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El México del medio siglo en la obra de Sergio Pitol. Un análisis histórico de los cuentos en Tiempo Cercado & Infierno de Todos



RESUMEN

En este artículo ofrezco diversos ejemplos de la obra de Sergio Pitol en donde el autor describe al México de mediados del siglo XX, así como los pensamientos e ideas que circulaban en esa época a través de los monólogos y diálogos de sus protagonistas. Este reporte toma en cuenta la mayoría de los relatos que encontramos en Tiempo cercado e Infierno de Todos para intentar comprender el ethos de ese México y su paso de una nación enclavada en estructuras eminentemente rurales-semi rurales a una que quiere llegar a ser industrializada y cosmopolita. Dicha tensión es plasmada en los cuentos que se analizan en este reporte.


I. INTRODUCCIÓN

Este trabajo surge a partir de una entrevista que le hice a Sergio Pitol en 2006, cuando yo trabajaba en diario Reforma. Recuerdo que era una tarde lluviosa de agosto, unos días después de la polémica elección del 2006 que ganó Felipe Calderón, cuando un editor de mayor rango me pidió preguntarle a algunos intelectuales lo que pensaban de los comicios. La petición me pareció extraña al principio, tomando en cuenta que yo trabajaba en la sección de la Política nacional y nunca había tenido contacto con los intelectuales de México, salvo en alguna u otra lectura aislada de la licenciatura. Así que me armé de valor y le pedí su agenda de contactos a una de las jóvenes editores de la sección Cultura, algo que se estila poco en el mundo del periodismo, en donde se privilegia un directorio robusto y eficiente. Por azar mi mano cayó en la letra “P” y marqué a casa de Sergio Pitol, sin saber mayor dato sobre su trayectoria literaria e intelectual. El autor contestó rápida y sintéticamente a mis preguntas, tal como soñamos los periodistas, sin poses ni aspavientos. La impresión que obtuve del autor durante el breve intercambio fue sumamente positiva. La nota se publicó esa misma tarde en el sitio web y al siguiente día en el periódico impreso, con algunas modificaciones, eliminando los testimonios1. No sería sino hasta ocho años después cuando me topé de nuevo con la figura de Pitol leyendo un texto para este posgrado. Ahora, con un poco más de tiempo decidí profundizar en la extraordinaria obra del autor, para mí prácticamente desconocida.

Dos de sus libros de cuentos dejan ver el paso del México rural-semi rural al México que quiere ser urbano de las décadas de los 50 y 60. Estos textos son Tiempo cercado (1959) e Infierno de todos (1964), en donde Pitol traza una delgada línea entre ficción y autobiografía a partir de su infancia en un pueblo cercano a Córdoba, Veracruz, y la posterior materialización de un México que quiere insertarse en la modernidad. La compacta prosa del autor nos lleva de los últimos años de Porfirio Díaz a la fecha de publicación de sus textos, pasando por la Revolución y la Guerra Cristera. En ese mosaico, cada cuento es una tesela en donde vemos una transformación de la sociedad nacional a través de sus protagonistas, sus odios y sus pasiones. Como historiador, considero que los documentos analizados son un valioso recurso para entender la situación que vivía México en esos momentos, pues si bien son ficciones creadas por el autor, el fundamento autobiográfico de la obra de Pitol es tan imbricado que podemos situarlo de forma paralela con otros documentos no ficticios de la misma época para intentar comprender el esprit de corps del pasado y de las personas que lo escribieron. La sensibilidad artística de Pitol nos puede facilitar, tal vez, mayor comprensión de ese momento histórico que un documento científico escrito por un autor con menor capacidad para llegar a la esencia de las cosas. En este trabajo trataré de mostrar esas pinceladas de los textos mencionados arriba que nos remiten a la mutación social mexicana experimentada entre 1930 y 1960, sin olvidar, aunque sea de forma tangencial, los relatos que están situados en los estertores del porfirismo y la Revolución.

Cabe señalar que Infierno de Todos incluye y modifica la mayoría de los cuentos publicados en Tiempo Cercado. Como regla, en este análisis tocaré el cuento en su forma original. También es importante decir que existen varias ediciones de Infierno de Todos y que cada una de ellas incluye nuevas modificaciones y ligeros cambios al trabajo original de 1964. Sólo usaré esas ediciones posteriores para hablar de cuentos que, en su caso, hayan sido incluidos en esos trabajos subsecuentes. Este es un análisis histórico, no uno literario, así que considero importante remitirnos al documento original. Dicho eso, existen muchos excelentes análisis literarios de la obra de Pitol que seguramente serán más ricos para apreciar sus cualidades estéticas, sobre todo aquellos que abordan las novelas que publicó a partir de la década de los 70 tras esta primera fase cuentística.

A lo largo de este breve artículo desarrollaré primero los elementos biográficos del autor para entender los dos libros seleccionados; después, usaré como marco teórico lo que Pitol ha dicho sobre el cuento como género, así como la literatura, para tratar de comprender su obra; finalmente, expondré algunos ejemplos de su trabajo en donde se encuentra el paso y el choque del México rural al cosmopolita.

II. ALGUNOS DATOS BIOGRÁFICOS Y GENERACIONALES DE SERGIO PITOL

Sintetizo los siguientes datos del libro compilado por José Bru2. Puesto que ninguno de los cuentos de Pitol analizados en este trabajo ha sido fechado después de 1963, dejaré su larga y exitosa biografía hasta mediados de los 60.

Aunque nace en Puebla el 18 de marzo de 1933, el autor pasa su infancia en el ingenio El Potrero, Veracruz, en donde su familia de origen italiano tiene algunas tierras. A los cuatro años fallece su madre. Entre 1945 y 1949 asiste a la secundaria y la preparatoria en Córdoba. Después, en 1950, viaja la Ciudad de México para estudiar Derecho y aprovecha para asistir a algunos cursos de la Facultad de Filosofía y Letras. En sus estudios legales es alumno del español Manuel Pedroso en la clase de Teoría del Estado, en 1951, quien lo guía a través de los clásicos de la literatura. Ese mismo año asiste a los cursos de Alfonso Reyes y Diego Rivera en el Colegio Nacional. En 1953 visita Cuba y Venezuela y en 1957 viaja a Nueva York. Gracias a las invitaciones de Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco participa en 1958 en las reuniones de la revista Estaciones. Sus otros amigo escritores de esta época son Juan García Ponce, Salvador Elizondo, Juan Vicente Melo y José de la Colina. Es en esa revista donde por primera vez, a los 25 años, publica los textos “Victorio Ferri cuenta un cuento” y “En familia”. Bajo un seudónimo gana, ese mismo año, un concurso de la revista Aventura y Misterio con el cuento “Amelia Otero”. Los tres serían publicados en Tiempo Cercado (1959), en donde también se incluyen “Semejante a los dioses”, “Los Ferri”, “La Palabra en el viento” y “Un tiempo para la noche”. Los siete relatos remiten a una asfixiante vida en el pueblo de San Rafael, Veracruz, un lugar ficticio en donde los protagonistas, a través de las décadas, llevan miserables existencias marcadas por la muerte, la decadencia y la locura. Aunque la prosa se centra en ese contexto rural, hay conexiones con la urbanidad, como veremos más adelante. Un tiempo después, en 1961, viaja a Europa y pasa tiempo en Londres, París, Ginebra y Roma, en donde pasa vive un año. En 1962 da el salto hasta Pekín y ahí se queda otro año. En 1963 se instala en Varsovia y reside ahí hasta mediados de 1966, cuando regresa a México y reside en Xalapa para dirigir la editorial de la Universidad Veracruzana (para estas alturas ya había trabajado en otras editoriales). Antes de su regreso al país ya había publicado Infierno de Todos (1964) en la casa editorial mencionada. Por economía de espacio dejaré su biografía hasta ese año. La carrera y la producción artística de Pitol requeriría de un espacio mucho más amplio para hacerle justicia.

Vemos entonces que el autor es un viajero desde muy temprana edad, lo mismo que un ávido lector de libros. Además, aunque nace en un entorno rural, sus años de adolescencia lo pasa en Córdoba, una localidad que contaba con más habitantes que los poco menos de tres mil de su pueblo, de acuerdo con el propio Pitol3. Su casa es grande, agrega, y el ingenio azucarero en donde habita está rodeado de “cañaverales, palmas y gigantescos árboles de mangos, donde se acercaban animales salvajes”4. Tal vez lo mas interesante de Potrero, y lo que nos va pintando la génesis de su obra, es la marcada división que existe entre las familias con dinero, como lo es la suya, y los pobladores que viven en la pobreza. De acuerdo con el autor la sección alrededor de las 16 casas más pudientes, en donde hay migrantes ingleses, americanos y algunos mexicanos, está protegida por bardas altas y fuertes, las cuales resguardan un club, una cancha de tenis, un restaurante chino y una biblioteca con algunos libros en inglés. El objetivo es no dejar que los obreros, minúsculos comerciantes y campesinos traspasen hacia ese paraíso natural, que sin embargo, es una zona tórrida e insalubre y la causa por la que Pitol se enferma de paludismo. Hacia 1940, cabe señalar, la capital del estado tiene 39 mil 500 habitantes5. Son los años más tiernos de cualquier persona, en donde las impresiones que se viven en la niñez y la adolescencia marcarán irremediablemente al individuo. Pitol no es la excepción a esa regla. En sus primeros años hay ese choque de dos mundos que remiten a lo rural y a lo semi urbano, al desarrollo de fierro y concreto por el cual avanza gradualmente el país. Para 1950 ya está en la metrópolis, apenas a los 18 años. Es ese traslado el que reflejan los cuentos de Tiempo Cercado e Infierno de Todos. Tres maestros en la Ciudad de México son determinantes en la metamorfosis de nuestro autor: Don Manuel Pedroso, Alfonso Reyes y Aurelio Garzón del Camino. El primero, tal como adelanté, lo orienta por la teoría del Derecho con las grandes obras de Dostoievski, Sófocles, Eurípides, Shakespeare, Balzac, Juan Bodino, Thomas Hobbes, Góngora y Franz Wedekind. De Reyes alaba su capacidad para transformar y renovar al castellano. Su capacidad va de la mano de la apertura, recuerda Pitol: “En una época de ventanas cerradas, de nacionalismo estrecho, Reyes nos incitaba a emprender todos los viajes”6. En específico, nuestro autor cita como lectura detonante de su vida literaria el cuento “La cena”, de Reyes: “Buena parte de lo que más tarde he hecho no es sino un mero juego de variaciones sobre aquel relato”, dice7. El tercer mentor, Garzón del Camino, es otro español, esta vez el director de correctores de estilo de Campaña General de Ediciones, en donde Pitol trabaja en 1956. Los une su devoción por el humor y la parodia. El ibérico le transmite la pasión por el idioma, en donde el estilo es una “...destilación de los mejores segmentos de la lengua. El objetivo fundamental de la escritura era descubrir o intuir el 'genio de la lengua', la posibilidad de modularla a discreción”8. Sobre el exilio español opina que enriqueció a la cultura, al crear atmósferas intelectuales novedosas para el país que ampliaron los horizontes de los pensadores mexicanos.

En el paso a la Ciudad de México amplía sus horizontes literarios cuando se junta con Pacheco y Monsiváis--como se dijo anteriormente--y que, junto con el mismo Pitol, serán algunos de los exponentes más lúcidos de la Generación del Medio Siglo, un periodo de desarrollo intelectual y cultural mexicano que va, aproximadamente, de 1940 y 1968. La tendencia cultural en este lapso, de acuerdo con Pereira, es la disminución de la carga nacionalista y la apertura intelectual hacia las influencias extranjeras y aquellas relacionadas con el choque que produce el paso de un México rural a uno urbano y cosmopolita9. Ese mismo autor señala que en la década previa, es decir 1930, ya habían desaparecido casi por completo las luchas de distintas facciones armadas de la Revolución y los efectos de la crisis económica causada por la nacionalización y reparto de tierras de Lázaro Cárdenas. Esto permitió una relativa estabilidad social y crecimiento económico en los gobiernos de Ávila Camacho (1940-1946) y Miguel Alemán (1946-1952). El país entonces pasa de una economía agrícola a una industrial. Se apoya a la empresa privada y al capital extranjero y la nación crece gracias a la demanda de productos requeridos por la Segunda Guerra Mundial, primero, y después por la Guerra de Corea. Es un momento en que el gobierno federal cambia el discurso cardenista inclinado al socialismo. Ahora se lanza el discurso de la "colaboración entre clases". Además, puesto que los partidos de oposición presentan una fuerte debilidad interna y nula influencia entre las masas, el poder se concentra esencialmente en el Presidente.

Los cambios sociales y económicos propician, por lo tanto, una nueva sensibilidad en las artes y en la intelectualidad nacional. De los intereses revolucionarios y rurales se pasa a inquietudes provocadas por el choque que sucede entre las crecientes áreas urbanas y el México tradicional. Los principales autores de la época así lo revelan, primero con una ola un tanto más establecidos y una segunda que inyecta nueva sangre al torrente cultural que se define como la Generación del Medio Siglo. Ambos momentos, sin embargo, encapsulan una producción que privilegia la crítica y la estética de la poesía aplicada a las distintas manifestaciones del arte y la vida misma. Son críticos de la cultura a nivel total10.

Es justo en los 40 cuando continúa la controversia entre la literatura de contenido social, heredera en buena medida de la novela de la Revolución Mexicana, y las corrientes de vanguardia, inauguradas por el Estridentismo y el grupo de Contemporáneos, retoman la batuta los poetas y narradores que se agruparon en torno a las revistas Taller (1938-1941) y Tierra Nueva (1940-1942): Octavio Paz, Efraín Huerta, Neftalí Beltrán, Rafael Solana y Alí Chumacero, entre otros. Dentro de la primera corriente de literatos de la Generación del Medio Siglo, destacan escritores como José Rubén Romero, Gregorio López y Fuentes, Mauricio Magdaleno, Francisco Rojas González, José Mancisidor, Ermilo Abreu Gómez, Juan de la Cabada y Rubén Salazar. También está José Revueltas. Cabe señalar que la diáspora española que llega a México desde la segunda mitad de los treinta aporta ideas novedosas a esta corriente de intelectuales, agrega Pereira. Sin embargo, es El Laberinto de la Soledad de Octavio Paz, publicado en 1950, el libro que detonaría esta nueva corriente crítica. Junto con los planteamientos del grupo Hiperión, vendría a culminar con una serie de reflexiones sobre el ser del mexicano iniciadas por Samuel Ramos en los años treinta. El texto describe la muerte del mexicano rural promedio a uno de corte urbano, pero con fuertes influencias tradicionales. También toma más importancia la clase media, más cosmopolita. Estas nuevas preocupaciones urbanas también se aprecian en ¿Águila o sol? de Octavio Paz, La X en la frente de Alfonso Reyes y Confabulario de Juan José Arreola. El punto culminante es La región más transparente (1958), de Carlos Fuentes, la cual se convierte en la gran novela sobre la Ciudad de México. “Su obra es una síntesis narrativa de muchos de los puntos de vista de Jesús Silva Herzog y Daniel Cosía Villegas sobre la Revolución Mexicana, la cual es vista como una revolución traicionada o institucionalizada, como una revolución esencialmente usurpada por un pequeño grupo contra la gran mayoría”, agrega Pereira11.

Es dentro de este contexto literario en donde se insertan los representantes más jóvenes de la Generación del Medio Siglo. Son la segunda y tal vez más conocida ola de autores. Se nombran así en homenaje a la revista del mismo nombre que en sus inicios contribuyó a agruparlos. Muchos de ellos venían de provincia -Humberto Batis y Carlos Valdés de Guadalajara, Inés Arredondo de Sinaloa, Juan Vicente Melo y Sergio Pitol de Veracruz, Jorge Ibargüengoitia de Guanajuato, Juan García Ponce de Yucatán-, “buscando tal vez, en la Ciudad de México, un horizonte más amplio para desplegar sus inquietudes literarias”, anota el texto antes señalado12. El Arco y la Lira (1956), de Octavio Paz, es un libro esencial para todos, pues ahí se desarrollan los elementos esenciales de la poesía, los cuales son aplicados por los literatos nombrados arriba en sus principales cuenta y novelas. De acuerdo con Paz, los principios poéticos son lo sagrado, la otra orilla, la parte nocturna del ser, la noción de cambio o metamorfosis, la otredad, la extrañeza, el vértigo, la revelación, el rito, la reconciliación. La intertextualidad que aporta este marco teórico compartido provoca que a lo largo de las obras de los intelectuales mencionados arriba se tracen “túneles y pasadizos secretos…que comunican la obra de Juan Vicente Melo e Inés Arredondo con la de García Ponce, Pitol, José de la Colina, Elizondo o Sergio Fernández”13.

La segunda camada de literatos destaca por sus estrechos lazos de amistad, la cual se potenció gracias al Centro Mexicano de Escritores (1951). Ahí se apoya, por ejemplo, a Jorge Ibarguengoitia, Tomás Segovia, Juan García Ponce, Inés Arredondo, Vicente Leñero, Carlos Monsiváis, Salvador Elizondo, Fernando del Paso y José Emilio Pacheco. Otra institución no menos importante para la integración y consolidación del grupo fue la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM. En cuanto a la producción periódica, la Revista Mexicana de Literatura juega un papel fundamental en tres épocas distintas: de 1955 a 1958, fundada y dirigida por Carlos Fuentes y Emmanuel Carballo; de 1959 a 1962, dirigida primero por Tomás Segovia y Antonio Alatorre y más tarde por el propio Segovia y Juan García Ponce, y finalmente, de 1963 a 1965, bajo la dirección única de García Ponce. De forma separada están "México en la Cultura" (del periódico Novedades) y "La Cultura en México" (de la revista Siempre!), los dos fundadas y dirigidas por Fernando Benítez.

Krauze, por otro lado, reconoce la enorme aportación cultural de los literatos del Medio Siglo y al mismo tiempo apunta que dicha producción corre el peligro de ensimismarse. Los primeros textos están marcados por el distanciamiento de la Revolución—para algunos su muerte--y el existencialismo, en específico sobre lo que significa ser mexicano. La devastación de la Segunda Guerra Mundial y la bomba atómica marcan su desarrollo “De esa experiencia”, dice el historiador, los jóvenes extraen incertidumbre, escepticismo, un sentido de fatalidad y un temple crítico permanente”14. No es hasta la década de los 50 cuando se comienza a cuestionar la obsesión temática de la mexicaneidad y las puertas se abren hacia nuevos espacios intelectuales más cosmopolitas, pues secorría el riesgo de varar en ensimismamiento, en solipsismo: era preciso abrirse hacia una comunidad más amplia; romper, según la frase del pintor José Luis Cuevas, 'la cortina de nopal'”15. Con esta Generación se da por primera vez la institucionalidad de la cultura, la burocratización académica, pues se inyecta dinero a los proyectos de la UNAM y a otros centros educativos, como se dijo más arriba. Se privilegian los viajes trasatlánticos desde las instituciones, un rasgo diferenciador con respecto a las generaciones intelectuales de mexicanos del pasado, lo que también conlleva, sin embargo, al distanciamiento. El fin es aumentar su visión del mundo, la cual es enriquecida por el marxismo existencialista que se imparte en Europa. Dice Krauze de estos jóvenes urbanos, en su mayoría: “...su huella inicial es haber nacido a la vida pública cuando los afanes profundos de la Revolución se habían olvidado. De la guerra, México salió claramente inserto en el contexto internacional”16. La segunda ola, justamente a la que pertenece Pitol, la de mexicanos nacidos en otros estados que llegan a la capital, exhibe la ostentación burguesa de aquellos que se han servido de la Revolución. Descubren las máscaras patrioteras, detestan el discurso oficial y aprecian la riqueza vivencial que descubren en otros países y reinterpretan a través de su subjetividad.

Pero la Generación del Medio Siglo también fue prolífica en otras áreas de la cultura como la pintura, el cine y la poesía. El lector puede revisar el panorámico texto de Pereira antes citado para conocer con mayor detalle el desarrollo intelectual mexicano de esta época en dichas áreas de la cultura.

III. LA IMPORTANCIA DE LO VIVIDO: EL CUENTO Y LA LITERATURA PARA SERGIO PITOL

El libro Sergio Pitol. Una biografía soterrada, ofrece uno de los mejores vistazos a los planteamientos teóricos del autor17. En los próximos renglones delinearé un breve marco de pensamiento alrededor de la literatura y el cuento usando sus propias palabras contenidas mayormente en ese libro.

Para empezar, considera que vida y literatura son inseparables. Desde muy temprana edad asimila la lectura como un hábito y como un viaje a otros mundos. Su abuela, con quien pasa largas tardes, es una ávida lectora de novelas, en particular de Tolstoi. El paludismo del autor lo obliga a pasar tiempo en reposo, el cual aprovecha para leer a Verne, Stevenson, Dickens (se identifica con los niños huérfanos que inmortaliza el inglés) y la La guerra y la paz. Para su adolescencia tardía ya está familiarizado con Proust, Faulkner, Mann, la Wolf, Kafka, Neruda, Borges, los poetas del grupo Contemporáneos, mexicanos, los del 27 españoles, y los clásicos españoles. Para él, la documentación de las distintas etapas se da a través de los libros. Sin embargo, no es hasta 1956 cuando se inicia en la escritura. A esa edad, cuando apenas tiene 23 años, Pitol dice que lectura y escritura se unen en una sola. La materia prima de sus narraciones son manías, terrores, fobias, esperanzas. “En buena parte la imaginación deriva de mis experiencias reales, pero también de los muchos libros que he transitado. Soy hijo de todo lo visto y lo soñado[...] pero aún más ampliamente de la literatura”, escribe18. Admira al gran escritor ruso Antón Chéjov y la tensión que logra en cada uno de sus cuentos. Lo mismo aprecia en Borges y Carpentier. Sobre Cervantes anota que El Quijote es uno de los mejores ejemplos de la literatura en donde la tensión transcurre entre la demencia y la cordura. La demencia le otorga libertad en sus andanzas y la capacidad de flexionar su imaginación. “Lo cómico allí es aparente, pero en el subsuelo del lenguaje se esconde el espejo de una época inclemente, un anhelo de libertad, de justicia, de saber, de armonía”, dice Pitol19, características notorias en los dos libros de cuentos analizados en este texto. Es una línea muy delgada, la diferencia entre lo real y lo onírico, que el autor admite cruzar, en especial cuando escribe sus obras más maduras. Pero nuestro autor es claro en definir a la realidad como su principal abrevadero: “Aún y siempre considero la realidad como madre de la imaginación”20. Tal vez es por eso que sus protagonistas permanecen, en sus propias palabras, en una especie de oquedad y sólo presienten que desde el subsuelo hay una luz tan deslumbrante “que sus ojos no podrán resistir. Prefieren no aproximarse a la verdad, alejarse de cualquier riesgo”21, tal como sucede con los personajes de Tiempo cercado e Infierno de Todos. Para llegar ahí la escritura debe rozar la sombra de la experiencia personal, de un imaginario específico, opina, y deja testimonio personal de la mutación constante del mundo22. Para él. la escritura cuenta con una Forma, la cual es resultado de toda su vida: su infancia, sus experiencias, sus libros y su intuición.

¿Cómo aborda Pitol el proceso de escritura de un cuento? Es un proceso en donde se adelgazan anécdotas sobrepuestas a un corriente subterránea, un misterio, tras una escritura oblicua. Lo comenzamos a ver en Tiempo cercado, la cual es una especie de “deuda” a los relatos que le contaba su abuela y su vieja sirvienta en El Potrero. El tema general es la decadencia de los colonos italianos de la región de Huatusco, Veracruz, “irrealizadas y degradadas por el paso del tiempo, la presencia de la Revolución con sus cargas de violencia, fracasos y sueño truncos”23. Son largos monólogos y reflexiones en donde se narran las vicisitudes de la familia de su abuela, la lucha armada, la viudez en plena juventud, los ranchos destrozados. Su misma infancia brota y se mezcla con el legado de familia, pues la infancia es una caja de Pandora, la “fuente ubérrima de historias, de prodigios y equívocos[...] los ecos de esas voces de repente me aturden, pero permito que me lleguen”24. Tiempo cercado, recuerda, es un libro casi secreto. De la edición original sólo hubo unas 200 copias, financiadas por él mismo y José de la Colina. Los dados han sido echados, aunque las historias tomarán una Forma distinta con el paso de los años:

Tanto los protagonistas de mi primera época narrativa, seres que viven a golpes con la vida e irremisiblemente mueren de mala manera, o desaparecen sin que nadie supiera a dónde se dirigen, o en que lugar del infierno se han acomodado, como la fauna esperpéntica que puebla mis últimas farsas, surgida de una tensión intensa en el momento de su creación. Se trata del combate interior de dos corrientes antagónicas: el deseo de desgarrar el cordón umbilical y el placer de volver a la tibieza del seno materno. Mis procedimientos provienen de esa zona invisible; el relato es complejo y se desarrolla en un tiempo dislocado; las tramas iniciales son relatadas por diversos testigos; los escenarios y los personas, descritos a través de enfoques diferentes, siempre sombríos25.

Describe cosas que conoce de Veracruz. Atraído por el teatro, trata de aplicar sus historias para ese medio, pero la Forma se lo niega. “...lo que había hecho era el esquema de un cuento. Me bastaba sólo añadirle algunos toques, poner un poco más de atmósfera, darle más cuerpo o sombra a alguno de los personajes y el relato estaba listo”26. Los relatos de la juventud de su abuela coinciden con la entrada o salida de tropas revolucionarias de la región, adulterios, fugas de mujeres o hijas, raptos, y tragedias familiares. El autor señala que percibe ese mundo desde la visión de un niño enfermo. Ahí aparecen las sombras, los ecos del mundo infantil. El ejercicio de esa primera escritura le sirve como “experiencia vicaria”, recuerda, para desprenderse del dolor provocado por la pérdida de sus padres y su paludismo. Su atmósfera cotidiana pasa en casas abandonadas, destartaladas, rancherías improductivas. Aún no se vislumbra el humor y la parodia de sus novelas publicadas en la década de los 70, más gestuales e influenciadas por el ambiente alrededor de los cineclubes que conoce en la Ciudad de México y por los relatos de Faulkner27.

El proceso alrededor de algunos cuentos de Infierno de Todos es algo diferente, pues esa obra incluye algunos de los relatos de Tiempo cercado y otros nuevos. La distinción radica en que para la publicación de esa obra, en 1964, Pitol había dejado el país, harto de todo, con la necesidad de un cambio en su vida. Por eso parte en 1961 a Europa cuando tiene 28 años de edad. De hecho, todos los cuentos que escribe a partir de esa fecha coincidirán con otros 28 años que pasa afuera de México, sólo para regresar ocasionalmente. En sus viajes descubre un lenguaje diferente—la Forma que mencioné más arriba—lo cual se nota claramente en el cuento “Cuerpo presente”, como veremos más abajo y subrayan las diferencias entre la tierra rural de su infancia y la atmósfera cosmopolita que ahora experimenta. Los viajes lo marcan. Le permiten rescatar mayores fuerzas, rasgos de su temperamento, de su personalidad, que quizás, de otro modo, habrían tardado en manifestarse, afirma el autor. Su escritura es el cauce natural para esa mutación:

Escribir es todo eso: las muchas horas ante el cuaderno y la máquina de escribir, pero también los bares, las fiestas y los viajes, las discusiones, los amores y las catástrofes que ocasionan, los hospitales y las convalecencias, las conversaciones y discusiones con los amigos[...]Esas instantáneas recogidas aquí y allá, al llegar a la mesa de trabajo puede expandirse hasta crear al personaje. Como quiera uno verlo, escribir es un acto intensamente vital28.

A partir de este momento, la realidad se hace más dúctil y enmascarada. El espacio dicta las nuevas Formas. Los protagonistas son movidos por pulsiones, crispaciones, reconciliaciones, que le permiten construir a Pitol una visión oblicua de las cosas. Sus personajes son por lo general “todos mexicanos, con sus vicisitudes, extravagancias y remordimientos a miles de kilómetros del lugar donde dejaron enterrado su cordón umbilical”29. Pero en el mítico San Rafael de Tiempo cercado, que aún se filtra en Infierno de todos, todo es más bien maldad, venganza y la presencia de lo demoníaco, “lo que congela del desarrollo de la trama, paraliza a los personajes y crea un innecesario y estorboso clima de perversidad”, dice el autor en la prólogo de la segunda obra mencionada30. La esencia de sus letras está contenida en esa “rugosa capa primigenia, la unidad de su existencia es la literatura”, todo está contenido en ella. “Más que un espejo es una radiografía: es el sueño de lo real”31. Con su llegada a Europa, el escritor dejaría ese mundo de México rural y avanzaría con mayor seguridad hacia lo cosmopolita. Esa dualidad se aprecia más claramente en estos primeros cuentos, en donde le parece que escribir “es un acto semejante al de tejer y destejer varios hilos narrativos arduamente trenzados donde nada se cierra y todo resulta conjetural”32.

IV. DEL MÉXICO RURAL AL URBANO: EXTRACTOS SELECCIONADOS DE TIEMPO CERCADO E INFIERNO DE TODOS

Tiempo cercado (1959) incluye siete relatos: “En familia”, “Semejante a los dioses”, “Los Ferri”, “La palabra en el viento”, “Victorio Ferri cuenta un cuento”, “Un tiempo para la noche” y “Amelia Otero”. No revisaré todos los cuentos en este reporte, sólo aquellos en donde el autor hace referencia clara a momentos históricos o geografías rurales o urbanas que podemos relacionar con México. Es decir, dejaré de lado “La palabra en el viento”. Esto no es tan fácil como podría parecer. Como se dijo anteriormente, Pitol tiende a cubrir el quid de sus historias bajo una gruesa capa de referencias veladas, una prosa que más bien es un monólogo y protagonistas desconocidos para el lector hasta las últimas líneas de sus cuentos o desconocidos por completo. A veces, sus cuentos son una especie de queso suizo en donde el subsuelo está conectado, de forma intratextual, aunque sea tangencialmente, por túneles y pasadizos con otros cuentos, pero en diferentes épocas y con diferentes protagonistas. Dicho eso, cuando logre detectar las referencias históricas incluidas por Pitol dejaré sus palabras y sólo haré breves comentarios alrededor de las mismas.

El primer cuento de que hablaré se titula en “En familia”. La historia transcurre durante la revolución en un pueblo dilapidado, sangrado. Es un sitio en donde “la dispersión es la regla” de donde las familias con solvencia económica salen para nueva vida en París, Nueva York o San Antonio. Los que se han quedado en el pueblo sufren y se “hunde en sus sudarios”, describe una narradora desconocida. Algún bando de los revolucionarios ha vencido, pero no se sabe cuál. En la calle hay tiros de celebración. Leopoldo, uno de los sobrinos de la narradora, está con ellos. Hay tensión entre los familiares, pues la familia de la mujer ha luchado del lado opuesto al de Leopoldo, quien la cuida mientras pasa la violencia contra los derrotados, quienes “han dejado de ser los mandarines”. Entrelazado hay una historia de desamor entre la narradora y su desaparecido esposo Ramón. Lo odia por la forma en que la trata, pero abraza sus insaciables avances carnales. Sus hijos son Arturo y Adriana, quienes intercalan voces en la narración para describir cómo su madre se enamora tórridamente de Leopoldo y los cambios que éste trae a su casa y a su vida. Se ha convertido en otra. Al final, Ramón regresa a su casa y es muerto por un contubernio entre su esposa y Leopoldo.

¡Cuán difícil me es precisar, abarcar, la imagen de los revolucionarios!; día tras días escucho las versiones más desordenadas, pero todas coinciden en su condenación. Doña Isabel, Rafaela, don Cosme de la Peña, no encuentran adjetivos lo suficientemente acervos para calificarlos. ¡Atilas entregados a la depredación, al saqueo y a la violencia! ¡Y mi sobrino Leopoldo está con ellos!33

Creo que en este primer relato el simbolismo es claro. La Revolución es un tiempo de cambios, de violencia, de romper con el antiguo régimen y de crear nueva vida a costa de la sangre. De una vida plácida se pasa a una llena de incertidumbres que al mismo tiempo trae tristeza pero también nuevas experiencias. Es el paso del México viejo al México nuevo, nacido en el torbellino de la Revolución.

El segundo cuento, “Semejante a los dioses”, nos sitúa en otro pueblo con la guerra cristera como telón de fondo. El poblado ha sido devastado por la muerte que ha traído ese conflicto. Entramos en la mente de un fanático muy joven que está a punto de ser fusilado. Ha quemado el sitio en donde se encontraba su padre (un sumiso religioso) y otras personas porque no comulgaban con sus ideas sobre la fe. Todo su vida ha sido repudiado por su extrema creencia religiosa, pero ahora, con el inicio del conflicto entre el gobierno y la Iglesia:

[…] cuando la palabra persecución aplicada a los otros[...] adquirió un sentido palpable e inequívoco, y aquellos que antes lo repudiaran sentían el temor y la humillación de ser vigilados, y los templos ofrendados al culto fueron convertidos en cuarteles o simplemente cerrados, y los santísimos corazones de Jesús fueron retirados a los escondrijos menos visibles de las casas, y los sacerdotes encarcelados y ahuyentados, y a algunos muñecos grotescos se les vistió con sotanas y casullas para exhibirlos desvergonzadamente a la mofa pública, y el escarnio se ciñó sobre iglesias y santuarios, y las viejas chillaron en las plazas y mercados, y las actividades de su padre se crecieron intempestivamente, y sus visitas a celebrar el servicio en los pueblos vecinos, Peñuela, Amatlán, Coscomatepec, San Rafael, con la concupiscencia de las autoridades y los ojos acechantes de los hombres del culto perseguido, y la cárcel y el paredón fueron la diaria ración de dolor y sacrificio para un clero que él veía demasiado sumiso y abnegado, y frente a él y a su pretendido candor recayó lo más acerbo que guardaban las miradas, y se le escupió y vejó por considerarlo como un enemigo de Dios, cuando en verdad era su instrumento, su fórmula de castigo, su flamígera espada, el ángel portador de su venganza, sintió deseos de confesar su amor, decantado a través de tantos años de almacenaje clandestino, por el credo en desgracia, pero el sentimiento de que ellos hubiese sido el obrar con alocada precipitación lo detuvo justo a tiempo[...]34.

Aunque nunca se menciona el adjetivo “cristero”, la trama de esta historia nos remite, de nuevo, a la violencia entre dos o muchos bandos, actuando en locura, destruyendo a los otros con órdenes del centro político, a pesar de que no se comprenden las razones de dicha guerra. Pero en las serranías y la periferia, nos deja ver Pitol, esas razones pasan a segundo plano. El clima posterior a la Revolución es aún convulso en estos sitios. No ha llegado la urbanidad y la aparente calma posrevolucionaria que tal vez viven los capitalinos de México. Aquí, enardecidos por la fe, los pobladores funcionan bajo estructuras maniqueas para enjuiciar al otro, lo cual lleva a la locura y la muerte, como lo constata el protagonista.

Con “Un tiempo para la noche”, el autor da un salto cualitativo en el tiempo y relata, desde el punto de vista de una mujer sin nombre, un triángulo amoroso entre Emilio, su amante, y Nora, la esposa de éste. El cuento alude a un poblado llamado Las Cruces, en donde la protagonista citadina tiene una propiedad. La mujer quiere venderla para olvidar el tiempo que pasó con Emilio en esa casa, ahora enterrado en un cementerio del pueblo, e irse de viaje por Europa y ahorrar el resto de su dinero para su vejez. Pitol describe que Emilio, un guionista de cine, gusta de ir a Las Cruces para robustecer sus argumentos, y rescatar para sus ojos una “sensibilidad que permanecía inamovible” a pesar de los automóviles, las cámaras y los turistas de la modernidad. La mujer y él son descritos como un binomio citadino que incursiona en ese mundo rural para escapar de su gris realidad, para sentir lo que ya no viven en sus vidas cosmopolitas.

El entusiasmo de Emilio se crecía tan pronto como abandonaba la ciudad; y era entonces también cuando la comunicación fluía sin el menor tropiezo, cuando el uno encontraba su espejo en la mirada del otro, sin que los extraños pudieran mediar entre ellos, sin que lograse asomar ese flujo de disipación y hastío que en México diluía sus vidas. El viaje a Las Cruces les ligaba nuevamente con la tierra, les entregaba a un mundo que no habían dejado de añorar y cuya nostalgia frecuentemente los envolvía35.

Sería difícil escoger pasajes más bellos para describir la transformación que vive México cuando escribe este cuento. El autor logra captar el México del Medio Siglo y, si le hacemos caso, es espíritu de ennui que también sienten los mexicanos más cultos, más ligados al paso del cambio que se vierte sobre ellos sin que puedan hacer nada al respecto, mas que tratar de conllevarlo con amantes, distracciones metropolitanas, museos, cafés. Como vimos más arriba, es difícil desprender aquellos aspectos autobiográficos de la obra del autor.

Ahora, en cambio, el pueblo florecía: los ciruelos se habían cubierto de un follaje tupido y lujurioso, cuya contemplación terminó por abatirle aún más el espíritu, pues ello no era sino la inequívoca advertencia de que las cosas se movían, se transformaban, se deslizaban; de que fuera de ella había un orden que rigurosa y mecánicamente se cumplía. Era la señal irrecusable de que el tiempo cercaba sus objetos para atraparlo todo, sin que frente a él hubiese alguna posibilidad de excluirse. Ante el tiempo las rutas de la evasión quedaban definitivamente proscritas36.

Otros tres cuentos de Tiempo cercado incluyen referencias revolucionarias. El autor los intercala en el libro, sin orden cronológico aparente, en historias dentro de historias, como matrushkas rusas (tal vez influencia de Borges). Los textos son “Los Ferri”, “Victorio Ferri cuenta un cuento” y “Amelia Otero”. Todos hablan del mítico pueblo de San Rafael. El primero pinta la caída en desgracia del clan al momento que surge el levantamiento armado, el cual coincide con las pasiones, lujurias y desamores de sus integrantes (en particular de las mujeres). Después, Victorio Ferri nos mete en su locura en un monólogo en donde describe las infidelidades de otros miembros de su familia. “Amelia Otero” es el último cuento del libro. En un esfuerzo de síntesis, tocaré sólo ese relato.

Aquí, el pueblo de San Rafael ha sido mucho más robustecido por el autor. Las descripciones del sitio son largas y detalladas. Amelia, la titular, es una habitante del mismo que transforma su vida a partir de la llegada de un grupo de zapatistas, incluyendo al general Rubio, su amante. La relación es un escándalo en el pequeño poblado, pues Amelia está casado con otro hombre, Julián, que ha tenido que escapar del sitio porque pelea en otro grupo de la Revolución. El hombre regresa y Amelia deja todo atrás, incluyendo a sus hijos, para vivir con el general Rubio. De nuevo, vemos a una protagonista que vive un romance prohibido que termina en tragedia. Sin mayor explicación, el general Rubio muere de un balazo una noche en que ambos regresan al pueblo. Ella es detenida. Pasado un tiempo, sale de la prisión y se recluye 15 años en su casa. El tiempo sigue su paso y al final de la historia vemos a una protagonista de 70 años, patética, vestida como a principios de siglo XX, pero acabada por la vida. Ahora bien, lo más interesante de este cuento es la forma en que Pitol juega con el tiempo. Al principio del relato nos presenta un San Rafael contemporáneo, un sitio que ha sido vacunado contra la modernidad en la que Pitol escribe su relato, en la década de los 50. Nada, o muy poco, ha cambiado en el pueblo desde que pasó la Revolución. Su anterior gloria, la de los tiempos anteriores de la revuelta, jamás volverá.

Amelia Otero es el pueblo mismo. Su decrepitud es reflejo de la decadencia de San Rafael, un lugar que “vive de milagro” a mediados de siglo XX. Los forajidos de la Revolución, los pistoleros, los mugrientos, lo han vuelto un triste rumbo, tal como ella lo es tras la muerte de su amante. Ella debe vender sus joyas, tierras, todo, para salir al paso. No salió del pueblo al comenzar el conflicto armado y ahora San Rafael ejerce una especie de maldición que no la deja olvidar sus errores. La mujer lleva en sus mismas carnes el sufrimiento que ha fustigado al lugar físico y al cual no le ha hecho justicia la Revolución. Es el mal gusto materializado y sólo después de develar capa tras capa de fealdad se vislumbra un dejo de luminosidad, de algo que alguna vez fue bello y lleno de esperanza y ahora ya no lo es. También es el México posrevolucionario: un sitio que avanza por la modernidad en ciertos espacios, con ciertos grupos poblacionales, y otro, el de la mayoría, que se ha quedado en el atraso social del porfiriato. El visitante a San Rafael, al cual la narradora se refiere como muchachito a lo largo de la historia, ve a Amelia con sus propios ojos y la describe así:

Se trata de una anciana ataviada de las estrafalaria manera que se puede imaginar: un vestido de ceremonias, muy a la moda de la primera década del siglo, de grueso género de verde opaco; la cola larga y luida parecía atorarse a cada momento entre los guijarros de la calle, haciendo más penosa aún la marcha; una boa desteñida y marchitas plumas se enredada, con torpe gracia, a su cuello; se apoyaba en una elegante caña de bambú con puño de oro; el cabello, desastrozamente teñido de un dorado con reminiscencias de yodo, estaba recogido hacia la parte superior en una informe madeja; la cara era la culminación de todo lo que el mal gusto podía alcanzar en esos afeites...[En sus ojos] estaba fija la mirada salvaje y tierna que se paseaba por todos los registros de la pasión, y que de impresionante modo podía traslucirlos todos a la vez, de la ferocidad más acedrada a la más piadosa de las ternuras, desde el arrojo más decidido o al más conmovedor de los temores37.

El análisis de Infierno de Todos es un poco más sencillo. Para este reporte tomaré en cuenta el texto de 1971 publicado por Seix Barral, el más cercano que pude conseguir a la fecha de salida original de la obra, es decir, 1964. Hago esto porque Pitol es bien conocido por modificar sus libros en ediciones posteriores a la original. Pero no sólo eso, el orden mismo de los cuentos también es modificado en las distintas ediciones de esta misma obra, lo cual, en sentido estricto, modifica el entendimiento de la misma. En el texto de 1971 nueve cuentos aparecen en el siguiente orden: “Victorio Ferri cuenta un cuento”, “Amelia Otero”, “En familia”, “Semejante a los dioses”, “La casa del abuelo”, “Pequeña crónica de 1943”, “Los Ferri”, “Cuerpo presente” e “Ícaro”. Como se puede apreciar, cinco de estos relatos ya han aparecido en Tiempo cercado: “Victorio Ferri cuenta un cuento”, “Amelia Otero”, “En familia”, “Semejante a los dioses” y “Los Ferri”, los cuales no retomaré para esta segunda parte del análisis. Existen otros trabajos en donde se analizan las diferencias estilísticas entre la versión original del cuento y las reediciones que han aparecido después. El fondo de la historia y lo útil para este trabajo ya ha sido mencionado arriba. Tampoco hablaré de “Ícaro”, ni de “Un hilo entre los hombres”, el cual aparece en las ediciones de Infierno de todos publicadas por la Universidad Veracruzana, pero no en la de Seix Barral. En ambos casos, me parecen narraciones que tienen una relación poco clara con el objetivo de este trabajo. Para mayor referencia, el lector puede revisar la lista parcial de las distintas versiones de Infierno de todos que se encuentra al final de este artículo.

Infierno de Todos es un libro en donde resalta la experiencia viajera de Pitol. Los cuentos que se agregan a la base sentada en Tiempo cercado abren nuevos mundos, nuevos espacios geográficos, antes sólo delimitados a San Rafael y sus alrededores así como la Ciudad de México. Ahora vemos textos firmados en ciudades europeas desde donde Pitol crea personajes mexicanos que, a pesar de su lejanía geográfica, continúan con problemas y pensamientos que los arrastran a su patria. Las incursiones hacia su interioridad reflejan ese cambio que hemos tocado más arriba que fluctúa entre el México rural y semi rural, violento, y aquel que quiere llegar a la modernidad tras la Segunda Guerra Mundial.

“La casa del abuelo”, fechado en México en 1959, describe el traslado del niño Ismael Rebolledo de México a Córdoba, en donde habita su familia. En el trayecto, Pitol nos cuenta cómo es que el niño se percata, a través de una foto, que su madre realmente es una de sus tías. La suya se ha suicidado en un río (tal como pasó con la verdadera madre del autor). En México lo cuidaba una nana, pero ahora Ismael debe regresar a casa de su abuelo, en donde habita sus tíos, para insertarse en una nueva y oscura trama familiar. Dicho eso, el autor traza un lienzo del México de mediados del siglo pasado cuando describe a Córdoba y el tren que Ismael debe tomar para regresar a ese lugar de Veracruz. Podemos intuir por la edad de Ismael que la trama se sitúa en los primeros años de la década de los 40. Tal vez por eso el tren juega un papel central en el cuento, que si bien describe también a algunos automóviles, no son un espacio en donde los pensamientos de Ismael se mueven al mismo tiempo que el ritmo de los vagones sobre las vías. Podemos decir que el movimiento arriba del ferrocarril es interno. Ismael hace sus reflexiones más lúcidas cuando viaja de la capital a Córdoba, mientras que el automóvil es usado sólo para exponer parcos diálogos de movimiento externo, los cuales dan punto final al relato. Pitol ocupa buena parte del texto para insertar al lector en los vagones del México del Medio Siglo, entre modernidad y pasos que nos acercan a ella. Nos es difícil trasponer al protagonista del cuento con el autor después de leer el siguiente pasaje:

La señora y el perro de lengua inquieta y caprichosa habían descendido varias poblaciones atrás. Los asientos de enfrente y el de al lado estaban desocupados. Se tendió boca abajo, apoyó los brazos en el pasamanos, y con la cara apretada contra los cristales se puso a mirar el paisaje cada vez más rico en verdes, más florido. En la diferencia con los llanos de vegetación raquítica y desolada cruzados hacía poco hallaba un buen presagio. El calor del trópico volvía el cuerpo húmedo, pegajoso, confortable, y él, tendido en el asiento con los zapatos sobre el terciopelo y los ojos prendidos en las casuchas de tejamanil donde libremente trepaban las buganvillas, se entregaba, amodorrado, a la amarillenta caricia del crepúsculo38.

Le sigue “Pequeña crónica de 1943”. Fechado en Marburgo, Alemania, en 1961, este relato continúa la vida de Ismael Rebolledo en Córdoba, años después de su traslado desde México. Ahora es un joven que asiste al funeral de Don Federico, su abuelo. El funeral se realiza en la casona en donde Ismael ha vivido, la cual representa al antiguo México que ahora se derrumba junto con la muerte del chozno. A lo largo del cuento, Pitol ofrece descripciones que contrastan la vida de Córdoba con la de la Ciudad de México. La primera avanza, pero mucho más lento, hacia una realidad urbana. Vemos mutaciones en los personajes y en las descripciones del sitio en donde viven y las relaciones que guardan entre ellos.

La decadencia del inmueble refleja en cierto modo la pérdida de prestigio de aquel sector de la ciudad. El hotel Zevallos, la nevería de moda, las tiendas de buen gusto, dan a los portales del otro lado del zócalo un tono de elegancia que éste, el próximo a los Rebolledo, se ha extinguido totalmente. Han abierto una cantina con billares, varios puestos de aguas frescas, un cafetucho de medio pelo, y, para colmo, en una de las esquinas instalaron la terminal de los autobuses urbanos, y la de las líneas de segunda clase que cubre el trayecto a Orizaba; de tal suerte que hay siempre bullicio, movimiento, atados de pollos, cestas de verduras, pitidos de cláxones, borrachos y olor a fruta podrida en los alrededores de la casa39.
El siguiente extracto liga la magra fortuna de los Rebolledo, dilapidada durante décadas, con el Córdoba de ese momento. Ismael piensa en lo que realmente opinarán los familiares que han asistido al funeral de su abuelo:

No podían disimular una satisfacción casi delictuosa que se filtraba a través del barato deslumbramiento ante el pasado, y de la sospecha, casi certidumbre, de que la fortuna familiar estaba agotada, por lo que, un día no lejano, habrán de ver abrir (como en casa de los Tres Gallos, como en casa de las Durán) locales de comercio en la planta baja del edificio, y contemplar, poco más tarde, el traslado de la familia a un apartamiento, a una casita de los alrededores para poder rentar la casona a alguien más emprendedor que instalara en ella un buen hotel, una clínica, tal vez un colegio. --Y no me parecería mal. Estas casas no tienen ya sentido. --Vivimos en una democracia. --¡Claro!
--¡Qué duda cabe!40

En el texto también se hace referencia a la repartición agraria de Cárdenas (aunque no se menciona al ex Presidente) y cómo es que los Rebolledo han perdido su hacienda El Olvido por esa causa. Los cambios en Córdoba no han sido aceptados fácilmente. Sus habitantes detestan que la capital influya en sus costumbres. Ya en sus últimos años, recuerda Ismael, el abuelo dio clases de Historia nacional para que los jóvenes tuvieran una educación verdadera, desligada del influjo del centro:

“¿Quién velara, si nosotros la descuidamos, por la juventud cordobesa? Hay que darle a los muchachos una idea cabal de lo que significa la vida, la cultura, la historia; preservarlos de la enseñanza que puedan impartirles esos abogadillos o medicuchos con que la capital nos está inundando, sin experiencia alguna, llenos de confusión, de parlanchinería. No es que yo esté en contra de las convicciones de nadie, nada de eso. ¿No me he honrado acaso con la amistad de Obregón, de Calles, presidentes salidos de la Revolución, radicales hasta donde se puede serlo, pero, eso sí mantenedores del orden, del respeto a la propiedad, sin lo cual ningún país puede marchar por las cauces del progreso?” [Ahora cambia la voz a Ismael] Razón seguramente compartida por la gente bien de la ciudad, a la que se debía que la escuela se fuera llenando de ancianos desvencijados, y que convertía los cursos en una catarata inagotable de anécdotas, de recuerdos, de chismes41.

La influencia urbana no puede ser buena para lo que queda de su familia, piensa Ismael, tan acostumbrada a una vida semi feudal, acomodada, que ahora amenaza con desaparecer. Así describe el futuro de sus tíos:

Dolor de tener que desprenderse de los candiles, de los muebles de cedro y de nogal, de los espesos muros y la pesada techedumbre, porque sin ellos la tía Rita y Octavio seguramente se convertirían en seres cotidianos, iguales a la mayoría de las personas que diariamente uno se encuentra por la calle[...] Sin la casa vendrían a convertirse en nada, en gente de la ciudad, para dejar paso a otros seres que, más potentes, más nuevos, con profesiones o con planes o con esfuerzo, visión, dinero, ambiciones, subirían al escenario que ahora bajaba el telón42.

Gastón, uno de sus amigos en el colegio, lo visita en el funeral. Su compañero ha vivido parte de su juventud en la metrópolis. Ante él, Ismael se siente inculto, lento, poco pulido. En México hay cultura, oportunidades, cines, mujeres. En pocas palabras, mundo. En Córdoba, por el contrario, las cosas avanzan muy lento. Ismael quiere ir a la capital para “tener conocimientos más ciertos sobre la vida, para librase de una vez por todas, de la timidez que tan a menudo le oprimía” y después: “Debía ir a México, ni dudarlo. Sacudirse un poco la polilla, aprender a ser brillante como Gastón”43. Al final del cuento, después de que Pitol ha descrito un atardecer cordobés a través de una vista panorámica de la pequeña ciudad, Ismael ve hacia el futuro. Cierto, se termina una etapa, pero comienza una mucho más atractiva que deberá incluir aventuras juveniles en México. De nuevo, chez Pitol, es el paso de lo rural a lo metropolitano. Las últimas líneas del cuento lo cierran así:

Al encaminarse a la fuente sintió que el peso de sus preocupaciones se evaporaba. Muchas cosas sucederían en el futuro, nuevas circunstancias regirían la vida familiar; las cadenas, esos vínculos transparentes y férreos que lo ataban al pasado se desenlabonaban para siempre. Quizá también aparecerían nuevas certidumbres44.

De “Cuerpo presente”, el último cuento que analizaré en este trabajo, se ha dicho mucho. Ahora Pitol fecha su historia en Roma, en 1962. El protagonista es Daniel Guarneros, quien trata de emborracharse en un bar de Roma para olvidar su existencia y los compadrazgos con los que ha cargado durante ella. En su ebriedad recuerda a su primera mujer, su verdadero amor, antes de salir por la ciudad con un grupo de jóvenes que se burlan de él y de su patética condición. Detesta a su segunda esposa, con quien hace el viaje por Europa, por vacua y rezongona a pesar de que su apellido proviene de la “antigua aristocracia porfirista”. El pasado no lo deja ir. “Todo, siempre, es aquí y ahora”, taladra en su cerebro. Guarneros es un hombre que ha visto la Revolución desde su casa en la colonia San Rafael, en México, y después consiguió un puesto en el gobierno posrevolucionario. Pero lo ha conseguido sólo después de haber traicionado su lucha social, de izquierda, que lo llevó a esforzarse por estudiar en París en la década de los 30. El acto sirvió de poco: acabó cooptado por el sistema. Ha hecho su carrera a costa del presupuesto público, traicionando sus ideales, los cuales están representados por su primera esposa, gran admiradora de Vasconcelos. Sobre ese momento en la historia del país le recuerda a una mujer italiana en el bar en donde ahora intenta ahogarse:

No se ha repetido en México una generación como la nuestra. Estábamos decididos a entregar hasta el pellejo si se hacía necesario. Nos faltaba claridad en cuanto a fines, pero así y todo, créeme, nos lanzábamos a hablar en los mercados, en la Universidad, por la calle, donde podíamos. Muchos fueron a parar a la cárcel, ¡qué importaba! Queríamos cambiarlo todo[...] Muchos se hicieron entonces comunistas. Sí, güera, asimismo. Claro que no lo resistieron. No nació uno para acatar el dogma45.

El punto de rompimiento para Guarneros fue un informe que preparó sobre las actividades subversivas que hacían los grupos de izquierda a los cuales pertenecía Eloísa, su primera esposa. El hombre no denunció a su mujer en los documentos, pero su redacción fue suficiente para ganarse su desprecio 30 años atrás.

Qué hubo eso cambio?, bien, sí, sí lo hubo; evolucionó, se transformó, pero sabía que su destino individual se deslizaba por la corriente de la historia. Los tiempos eran otros: allí residía el meollo de la cuestión que Eloísa y sus vagabundos, alocados compañeros, se negaban a comprender; la época de ninguna manera era la misma; México estaba industrializándose, avanzar, desarrollarse, crear capital. Se hacía necesario por lo pronto conformar una infraestructura, después, tal vez, se podría ir más adelante, transformar el actual orden de las cosas, pensar en mejoras, en cambios sociales. Estaba convencido. Por eso aceptó el puesto en la presidencia que tan al pelo le ofreció su amigo, el diputado Guerrero46.

Su “enchufe”, Guerrero, ha buscado el cambio social con el mismo Guarneros, pero ambos hombres se dan cuenta de que el discurso de izquierda no es más que palabras. “La dialéctica es la dialéctica”, concluyen y después le pide anotar en una tarjeta su formación académica y sus puestos. Eso es todo. En una semana tendrá el empleo en la presidencia. Llegado al puesto, Guarneros se dedica con todo su espíritu a “los medios de control aplicables en el momento necesario”, a terminar con el desorden nacional desde el servicio secreto. Al mismo tiempo, ha usado su puesto gubernamental para hacer negocios y conseguir una esposa de clase, una casa en el Pedregal, vacaciones en Europa. Justifica sus acciones porque en México, sintetiza, “la vida es un camote”.

Los pensamientos de Guarneros rebotan de una memoria a otra. Sobresalen las palabras que le dice Eloísa cuando viajan en barco a Europa, con los aires idealistas de juventud, treinta años atrás. En el bar de Roma, ya en la década de los 60, recuerda un México--y una futuro en ese México—lleno de esperanza. La descripción bien puede resumir las temáticas que he analizado líneas más arriba. Del México que pudo ser al México lleno de contrastes y desigualdades que el autor describe a mediados del siglo XX:

--Lo primero que vi de México, una horas después de haber partido de Tampico, fue un horizonte de montañas. Una línea lejanísima, donde las simas se veían clara, nítidamente dibujadas, y, sin embargo, había algo tan irreal en aquella presencia que se tenía la sensación de contemplar un telón de teatro. Usted lo ha sabido advertir, tienen aquellas montañas, como lo dice la canción yucateca, el sabor del ensueño. Un camarero alemán, un muchachito apenas, descubrió mi emoción y me dijo que era lo último que vería de México, que unos minutos más tarde la nave abandonaría el litoral. Yo apenas resistí las lágrimas. Acababa de suceder la derrota. Venía tras las huellas del maestro. Me juraba ante aquella última vislumbre de patria que había de volver únicamente para limpiarla, para combatir a quienes nos pisoteaban47.

Hasta aquí el análisis de Infierno de todos. El lector debe saber que si he iniciado este recuento sin un estado del arte sobre éste libro y Tiempo cercado es porque considero siempre mejor, y siempre que sea posible, entrar al tema con las ideas y fuentes primarias. De ambos se ha escrito mucho, tal vez mucho más de Infierno de todos, aunque el agregado de ambos libros es mucho menor a las interpretaciones y análisis dedicados a las novelas escritas por Pitol a partir de la década de los 70. La riqueza de la obra de Pitol se presta a muchas y distintas variaciones de comentarios. En cuanto a lo que se refiere a nuestro artículo, varias fuentes coinciden en que el mítico San Rafael del autor es un pueblo “fatídico y densamente maligno, sin ningún resquicio a la esperanza en su configuración semántica de la vida de sus personajes”48. Para Juan Vicente Melo, además, San Rafael es la morada, el hogar del que nunca podemos escapar, un sitio que corre parejo con “la imposibilidad de atrapar ese único instante en que se mueve el presente que configurará nuestro rostro futuro[...] Tiempo cercado, círculo de familia, infancia perdida, y apenas recobrada en el sueño, memoria y olvido...”49. El mundo de Pitol logra salir de los esquemas tradicionales de la literatura, argumenta Castro, porque el autor desvanece cualquier línea entre la realidad y la ficción, con la cual tiene un compromiso. “De esta forma”, agrega, “ no se miente respecto de lo acontecido en la realidad, sino se propone una realidad alternativa: el mundo de lo que podría haber sido”50. Sin embargo, tal vez la mejor introspección a la vida y obra del autor sea de Carlos Monsiváis, su gran amigo y compañero generacional, quien realizó un breve texto sobre Pitol para la entrega del año 1999 del Premio Juan Rulfo. En su primera etapa, nos dice, Pitol se ha especializado en representar la soledad, la cual se resume en la siguiente frase con la que ambos amigos comulgan, original de Pitol pero usada por Monsiváis para mejor describirlo: “Uno es una suma mermada por infinitas restas”51.

V. CONCLUSIÓN

A lo largo de este artículo he tratado de reflejar el paso del México rural y semi rural al México cosmopolita, no exento de atmósferas ríspidas, en la literatura de Sergio Pitol. El autor logra plasmar en Tiempo cercado e Infierno de todos la subjetividad de la época con varios cuentos fechados en los alrededores de la cintura del siglo pasado, una época de crecimiento económico, más no necesariamente ligado al desarrollo social. En los cuentos del autor vemos un país de contrastes que viven en la materialidad de las cosas y el espíritu de los protagonistas. Una nación que forja sus estructuras tras la violencia revolucionaria y, avanzadas las décadas del siglo XX, no logra olvidar su pasado, tal como lo viven los policromáticos hombres y mujeres de las narraciones de Sergio Pitol.


OBRAS CITADAS

      • Balza, José et al. Sergio Pitol. Los Territorios del Viajero. Ediciones Era, México, 2000.
      • Bru, José (compilador). Acercamientos a Sergio Pitol. Universidad de Guadalajara, Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, Departamento de Estudios Literarios, México, 1999.
      • Castro, Maricruz. Ficción, Narración y Polifonía. El Universo Narrativo de Sergio Pitol. Universidad Autónoma del Estado de México, México, 2000.
      • Krauze, Enrique. “Cuatro estaciones de la cultura mexicana” en Vuelta, No. 60, 1981, pp. 27-42.
      • Pereira, Armando, “La generación del medio siglo: un momento de transición de la cultura mexicana”, en Literatura Mexicana, Vol. 6, No. 1, 1995, pp. 187-212.
      • Pitol, Sergio. Tiempo Cercado. Ed. Estaciones, La Aventura y el Orden, Colección Dirigida por José de la Colina, México, 1959.
      • Pitol, Sergio. Infierno de Todos. Ed. Seix Barral, Barcelona, España, 1971.
      • Pitol, Sergio. Infierno de Todos. Ficción, Universidad Veracruzana, México, 1997. Primera Edición Publicada en 1964.
      • Pitol, Sergio. Infierno de Todos. Incluye un Prólogo de Teresa García Díaz. Serie Conmemorativa Sergio Galindo, Universidad Veracruzana, México, 2007 (Cuarta Edición). Primera Edición Publicada en 1964.
      • Pitol, Sergio. “Una Gestualidad Más Rica Que Lo Real. Entrevista con Javier Aranda Luna”, en Vuelta, No. 236, septiembre 1996, pp. 32-37. Disponible en www.letraslibres.com. Revisado el 15 de noviembre del 2014.
      • Pitol, Sergio. “Discurso de D. Sergio Pitol. Entrega del Premio Cervantes de Literatura en Lengua Castellana 'Miguel de Cervantes' 2005” (Pronunciado el 21 de abril de 2006). Disponible en www.uah.es/. Sin Fecha de Publicación, Revisado el 15 de noviembre del 2014.
      • Pitol, Sergio. Una Autobiografía Soterrada. (Ampliaciones, Rectificaciones y Desacralizaciones). Ed. Almadía, Oaxaca, México, 2010.
      • Prada, Renato. La Narrativa de Sergio Pitol: Los Cuentos. Colección Cuadernos, Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias, Universidad Veracruzana, México, 1996.
      • Serrato, Eduardo (compilador). Tiempo Cerrado, Tiempo Abierto. Sergio Pitol ante la crítica. Ediciones Era, Coordinación de Difusión Cultural, Dirección de Literatura, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1993.
1La nota del 4 de agosto del 2006 se titula “Piden intelectuales voto por voto” pero no está firmada a mi nombre, sino al genérico Reforma Staff, un seudónimo que se usa para firmar textos de reporteros que, por su falta de experiencia, no tienen derecho de rúbrica o la información proviene de un boletín. También se usa cuando un mismo texto es firmado por más de tres reporteros y la sucesión de nombres hacen imposible, por espacio y estética, la rúbrica de los mismos abajo de la cabeza y el “balazo” de la noticia. En resumen, Pitol dijo en la entrevista que a la democracia del país le vendría mejor dejar en claro el proceso por el cual ganó el panista Felipe Calderón. Al igual que otros escritores de su generación, el autor dejó en claro en 2006 que el ataque a la izquierda desde el poder traería consecuencias negativas para las instituciones encargadas de contar los votos y para el gobierno mismo, el cual nacería ilegitimado. Seguramente dijo cosas más interesantes, pero el boceto que redacté de la nota se ha perdido para siempre en los servidores y sistemas computacionales internos de Grupo Reforma. La nota aludida fue un “levantón” de un desplegado, reforzado con algunas entrevistas a los escritores firmantes.
2José Bru (compilador). Acercamientos a Sergio Pitol. Universidad de Guadalajara, Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, Departamento de Estudios Literarios, México, 1999, pp. 165-166.
3 Sergio Pitol. “Discurso de D. Sergio Pitol. Entrega del Premio Cervantes de Literatura en Lengua Castellana 'Miguel de Cervantes' 2005” (Pronunciado el 21 de abril de 2006). Disponible en www.uah.es/ y el sitio oficial del Premio Miguel de Cervantes. Sin Fecha de Publicación, Revisado el 15 de noviembre del 2014. El discurso no cuenta con numeración de párrafos, pero su brevedad facilita la búsqueda de citas que plasmo en este reporte.
4 Ibid.
5 INEGI. “Censo de población y vivienda 1940”, en el apartado correspondiente a la situación geográfica y poblacional de los estados. El censo se encuentra en su integridad en el sitio www3.inegi.org.mx y debe descargarse en formato xls para poder ser visualizado.
6 Pitol, supra.
7 Ibid.
8 Ibid.
9 Armando Pereira. “La generación del medio siglo: un momento de transición de la cultura mexicana”, en Literatura Mexicana,Vol. 6, No. 1, 1995, p. 212.
10 Ibid, pp. 201-202.
11Ibid, pp. 197-198.
12Ibid, p. 200.
13Ibid, p. 201.
14Enrique Krauze. “Cuatro estaciones de la cultura mexicana” en Vuelta, No. 60, 1981, p. 34.
15Ibid, p. 36.
16Ibid, p. 37.
17Sergio Pitol. Una Autobiografía Soterrada. (Ampliaciones, Rectificaciones y Desacralizaciones). Ed. Almadía, Oaxaca, México, 2010.
18Ibid, p. 12.
19Pitol, “Discurso de D. Sergio Pitol. Entrega del Premio Cervantes de Literatura en Lengua Castellana 'Miguel de Cervantes' 2005”.
20Pitol. Una Autobiografía Soterrada. (Ampliaciones, Rectificaciones y Desacralizaciones), p. 41.
21Ibid, p. 67.
22Ibid, pp. 117-118.
23Ibid, pp. 16-17.
24Ibid, p. 72.
25Ibid, p. 67.
26Sergio Pitol. “Una Gestualidad Más Rica Que Lo Real. Entrevista con Javier Aranda Luna”, en Vuelta, No. 236, septiembre 1996., p. 33. Disponible en www.letraslibres.com.
27Ibid, p. 35.
28Ibid, p. 36.
29Pitol. Una Autobiografía Soterrada. (Ampliaciones, Rectificaciones y Desacralizaciones), p. 18.
30Sergio Pitol. Infierno de Todos. Incluye un Prólogo de Teresa García Díaz. Serie Conmemorativa Sergio Galindo, Universidad Veracruzana, México, 2007 (Cuarta Edición). Primera Edición Publicada en 1964, p. 27.
31Ibidem
32Ibid, p. 34.
33Sergio Pitol. Tiempo cercado. Ed. Estaciones, La Aventura y el Orden, Colección Dirigida por José de la Colina, México, 1959, p. 11.
34Ibid, pp. 30-31.
35Ibid, p. 76.
36Ibid, p. 77.
37Ibid, pp. 119-120.
38Sergio Pitol. Infierno de Todos. Ed. Seix Barral, Barcelona, España, 1971, p. 76.
39Ibid, p. 83.
40Ibid, pp. 87-88.
41Ibid, p. 91.
42Ibid, p. 92.
43Ibid, p. 94 y p. 97.
44Ibid, p. 100.
45Ibid, p. 123.
46Ibid, p. 125.
47Ibid, p. 133.
48Renato Prada. La Narrativa de Sergio Pitol: Los Cuentos. Colección Cuadernos, Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias, Universidad Veracruzana, México, 1996, p. 24.
49Juan Vicente Melo. “Sergio Pitol: Del infierno terrenal” en Eduardo Serrato (compilador) Tiempo Cerrado, Tiempo Abierto. Sergio Pitol ante la crítica. Ediciones Era, Coordinación de Difusión Cultural, Dirección de Literatura, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1993, pp. 84-85.
50Maricruz Castro. Ficción, Narración y Polifonía. El Universo Narrativo de Sergio Pitol. Universidad Autónoma del Estado de México, México, 2000, p. 34.
51Carlos Monsiváis. “Sergio Pitol: el autor y su biógrafo improbable” en José Balza et al. Sergio Pitol. Los Territorios del Viajero. Ediciones Era, México, 2000, p. 27. 

ESTE TRABAJO SE PRESENTÓ POR EDUARDO PORTAS PARA MATERIA INTELECTUALES Y PODER EN LA HISTORIA DE MÉXICO, IMPARTIDA POR LA DRA. PAOLA CHENILLO EN LA MESTRÍA EN HISTORIA MODERNA DE MÉXICO, DE CASA LAMM. (DICIEMBRE 2014)

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