El México del medio siglo en la obra de Sergio Pitol. Un análisis histórico de los cuentos en Tiempo Cercado & Infierno de Todos
RESUMEN
En este artículo ofrezco diversos ejemplos de la
obra de Sergio Pitol en donde el autor describe al México de
mediados del siglo XX, así como los pensamientos e ideas que
circulaban en esa época a través de los monólogos y diálogos de
sus protagonistas. Este reporte toma en cuenta la mayoría de los
relatos que encontramos en Tiempo cercado e Infierno de Todos para
intentar comprender el ethos de ese México y su paso de una nación
enclavada en estructuras eminentemente rurales-semi rurales a una que
quiere llegar a ser industrializada y cosmopolita. Dicha tensión es
plasmada en los cuentos que se analizan en este reporte.
I. INTRODUCCIÓN
Este trabajo surge a partir de una entrevista que le hice a Sergio
Pitol en 2006, cuando yo trabajaba en diario Reforma. Recuerdo que
era una tarde lluviosa de agosto, unos días después de la polémica
elección del 2006 que ganó Felipe Calderón, cuando un editor de
mayor rango me pidió preguntarle a algunos intelectuales lo que
pensaban de los comicios. La petición me pareció extraña al
principio, tomando en cuenta que yo trabajaba en la sección de la
Política nacional y nunca había tenido contacto con los
intelectuales de México, salvo en alguna u otra lectura aislada de
la licenciatura. Así que me armé de valor y le pedí su agenda de
contactos a una de las jóvenes editores de la sección Cultura, algo
que se estila poco en el mundo del periodismo, en donde se privilegia
un directorio robusto y eficiente. Por azar mi mano cayó en la letra
“P” y marqué a casa de Sergio Pitol, sin saber mayor dato sobre
su trayectoria literaria e intelectual. El autor contestó rápida y
sintéticamente a mis preguntas, tal como soñamos los periodistas,
sin poses ni aspavientos. La impresión que obtuve del autor durante
el breve intercambio fue sumamente positiva. La nota se publicó esa
misma tarde en el sitio web y al siguiente día en el periódico
impreso, con algunas modificaciones, eliminando los testimonios1.
No sería sino hasta ocho años después cuando me topé de nuevo con
la figura de Pitol leyendo un texto para este posgrado. Ahora, con un
poco más de tiempo decidí profundizar en la extraordinaria obra del
autor, para mí prácticamente desconocida.
Dos de sus libros de cuentos dejan ver el paso del México
rural-semi rural al México que quiere ser urbano de las décadas de
los 50 y 60. Estos textos son Tiempo cercado (1959) e Infierno
de todos (1964), en donde Pitol traza una delgada línea entre
ficción y autobiografía a partir de su infancia en un pueblo
cercano a Córdoba, Veracruz, y la posterior materialización de un
México que quiere insertarse en la modernidad. La compacta prosa del
autor nos lleva de los últimos años de Porfirio Díaz a la fecha de
publicación de sus textos, pasando por la Revolución y la Guerra
Cristera. En ese mosaico, cada cuento es una tesela en donde vemos
una transformación de la sociedad nacional a través de sus
protagonistas, sus odios y sus pasiones. Como historiador, considero
que los documentos analizados son un valioso recurso para entender la
situación que vivía México en esos momentos, pues si bien son
ficciones creadas por el autor, el fundamento autobiográfico de la
obra de Pitol es tan imbricado que podemos situarlo de forma paralela
con otros documentos no ficticios de la misma época para intentar
comprender el esprit de corps del pasado y de las personas que
lo escribieron. La sensibilidad artística de Pitol nos puede
facilitar, tal vez, mayor comprensión de ese momento histórico que
un documento científico escrito por un autor con menor capacidad
para llegar a la esencia de las cosas. En este trabajo trataré de
mostrar esas pinceladas de los textos mencionados arriba que nos
remiten a la mutación social mexicana experimentada entre 1930 y
1960, sin olvidar, aunque sea de forma tangencial, los relatos que
están situados en los estertores del porfirismo y la Revolución.
Cabe señalar que Infierno de Todos incluye y modifica la
mayoría de los cuentos publicados en Tiempo Cercado. Como
regla, en este análisis tocaré el cuento en su forma original.
También es importante decir que existen varias ediciones de Infierno
de Todos y que cada una de ellas incluye nuevas modificaciones y
ligeros cambios al trabajo original de 1964. Sólo usaré esas
ediciones posteriores para hablar de cuentos que, en su caso, hayan
sido incluidos en esos trabajos subsecuentes. Este es un análisis
histórico, no uno literario, así que considero importante
remitirnos al documento original. Dicho eso, existen muchos
excelentes análisis literarios de la obra de Pitol que seguramente
serán más ricos para apreciar sus cualidades estéticas, sobre todo
aquellos que abordan las novelas que publicó a partir de la década
de los 70 tras esta primera fase cuentística.
A lo largo de este breve artículo desarrollaré primero los
elementos biográficos del autor para entender los dos libros
seleccionados; después, usaré como marco teórico lo que Pitol ha
dicho sobre el cuento como género, así como la literatura, para
tratar de comprender su obra; finalmente, expondré algunos ejemplos
de su trabajo en donde se encuentra el paso y el choque del México
rural al cosmopolita.
II. ALGUNOS DATOS BIOGRÁFICOS Y GENERACIONALES DE SERGIO PITOL
Sintetizo los siguientes datos del libro compilado por José Bru2.
Puesto que ninguno de los cuentos de Pitol analizados en este trabajo
ha sido fechado después de 1963, dejaré su larga y exitosa
biografía hasta mediados de los 60.
Aunque nace en Puebla el 18 de marzo de 1933, el autor pasa su
infancia en el ingenio El Potrero, Veracruz, en donde su familia de
origen italiano tiene algunas tierras. A los cuatro años fallece su
madre. Entre 1945 y 1949 asiste a la secundaria y la preparatoria en
Córdoba. Después, en 1950, viaja la Ciudad de México para estudiar
Derecho y aprovecha para asistir a algunos cursos de la Facultad de
Filosofía y Letras. En sus estudios legales es alumno del español
Manuel Pedroso en la clase de Teoría del Estado, en 1951, quien lo
guía a través de los clásicos de la literatura. Ese mismo año
asiste a los cursos de Alfonso Reyes y Diego Rivera en el Colegio
Nacional. En 1953 visita Cuba y Venezuela y en 1957 viaja a Nueva
York. Gracias a las invitaciones de Carlos Monsiváis y José Emilio
Pacheco participa en 1958 en las reuniones de la revista Estaciones.
Sus otros amigo escritores de esta época son Juan García Ponce,
Salvador Elizondo, Juan Vicente Melo y José de la Colina. Es en esa
revista donde por primera vez, a los 25 años, publica los textos
“Victorio Ferri cuenta un cuento” y “En familia”. Bajo un
seudónimo gana, ese mismo año, un concurso de la revista Aventura
y Misterio con el cuento “Amelia Otero”. Los tres serían
publicados en Tiempo Cercado (1959), en donde también se
incluyen “Semejante a los dioses”, “Los Ferri”, “La Palabra
en el viento” y “Un tiempo para la noche”. Los siete relatos
remiten a una asfixiante vida en el pueblo de San Rafael, Veracruz,
un lugar ficticio en donde los protagonistas, a través de las
décadas, llevan miserables existencias marcadas por la muerte, la
decadencia y la locura. Aunque la prosa se centra en ese contexto
rural, hay conexiones con la urbanidad, como veremos más adelante.
Un tiempo después, en 1961, viaja a Europa y pasa tiempo en Londres,
París, Ginebra y Roma, en donde pasa vive un año. En 1962 da el
salto hasta Pekín y ahí se queda otro año. En 1963 se instala en
Varsovia y reside ahí hasta mediados de 1966, cuando regresa a
México y reside en Xalapa para dirigir la editorial de la
Universidad Veracruzana (para estas alturas ya había trabajado en
otras editoriales). Antes de su regreso al país ya había publicado
Infierno de Todos (1964) en la casa editorial mencionada. Por
economía de espacio dejaré su biografía hasta ese año. La carrera
y la producción artística de Pitol requeriría de un espacio mucho
más amplio para hacerle justicia.
Vemos entonces que el autor es un viajero desde muy temprana edad,
lo mismo que un ávido lector de libros. Además, aunque nace en un
entorno rural, sus años de adolescencia lo pasa en Córdoba, una
localidad que contaba con más habitantes que los poco menos de tres
mil de su pueblo, de acuerdo con el propio Pitol3.
Su casa es grande, agrega, y el ingenio azucarero en donde habita
está rodeado de “cañaverales, palmas y gigantescos árboles de
mangos, donde se acercaban animales salvajes”4.
Tal vez lo mas interesante de Potrero, y lo que nos va pintando la
génesis de su obra, es la marcada división que existe entre las
familias con dinero, como lo es la suya, y los pobladores que viven
en la pobreza. De acuerdo con el autor la sección alrededor de las
16 casas más pudientes, en donde hay migrantes ingleses, americanos
y algunos mexicanos, está protegida por bardas altas y fuertes, las
cuales resguardan un club, una cancha de tenis, un restaurante chino
y una biblioteca con algunos libros en inglés. El objetivo es no
dejar que los obreros, minúsculos comerciantes y campesinos
traspasen hacia ese paraíso natural, que sin embargo, es una zona
tórrida e insalubre y la causa por la que Pitol se enferma de
paludismo. Hacia 1940, cabe señalar, la capital del estado tiene 39
mil 500 habitantes5.
Son los años más tiernos de cualquier persona, en donde las
impresiones que se viven en la niñez y la adolescencia marcarán
irremediablemente al individuo. Pitol no es la excepción a esa
regla. En sus primeros años hay ese choque de dos mundos que remiten
a lo rural y a lo semi urbano, al desarrollo de fierro y concreto por
el cual avanza gradualmente el país. Para 1950 ya está en la
metrópolis, apenas a los 18 años. Es ese traslado el que reflejan
los cuentos de Tiempo Cercado e Infierno de Todos. Tres
maestros en la Ciudad de México son determinantes en la metamorfosis
de nuestro autor: Don Manuel Pedroso, Alfonso Reyes y Aurelio Garzón
del Camino. El primero, tal como adelanté, lo orienta por la teoría
del Derecho con las grandes obras de Dostoievski, Sófocles,
Eurípides, Shakespeare, Balzac, Juan Bodino, Thomas Hobbes, Góngora
y Franz Wedekind. De Reyes alaba su capacidad para transformar y
renovar al castellano. Su capacidad va de la mano de la apertura,
recuerda Pitol: “En una época de ventanas cerradas, de
nacionalismo estrecho, Reyes nos incitaba a emprender todos los
viajes”6.
En específico, nuestro autor cita como lectura detonante de su vida
literaria el cuento “La cena”, de Reyes: “Buena parte de lo que
más tarde he hecho no es sino un mero juego de variaciones sobre aquel relato”, dice7.
El tercer mentor, Garzón del Camino, es otro español, esta vez el
director de correctores de estilo de Campaña General de Ediciones,
en donde Pitol trabaja en 1956. Los une su devoción por el humor y
la parodia. El ibérico le transmite la pasión por el idioma, en
donde el estilo es una “...destilación de los mejores segmentos de
la lengua. El objetivo fundamental de la escritura era descubrir o
intuir el 'genio de la lengua', la posibilidad de modularla a
discreción”8.
Sobre el exilio español opina que enriqueció a la cultura, al
crear atmósferas intelectuales novedosas para el país que ampliaron
los horizontes de los pensadores mexicanos.
En el paso a la Ciudad de México amplía sus horizontes literarios
cuando se junta con Pacheco y Monsiváis--como se dijo
anteriormente--y que, junto con el mismo Pitol, serán algunos de los
exponentes más lúcidos de la Generación del Medio Siglo, un
periodo de desarrollo intelectual y cultural mexicano que va,
aproximadamente, de 1940 y 1968. La tendencia cultural en este lapso,
de acuerdo con Pereira, es la disminución de la carga nacionalista y
la apertura intelectual hacia las influencias extranjeras y aquellas
relacionadas con el choque que produce el paso de un México rural a
uno urbano y cosmopolita9.
Ese mismo autor señala que en la década previa, es decir 1930, ya
habían desaparecido casi por completo las luchas de distintas
facciones armadas de la Revolución y los efectos de la crisis
económica causada por la nacionalización y reparto de tierras de
Lázaro Cárdenas. Esto permitió una relativa estabilidad social y
crecimiento económico en los gobiernos de Ávila Camacho (1940-1946)
y Miguel Alemán (1946-1952). El país entonces pasa de una economía
agrícola a una industrial. Se apoya a la empresa privada y al
capital extranjero y la nación crece gracias a la demanda de
productos requeridos por la Segunda Guerra Mundial, primero, y
después por la Guerra de Corea. Es un momento en que el gobierno
federal cambia el discurso cardenista inclinado al socialismo. Ahora
se lanza el discurso de la "colaboración entre clases".
Además, puesto que los partidos de oposición presentan una fuerte
debilidad interna y nula influencia entre las masas, el poder se
concentra esencialmente en el Presidente.
Los cambios sociales y económicos propician, por lo tanto, una
nueva sensibilidad en las artes y en la intelectualidad nacional. De
los intereses revolucionarios y rurales se pasa a inquietudes
provocadas por el choque que sucede entre las crecientes áreas
urbanas y el México tradicional. Los principales autores de la época
así lo revelan, primero con una ola un tanto más establecidos y una
segunda que inyecta nueva sangre al torrente cultural que se define
como la Generación del Medio Siglo. Ambos momentos, sin embargo,
encapsulan una producción que privilegia la crítica y la estética
de la poesía aplicada a las distintas manifestaciones del arte y la
vida misma. Son críticos de la cultura a nivel total10.
Es justo en los 40 cuando continúa la controversia entre la
literatura de contenido social, heredera en buena medida de la novela
de la Revolución Mexicana, y las corrientes de vanguardia,
inauguradas por el Estridentismo y el grupo de Contemporáneos,
retoman la batuta los poetas y narradores que se agruparon en torno a
las revistas Taller (1938-1941) y Tierra Nueva (1940-1942):
Octavio Paz, Efraín Huerta, Neftalí Beltrán, Rafael Solana y Alí
Chumacero, entre otros. Dentro de la primera corriente de literatos
de la Generación del Medio Siglo, destacan escritores como José
Rubén Romero, Gregorio López y Fuentes, Mauricio Magdaleno,
Francisco Rojas González, José Mancisidor, Ermilo Abreu Gómez,
Juan de la Cabada y Rubén Salazar. También está José Revueltas.
Cabe señalar que la diáspora española que llega a México desde la
segunda mitad de los treinta aporta ideas novedosas a esta corriente
de intelectuales, agrega Pereira. Sin embargo, es El Laberinto de
la Soledad de Octavio Paz, publicado en 1950, el libro que
detonaría esta nueva corriente crítica. Junto con los
planteamientos del grupo Hiperión, vendría a culminar con
una serie de reflexiones sobre el ser del mexicano iniciadas por
Samuel Ramos en los años treinta. El texto describe la muerte del
mexicano rural promedio a uno de corte urbano, pero con fuertes
influencias tradicionales. También toma más importancia la clase
media, más cosmopolita. Estas nuevas preocupaciones urbanas también
se aprecian en ¿Águila o sol? de Octavio Paz, La X en la
frente de Alfonso Reyes y Confabulario de Juan José
Arreola. El punto culminante es La región más transparente
(1958), de Carlos Fuentes, la cual se convierte en la gran novela
sobre la Ciudad de México. “Su obra es una síntesis narrativa de
muchos de los puntos de vista de Jesús Silva Herzog y Daniel Cosía
Villegas sobre la Revolución Mexicana, la cual es vista como una
revolución traicionada o institucionalizada, como una revolución
esencialmente usurpada por un pequeño grupo contra la gran mayoría”,
agrega Pereira11.
Es dentro de este contexto literario en donde se insertan los
representantes más jóvenes de la Generación del Medio Siglo. Son
la segunda y tal vez más conocida ola de autores. Se nombran así en
homenaje a la revista del mismo nombre que en sus inicios contribuyó
a agruparlos. Muchos de ellos venían de provincia -Humberto Batis y
Carlos Valdés de Guadalajara, Inés Arredondo de Sinaloa, Juan
Vicente Melo y Sergio Pitol de Veracruz, Jorge Ibargüengoitia de
Guanajuato, Juan García Ponce de Yucatán-, “buscando tal vez, en
la Ciudad de México, un horizonte más amplio para desplegar sus
inquietudes literarias”, anota el texto antes señalado12.
El Arco y la Lira (1956), de Octavio Paz, es un libro esencial
para todos, pues ahí se desarrollan los elementos esenciales de la
poesía, los cuales son aplicados por los literatos nombrados arriba
en sus principales cuenta y novelas. De acuerdo con Paz, los
principios poéticos son lo sagrado, la otra orilla, la parte
nocturna del ser, la noción de cambio o metamorfosis, la otredad, la
extrañeza, el vértigo, la revelación, el rito, la reconciliación.
La intertextualidad que aporta este marco teórico compartido provoca
que a lo largo de las obras de los intelectuales mencionados arriba
se tracen “túneles y pasadizos secretos…que comunican la obra de
Juan Vicente Melo e Inés Arredondo con la de García Ponce, Pitol,
José de la Colina, Elizondo o Sergio Fernández”13.
La segunda camada de literatos destaca por sus estrechos lazos de
amistad, la cual se potenció gracias al Centro Mexicano de
Escritores (1951). Ahí se apoya, por ejemplo, a Jorge
Ibarguengoitia, Tomás Segovia, Juan García Ponce, Inés Arredondo,
Vicente Leñero, Carlos Monsiváis, Salvador Elizondo, Fernando del
Paso y José Emilio Pacheco. Otra institución no menos importante
para la integración y consolidación del grupo fue la Coordinación
de Difusión Cultural de la UNAM. En cuanto a la producción
periódica, la Revista Mexicana de Literatura juega un papel
fundamental en tres épocas distintas: de 1955 a 1958, fundada y
dirigida por Carlos Fuentes y Emmanuel Carballo; de 1959 a 1962,
dirigida primero por Tomás Segovia y Antonio Alatorre y más tarde
por el propio Segovia y Juan García Ponce, y finalmente, de 1963 a
1965, bajo la dirección única de García Ponce. De forma separada
están "México en la Cultura" (del periódico Novedades) y
"La Cultura en México" (de la revista Siempre!), los dos
fundadas y dirigidas por Fernando Benítez.
Krauze,
por otro lado, reconoce la enorme aportación cultural de los
literatos del Medio Siglo y al mismo tiempo apunta que dicha
producción corre el peligro de ensimismarse. Los primeros textos
están marcados por el distanciamiento de la Revolución—para
algunos su muerte--y el existencialismo, en específico sobre lo que
significa ser mexicano. La devastación de la Segunda Guerra Mundial
y la bomba atómica marcan su desarrollo “De esa experiencia”,
dice el historiador, los jóvenes extraen incertidumbre,
escepticismo, un sentido de fatalidad y un temple crítico
permanente”14.
No es hasta la década de los 50 cuando se comienza a cuestionar la
obsesión temática de la mexicaneidad y las puertas se abren hacia
nuevos espacios intelectuales más cosmopolitas, pues se
“corría el riesgo de varar en
ensimismamiento, en solipsismo: era preciso abrirse hacia una
comunidad más amplia; romper, según la frase del pintor José Luis
Cuevas, 'la cortina de nopal'”15.
Con esta Generación se da por primera vez la institucionalidad de la
cultura, la burocratización académica, pues se inyecta dinero a
los proyectos de la UNAM y a otros centros educativos, como se dijo
más arriba. Se privilegian los viajes trasatlánticos desde las
instituciones, un rasgo diferenciador con respecto a las generaciones
intelectuales de mexicanos del pasado, lo que también conlleva, sin
embargo, al distanciamiento. El fin es aumentar su visión del mundo,
la cual es enriquecida por el marxismo existencialista que se imparte
en Europa. Dice Krauze de estos jóvenes urbanos, en su mayoría:
“...su huella inicial es haber nacido a la vida pública cuando los
afanes profundos de la Revolución se habían olvidado. De la guerra,
México salió claramente inserto en el contexto internacional”16.
La segunda ola, justamente a la que pertenece Pitol, la de mexicanos
nacidos en otros estados que llegan a la capital, exhibe la
ostentación burguesa de aquellos que se han servido de la
Revolución. Descubren las máscaras patrioteras, detestan el
discurso oficial y aprecian la riqueza vivencial que descubren en
otros países y reinterpretan a través de su subjetividad.
Pero la Generación del Medio Siglo también fue prolífica en otras
áreas de la cultura como la pintura, el cine y la poesía. El lector
puede revisar el panorámico texto de Pereira antes citado para
conocer con mayor detalle el desarrollo intelectual mexicano de esta
época en dichas áreas de la cultura.
III. LA
IMPORTANCIA DE LO VIVIDO: EL CUENTO Y LA LITERATURA PARA SERGIO PITOL
El libro Sergio Pitol. Una biografía soterrada, ofrece uno
de los mejores vistazos a los planteamientos teóricos del autor17.
En los próximos renglones delinearé un breve marco de pensamiento
alrededor de la literatura y el cuento usando sus propias palabras
contenidas mayormente en ese libro.
Para empezar, considera que vida y literatura son inseparables.
Desde muy temprana edad asimila la lectura como un hábito y como un
viaje a otros mundos. Su abuela, con quien pasa largas tardes, es una
ávida lectora de novelas, en particular de Tolstoi. El paludismo del
autor lo obliga a pasar tiempo en reposo, el cual aprovecha para leer
a Verne, Stevenson, Dickens (se identifica con los niños huérfanos
que inmortaliza el inglés) y la La guerra y la paz.
Para su adolescencia tardía ya está familiarizado con Proust,
Faulkner, Mann, la Wolf, Kafka, Neruda, Borges, los poetas del grupo
Contemporáneos, mexicanos, los del 27 españoles, y los clásicos
españoles. Para él, la documentación de las distintas etapas se da
a través de los libros. Sin embargo, no es hasta 1956 cuando se
inicia en la escritura. A esa edad, cuando apenas tiene 23 años,
Pitol dice que lectura y escritura se unen en una sola. La materia
prima de sus narraciones son manías, terrores, fobias, esperanzas.
“En buena parte la imaginación deriva de mis experiencias reales,
pero también de los muchos libros que he transitado. Soy hijo de
todo lo visto y lo soñado[...] pero aún más ampliamente de la
literatura”, escribe18.
Admira al gran escritor ruso Antón Chéjov y la tensión que logra
en cada uno de sus cuentos. Lo mismo aprecia en Borges y Carpentier.
Sobre Cervantes anota que El Quijote es uno de los mejores
ejemplos de la literatura en donde la tensión transcurre entre la
demencia y la cordura. La demencia le otorga libertad en sus andanzas
y la capacidad de flexionar su imaginación. “Lo cómico allí es
aparente, pero en el subsuelo del lenguaje se esconde el espejo de
una época inclemente, un anhelo de libertad, de justicia, de saber,
de armonía”, dice Pitol19,
características notorias en los dos libros de cuentos analizados en
este texto. Es una línea muy delgada, la diferencia entre lo real y
lo onírico, que el autor admite cruzar, en especial cuando escribe
sus obras más maduras. Pero nuestro autor es claro en definir a la
realidad como su principal abrevadero: “Aún y siempre considero la
realidad como madre de la imaginación”20.
Tal vez es por eso que sus protagonistas permanecen, en sus propias
palabras, en una especie de oquedad y sólo presienten que desde el
subsuelo hay una luz tan deslumbrante “que sus ojos no podrán
resistir. Prefieren no aproximarse a la verdad, alejarse de cualquier
riesgo”21,
tal como sucede con los personajes de Tiempo cercado e
Infierno de Todos. Para llegar ahí la escritura debe rozar la
sombra de la experiencia personal, de un imaginario específico,
opina, y deja testimonio personal de la mutación constante del
mundo22.
Para él. la escritura cuenta con una Forma, la cual es resultado de
toda su vida: su infancia, sus experiencias, sus libros y su
intuición.
¿Cómo aborda Pitol el proceso de escritura de un cuento? Es un
proceso en donde se adelgazan anécdotas sobrepuestas a un corriente
subterránea, un misterio, tras una escritura oblicua. Lo comenzamos
a ver en Tiempo cercado, la
cual es una especie de “deuda” a los relatos que le contaba su
abuela y su vieja sirvienta en El Potrero. El tema general es la
decadencia de los colonos italianos de la región de Huatusco,
Veracruz, “irrealizadas y degradadas por el paso del tiempo, la
presencia de la Revolución con sus cargas de violencia, fracasos y
sueño truncos”23.
Son largos monólogos y reflexiones en donde se narran las
vicisitudes de la familia de su abuela, la lucha armada, la viudez en
plena juventud, los ranchos destrozados. Su misma infancia brota y se
mezcla con el legado de familia, pues la infancia es una caja de
Pandora, la “fuente ubérrima de historias, de prodigios y
equívocos[...] los ecos de esas voces de repente me aturden, pero
permito que me lleguen”24.
Tiempo cercado, recuerda,
es un libro casi secreto. De la
edición original sólo hubo unas 200 copias, financiadas por él
mismo y José de la Colina. Los dados han sido echados, aunque las
historias tomarán una Forma distinta con el paso de los años:
Tanto los protagonistas de mi primera época narrativa, seres que viven a golpes con la vida e irremisiblemente mueren de mala manera, o desaparecen sin que nadie supiera a dónde se dirigen, o en que lugar del infierno se han acomodado, como la fauna esperpéntica que puebla mis últimas farsas, surgida de una tensión intensa en el momento de su creación. Se trata del combate interior de dos corrientes antagónicas: el deseo de desgarrar el cordón umbilical y el placer de volver a la tibieza del seno materno. Mis procedimientos provienen de esa zona invisible; el relato es complejo y se desarrolla en un tiempo dislocado; las tramas iniciales son relatadas por diversos testigos; los escenarios y los personas, descritos a través de enfoques diferentes, siempre sombríos25.
Describe cosas que conoce de
Veracruz. Atraído por el teatro, trata de aplicar sus historias para
ese medio, pero la Forma se lo niega. “...lo que había hecho era
el esquema de un cuento. Me bastaba sólo añadirle algunos toques,
poner un poco más de atmósfera, darle más cuerpo o sombra a alguno
de los personajes y el relato estaba listo”26.
Los relatos de la juventud de su abuela coinciden con la entrada o
salida de tropas revolucionarias de la región, adulterios, fugas de
mujeres o hijas, raptos, y tragedias familiares. El autor señala
que percibe ese mundo desde la visión de un niño enfermo. Ahí
aparecen las sombras, los ecos del mundo infantil. El ejercicio de
esa primera escritura le sirve como “experiencia vicaria”,
recuerda, para desprenderse del dolor provocado por la pérdida de
sus padres y su paludismo. Su atmósfera cotidiana pasa en casas
abandonadas, destartaladas, rancherías improductivas. Aún no se
vislumbra el humor y la parodia de sus novelas publicadas en la
década de los 70, más gestuales e influenciadas por el ambiente
alrededor de los cineclubes que conoce en la Ciudad de México y por
los relatos de Faulkner27.
El proceso alrededor de algunos
cuentos de Infierno de Todos es
algo diferente, pues esa obra incluye algunos de los relatos de
Tiempo cercado y otros
nuevos. La distinción radica en que para la publicación de esa
obra, en 1964, Pitol había dejado el país, harto de todo, con la
necesidad de un cambio en su vida. Por eso parte en 1961 a Europa
cuando tiene 28 años de edad. De hecho, todos los cuentos que
escribe a partir de esa fecha coincidirán con otros 28 años que
pasa afuera de México, sólo para regresar ocasionalmente. En sus
viajes descubre un lenguaje diferente—la Forma que mencioné más
arriba—lo cual se nota claramente en el cuento “Cuerpo presente”,
como veremos más abajo y subrayan las diferencias entre la tierra
rural de su infancia y la atmósfera cosmopolita que ahora
experimenta. Los viajes lo marcan. Le permiten rescatar mayores
fuerzas, rasgos de su temperamento, de su personalidad, que quizás,
de otro modo, habrían tardado en manifestarse, afirma el autor. Su
escritura es el cauce natural para esa mutación:
Escribir es todo eso: las muchas horas ante el cuaderno y la máquina de escribir, pero también los bares, las fiestas y los viajes, las discusiones, los amores y las catástrofes que ocasionan, los hospitales y las convalecencias, las conversaciones y discusiones con los amigos[...]Esas instantáneas recogidas aquí y allá, al llegar a la mesa de trabajo puede expandirse hasta crear al personaje. Como quiera uno verlo, escribir es un acto intensamente vital28.
A partir de este momento, la realidad se hace más dúctil y
enmascarada. El espacio dicta las nuevas Formas. Los protagonistas
son movidos por pulsiones, crispaciones, reconciliaciones, que le
permiten construir a Pitol una visión oblicua de las cosas. Sus
personajes son por lo general “todos mexicanos, con sus
vicisitudes, extravagancias y remordimientos a miles de kilómetros
del lugar donde dejaron enterrado su cordón umbilical”29.
Pero en el mítico San Rafael de Tiempo cercado, que aún se
filtra en Infierno de todos, todo es más bien maldad,
venganza y la presencia de lo demoníaco, “lo que congela del
desarrollo de la trama, paraliza a los personajes y crea un
innecesario y estorboso clima de perversidad”, dice el autor en la
prólogo de la segunda obra mencionada30.
La esencia de sus letras está contenida en esa “rugosa capa
primigenia, la unidad de su existencia es la literatura”, todo está
contenido en ella. “Más que un espejo es una radiografía: es el
sueño de lo real”31.
Con su llegada a Europa, el escritor dejaría ese mundo de México
rural y avanzaría con mayor seguridad hacia lo cosmopolita. Esa
dualidad se aprecia más claramente en estos primeros cuentos, en
donde le parece que escribir “es un acto semejante al de tejer y
destejer varios hilos narrativos arduamente trenzados donde nada se
cierra y todo resulta conjetural”32.
IV. DEL MÉXICO RURAL
AL URBANO: EXTRACTOS SELECCIONADOS DE TIEMPO CERCADO E
INFIERNO DE TODOS
Tiempo cercado (1959) incluye siete relatos: “En familia”,
“Semejante a los dioses”, “Los Ferri”, “La palabra en el
viento”, “Victorio Ferri cuenta un cuento”, “Un tiempo para
la noche” y “Amelia Otero”. No revisaré todos los cuentos en
este reporte, sólo aquellos en donde el autor hace referencia clara
a momentos históricos o geografías rurales o urbanas que podemos
relacionar con México. Es decir, dejaré de lado “La palabra en el
viento”. Esto no es tan fácil como podría parecer. Como se dijo
anteriormente, Pitol tiende a cubrir el quid de sus historias
bajo una gruesa capa de referencias veladas, una prosa que más bien
es un monólogo y protagonistas desconocidos para el lector hasta las
últimas líneas de sus cuentos o desconocidos por completo. A veces,
sus cuentos son una especie de queso suizo en donde el subsuelo está
conectado, de forma intratextual, aunque sea tangencialmente, por
túneles y pasadizos con otros cuentos, pero en diferentes épocas y
con diferentes protagonistas. Dicho eso, cuando logre detectar las
referencias históricas incluidas por Pitol dejaré sus palabras y
sólo haré breves comentarios alrededor de las mismas.
El primer cuento de que hablaré se titula en “En familia”. La
historia transcurre durante la revolución en un pueblo dilapidado,
sangrado. Es un sitio en donde “la dispersión es la regla” de
donde las familias con solvencia económica salen para nueva vida en
París, Nueva York o San Antonio. Los que se han quedado en el pueblo
sufren y se “hunde en sus sudarios”, describe una narradora
desconocida. Algún bando de los revolucionarios ha vencido, pero no
se sabe cuál. En la calle hay tiros de celebración. Leopoldo, uno
de los sobrinos de la narradora, está con ellos. Hay tensión entre
los familiares, pues la familia de la mujer ha luchado del lado
opuesto al de Leopoldo, quien la cuida mientras pasa la violencia
contra los derrotados, quienes “han dejado de ser los mandarines”.
Entrelazado hay una historia de desamor entre la narradora y su
desaparecido esposo Ramón. Lo odia por la forma en que la trata,
pero abraza sus insaciables avances carnales. Sus hijos son Arturo y
Adriana, quienes intercalan voces en la narración para describir
cómo su madre se enamora tórridamente de Leopoldo y los cambios que
éste trae a su casa y a su vida. Se ha convertido en otra. Al final,
Ramón regresa a su casa y es muerto por un contubernio entre su
esposa y Leopoldo.
¡Cuán difícil me es precisar, abarcar, la imagen de los revolucionarios!; día tras días escucho las versiones más desordenadas, pero todas coinciden en su condenación. Doña Isabel, Rafaela, don Cosme de la Peña, no encuentran adjetivos lo suficientemente acervos para calificarlos. ¡Atilas entregados a la depredación, al saqueo y a la violencia! ¡Y mi sobrino Leopoldo está con ellos!33
Creo que en este primer relato el simbolismo es claro. La Revolución
es un tiempo de cambios, de violencia, de romper con el antiguo
régimen y de crear nueva vida a costa de la sangre. De una vida
plácida se pasa a una llena de incertidumbres que al mismo tiempo
trae tristeza pero también nuevas experiencias. Es el paso del
México viejo al México nuevo, nacido en el torbellino de la
Revolución.
El segundo cuento, “Semejante a los dioses”, nos sitúa en otro
pueblo con la guerra cristera como telón de fondo. El poblado ha
sido devastado por la muerte que ha traído ese conflicto. Entramos
en la mente de un fanático muy joven que está a punto de ser
fusilado. Ha quemado el sitio en donde se encontraba su padre (un
sumiso religioso) y otras personas porque no comulgaban con sus ideas
sobre la fe. Todo su vida ha sido repudiado por su extrema creencia
religiosa, pero ahora, con el inicio del conflicto entre el gobierno
y la Iglesia:
[…] cuando la palabra persecución aplicada a los otros[...] adquirió un sentido palpable e inequívoco, y aquellos que antes lo repudiaran sentían el temor y la humillación de ser vigilados, y los templos ofrendados al culto fueron convertidos en cuarteles o simplemente cerrados, y los santísimos corazones de Jesús fueron retirados a los escondrijos menos visibles de las casas, y los sacerdotes encarcelados y ahuyentados, y a algunos muñecos grotescos se les vistió con sotanas y casullas para exhibirlos desvergonzadamente a la mofa pública, y el escarnio se ciñó sobre iglesias y santuarios, y las viejas chillaron en las plazas y mercados, y las actividades de su padre se crecieron intempestivamente, y sus visitas a celebrar el servicio en los pueblos vecinos, Peñuela, Amatlán, Coscomatepec, San Rafael, con la concupiscencia de las autoridades y los ojos acechantes de los hombres del culto perseguido, y la cárcel y el paredón fueron la diaria ración de dolor y sacrificio para un clero que él veía demasiado sumiso y abnegado, y frente a él y a su pretendido candor recayó lo más acerbo que guardaban las miradas, y se le escupió y vejó por considerarlo como un enemigo de Dios, cuando en verdad era su instrumento, su fórmula de castigo, su flamígera espada, el ángel portador de su venganza, sintió deseos de confesar su amor, decantado a través de tantos años de almacenaje clandestino, por el credo en desgracia, pero el sentimiento de que ellos hubiese sido el obrar con alocada precipitación lo detuvo justo a tiempo[...]34.
Aunque nunca se menciona el adjetivo “cristero”, la
trama de esta historia nos remite, de nuevo, a la violencia entre dos
o muchos bandos, actuando en locura, destruyendo a los otros con
órdenes del centro político, a pesar de que no se comprenden las
razones de dicha guerra. Pero en las serranías y la periferia, nos
deja ver Pitol, esas razones pasan a segundo plano. El clima
posterior a la Revolución es aún convulso en estos sitios. No ha
llegado la urbanidad y la aparente calma posrevolucionaria que tal
vez viven los capitalinos de México. Aquí, enardecidos por la fe,
los pobladores funcionan bajo estructuras maniqueas para enjuiciar al
otro, lo cual lleva a la locura y la muerte, como lo constata el
protagonista.
Con “Un tiempo para la noche”, el autor da un salto cualitativo
en el tiempo y relata, desde el punto de vista de una mujer sin
nombre, un triángulo amoroso entre Emilio, su amante, y Nora, la
esposa de éste. El cuento alude a un poblado llamado Las Cruces, en
donde la protagonista citadina tiene una propiedad. La mujer quiere
venderla para olvidar el tiempo que pasó con Emilio en esa casa,
ahora enterrado en un cementerio del pueblo, e irse de viaje por
Europa y ahorrar el resto de su dinero para su vejez. Pitol describe
que Emilio, un guionista de cine, gusta de ir a Las Cruces para
robustecer sus argumentos, y rescatar para sus ojos una “sensibilidad
que permanecía inamovible” a pesar de los automóviles, las
cámaras y los turistas de la modernidad. La mujer y él son
descritos como un binomio citadino que incursiona en ese mundo rural
para escapar de su gris realidad, para sentir lo que ya no viven en
sus vidas cosmopolitas.
El entusiasmo de Emilio se crecía tan pronto como abandonaba la ciudad; y era entonces también cuando la comunicación fluía sin el menor tropiezo, cuando el uno encontraba su espejo en la mirada del otro, sin que los extraños pudieran mediar entre ellos, sin que lograse asomar ese flujo de disipación y hastío que en México diluía sus vidas. El viaje a Las Cruces les ligaba nuevamente con la tierra, les entregaba a un mundo que no habían dejado de añorar y cuya nostalgia frecuentemente los envolvía35.
Sería difícil escoger pasajes más bellos para describir la
transformación que vive México cuando escribe este cuento. El autor
logra captar el México del Medio Siglo y, si le hacemos caso, es
espíritu de ennui que también sienten los mexicanos más
cultos, más ligados al paso del cambio que se vierte sobre ellos sin
que puedan hacer nada al respecto, mas que tratar de conllevarlo con
amantes, distracciones metropolitanas, museos, cafés. Como vimos más
arriba, es difícil desprender aquellos aspectos autobiográficos de
la obra del autor.
Ahora, en cambio, el pueblo florecía: los ciruelos se habían cubierto de un follaje tupido y lujurioso, cuya contemplación terminó por abatirle aún más el espíritu, pues ello no era sino la inequívoca advertencia de que las cosas se movían, se transformaban, se deslizaban; de que fuera de ella había un orden que rigurosa y mecánicamente se cumplía. Era la señal irrecusable de que el tiempo cercaba sus objetos para atraparlo todo, sin que frente a él hubiese alguna posibilidad de excluirse. Ante el tiempo las rutas de la evasión quedaban definitivamente proscritas36.
Otros tres cuentos de Tiempo cercado incluyen referencias
revolucionarias. El autor los intercala en el libro, sin orden
cronológico aparente, en historias dentro de historias, como
matrushkas rusas (tal vez influencia de Borges). Los textos son “Los
Ferri”, “Victorio Ferri cuenta un cuento” y “Amelia Otero”.
Todos hablan del mítico pueblo de San Rafael. El primero pinta la
caída en desgracia del clan al momento que surge el levantamiento
armado, el cual coincide con las pasiones, lujurias y desamores de
sus integrantes (en particular de las mujeres). Después, Victorio
Ferri nos mete en su locura en un monólogo en donde describe las
infidelidades de otros miembros de su familia. “Amelia Otero” es
el último cuento del libro. En un esfuerzo de síntesis, tocaré
sólo ese relato.
Aquí, el pueblo de San Rafael ha sido mucho más robustecido por el
autor. Las descripciones del sitio son largas y detalladas. Amelia,
la titular, es una habitante del mismo que transforma su vida a
partir de la llegada de un grupo de zapatistas, incluyendo al general
Rubio, su amante. La relación es un escándalo en el pequeño
poblado, pues Amelia está casado con otro hombre, Julián, que ha
tenido que escapar del sitio porque pelea en otro grupo de la
Revolución. El hombre regresa y Amelia deja todo atrás, incluyendo
a sus hijos, para vivir con el general Rubio. De nuevo, vemos a una
protagonista que vive un romance prohibido que termina en tragedia.
Sin mayor explicación, el general Rubio muere de un balazo una noche
en que ambos regresan al pueblo. Ella es detenida. Pasado un tiempo,
sale de la prisión y se recluye 15 años en su casa. El tiempo sigue
su paso y al final de la historia vemos a una protagonista de 70
años, patética, vestida como a principios de siglo XX, pero acabada
por la vida. Ahora bien, lo más interesante de este cuento es la
forma en que Pitol juega con el tiempo. Al principio del relato nos
presenta un San Rafael contemporáneo, un sitio que ha sido vacunado
contra la modernidad en la que Pitol escribe su relato, en la década
de los 50. Nada, o muy poco, ha cambiado en el pueblo desde que pasó
la Revolución. Su anterior gloria, la de los tiempos anteriores de
la revuelta, jamás volverá.
Amelia Otero es el pueblo mismo. Su decrepitud es reflejo de la
decadencia de San Rafael, un lugar que “vive de milagro” a
mediados de siglo XX. Los forajidos de la Revolución, los
pistoleros, los mugrientos, lo han vuelto un triste rumbo, tal como
ella lo es tras la muerte de su amante. Ella debe vender sus joyas,
tierras, todo, para salir al paso. No salió del pueblo al comenzar
el conflicto armado y ahora San Rafael ejerce una especie de
maldición que no la deja olvidar sus errores. La mujer lleva en sus
mismas carnes el sufrimiento que ha fustigado al lugar físico y al
cual no le ha hecho justicia la Revolución. Es el mal gusto
materializado y sólo después de develar capa tras capa de fealdad
se vislumbra un dejo de luminosidad, de algo que alguna vez fue bello
y lleno de esperanza y ahora ya no lo es. También es el México
posrevolucionario: un sitio que avanza por la modernidad en ciertos
espacios, con ciertos grupos poblacionales, y otro, el de la mayoría,
que se ha quedado en el atraso social del porfiriato. El visitante a
San Rafael, al cual la narradora se refiere como muchachito a lo
largo de la historia, ve a Amelia con sus propios ojos y la describe
así:
Se trata de una anciana ataviada de las estrafalaria manera que se puede imaginar: un vestido de ceremonias, muy a la moda de la primera década del siglo, de grueso género de verde opaco; la cola larga y luida parecía atorarse a cada momento entre los guijarros de la calle, haciendo más penosa aún la marcha; una boa desteñida y marchitas plumas se enredada, con torpe gracia, a su cuello; se apoyaba en una elegante caña de bambú con puño de oro; el cabello, desastrozamente teñido de un dorado con reminiscencias de yodo, estaba recogido hacia la parte superior en una informe madeja; la cara era la culminación de todo lo que el mal gusto podía alcanzar en esos afeites...[En sus ojos] estaba fija la mirada salvaje y tierna que se paseaba por todos los registros de la pasión, y que de impresionante modo podía traslucirlos todos a la vez, de la ferocidad más acedrada a la más piadosa de las ternuras, desde el arrojo más decidido o al más conmovedor de los temores37.
El análisis de Infierno de Todos es un poco más sencillo.
Para este reporte tomaré en cuenta el texto de 1971 publicado por
Seix Barral, el más cercano que pude conseguir a la fecha de salida
original de la obra, es decir, 1964. Hago esto porque Pitol es bien
conocido por modificar sus libros en ediciones posteriores a la
original. Pero no sólo eso, el orden mismo de los cuentos
también es modificado en las distintas ediciones de esta misma obra,
lo cual, en sentido estricto, modifica el entendimiento de la misma.
En el texto de 1971 nueve cuentos aparecen en el siguiente orden:
“Victorio Ferri cuenta un cuento”, “Amelia Otero”, “En
familia”, “Semejante a los dioses”, “La casa del abuelo”,
“Pequeña crónica de 1943”, “Los Ferri”, “Cuerpo presente”
e “Ícaro”. Como se puede apreciar, cinco de estos relatos ya han
aparecido en Tiempo cercado: “Victorio Ferri cuenta un
cuento”, “Amelia Otero”, “En familia”, “Semejante a los
dioses” y “Los Ferri”, los cuales no retomaré para esta
segunda parte del análisis. Existen otros trabajos en donde se
analizan las diferencias estilísticas entre la versión original del
cuento y las reediciones que han aparecido después. El fondo de la
historia y lo útil para este trabajo ya ha sido mencionado arriba.
Tampoco hablaré de “Ícaro”, ni de “Un hilo entre los
hombres”, el cual aparece en las ediciones de Infierno de todos
publicadas por la Universidad Veracruzana, pero no en la de Seix
Barral. En ambos casos, me parecen narraciones que tienen una
relación poco clara con el objetivo de este trabajo. Para mayor
referencia, el lector puede revisar la lista parcial de las distintas
versiones de Infierno de todos que se encuentra al final de
este artículo.
Infierno de Todos es un libro en donde resalta la experiencia
viajera de Pitol. Los cuentos que se agregan a la base sentada en
Tiempo cercado abren nuevos mundos, nuevos espacios
geográficos, antes sólo delimitados a San Rafael y sus alrededores
así como la Ciudad de México. Ahora vemos textos firmados en
ciudades europeas desde donde Pitol crea personajes mexicanos que, a
pesar de su lejanía geográfica, continúan con problemas y
pensamientos que los arrastran a su patria. Las incursiones hacia su
interioridad reflejan ese cambio que hemos tocado más arriba que
fluctúa entre el México rural y semi rural, violento, y aquel que
quiere llegar a la modernidad tras la Segunda Guerra Mundial.
“La casa del abuelo”, fechado en México en 1959, describe el
traslado del niño Ismael Rebolledo de México a Córdoba, en donde
habita su familia. En el trayecto, Pitol nos cuenta cómo es que el
niño se percata, a través de una foto, que su madre realmente es
una de sus tías. La suya se ha suicidado en un río (tal como pasó
con la verdadera madre del autor). En México lo cuidaba una nana,
pero ahora Ismael debe regresar a casa de su abuelo, en donde habita
sus tíos, para insertarse en una nueva y oscura trama familiar.
Dicho eso, el autor traza un lienzo del México de mediados del siglo
pasado cuando describe a Córdoba y el tren que Ismael debe tomar
para regresar a ese lugar de Veracruz. Podemos intuir por la edad de
Ismael que la trama se sitúa en los primeros años de la década de
los 40. Tal vez por eso el tren juega un papel central en el cuento,
que si bien describe también a algunos automóviles, no son un
espacio en donde los pensamientos de Ismael se mueven al mismo tiempo
que el ritmo de los vagones sobre las vías. Podemos decir que el
movimiento arriba del ferrocarril es interno. Ismael hace sus
reflexiones más lúcidas cuando viaja de la capital a Córdoba,
mientras que el automóvil es usado sólo para exponer parcos
diálogos de movimiento externo, los
cuales dan punto final al relato. Pitol ocupa buena parte del
texto para insertar al lector en los vagones del México del Medio
Siglo, entre modernidad y pasos que nos acercan a ella. Nos es
difícil trasponer al protagonista del cuento con el autor después
de leer el siguiente pasaje:
La señora y el perro de lengua inquieta y caprichosa habían descendido varias poblaciones atrás. Los asientos de enfrente y el de al lado estaban desocupados. Se tendió boca abajo, apoyó los brazos en el pasamanos, y con la cara apretada contra los cristales se puso a mirar el paisaje cada vez más rico en verdes, más florido. En la diferencia con los llanos de vegetación raquítica y desolada cruzados hacía poco hallaba un buen presagio. El calor del trópico volvía el cuerpo húmedo, pegajoso, confortable, y él, tendido en el asiento con los zapatos sobre el terciopelo y los ojos prendidos en las casuchas de tejamanil donde libremente trepaban las buganvillas, se entregaba, amodorrado, a la amarillenta caricia del crepúsculo38.
Le sigue “Pequeña crónica de 1943”. Fechado en Marburgo,
Alemania, en 1961, este relato continúa la vida de Ismael Rebolledo
en Córdoba, años después de su traslado desde México. Ahora es un
joven que asiste al funeral de Don Federico, su abuelo. El funeral se
realiza en la casona en donde Ismael ha vivido, la cual representa al
antiguo México que ahora se derrumba junto con la muerte del chozno.
A lo largo del cuento, Pitol ofrece descripciones que contrastan la
vida de Córdoba con la de la Ciudad de México. La primera avanza,
pero mucho más lento, hacia una realidad urbana. Vemos mutaciones en
los personajes y en las descripciones del sitio en donde viven y las
relaciones que guardan entre ellos.
La decadencia del inmueble refleja en cierto modo la pérdida de prestigio de aquel sector de la ciudad. El hotel Zevallos, la nevería de moda, las tiendas de buen gusto, dan a los portales del otro lado del zócalo un tono de elegancia que éste, el próximo a los Rebolledo, se ha extinguido totalmente. Han abierto una cantina con billares, varios puestos de aguas frescas, un cafetucho de medio pelo, y, para colmo, en una de las esquinas instalaron la terminal de los autobuses urbanos, y la de las líneas de segunda clase que cubre el trayecto a Orizaba; de tal suerte que hay siempre bullicio, movimiento, atados de pollos, cestas de verduras, pitidos de cláxones, borrachos y olor a fruta podrida en los alrededores de la casa39.
El siguiente extracto liga la magra fortuna de los Rebolledo,
dilapidada durante décadas, con el Córdoba de ese momento. Ismael
piensa en lo que realmente opinarán los familiares que han asistido
al funeral de su abuelo:
No podían disimular una satisfacción casi delictuosa que se filtraba a través del barato deslumbramiento ante el pasado, y de la sospecha, casi certidumbre, de que la fortuna familiar estaba agotada, por lo que, un día no lejano, habrán de ver abrir (como en casa de los Tres Gallos, como en casa de las Durán) locales de comercio en la planta baja del edificio, y contemplar, poco más tarde, el traslado de la familia a un apartamiento, a una casita de los alrededores para poder rentar la casona a alguien más emprendedor que instalara en ella un buen hotel, una clínica, tal vez un colegio. --Y no me parecería mal. Estas casas no tienen ya sentido. --Vivimos en una democracia. --¡Claro!
--¡Qué duda cabe!40
En el texto también se hace referencia a la repartición agraria de
Cárdenas (aunque no se menciona al ex Presidente) y cómo es que los
Rebolledo han perdido su hacienda El Olvido por esa causa. Los
cambios en Córdoba no han sido aceptados fácilmente. Sus habitantes
detestan que la capital influya en sus costumbres. Ya en sus últimos
años, recuerda Ismael, el abuelo dio clases de Historia nacional
para que los jóvenes tuvieran una educación verdadera, desligada
del influjo del centro:
“¿Quién velara, si nosotros la descuidamos, por la juventud cordobesa? Hay que darle a los muchachos una idea cabal de lo que significa la vida, la cultura, la historia; preservarlos de la enseñanza que puedan impartirles esos abogadillos o medicuchos con que la capital nos está inundando, sin experiencia alguna, llenos de confusión, de parlanchinería. No es que yo esté en contra de las convicciones de nadie, nada de eso. ¿No me he honrado acaso con la amistad de Obregón, de Calles, presidentes salidos de la Revolución, radicales hasta donde se puede serlo, pero, eso sí mantenedores del orden, del respeto a la propiedad, sin lo cual ningún país puede marchar por las cauces del progreso?” [Ahora cambia la voz a Ismael] Razón seguramente compartida por la gente bien de la ciudad, a la que se debía que la escuela se fuera llenando de ancianos desvencijados, y que convertía los cursos en una catarata inagotable de anécdotas, de recuerdos, de chismes41.
La influencia urbana no puede ser buena para lo que queda de su
familia, piensa Ismael, tan acostumbrada a una vida semi feudal,
acomodada, que ahora amenaza con desaparecer. Así describe el futuro
de sus tíos:
Dolor de tener que desprenderse de los candiles, de los muebles de cedro y de nogal, de los espesos muros y la pesada techedumbre, porque sin ellos la tía Rita y Octavio seguramente se convertirían en seres cotidianos, iguales a la mayoría de las personas que diariamente uno se encuentra por la calle[...] Sin la casa vendrían a convertirse en nada, en gente de la ciudad, para dejar paso a otros seres que, más potentes, más nuevos, con profesiones o con planes o con esfuerzo, visión, dinero, ambiciones, subirían al escenario que ahora bajaba el telón42.
Gastón, uno de sus amigos en el colegio, lo visita en el funeral.
Su compañero ha vivido parte de su juventud en la metrópolis. Ante
él, Ismael se siente inculto, lento, poco pulido. En México hay
cultura, oportunidades, cines, mujeres. En pocas palabras, mundo.
En Córdoba, por el contrario, las cosas avanzan muy lento. Ismael
quiere ir a la capital para “tener conocimientos más ciertos sobre
la vida, para librase de una vez por todas, de la timidez que tan a
menudo le oprimía” y después: “Debía ir a México, ni dudarlo.
Sacudirse un poco la polilla, aprender a ser brillante como Gastón”43.
Al final del cuento, después de que Pitol ha descrito un atardecer
cordobés a través de una vista panorámica de la pequeña ciudad,
Ismael ve hacia el futuro. Cierto, se termina una etapa, pero
comienza una mucho más atractiva que deberá incluir aventuras
juveniles en México. De nuevo, chez Pitol, es el paso de lo
rural a lo metropolitano. Las últimas líneas del cuento lo cierran
así:
Al encaminarse a la fuente sintió que el peso de sus preocupaciones se evaporaba. Muchas cosas sucederían en el futuro, nuevas circunstancias regirían la vida familiar; las cadenas, esos vínculos transparentes y férreos que lo ataban al pasado se desenlabonaban para siempre. Quizá también aparecerían nuevas certidumbres44.
De “Cuerpo presente”, el último cuento que analizaré en este
trabajo, se ha dicho mucho. Ahora Pitol fecha su historia en Roma, en
1962. El protagonista es Daniel Guarneros, quien trata de
emborracharse en un bar de Roma para olvidar su existencia y los
compadrazgos con los que ha cargado durante ella. En su ebriedad
recuerda a su primera mujer, su verdadero amor, antes de salir por la
ciudad con un grupo de jóvenes que se burlan de él y de su patética
condición. Detesta a su segunda esposa, con quien hace el viaje por
Europa, por vacua y rezongona a pesar de que su apellido proviene de
la “antigua aristocracia porfirista”. El pasado no lo deja ir.
“Todo, siempre, es aquí y ahora”, taladra en su cerebro.
Guarneros es un hombre que ha visto la Revolución desde su casa en
la colonia San Rafael, en México, y después consiguió un puesto en
el gobierno posrevolucionario. Pero lo ha conseguido sólo después
de haber traicionado su lucha social, de izquierda, que lo llevó a
esforzarse por estudiar en París en la década de los 30. El acto
sirvió de poco: acabó cooptado por el sistema. Ha hecho su carrera
a costa del presupuesto público, traicionando sus ideales, los
cuales están representados por su primera esposa, gran admiradora de
Vasconcelos. Sobre ese momento en la historia del país le recuerda a
una mujer italiana en el bar en donde ahora intenta ahogarse:
No se ha repetido en México una generación como la nuestra. Estábamos decididos a entregar hasta el pellejo si se hacía necesario. Nos faltaba claridad en cuanto a fines, pero así y todo, créeme, nos lanzábamos a hablar en los mercados, en la Universidad, por la calle, donde podíamos. Muchos fueron a parar a la cárcel, ¡qué importaba! Queríamos cambiarlo todo[...] Muchos se hicieron entonces comunistas. Sí, güera, asimismo. Claro que no lo resistieron. No nació uno para acatar el dogma45.
El punto de rompimiento para Guarneros fue un informe
que preparó sobre las actividades subversivas que hacían los grupos
de izquierda a los cuales pertenecía Eloísa, su primera esposa. El
hombre no denunció a su mujer en los documentos, pero su redacción
fue suficiente para ganarse su desprecio 30 años atrás.
Qué hubo eso cambio?, bien, sí, sí lo hubo; evolucionó, se transformó, pero sabía que su destino individual se deslizaba por la corriente de la historia. Los tiempos eran otros: allí residía el meollo de la cuestión que Eloísa y sus vagabundos, alocados compañeros, se negaban a comprender; la época de ninguna manera era la misma; México estaba industrializándose, avanzar, desarrollarse, crear capital. Se hacía necesario por lo pronto conformar una infraestructura, después, tal vez, se podría ir más adelante, transformar el actual orden de las cosas, pensar en mejoras, en cambios sociales. Estaba convencido. Por eso aceptó el puesto en la presidencia que tan al pelo le ofreció su amigo, el diputado Guerrero46.
Su “enchufe”, Guerrero, ha buscado el cambio social
con el mismo Guarneros, pero ambos hombres se dan cuenta de que el
discurso de izquierda no es más que palabras. “La dialéctica es
la dialéctica”, concluyen y después le pide anotar en una tarjeta
su formación académica y sus puestos. Eso es todo. En una semana
tendrá el empleo en la presidencia. Llegado al puesto, Guarneros se
dedica con todo su espíritu a “los medios de control aplicables
en el momento necesario”, a terminar con el desorden nacional desde
el servicio secreto. Al mismo tiempo, ha usado su puesto
gubernamental para hacer negocios y conseguir una esposa de clase,
una casa en el Pedregal, vacaciones en Europa. Justifica sus acciones
porque en México, sintetiza, “la vida es un camote”.
Los pensamientos de Guarneros rebotan de una memoria a
otra. Sobresalen las palabras que le dice Eloísa cuando viajan en
barco a Europa, con los aires idealistas de juventud, treinta años
atrás. En el bar de Roma, ya en la década de los 60, recuerda un
México--y una futuro en ese México—lleno de esperanza. La
descripción bien puede resumir las temáticas que he analizado
líneas más arriba. Del México que pudo ser al México lleno de
contrastes y desigualdades que el autor describe a mediados del siglo
XX:
--Lo primero que vi de México, una horas después de haber partido de Tampico, fue un horizonte de montañas. Una línea lejanísima, donde las simas se veían clara, nítidamente dibujadas, y, sin embargo, había algo tan irreal en aquella presencia que se tenía la sensación de contemplar un telón de teatro. Usted lo ha sabido advertir, tienen aquellas montañas, como lo dice la canción yucateca, el sabor del ensueño. Un camarero alemán, un muchachito apenas, descubrió mi emoción y me dijo que era lo último que vería de México, que unos minutos más tarde la nave abandonaría el litoral. Yo apenas resistí las lágrimas. Acababa de suceder la derrota. Venía tras las huellas del maestro. Me juraba ante aquella última vislumbre de patria que había de volver únicamente para limpiarla, para combatir a quienes nos pisoteaban47.
Hasta aquí el análisis de Infierno de todos.
El lector debe saber que si he iniciado este recuento sin un estado
del arte sobre éste libro y Tiempo cercado es porque
considero siempre mejor, y siempre que sea posible, entrar al tema
con las ideas y fuentes primarias. De ambos se ha escrito mucho, tal
vez mucho más de Infierno de todos, aunque el agregado de
ambos libros es mucho menor a las interpretaciones y análisis
dedicados a las novelas escritas por Pitol a partir de la década de
los 70. La riqueza de la obra de Pitol se presta a muchas y distintas
variaciones de comentarios. En cuanto a lo que se refiere a nuestro
artículo, varias fuentes coinciden en que el mítico San Rafael del
autor es un pueblo “fatídico y densamente maligno, sin ningún
resquicio a la esperanza en su configuración semántica de la vida
de sus personajes”48.
Para Juan Vicente Melo, además, San Rafael es la morada, el hogar
del que nunca podemos escapar, un sitio que corre parejo con “la
imposibilidad de atrapar ese único instante en que se mueve el
presente que configurará nuestro rostro futuro[...] Tiempo cercado,
círculo de familia, infancia perdida, y apenas recobrada en el
sueño, memoria y olvido...”49.
El mundo de Pitol logra salir de los esquemas tradicionales de la
literatura, argumenta Castro, porque el autor desvanece cualquier
línea entre la realidad y la ficción, con la cual tiene un
compromiso. “De esta forma”, agrega, “ no se miente respecto de
lo acontecido en la realidad, sino se propone una realidad
alternativa: el mundo de lo que podría haber sido”50.
Sin embargo, tal vez la mejor introspección a la vida y obra del
autor sea de Carlos Monsiváis, su gran amigo y compañero
generacional, quien realizó un breve texto sobre Pitol para la
entrega del año 1999 del Premio Juan Rulfo. En su primera etapa,
nos dice, Pitol se ha especializado en representar la soledad, la
cual se resume en la siguiente frase con la que ambos amigos
comulgan, original de Pitol pero usada por Monsiváis para mejor
describirlo: “Uno es una suma mermada por infinitas restas”51.
V. CONCLUSIÓN
A lo largo de este artículo he tratado de reflejar el paso del
México rural y semi rural al México cosmopolita, no exento de
atmósferas ríspidas, en la literatura de Sergio Pitol. El autor
logra plasmar en Tiempo cercado e Infierno de todos la
subjetividad de la época con varios cuentos fechados en los
alrededores de la cintura del siglo pasado, una época de crecimiento
económico, más no necesariamente ligado al desarrollo social. En
los cuentos del autor vemos un país de contrastes que viven en la
materialidad de las cosas y el espíritu de los protagonistas. Una
nación que forja sus estructuras tras la violencia revolucionaria y,
avanzadas las décadas del siglo XX, no logra olvidar su pasado, tal
como lo viven los policromáticos hombres y mujeres de las
narraciones de Sergio Pitol.
OBRAS
CITADAS
- Balza, José et al. Sergio Pitol. Los Territorios del Viajero. Ediciones Era, México, 2000.
- Bru, José (compilador). Acercamientos a Sergio Pitol. Universidad de Guadalajara, Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, Departamento de Estudios Literarios, México, 1999.
- Castro, Maricruz. Ficción, Narración y Polifonía. El Universo Narrativo de Sergio Pitol. Universidad Autónoma del Estado de México, México, 2000.
- Krauze, Enrique. “Cuatro estaciones de la cultura mexicana” en Vuelta, No. 60, 1981, pp. 27-42.
- Pereira, Armando, “La generación del medio siglo: un momento de transición de la cultura mexicana”, en Literatura Mexicana, Vol. 6, No. 1, 1995, pp. 187-212.
- Pitol, Sergio. Tiempo Cercado. Ed. Estaciones, La Aventura y el Orden, Colección Dirigida por José de la Colina, México, 1959.
- Pitol, Sergio. Infierno de Todos. Ed. Seix Barral, Barcelona, España, 1971.
- Pitol, Sergio. Infierno de Todos. Ficción, Universidad Veracruzana, México, 1997. Primera Edición Publicada en 1964.
- Pitol, Sergio. Infierno de Todos. Incluye un Prólogo de Teresa García Díaz. Serie Conmemorativa Sergio Galindo, Universidad Veracruzana, México, 2007 (Cuarta Edición). Primera Edición Publicada en 1964.
- Pitol, Sergio. “Una Gestualidad Más Rica Que Lo Real. Entrevista con Javier Aranda Luna”, en Vuelta, No. 236, septiembre 1996, pp. 32-37. Disponible en www.letraslibres.com. Revisado el 15 de noviembre del 2014.
- Pitol, Sergio. “Discurso de D. Sergio Pitol. Entrega del Premio Cervantes de Literatura en Lengua Castellana 'Miguel de Cervantes' 2005” (Pronunciado el 21 de abril de 2006). Disponible en www.uah.es/. Sin Fecha de Publicación, Revisado el 15 de noviembre del 2014.
- Pitol, Sergio. Una Autobiografía Soterrada. (Ampliaciones, Rectificaciones y Desacralizaciones). Ed. Almadía, Oaxaca, México, 2010.
- Prada, Renato. La Narrativa de Sergio Pitol: Los Cuentos. Colección Cuadernos, Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias, Universidad Veracruzana, México, 1996.
- Serrato, Eduardo (compilador). Tiempo Cerrado, Tiempo Abierto. Sergio Pitol ante la crítica. Ediciones Era, Coordinación de Difusión Cultural, Dirección de Literatura, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1993.
1La
nota del 4 de agosto del 2006 se titula “Piden intelectuales voto
por voto” pero no está firmada a mi nombre, sino al genérico
Reforma Staff, un seudónimo que se usa para firmar textos de
reporteros que, por su falta de experiencia, no tienen derecho de
rúbrica o la información proviene de un boletín. También se usa
cuando un mismo texto es firmado por más de tres reporteros y la
sucesión de nombres hacen imposible, por espacio y estética, la
rúbrica de los mismos abajo de la cabeza y el “balazo” de la
noticia. En resumen, Pitol dijo en la entrevista que a la
democracia del país le vendría mejor dejar en claro el proceso por
el cual ganó el panista Felipe Calderón. Al igual que otros
escritores de su generación, el autor dejó en claro en 2006 que el
ataque a la izquierda desde el poder traería consecuencias
negativas para las instituciones encargadas de contar los votos y
para el gobierno mismo, el cual nacería ilegitimado. Seguramente
dijo cosas más interesantes, pero el boceto que redacté de la nota
se ha perdido para siempre en los servidores y sistemas
computacionales internos de Grupo Reforma. La nota aludida fue un
“levantón” de un desplegado, reforzado con algunas entrevistas
a los escritores firmantes.
2José
Bru (compilador). Acercamientos a Sergio
Pitol. Universidad de Guadalajara,
Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades,
Departamento de Estudios Literarios, México, 1999, pp. 165-166.
3
Sergio Pitol. “Discurso de D. Sergio Pitol. Entrega del Premio
Cervantes de Literatura en Lengua Castellana 'Miguel de Cervantes'
2005” (Pronunciado el 21 de abril de 2006). Disponible en
www.uah.es/
y el sitio oficial del Premio Miguel de Cervantes. Sin
Fecha de Publicación, Revisado el 15 de noviembre del 2014. El
discurso no cuenta con numeración de párrafos, pero su brevedad
facilita la búsqueda de citas que plasmo en este reporte.
4
Ibid.
5
INEGI. “Censo de población y vivienda 1940”, en el apartado
correspondiente a la situación geográfica y poblacional de los
estados. El censo se encuentra en su integridad en el sitio
www3.inegi.org.mx
y debe descargarse en formato xls para poder ser visualizado.
6
Pitol, supra.
7
Ibid.
8
Ibid.
9
Armando Pereira. “La generación del medio siglo: un momento de
transición de la cultura mexicana”, en Literatura
Mexicana,Vol. 6, No. 1, 1995, p. 212.
10
Ibid, pp. 201-202.
11Ibid,
pp. 197-198.
12Ibid,
p. 200.
13Ibid,
p. 201.
14Enrique
Krauze. “Cuatro estaciones de la cultura mexicana” en Vuelta,
No. 60, 1981, p. 34.
15Ibid,
p. 36.
16Ibid,
p. 37.
17Sergio
Pitol. Una Autobiografía Soterrada. (Ampliaciones,
Rectificaciones y Desacralizaciones). Ed. Almadía, Oaxaca,
México, 2010.
18Ibid,
p. 12.
19Pitol,
“Discurso de D. Sergio Pitol. Entrega del Premio Cervantes de
Literatura en Lengua Castellana 'Miguel de Cervantes' 2005”.
20Pitol.
Una Autobiografía Soterrada. (Ampliaciones, Rectificaciones y
Desacralizaciones), p. 41.
21Ibid,
p. 67.
22Ibid,
pp. 117-118.
23Ibid,
pp. 16-17.
24Ibid,
p. 72.
25Ibid,
p. 67.
26Sergio
Pitol. “Una Gestualidad Más Rica Que Lo Real. Entrevista con
Javier Aranda Luna”, en Vuelta, No. 236, septiembre 1996.,
p. 33. Disponible en www.letraslibres.com.
27Ibid,
p. 35.
28Ibid,
p. 36.
29Pitol.
Una Autobiografía Soterrada. (Ampliaciones, Rectificaciones y
Desacralizaciones), p. 18.
30Sergio
Pitol. Infierno de Todos. Incluye un Prólogo de Teresa
García Díaz. Serie Conmemorativa Sergio Galindo, Universidad
Veracruzana, México, 2007 (Cuarta Edición). Primera Edición
Publicada en 1964, p. 27.
31Ibidem
32Ibid,
p. 34.
33Sergio
Pitol. Tiempo cercado. Ed. Estaciones, La Aventura y el
Orden, Colección Dirigida por José de la Colina, México, 1959, p.
11.
34Ibid,
pp. 30-31.
35Ibid,
p. 76.
36Ibid,
p. 77.
37Ibid,
pp. 119-120.
38Sergio
Pitol. Infierno de Todos. Ed. Seix Barral, Barcelona, España,
1971, p. 76.
39Ibid,
p. 83.
40Ibid,
pp. 87-88.
41Ibid,
p. 91.
42Ibid,
p. 92.
43Ibid,
p. 94 y p. 97.
44Ibid,
p. 100.
45Ibid,
p. 123.
46Ibid,
p. 125.
47Ibid,
p. 133.
48Renato
Prada. La Narrativa de Sergio Pitol: Los Cuentos. Colección
Cuadernos, Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias,
Universidad Veracruzana, México, 1996, p. 24.
49Juan
Vicente Melo. “Sergio Pitol: Del infierno terrenal” en Eduardo
Serrato (compilador) Tiempo Cerrado, Tiempo Abierto. Sergio
Pitol ante la crítica. Ediciones Era, Coordinación de
Difusión Cultural, Dirección de Literatura, Universidad Nacional
Autónoma de México, México, 1993, pp. 84-85.
50Maricruz
Castro. Ficción, Narración y Polifonía. El Universo Narrativo
de Sergio Pitol. Universidad Autónoma del Estado de México,
México, 2000, p. 34.
51Carlos
Monsiváis. “Sergio Pitol: el autor y su biógrafo improbable”
en José Balza et al. Sergio Pitol. Los Territorios del
Viajero. Ediciones Era, México, 2000, p. 27.
ESTE TRABAJO SE PRESENTÓ POR EDUARDO PORTAS PARA MATERIA INTELECTUALES Y PODER EN LA HISTORIA DE MÉXICO, IMPARTIDA POR LA DRA. PAOLA CHENILLO EN LA MESTRÍA EN HISTORIA MODERNA DE MÉXICO, DE CASA LAMM. (DICIEMBRE 2014)
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