De acuerdo con Gómez Morín, esto es
antes de la campaña vasconcelista de 1929, puesto que
Nosotros creíamos en la individualidad, la
originalidad del problema de México y en la necesidad de tratarlo
con métodos y fines propios. Por otra parte, nosotros, yo al menos,
siempre tuvimos un sentido religioso. De manera que yo no creía, ni
puedo creer, en un camino que empieza por combatir un sentimiento
religioso....Yo pensaba en un
camino más realista, en un camino de resolución real de nuestros
problemas. Comenzando, por supuesto, con los dos básicos a mi
juicio: el del campo y el de la educación.
Visto a la distancia, la aspiración de los gobiernos mexicanos con
influencia socialista “era la moda de ese tiempo y era la secreta
aspiración de todos los políticos oficiales, incluyendo Cárdenas:
lograr que todos marcháramos a la voz de mando y a compás por las
calles”26.
En esa visión del patriarca panista se incluye una abierta visión
religiosa para buscar un cambio por el bien de todos, pero no con
tintes “fascistoides”, como observa en el PNR, sino con trabajo
continuo que no implica, de ninguna forma, la tierra prometida que
anhela Marx con la extinción de las clases. En Morín, esta es una
lucha auténticamente cristiana con un fin último que sólo verá
resultados totales en el más allá, de acuerdo con sus mismas
palabras:
Nunca hemos querido adoptar un tono mesiánico, ni
nuestras creencias son pietistas: un optimismo pacato que crea que
mañana se va realizar en la tierra el Paraíso. Creemos que el
hombre está hecho para luchar por el bien y por el bien de todos;
que esa lucha no es estéril y pude mejorar y mejora las condiciones
de vida de la comunidad y que esa lucha no se va a acabar nunca:
hasta que venga el Milenio, el fin del mundo27.
Esas convicciones cristianas están enraizadas en el pensamiento del
autor desde que es muy joven y llegan hasta la fundación del PAN.
Son transversales a su vida. Cuando aún era maestro, buscando
encaminar su acción, Morín le escribe una carta a su alumna Simona
Tapia:
Creo, como usted, que el verdadero socialismo y la
única acción social eficaz, deben estar inspirados en la idea
cristiana y deben realizarse con procedimientos técnicos. En las
cosas humanas, mitad biología y mitad espíritu, debe obrarse
siempre con doble inspiración del amor y de la técnica que no son
contradictorias28.
La joven le responde en todo profético: “Siempre he pensado que
México espera algo muy grande usted”29.
Tal vez el pensamiento más ilustrativo sobre el socialismo o el
comunismo lo deja el autor cuando escribe sobre la tipografía. En un
ensayo publicado mucho después de su muerte, aborda las bondades de
la escritura a mano en oposición a la letra tipográfica, maquinal.
En texto revela un acercamiento metafórico a un tema por demás
político, pero no por eso menos interesante. En el fondo, Gómez
Morín es un creyente de las bondades de la creación de los
individuos, no necesariamente la eficiencia de los sistemas. Cree en
la técnica, sí, pero esa no es sinónimo de ciencia. La técnica
tiene la capacidad de elevar el trabajo del hombre, por más modesto
que éste sea, por ejemplo la que desarrolla todos los días un
sencillo tallerista, alejado de la producción masiva:
Así pueden soñarse los talleres del futuro. Aun los
de la producción en masa, cuando lo producido tenga verdadera
categoría humana por satisfacer de verdad necesidades del hombre y
por ser realmente accesible a todos los hombres; cuando no se
produzca para servir a las máquinas ni los productores queden a
ellas sujetos, sino que las máquinas sirvan al hombre aliviando su
esfuerzo o multiplicando su capacidad creadora; cuando empresarios
responsables, en fecunda relación humana con técnicos y
trabajadores, produzcan no a causa de la ganancia sino en razón de
la obra, para cumplir felizmente el gozoso imperativo interior del
trabajo y darle el rico sentido principal de servir al hombre30.
Un espacio aparte merece el trato que Gómez Morín, siendo rector de
la Universidad Nacional Autónoma de México en 1933 y 1934, dio al
empuje marxista que intentaba integrar a la institución a ese modelo
de pensamiento. En juego estaba la autonomía universitaria. Él
mismo trató el asunto con notable delicadeza cuando publicó el
breve documento “La Universidad de México. Su Función Social y la
Razón de Ser de su Autonomía”. En ese texto incluyó un inciso
titulado “Las doctrinas muertas y la enseñanza antisocial y
antirrevolucionaria”, en donde deja al lector la suficiente
libertad interpretativa para calmar las acusaciones pro derechistas
que se le hacían en ese momento. La Universidad, antes
que nada, se dedica al mejoramiento del colectivo, sin tendencias o
ismos.
Es cierto, como queda dicho ya, que ahora y siempre
habrá profesores atrasados y profesores que se adelantan a su
tiempo, y que, en los dos casos, para quienes tengan la opinión
media, sus enseñanzas aparecerán como muertas o dislocadas. Pero
también se ha visto ya que ello no es un defecto sino en cuanto los
profesores procedan por la ignorancia o por insinceridad—que son
los vicios imperdonables de la labor cultural—y que aun en esos
casos el mal que de su acción pudiera desviarse, se corrige
orgánicamente por la oportunidad que la libertad de cátedra brinda
de cotejar sus enseñanzas con la crítica de otras cátedras o con
el resultado de otras investigaciones...En cuanto a que la
Universidad profese doctrinas antisociales, contrarias al
mejoramiento humano, sólo debe decirse que tal afirmación no es
sino el aspecto más vil de la maquinación política que se pretende
urdir en contra de la Universidad y de su trabajo”31.
Morín agrega que “la Universidad misma, como
institución, aun cuando por adhesión general de sus miembros a una
tesis marxista o no, tenga como dominante en su trabajo un cuerpo de
doctrina acorde con esa tesis, deberá seguir abierta...al
descubrimiento y a la rectificación, al invento y a la crítica”32.
La idea del fanatismo le parece extirpable de la
vida universitaria porque la educación es el fundamento que motiva
al engrandecimiento de una sociedad. Así, la educación no puede
contener influencia ideológica que la tilde hacia un pensamiento en
concreto, por más notorio que dicho pensamiento sea en un momento
determinado de México. Además, la educación, chez
Morín, aleja al individuo y a las sociedades de la violencia, ayuda
a la construcción de una comunidad. En pocas palabras, ofrece una
vida mejor alejada de las doctrinas impuestas. Así, “acepta que el
socialismo sea una actitud o convicción racional mas no un catecismo
ideológico”33.
No es que el marxismo esté vetado, de hecho,
señala Gómez Morín, ya se estudiaba en la Universidad antes de su
popularidad en el gobierno mexicano y otras manifestaciones
sociales34.
Gómez Morín entra a esta
discusión filosófica sobre la pertinencia de la influencia marxista
en la educación universitaria porque siente que las bases de la
autonomía institucional aún no están bien asentadas (apenas se
había logrado en 1929). Faltaba sobre todo su ideario de trabajo
universitario: objetivo, racional, libre, crítico y plural35.
El debate tiene un objetivo transversal, no es
sólo un aspecto coyuntural, pues el autor busca forjar la autonomía
de la universidad en la práctica, reforzar la capacidad libre y
crítica de la investigación que el concepto de autonomía
implicaba36.
Recordemos que su discurso nace con el objetivo
de encontrar un justo medio entre el liberalismo exacerbado, el
marxismo en boga y el conservadurismo católico, corrientes de
pensamiento que circulaban con fuerza a principio de los 3037.
La educación socialista en México fue un tema
revisitado por Gómez Morín. Como sabemos, en 1934 se aprobó una
modificación al artículo 3 de la Constitución que introdujo
elementos socialistas a su redacción (dicho artículo no sería
modificado sino hasta 1946):
La educación que imparta el Estado
será socialista, y además de excluir toda doctrina religiosa,
combatirá e fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela
organizará sus enseñanzas, actividades de forma que permita crear
en la juventud un concepto racional y exacto del universo de la vida
social38.
Una vez que hubo dejado
su puesto en la UNAM, apenas un año después de la formación del
PAN, el autor dirige una fuerte crítica al modelo educativo de ese
momento. En su “Informe Rendido a la Segunda Convención Nacional
de Acción Nacional”, el
20 de abril de 1940, expresó:
Nada
más doloroso para nosotros, para México, y nada más importante
para ellos, para la “mafia” internacional izquierdizante,
confusionista y simuladora, que la destrucción de la Escuela en
México y la imposición violenta de un sistema irracional,
anticientíficos, retrógrado, obscurantista, corruptor de las
inteligencias y de las costumbres39.
En la última parte de su vida regresaría al tema. El 20 de julio de
1934 el ex presidente y jefe máximo Plutarco Elías Calles, ahora
como funcionario del gobierno de Abelardo L. Rodríguez, dio el
“Grito de Guadalajara”. En dicho acto dijo que todos los niños
de México pertenecerían al Estado, que era obligación del mismo
formar su conciencia. Explica Gómez Morín:
No creo que haya sido una tesis nacionalista la que se
perseguía, sino una tesis dictatorial: tener el control absoluto,
desde la niñez, para que ya cuando llegaran a la mayoría de edad
estuvieran habituados a callar y obedecer...No ha habido interés
ideológico de fondo en estas gentes del gobierno de México. Creo
que su grande, su única aspiración, es continuar en el poder40.
La verdadera intención del gobierno, recuerda, no era realmente
acercarse al socialismo, sino dar al mundo una falsa cara de
liderazgo izquierdista. Eso por una parte. Por la otra, era
“aspiración real de ellos de controlar la mentalidad del pueblo
desde los primeros pasos de la formación...Era una especie de
fascismo”41.
COMENTARIOS FINALES
Este trabajo me ha servido para equilibrar mi posición
frente al PAN y, sobre todo, frente a la figura de Gómez Morín, o
al menos para entender sus posturas vigentes sobre diversos temas que
circulan todos los días en la esfera pública. En sus escritos y
declaraciones, el panista se aprecia como un intelectual que nos
ayuda a comprender el interesantísimo periodo posrrevolucionario en
México. Primero en los gobiernos de inclinación socialistas y
después a través de su actividad académica y partidista, Gómez
Morín intentó llevar el México bronco al país que aún busca una
sólida institucionalización. Dejar la violencia para pasar a la
vida democrática. Esa tarea, en donde el individuo realza un valor
fundamental frente a la imposición de un Estado monolítico, es la
base de nuestra democracia moderna, para bien o para mal.
OBRAS CITADAS
- Aspe, Virginia. “La imposición de la Historia y las Ideas Filosóficas 'Oficiales' En México” en Estudios 109, Vol. 12, verano 2014, Universidad Panamericana, México.
- Barragán, Pablo Moctezuma. Los orígenes del PAN. Ehecatl Ediciones, México, 1997.
- Garciadiego, Javier & Manuel Gómez Morín. “Religión y Política en la Fundación de Acción Nacional” en Letras Libres, mayo 2012, versión digital disponible en http://www.letraslibres.com/revista/dossier/religion-y-politica-en-la-fundacion-de-accion-nacional, revisado el 8 de junio del 2014.
- Gómez Mont, María Teresa. Manuel Gómez Morín. 1915-1939. Fondo de Cultura Económica, México, 2008.
- Gómez Morín, Manuel. 1915 y otros ensayos. Ed. Jus, México, 1973.
- Gómez Morín, Manuel. “Nobleza de la Tipografía” en Istor: revista de historia internacional, año 8, no. 31, 2007.
- Krauze, Enrique. Caudillos Culturales en la Revolución Mexicana. Siglo XXI Editores, México, 1976.
- Krauze., Enrique. “Claroscuros del PAN” en Letras Libres, mayo 2012, versión digital disponible en http://www.letraslibres.com/revista/dossier/claroscuros-del-pan, revisado el 8 de junio del 2014.
- Soledad Loaeza. “El papel político de las clases medias en el México contemporáneo” en Revista Mexicana de Sociología, Vol. 45, No. 2, abril-junio, 1983, UNAM, México.
- Orozco, José Manuel. “Manuel Gómez Morín y la educación: su visión de la Universidad”. Estudios 105, Vol. XI, verano 2013, ITAM, México.
- Sin Autor. Cómo desarrolla su Acción el Socialismo-comunismo. El Socialismo y el Comunismo ante el sentido Común. Acción Cívica Nacional, México, 1937. Archivos históricos de la Universidad Iberoamericana.
- Sin Autor. La Penetración Comunista en México. Ponencia y Conclusiones aprobadas por la Convención Interregional Juvenil que celebró la Organización Juvenil del Partido Acción Nacional los días 2, 3, y 4 de septiembre de 1960 en Matamoros, Tamaulipas, Mexico. Archivos históricos de la Universidad Iberoamericana.
- Urías Horcasitas, Beatriz. “Una pasión antirrevolucionaria: el conservadurismo hispanófilo mexicano” en Revista Mexicana de Sociología, Vol. 72, No. 4, octubre-diciembre, 2010, UNAM.
- Wilkie James y Edna Monzón de Wilkie. México Visto en el Siglo XX. Entrevista con Manuel Gómez Morín. Ed. Jus, México, 1978.
1
José Manuel Orozco. “Manuel Gómez Morín y la educación: su
visión de la Universidad”. Estudios
105, Vol. XI, verano 2013, ITAM, p. 84.
2
Enrique Krauze. Caudillos
Culturales en la Revolución Mexicana.
Siglo XXI Editores, México, 1976, p. 13.
3
Ibid, p. 336-337.
4
Virginia Aspe, Virginia. “La imposición de la Historia y las
Ideas Filosóficas 'Oficiales' En México” en Estudios
109, Vol. 12, verano 2014, Universidad Panamericana, México, p.22.
5
Soledad Loaeza. “El papel político de las clases medias en el
México contemporáneo” en Revista
Mexicana de Sociología,
Vol. 45, No. 2, abril-junio, 1983, UNAM, México, passim.
Las citas subsecuentes de este artículos se ubican en las páginas
436 y 437. Por un error tipográfico equivoqué la numeración en mi
ensayo. Lo remarco por si el lector desea encontrar las citas con
mayor rapidez.
6
Javier Garciadiego y Manuel Gómez Morín. “Religión y Política
en la Fundación de Acción Nacional” en Letras
Libres, mayo
2012, versión digital disponible en
http://www.letraslibres.com/revista/dossier/religion-y-politica-en-la-fundacion-de-accion-nacional,
revisado
el 8 de junio del 2014.
7
Pablo Moctezuma Barragán. Los
orígenes del PAN.
Ehecatl Ediciones, México, 1997, pp. 54-55.
8
Beatriz Urías Horcasitas,. Una
pasión antirrevolucionaria: el conservadurismo hispanófilo
mexicano” en
Revista Mexicana de
Sociología, Vol. 72,
No. 4, octubre-diciembre, 2010, UNAM.
9
Ibid, p. 604
10
Manuel Gómez Morín. “España fiel” en 1915
y otros ensayos. Ed.
Jus, México, 1973, p. 59.
11
Enrique Krauze. “Claroscuros del PAN” en Letras
Libres,
mayo 2012, versión digital disponible en
http://www.letraslibres.com/revista/dossier/claroscuros-del-pan,
revisado el 8 de junio del 2014.
12
Ibid
13
Sin Autor. Cómo desarrolla su Acción el Socialismo-comunismo.
El Socialismo y el Comunismo ante el sentido Común. Acción
Cívica Nacional, México, 1937, p.8. Archivos históricos de la
Universidad Iberoamericana.
14
Sin Autor. La Penetración Comunista en México. Ponencia y
Conclusiones aprobadas por la Convención Interregional Juvenil que
celebró la Organización Juvenil del Partido Acción Nacional los
días 2, 3, y 4 de septiembre de 1960 en Matamoros, Tamaulipas,
Mexico, pp. 3-27. Archivos históricos de la Universidad
Iberoamericana.
15
Ibid, pp. 29-31.
16
María Teresa Gómez Mont. Manuel
Gómez Morín 1915-1939.
Fondo de Cultura Económica, México, 2008, pp.74-75.
17
Ibid, p. 100.
18
James W. Wilkie y Edna Monzón de Wilkie. México Visto en el
Siglo XX. Entrevista con Manuel Gómez Morín. Ed. Jus, México,
1978, pp. 45-46.
19
Manuel Gómez Morín. “1915” en 1915 y otros ensayos, Ed.
Jus, México, 1973, p. 21.
20
Ibid, p. 29.
21Manuel
Gómez Morín. Diez Años de México. Informes del Jefe de Acción
Nacional. Ed Jus, México, 1950, p. 7.
22
Ibid, pp. 24-25.
23
Ibid, p. 78-79.
24
Wilkie & Wilkie, Op.Cit, pp. 45-46.
26
Ibid, p. 60.
27Ibid,
p. 122.
28
Gómez Mont, Op. Cit, p. 169
29
Ibid , p. 171.
30
Manuel Gómez Morín. “Nobleza de la Tipografía” en Istor:
revista de historia internacional, año 8, no. 31, 2007, p. 85.
31
Manuel Gómez Morín, “La Universidad de México. Su Función
Social y la Razón de Ser de su Autonomía” en 1915 y otros
ensayos. Ed. Jus, México, 1973, p. 113.
32
Orozco, Op. Cit, p. 105.
33
Ibid, p. 84, p. 104.
34
Ibid, p. 105.
35
Aspe, Op. Cit, p. 20.
36
Ibid, p. 21.
37
Ibid, p. 24.
38
Gómez Mont, Op. Cit. p. 171.
39
Gómez Morín. Diez Años de México. Informes del Jefe de
Acción Nacional. Ed Jus,
México, 1950, p. 53.
40
Wilkie & Wilkie, Op. Cit, p. 42.
41
Ibid, p. 43.
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