Para Gil, la democracia y el liberalismo son dos elementos independientes que se han entrecruzado sólo recientemente en nuestra historia. El liberalismo antecede a la democracia como hoy la conocemos, a pesar de que la democracia había sido discutida desde la Antigüedad clásica. El autor afirma que la democracia liberal, la que hoy conocemos, sólo existe a partir del capitalismo, de una economía de mercado. El problema es que este tipo de gobierno tiene fuertes contradicciones internas, pues por un lado se busca la máxima realización del individuo, pero por el otro la homogeneidad del Estado para avanzar hacia los mismos objetivos.
Este choque de fuerzas internas se complica aún más cuando se agregan el pluralismo, la tolerancia y la libertad que tienen los individuos garantizada por las instituciones burocráticas del Estado. Esto hace que la democracia sea falible, pero aún así, sea la mejor arma que existe contra las dictaduras por su naturaleza de permanente discusión científica, en donde el proceso que se realiza dentro de ella parte de la base racional de que toda empresa humana es memorable y sólo se puede mejorar a través de la discusión (Popper). Si la democracia es competitiva por naturaleza, tal como lo es el mercado, entonces aquel que busque los mejores argumentos resulta el más aventajado. Esto se ha confundido hoy día con la libertad de consumir lo que se nos antoje (Macpherson), a pesar de que el sistema en sí favorecerá naturalmente a unos por las diferencias que hay entre los hombres.
Este choque de fuerzas internas se complica aún más cuando se agregan el pluralismo, la tolerancia y la libertad que tienen los individuos garantizada por las instituciones burocráticas del Estado. Esto hace que la democracia sea falible, pero aún así, sea la mejor arma que existe contra las dictaduras por su naturaleza de permanente discusión científica, en donde el proceso que se realiza dentro de ella parte de la base racional de que toda empresa humana es memorable y sólo se puede mejorar a través de la discusión (Popper). Si la democracia es competitiva por naturaleza, tal como lo es el mercado, entonces aquel que busque los mejores argumentos resulta el más aventajado. Esto se ha confundido hoy día con la libertad de consumir lo que se nos antoje (Macpherson), a pesar de que el sistema en sí favorecerá naturalmente a unos por las diferencias que hay entre los hombres.
Schmitt, por otro lado, señala que el pluralismo parlamentario entorpece a la democracia. Se discute en demasía. La dictadura, bajo ese entendió, no es opuesta a la democracia. Se puede dar dentro de las mismas reglas de la democracia a petición del pueblo, quien emite sus verdaderos intereses. El enemigo único de la dictadura, es entonces el liberalismo. La discusión sustituye a la fuerza, con el parlamentarismo. Esto va en contra, para Schmitt de un Estado autoritario.
De ahí que él no esté de acuerdo con el parlamentarismo y lo ligue a una tradición liberal, mas no democrática. El parlamento dice, va en contra del Estado moderno, es más bien un rezago del Medioevo.Los partidos realmente discuten a partir de sus propios intereses, critica, no como corrientes de opinión. Sólo calculan costos y beneficios. El apoyo se obtiene con la propaganda. Las verdaderas decisiones en el sistema parlamentario se toman entonces en grupos reducidos que llevan el debate en círculos semi cerrados. Heller dice los mismo desde 1934, hablando del fascismo y el bolcheviquismo, las cuales deben justificarse todo el tiempo ante la opinión pública. Se establecen como una “verdadera democracia”. Por otro lado, tenemosel realismo democrático de Schumpeter. La democracia liberal viene del capitalismo. La democracia no es un fin en sí misma, sino un método para gobernar y tomar decisiones. De nuevo, la idea de libertad en la democracia proviene de la libertad en la competencia económica, de la competencia pluralista.
El grupo en el poder puede ser sustituido por el siguiente si no la hace bien. Es una condición necesaria para la libertad. Los intereses del electorado, entonces, pueden ser manipulados para ese fin. Las reglas significan que el gobierno se pone en manos del que reciba más apoyo. Finalmente, Weber afirma que los parlamentos garantizan el pluralismo político y sirven de ejemplo a los procedimientos democráticos de las asociaciones locales. La democracia se salva con la combinación de parlamento y varios centros de poder burocrático. La democracia es un medio para conseguir otros valores. Con Kelsen, la democracia liberal parlamentaria aparece como la expresión y garantía institucional para la realización de esos valores: tolerancia en la discusión, pluralismo valorativo y valor de la libertad.
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¿Qué te pareció más interesante de la lectura de Arceo?
Resalto de la lectura que el liberalismo es un modo de vida con un profundo sustento ideológico que va cambiando de acuerdo con la época y las condiciones que se viven en dicha época. Pero más que eso, el liberalismo es un pensamiento forjado por hombres, ellos son los que determinan el camino por el cual el liberalismo discurrirá. En su pensamiento, claro, intervienen el país de procedencia del pensador, como primer factor. Ahí, Francia y Estados Unidos, al igual que Alemania, llevan el mayor peso ideológico, con sus respectivas diferencias.
¿Cuáles son los tipos de liberalismo que enlista el autor?
El autor divide en liberalismo ético y liberalismo realista. El primero "suscribe una visión consensual de la sociedad, según la cual ésta se mantiene integrada gracias a los valores comunes. De acuerdo con dicha versión, el Estado se fundamenta en el consentimiento más que en la fuerza, recreando así la concepción aristotélica del mismo, y cuyo fin —según Norberto Bobbio (1987)— “no es solamente permitir la vida colectiva sino hacer posible que quienes viven juntos". Aquí la libertad es algo bueno, es autonomía.
"El liberalismo realista, dice el autor" sostiene que el conflicto y el poder son los elementos que mantienen integrada a la sociedad, generando así una visión hobbsiana del Estado, en la cual los individuos racionales, que se comportan motivados por sus intereses individuales, no pueden [....] establecer, de manera espontánea, un orden social (concebido éste como un bien público)". Aquí la libertad se entiende como una ausencia de coerción.
Además, Arceo divide las etapas del liberalismo en protoliberalismo (1688-1799), el cual va de la Revolución Gloriosa de Inglaterra (1688) a la Revolución francesa (1789-1799). Aquí se elaboran visiones contractualistas y constitucionalistas de la sociedad y los pensadores reflexionan en torno al significado del individuo para el desarrollo económico, social y político. "Entre los contractualistas —Locke y Jean-Jacques Rousseau, representantes de la Ilustración inglesa y francesa, respectivamente—las relaciones individuales están reguladas por el Estado, que representa una alianza de voluntarios. Pero mientras en el caso de Rousseau, los individuos delegan el poder en una asamblea que encarna la voluntad general, para Locke la voluntad y el consentimiento como fuentes de legitimidad política, además de estrictamente individuales, resultan temporales y revocables, o dicho en otras palabras, se transforman en mecanismos para vigilar y contrarrestar el poder estatal (sobre todo el Estado monárquico)", señala el autor.
(El individualismo subyace como uno de los principios que sustentan al liberalismo. Sobre este punto, el autor señala que comienza con las reformas iniciadas en Europa desde el siglo XVII que erosionan la jerarquía de los estamentos y alientan el surgimiento de pequeños productores agrícolas libres, más independientes frente al Estado. Pero en Francia, añade, el Estado y el contrato social que éste encarna se convirtieron en vehículos para liberar al individuo y garantizar sus derechos).
En esta etapa también incluye a Smith y Ferguson, quienes tienden a idealizar el mercado y las relaciones libremente establecidas entre ciudadanos y empresarios que son conducidas por una "mano invisible" hacia la perfección individual, social, material y moral. El francés Montesquieu, parte de esta misma etapa del protoliberalismo, afirma que el constitucionalismo es la forma de gobierno que hace girar la organización política alrededor de la división de poderes y la ley. Ahí se fundamento la seguridad del individuo frente a lo arbitrario.
Después viene el liberalismo clásico (1780-1860), en donde van las concepciones victorianas de los utilitarias como Green y Mill. También van la democracia constitucional de Benjamin Constant y la democracia republicana de Tocqueville. En Alemania contiene el liberalismo humanista compartido por Georg Hegel, Guillermo Humboldt y Emmanuel Kant
"Los utilitaristas en Inglaterra discutían sobre las relaciones entre la concepción individualista y la concepción colectivista (ambas de la sociedad), a fin de construir una visión capaz de conciliar utilidad privada con utilidad pública", establece el autor.
Y en Francia, Constant y Tocqueville sostenían que la libertad se materializaba en un autogobierno que tuviera participación política consciente y un espíritu público. Se basa en la voluntad general y se promueve la democracia republicana.
A partir de 1870 se da la etapa de los nuevos liberalismos, en donde se ven con más claridad los liberalismo ético y realista que señalé al principio. Se pasa de la fase libre-competitiva a la cada vez más monopólica. La posibilidad de conciliar interés individual e interés público se volvió cada vez más lejana.
De acuerdo con Arceo: "La ruptura cada vez más tajante entre las versiones éticas y realistas se expresó en la rivalidad sostenida por los liberalismos conservadores y neutralistas, por una parte, contra los liberalismos sociales y comunitaristas, por la otra. En una primera fase (1870-1915), el debate se da entre liberales conservadores como Edmund Burke, Vilfredo Pareto y Herbert Spencer (quienes se oponían a la ampliación del sufragio y a la participación del Estado en la economía) versus liberales sociales como John Hobson, Leonard Hobhouse y John Maynard Keynes (quienes argumentaban que la intervención estatal en la economía debía promover la igualdad de oportunidades y adoptar políticas expansivas por el lado de la demanda)".
Ya en el siglo XX están los neutralistas y los comunitarios.
En esta etapa, Raz produce una de las visiones más interesantes sobre el liberalismo. El pluralismo competitivo sólo se da si 1. A cualquier propuesta o argumento sobre lo que debe ser tomado como verdad, solamente se le puede aceptar mediante una búsqueda cooperativa. 2. Los valores comunes, validados bajo las condiciones de aquella búsqueda, deben constituirse sobre responsabilidades mutuas que, a su vez, han de realizarse por los miembros de la comunidad. 3. Hay que reformar las relaciones de poder para que quienes sean afectados, puedan participar como ciudadanos y definir, en condiciones de igualdad, cómo el poder ha de ser ejercido.
¿A qué autores nos remite?
En el liberalismo ético, categoriza a John Locke, Adam Smith y Adam Ferguson, además de Stuart Mill y Green. Los autores contractualistas son Locke y Jean-Jacques Rousseau, Constitucionalista: Montesquieu.
En el liberalismo clásico están: Constant, Tocqueville, Kant, Humboldt, John Stuart Mill, Thomas Hill Green.
Liberalismos conservadores de1870 a nuestros días: Spencer, Weber, Mosca, Pareto, Croce.
Liberlalismos sociales de 1870 a nuestros días: John Hobson, Hobhouse, Keynes, Popper, Dahrendorf, Schumpeter, Durkheim, Aron, Bobbio.
Liberalismos comunitarias de 1918 a nuestros días: Tamm, Waltzer, Raz, Berlin.
Liberalismos neutralistas de 1945 a nuestros días: von Mises, von Hayek, Rawls.
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¿Qué relación existe entre las reformas borbónicas y el protoliberalismo mexicano?
En esta compleja lectura se plantea que sí existe una relación entre ambos temas. De acuerdo con Pietschmann, quien organiza su escrito con cierta dificultad para el entendimiento del lector, a lo largo de tres etapas bien definidas del reformismo Borbón se pueden identificar ciertas características liberalizadoras en el pensamiento y la acción de la sociedad de la Nueva España.
La primera incluye los reinados de Felipe V, Fernando VI y un lapso del reinado de Carlos III. Dura más o menos hasta 1786. Aquí se robustece el control real y aumenta la centralización administrativa. Sin embargo, ya se observa oposición a estas medidas, en especial con la visita de José de Gálvez a la Nueva España. Sus medidas para para darle más poder a la autoridad municipal y romper con las élites municipales son liberalizantes. Se introducen personas comunes al gobierno como los síndicos y los regidores honorarios en el cabildo, con eso se abre a ciertos los grupos sociales algo de poder municipal.
La segunda fase del reformismo borbónico coincide con al época de José de Gálvez en la Secretaría de Indias, es decir de 1776 a 1786. Es el reformismo radical, pues se les quitan facultades a los virreyes. Se intentan robustecer las finanzas locales con la Contaduría de Propios, Arbitrios y Bienes de Comunidad, se establece la comandancia de Provincias Internas, se introduce el comercio libre, se implementa la política de fomentos de obras públicas y se inciai la política a favor de las clases bajas y la lucha contra los privilegios eclesiásticos y gremaniels. Predomian las tendencias de descentralización y de la liberalización política y económica. Es la única fase del reformismos borbónico realmente inspirada en la iIustración. En cierto sentido, dice el autor, anticipa a las Cortes de Cádiz.
Se trata de romper con los poderes tradicionales. Se tiende a la liberalización.
La Contaduría al principio parece una medida centralizadora, pero realmente libera y le da excedentes para las obras públicas a los regidores honorarios y síndicos. La revolución de gobiernos es entonces relacionada con el reformismo de Gálvez. Se intenta buscar una sociedad más liberal, menos pretrificada. Se le da más importancia las provincias. Se intenta dar mayor dinamismo a la economía y la sociedad. Claro que se opone la burocracia tradicional—virreyes y audiencias, oficinas centrales de rentas.
La tercera etapa comienza después de la muerte de Gálvez, en 1787. Pero hay un desfasamiento: en España se revocan algunas medidas; en la NE aún gobiernan algunos funcionarios ilustrados que son reformistas. Los virreyes estaban en contra de las medidades descentralizadoras de Gálvez y todos trabajan en contra de las reformas de Gálvez.
¿Se puede definir el protoliberalismo a partir de la lectura?
Lo veo un poco forzado. Si bien el autor establece que hay ciertos rasgos liberalizantes en la fase previa al levantamiento armado en la Nueva España, no me queda claro que estas características del reformismo Borbón sean un liga clara y directa con el pensamiento liberal que veríamos en el siglo XIX, en donde ya hay pensadores que profundizan en su teoría. Se menciona que Francia ejerce una influencia importante entre las clases lates y medias de las urbanidades, pero el desarrollo social de la Nueva España en la época, a pesar del reformismo de la etapa radical de Gálvez, está muy lejos de la búsqueda de la igualdad que conocemos de la revolución francesa. Siguen existiendo gremios, corporaciones, aunque se quiera limitar su poder y se siguen creando monopolios a pesar de las reformas tendientes a cercarlos. Hay ciertos guiños para modernizar una sociedad "petrificada", como dice el autor, pero no se propone un esquema que cambie radicalmente el dominio de la Corona sobre la Nueva España, aún si se le da mayor poder a los intendentes para modernizar las provincias y con eso limitar el poder del virrey. En resumen, yo no lo veo como un protoliberalismo, sino como una serie de guiños a ciertas tendencias de pensamiento de la época--tal vez inevitables--que tuvieron que hacerse para encontrar un funcionamiento menos centralizado en el territorio novohispano.
Antes que nada, quisiera decir que me resultó muy ágil la lectura. Creo que Diego Fernández Rafael hace un muy buen trabajo que deja en claro el desarrollo de las ideas políticas de Fray Servando Teresa de Mier. Como lector agradezco mucho la buena cantidad de citas directas que ha incluido en su texto.
¿Podemos hablar de características específicas del liberalismo mexicano?
Sí, pero creo que es más resolver esta pregunta si leemos entre líneas el documento. Al exponer que Fray Servando cambia poco a poco su pensamiento político--primero como criollo (europeo americano), americano, novohispano, mexicano, y al final ciudadano de distintos estados de la república--el autor establece que estamos ante un personaje que vive el liberalismo. Queda claro que está en contra de una monarquía al estilo de España, la cual fue más bien un despotismo de tres centurias (de ahí que criticara constantemente a Iturbide por crear un nuevo imperio).
Después, cuando México está tratando de elegir un sistema de gobierno, apoya la formación de Congreso al estilo republicano, del cual emanarán una Constitución y la soberanía del pueblo, en contraste con un gobierno nacido de ambiciones militares. Después, ya como diputado por Nuevo León, dice que no se puede copiar un federalismo al estilo de EEUU, pues la historia de México demuestra que existe una cultura muy diferente a su vecino país del norte. Propone más bien un federalismo moderado que cultive la unidad nacional, y no uno que la desprenda del centro. La historia de EEUU, dice, es una estados litorales independientes que se federaron contra Inglaterra. Pero a México lo ha centralizado la naturaleza misma, así que sería un error, en el naciente país, darle facultades federalistas como las de EEUU a los estados mexicanos. En ese sentido, es un crítico muy claro de los demagogos provinciales que prometen autonomía desmedida al pueblo.
Creo que ahí podemos empezar a ver algunos rasgos liberales en su pensamiento, pero eso quiere decir que Fray Servando abrace desmedidamente a esa tendencia política. Deja muy en claro que el pueblo mexicano es poco industrioso, opuesto en carácter al de EEUU. Es decir, aún no estamos viendo un sistema de libertades políticas equitativo, sino un federalismo moderado con un centro fuerte. Las garantías soberanas ganadas con la Independencia no son sinónimo de libertad absoluta, para todos, en la decisión de su gobierno, de ahí que los diputados, para Mier, representen sólo a la soberanía nacional y a nadie más. En ese sentido, creo que el liberalismo mexicano sólo se va formando en el autor cuando ve que los encargados de la revuelta independentista han creado un fuerte desorden y que es necesario avanzar por la racionalidad de las ideas sin voltear de nuevo a España. El problema surge entonces porque el sistema de gobierno no se puede importar de otro país cuando se tiene un pueblo ignorante, apto para el abuso de los demagogos. El liberalismo es entonces separación de la metrópoli, pero privilegio de aquellos que operan bajo principios de racionalidad y que cuentan con la educación necesaria para entender esos privilegios, lo cual saca de la jugada al grueso de la población mexicana de esa época.
¿Cuáles consideras que son las principales aportaciones de Fray Servando al liberalismo nacional?
En un primer momento la propagación de un pensamiento que separa a México por completo de España y propone una vía de desarrollo basada en un gobierno y una Constitución propios. Libertad de una metrópoli que queda a miles de leguas de distancia y que simplemente no puede gobernar un territorio tan vasto.
Después, la defensa ideológica de un gobierno que defienda la unidad nacional por arriba de los intereses particulares de los estados. Tomando en cuenta el nacimiento del país, este es un factor crítico. Es decir, se quiere tener libertad, pero se está consciente de que una libertad absoluta de los estados sólo traerá, en ese momento, mayor anarquía. De ahí que el Congreso juegue un papel tan importante en su pensamiento. Es la institución que da representatividad a la voluntad de la nación y que ofrece mecanismos racionales para mantener su soberanía ante los intereses de particulares y de extranjeros.
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¿Cómo describe Catherine Andrews el contexto histórico en el que se promulgó la Constitución de 1824?
La autora señala que la segunda década del XIX existe la creencia de que la una constitución es suficiente para crear las bases de desarrollo del nuevo país. Es la época de la fe en la magia de las constituciones. Todos los proyectos de gobierno de 1820, incluyendo Iturbide, fueron pensados en función de una constitución escrita. En ese contexto, la Constitución del 24 es el primer intento de la élite política del país por diseñar la forma que daría estabilidad política al gobierno.
Comenta las conclusiones a las que llega
La autor señala que hacia 1830 se puede identificar a un grupo de políticos e intelectuales que consideran que los problemas del país se deben en gran parte a los problemas estructurales de la Constitución del 24. Por esto, proponen diversas reformas que a la postre, según la autora, serían fundamentales para la creación de la Constitución de 1836. Entre 1830 y 1835, estos cambios son impulsados por la corriente pro Bustamante, quien se había colocado públicamente como VP contra el Presidente Vicente Guerrero. Las reformas sólo podían hacerse a partir de 1830, a causa de las previsiones legales del texto del 24, y no por el Ejecutivo. En este caso, los congresos de los estados proponían los cambios y después el Congreso las consideraría para su eventual debate en las Cámaras. Esa es la razón, comenta Andrews, por la que el grupo pro Bustamante comienza a expresar sus ideas reformistas a través de diversos periódicos del país.
Estos cambios se dividen en tres ámbitos: derechos políticos, organización y función de poderes, y el debate sobre el Federalismo. Sobre el primer punto, se proponen los derechos censitarios para votar y ser votado, ligados a la renta y propiedad de las personas. En segundo lugar, se destaca la creación de un consejo de gobierno permanente (después Supremo Poder Conservador). Sobre el tercer punto, sólo se debate sobre la mejor forma de Federalismo.
Creo que en este caso las ideas liberales del texto del 24 siguen presentes en las ideas reformistas que se materializarían, en parte, en la Constitución del 36, la cual ha sido calificada como conservadora. Las propuestas señaladas arriba no cuestionan en verdad al Federalismo y creo que eso es determinante para continuar con la tendencia liberal que había dado sus primeros pasos en el pensamiento del nuevo país. Sobre los otros puntos, que a primera vista pueden parecer conservadores, la autora dice, citando a Manin, que esta era la tendencia en los países industrializados de la época: se respeto el "principio de la distinción", es decir, colocar en los puestos sólo a aquellas personas que tuvieran la cultura y los medios económicos suficientes para no enriquecerse a partir del cargo. Ese había sido, según los reformistas, el problema a partir del comienzo de la constitución del 24. El consejo de gobierno permanente se hizo para restarle el desmedido poder que se le había dado al Legislativo. De nuevo, estamos hablando de un figura que no resta poder al liberalismo, sino que potencia su capacidad de diálogo entre instituciones. Ese diálogo institucional es uno de los fundamentos del liberalismo y, posteriormente, la democracia.
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Descripciones de la sociedad del momento
Reyes Heroles no describe a detalle la sociedad del país recién independizado. Sin embargo, el capítulo empieza con las discusiones legislativas de 1822 alrededor de la forma de gobierno y de organización política que tendría el reino anteriormente conocido como la Nueva España. A través de las discusiones vemos que es una sociedad que está pasando de un gobierno monárquico a uno en donde imperan unidos los principios democráticos y liberales, según Reyes Heroles. En ese tenor, también se considera una monarquía moderada (Iturbide) con influencia de un parlamento y valores republicanos. La gran discusión gira alrededor del origen de la soberanía popular. ¿Ésta nace naturalmente con el individuo o es facultada cuando el Estado reconoce sus derechos naturales? En esta primera etapa de la vida independiente, el Estado es considerado como un representante de la sociedad y se hace una división de poderes que jerarquiza al Legislativo como fuente del Ejecutivo y del Judicial. La soberanía reside en el pueblo; pero quien la representa es el Congreso. "Este es el depositario de la soberanía y sólo transmite parte de su poder al Ejecutivo y parte al Judicial, mediante delegación revocable en todo momento a juicio del poder representativo", señala el autor.
Es una sociedad que da un sentido muy diferente al concepto de "democracia". Aún existe una fuerte tendencia al corporativismo, la Iglesia guarda un enorme poder en las distintas capas sociales y ésta reconoce un claro escalonamiento a partir del color de piel y las condiciones de nacimiento del individuo. No se busca una igualdad al nivel que plantea Rousseau, lo cual en este momento se considera un radicalismo. Se busca más bien una soberanía popular a partir de la definición jurídica de la responsabilidad política y las bases de la igualdad (para aquellos que la merecen). En el Congreso se discuten los principios liberales de la sujeción del gobernante a la norma jurídica, de la división de poderes estricta o rígida, y del reconocimiento de los derechos del individuo, escribe Reyes Heroles.
Papel que asumió o pretendió asumir el Estado
Creo que aquí podemos abordar las fuentes que utilizan los legisladores de este momento para fundamentar su idea del Estado y la división de poderes que se plantea. Las fuentes primarias son: Montesquieu, Filangieri, Benjamín Constant y Jeremías Bentham. Y además: "En la explicación de las relaciones sociedad-estado, predominan las tesis contractualistas derivadas del jusnaturalismo racionalista. Se recurre a Montesquieu, Vattel, Constant, Filangieri, Bentham, y españoles como Flores Estrada y García Malo. Subsiste, sin embargo, el intento por adoptar explicaciones conciliadoras del jusnaturalismo racionalista con la ortodoxia católica: Jovellanos, Heineccio, AIrnici, etc".
Dice el autor: "El contractualismo jusnaturalista laico se manifiesta en sus dos corrientes: 1: La que ve el origen de la sociedad política en el pacto, pero partiendo de la idea de que los derechos naturales son preexistentes al contrato y que la sociedad en sus orígenes no hace más que reconocerlos; 2: La que ve el nacimiento de los derechos naturales en el propio pacto o contrato origen de la sociedad, colocándose, por consiguiente, esta última por encima de los citados derechos". En pocos palabras, ¿es primero la sociedad o el individuo?
Se establece por unanimidad que la soberanía residen en el pueblo. Antecedente inmediato a este principio se halla en el artículo 111 del decreto de las cortes españolas de 24 de septiembre de 1810, que estableció que la soberanía residía en las cortes, recuerda el autor. "El Congreso, emanación del pueblo, es el depositario de la soberanía; de esta idea se pasa a la concepción que jerarquizando los poderes coloca al Legislativo en la cumbre, viendo el poder de los otros dos como derivados de él".
Al principio se acepta la monarquía moderada de Iturbide, muy sujeta al poder Legislativo y después se cambia al de un Ejecutivo emanado y votado en las mismas filas del Legislativo (Guadalupe Victoria). Esto se justificó a partir de la nulificación del Tratado de Córdoba, con lo que la nación quedaba libre para elegir su forma de gobierno y organización política.
Se concluye, después de muchos debates, que el poder supremo de la Federación se divide, para su ejercicio: en Legislativo, Ejecutivo y Judicial, y jamás podrán reunirse dos o más de éstos en una corporación o persona, ni depositarse el legislativo en un individuo.
Protagonistas
Los protagonistas de este momento son los diputados del Congreso Constituyente. También habría que mencionar a Iturbide y la figura posterior que recaería en el Ejecutivo. En ambos casos, los diputados debaten el grado de poder que se debía dar a esta figura en relación al propio Legislativo y el Judicial (recordemos la discusión sobre el derecho a nombrar a los ministros del Tribunal Supremo de Justicia, la cual al final se delega al Ejecutivo). Las discusiones de este momento, recogidas en el diario de debates de estas primeras sesiones legislativas, son protagonizadas por Teresa de Mier, Zavala, Valentín Gómez Farías, Alejandro Valdés, Bustamante, Prisciliano Sánchez, Florentino Martínez, entre varios otros.
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Me parece que Connaughton hace un planteamiento interesante, si bien confuso, sobre la búsqueda que hicieron los liberales para limitar el poder de la Iglesia entre 1824 y 1834. Digo confuso porque el autor tiende a comenzar sus frases por el predicado, siendo el verbo y no el sujeto el protagonista de largos extractos de su texto. Los protagonistas por el gobierno liberal son Vicente Rocafuerte y el religioso Francisco Pablo Vázquez, éste ultimo enviado por México al Vaticano para intentar que la Santa Sede reconociera la independencia de México, indirectamente, al nombrar obispos—y no sólo vicarios apostólicos—de seis diócesis vacantes. El quid de la lectura son los derechos de patrono de la Iglesia, ahora con un gobierno mexicano que buscaba someter la autoridad de esta a un Estado pretendidamente popular, de acuerdo con el autor. El mismo tema siguió incluso después de la caída del gobierno de Gómez Farías en 1834. Inmediatamente después de la Independencia de México, pasado el monarquismo de Iturbide, el gobierno buscaba reconocimiento del exterior a través de una organización federalista. En ese ajedrez el poder de la Iglesia era fundamental. Es por eso que el gobierno buscó negociar con el Vaticano un concordato para ejercer el patronato, un derecho dado por el Papa desde el siglo XVI a los reyes católicos para recibir los diezmos de las rentas de sus colonias por la responsabilidad de los monarcas en la evangelización de indios y la creación y financiamiento de construcciones eclesiásticas. En este esquema, el monarca tiene el derecho para designar a las autoridades eclesiásticas de su dominio (arzobispos, obispos, etc) y cambiar las sedes episcopales a su criterio. Con la independencia, este esquema debe replantearse frente al gobierno mexicano que guarda algunas tendencias liberales en esta primera fase de su historia, pues el patronato se encontraba en suspenso desde la independencia. ¿En dónde residiría ya con el nuevo gobierno?
Si bien los protagonistas son Rocafuerte y Vázquez, el autor cita en diversas ocasiones las discusiones sobre el tema que suceden en la Cámara de Diputados y el Senado, en donde existen diferencias entre los liberales mexicanos. Los liberales querían superar el nepotismo del antiguo acuerdo y “ligar al pueblo con sus pastores en una relación estrecha”, dice el autor. Querían depender menos del Papado, limitar su intrusión. El cambio inmediato era con la figura de los obispos mexicanos, pues se pretendía “fueran consagrados por el metropolitano o el obispo más antiguo y que uno u otro fungiera de juez en los crímenes de obispos. Los obispos serían autorizados para visitar y reformar conventos y demás corporaciones eclesiásticas hasta entonces autónomas, secularizar a sus miembros, manejar todas las dispensas matrimoniales que hasta entonces otorgaba sólo el papa y tener la autoridad insólita de absolver todo tipo de “crimen de herejía, apostasía y cisma sin restricción alguna”. Los legisladores mexicanos, al mismo tiempo, estaban conscientes de que una demora entre la nueva nación y el Vaticano podría traer consecuencias negativas para el recién formado gobierno, en vista de la presión que podría ejercer España en la Santa Sede. De ahí el interés de los mexicanos por apurar el trámite del nombramiento de los obispos con lo mayor rapidez posible. La disyuntiva entre los liberales está en el poder que cada uno da a la autoridad papal. Hasta donde entendí, algunos mantenían que el patronato era una concesión papal y otros que era un abuso de intromisión por parte de la Iglesia.
En resumen, dice el autor, los liberales buscaban: “disminuir el poder del papa, ningunear el concepto de un poder papal monárquico, insistir en un republicanismo eclesiástico desde los tiempos iniciales de una Iglesia prístina en tiempos de Cristo, concebir al papa como una figura presidencial que presidiera mas no gobernara, llamar a concilios y alabar el conciliarismo, tales medidas eran fundamentales en el esfuerzo por federalizar la estructura de la Iglesia y popularizar el origen efectivo del poder de decisión en ella”.
En cuanto a Rocafuerte y Vázquez, el primero veía como ministro plenipotenciario en Londres que Roma era la principal oposición a los intereses libertarios de América en donde se tramaban “pérfidas intrigas” internacionales contra México. Vázquez, también en Europa y tal vez a causa de su formación sacerdotal, “notaba ya un ataque contra la Iglesia católica y sus legítimos intereses, mismos que en el fondo no veía como contradictorios con el bien de su patria”. Rocafuerte no confía en Vázquez, incluso lo espía, y decía temblar por el viaje del segundo a Roma. Es claro que prefiere un diplomático laico y no a un religioso. Vázquez consideraba que era mejor gestionar con el Papa a comprometerlo diplomáticamente e incluso acusó a Rocafuerte de minar su autoridad. Al final, y después de varias dilaciones de instrucción por parte del gobierno mexicano, Vázquez consiguió que el Papa Gregorio XVI nombrase el 28 de febrero de 1831 a los seis obispos mexicanos. “Esta pretensión de subordinar la autoridad eclesiástica claramente a la autoridad civil, aunada al deseo de reformar las estructuras de la Iglesia y variar algunas prácticas de la religiosidad, fue el inicio de lo que en dos años socavaría las relaciones entre el clero y el Estado. Para los meses finales de 1833, bajo el gobierno de Valentín Gómez Farías, el congreso nacional declaraba que el patronato residía esencialmente en la nación”.
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De acuerdo a la lectura de Rangel Silva describir las características que tomó el liberalismo en la región estudiada por el autor
El autor señala que diversas regiones de la Nueva España-México utilizaron a su favor, a veces de manera muy pragmática, las disposiciones liberales descritas en la Constitución de Cádiz entre 1820 y 1825. Algunas de estas disposiciones, al menos en lo que se establecían las condiciones del Plan de Iguala, fueron anticlericales, lo que se sumó a la tendencia liberal borbónica aplicada desde mediados del siglo XVIII.
El autor centra su investigación, realizada con refuerzo de documentos primarios, en lo sucedido en la región de la Huasteca, hoy buena parte de San Luis Potosí. Aquí el liberalismo español, anticlerical, enfrento su modelo de Estado secular al modelo corporativo basado en la imbricación de la Iglesia con el Estado. Esto significó declarar ilegales algunas prácticas tradicionales del clero: servicios personales, castigos corporales, esferas de competencia. Los conflictos entre 1820 y 1825 en el ámbito local vinieron de los derechos que cada esfera de poder decía tener: clero, ayuntamiento y feligresía. Entre clero y feligreses los problemas que surgen son más que nada de índole económica y de relaciones dominio-sujeción. Entre el ayuntamiento y el clero, para delimitar el poder de cada uno.
El autor concluye que el catolicismo del pueblo y las ideas liberales no eran incompatibles. En el fondo, lo que sucedió en esa época fue un cambio cultural a distintos niveles, con el liberalismo como un sustento ideológico que se aprovechó por distintos actores como mejor les convino. Un estado nacional es un cambio cultural mucho más que un cambio institucional, señala el texto. Eso comenzó a pasar en México en el periodo descrito. El liberalismo se dio mucho antes de 1867, no fue tan abrupto como se ha hecho entender. Fue una herramienta útil de los pueblos mucho antes, no sólo para una minoría letrada.
¿Cuáles fueron los principales agentes de cambio en esa región?
Por un lado las ideas centrales del liberalismo: gobierno constitucional y parlamentario, individualismo económico y la distinción entre la autoridad política y eclesiástica. Por otro lado, las emanadas desde la Constitución de Cádiz: los decretos del texto, los procesos electorales, los ayuntamientos constitucionales y las diputaciones provinciales. Esto se da porque las ideas son una continuación del reformismo ilustrado borbónico. A nivel local, los ayuntamientos constituyeron arenas de disputa de los intereses locales. Su actuación dependería de esos. Los fieles manifestaban su fuerte religiosidad, pero mantenían dos costumbres según sus intereses: elevar sus quejas a las autoridades por lo que consideraban injusto, y evaluar la actuación de los curas a la luz del modelo en boga del sacerdote.
Además, el gobierno de Iturbide no se comprometió con ninguno de lo dos bandos. Esto hizo que se tuviera indefinición. Sólo intervino cuando hubo casos radicales.
Los cambios afectan de forma distinta a los tres sectores: los indios, que buscaban el respeto, sus derechos, y la consideración de su miseria; los terratenientes, que necesitaban explotar sin restricción la mano de obra indígena y los párrocos, que buscaban conservar sus privilegios.
¿Quienes fueron los más afectados por la implementación de las nuevas medidas en la región?
Los clérigos, a los cuales se les retiraron derechos religiosos que incidían directamente sobre las poblaciones indígenas, en particular. Esta tendencia reformista ya venía desde la época de los borbones. Esto sucedió en la Nueva España-México, porque los cambios políticos y los imaginarios políticos de la Independencia redefinieron la percepción local sobre la igualdad e injusticia. Esto cambió la posición de la feligresía y representó una mutación cultural. Ahora el pueblo podía juzgar las conductas de sus clérigos. Se puso mucho mayor atención a las prácticas abusivas del clero, tanto en la imposición de cuotas parroquiales a los fieles como a los castigos corporales que aplicaban a sus indígenas que los servían (aunque las dos prácticas ya habían sido abolidas por ley).
El autor dice que la Iglesia fue el centro social de la Nueva España, pero esto cambió con las reformas borbónicas. Se les limitó poco a poco el poder a los clérigos. La Corona hizo que poco la monarquía tuviera más poder. Sus funcionarios retaron a los curas en lo local, y los obispos en general apoyaron los programas borbónicos. Las élites también comenzaron a ser menos confiadas de la Iglesia. Entre 1820-1821 se limitaron los fueros clericales y se limitó la posibilidad de hacer negocio con propiedades de la Iglesia. La independencia y el Plan de Iguala eran el momento propicio para revertir los efectos de la ilustración borbónica y liberal. La Iglesia había sido sometida por el poder civil.
Cádiz permitió más que la representación política. Permitió cuestionar la posición subordinada de los indígenas, al declarar la igualdad de sus derechos. Así, las relaciones en el ámbito local pudieron ser discutidas, al menos durante unos pocos años, más aún si a la pretendida igualdad jurídica correspondió una mayor explotación económica: servicios personales sin retribución de salario, y aumento de aranceles parroquiales. Y si bien aún se daban abusos de los párrocos, los indios ahora entendían que eso ya no era permitido. El hecho es que la tensión se formaba porque los indios, si bien no se declararon liberales, ya estaban enterados que las nuevas leyes les beneficiaban y la declaraban ilegales las viejas prácticas de control social. Las obvenciones fueron más difíciles de cobrar.
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¿Cuál fue el sistema de recaudación estatal?
La lectura de Carmagnani relata que en la segunda etapa del porfiriato--de 1892 a 1910-- los estados recobraron la preponderancia sobre los impuestos que recolectaban, en oposición al sistema liberal anterior en donde debían pagar un timbre a la Federación por la manufactura y la importación de bienes, además de las alcabalas locales. Sin embargo, en esta época los estados comenzaron a ver este arreglo como una afrenta a sus principios de soberanía y en 1892 arreglaron la eliminación de los timbres federales por la eliminación de las alcabalas locales, lo que propició distintos abusos a nivel estatal. En consecuencia, la Federación comenzó a perder poder político, pues se le veía como una abstracción, muy distante, en las clases propietarias estatales. La lectura afirma que nunca se logró imponer un sistema nacional de recaudación impositiva, lo que afectó políticamente al régimen porfirista. Es decir, existían dos esferas fiscales independientes, lo cual limitada el poder de la Federación y la centralidad del mismo.
Según el autor, en esta segunda etapa: "los estados de la Federación recobran una buena parte del poder fiscal perdido entre 1875 y 1892. Esto hace que el Estado en la segunda etapa sea de mayor exacción fiscal sobre sectores productivos nuevos como la minería y la producción manufacturera, y que no afectara los tradicionales como al agricultura, exentos de cualquier impuesto". Durante la República restaurada se había logrado cierto avance con la implementación de impuestos federales vía timbres.
¿Se consideró el diezmo un impuesto más?
Aunque la lectura no define en específico este aspecto, podemos inferir que el diezmo dejó de considerarse un impuesto obligatorio en los estados. En la actualidad se considera una contribución opcional para lo feligreses y reportarlo ante el fisco es una obligación de las entidades religiosas. En todo caso, podemos estar seguros de que no es el mismo tipo de impuesto que se aplicaba durante la época colonial, cuando la Corona se quedaba con el diezmo impuesto a las iglesias, tal como lo establecía el Real Patronato.
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Describir el ambiente sociopolítico de 1857
La Constitución de 1857 nace en un momento en que el país se debatía entre las ideas de los grupos conservadores y liberales, dice Guerra. El texto constitucional es un sello de este segundo grupo, el cual resultó a la postre victorioso tras la guerra de Reforma de 1858-1861. Inmediatamente después de ese conflicto se promulgan las leyes de Reforma: Ley de nacionalización de los bienes eclesiásticos (59), matrimonio civil (59), laicización del registro civil (59), decreto sobre la secularización de los cementerios (59), días festivos (59), libertad de cultos (1860), secularización de lo hospitales y de los establecimientos de beneficencia (63), suprimiendo las comunidades religiosas. El texto es aborrecido por los conservadores, rechazado por los moderados por inaplicable y juzgado como insuficiente por los puros. A pesar de eso, sobrevive a la la guerra civil antes descrita y a Maximiliano, y a los poderes excepcionales de Juárez y Lerdo de Tejada. Cambia muy poco hasta bien entrado 1900, ya con Díaz. Representa sin duda el triunfo de las ideas liberales mexicanas del siglo XIX, a pesar de que ya con el general oaxaqueño es más un ídolo al cual se venera que otra cosa (el mismo Diaz se levantó en contra de Lerdo de Tejada en defensa de la Constitución de 57). Para esa época, las elecciones son más bien una ficción bien orquestada del texto constitucional, el cual Díaz controla como una máquina bien aceitada, negociando con los grupos de poder de los estados para obtener a cambio el beneficio de su régimen, y no un reflejo de la elección libre. Como señala el autor, las elecciones se hacen por las élites para determinar la relación de fuerzas entre las élites en el plano local y su grado de integración en el plano nacional. No son la voluntad del pueblo.
Características principales de la Constitución
El texto tiene 127 artículos: 29 son sobre los Derechos del Hombre, 25 del poder Legislativo, 15 le pertenece al Ejecutivo, y 13 al Judicial. Se da preferencia al Congreso y a los Derechos del Hombre para evitar un nuevo gobierno como el de Santa Anna. Podemos ver que entonces que tiene una gran inspiración de la Revolución francesa y los pensadores liberales de EEUU y Europa de los decenios previos al medio siglo decimonónico, aunque también toma algunos aspectos del texto constitucional francés de 1848.
Son los primeros artículos. Se incluye como nuevo el juicio de amparo. Va por la igualdad, aunque no se menciona, está de forma explícita. Sólo distingue entre mexicanos y extranjeros y entre ciudadanos y los que no los son (mujeres, niños y los que han perdido sus derechos). Nación y pueblo, fundamentos liberales.
En la Carta Magna mexicana el actor social es siempre el individuo o la colectividad territorial moderna en donde reside (Municipio, Estado, Federación). Se abolen los privilegios del antiguo régimen, y ahora el fuero se usa de forma negativa para denunciar privilegios del pasado. Se ataca a la Iglesia y a las corporaciones, a pesar de que ambos son aún normales en la vida cotidiana de la época de Díaz. También se privilegia la propiedad privada e individual, pequeña, mediana, como inseparable de la libertad, la cual es el fundamento de la sociedad civil. Hay libre circulación de bienes, y se evita la formación de monopolios, con pocos controles comerciales, salvo en la emisión de monedas y correos.
Lo malo: es anticlerical, prohibe los establecimientos religiosos. Tiene altas multas, fuera de la realidad de lo que gana un peón de la época. Esto indica que la Constitución era obra de una élite. Está hecha para aquellos que saben defender sus derechos.
Artículos más relevantes
Sobre salen aquellos que se dedican expresamente a defender los derechos naturales de las personas y los que hablan específicamente delos ciudadanos. Esto se encuentran en los primera parte del textos. Ahí se incluye el voto libre para los varones.
También están los artículos que hablan sobre la relación de poderes, el asunto más delicado en este momento para el país. En este sentido, el Congreso se convierte en el poder más relevante, siguiendo la tradición liberal en donde la soberanía reside en el pueblo y los legisladores son los representantes directos de la nación. Aún existe un claro temor a una nueva dictadura como la de Santa Anna.
Y por último, la Constitución del 57 incluye un elemento novedoso: la figura del amparo. Con esta disposición, ninguna autoridad puede ejecutar acción judicial directa sobre un ciudadano si viola sus garantías individuales. Ante esto, el ciudadano puede pedir un amparo a un juez. De hecho, de esta misma disposición viene aparejado el artículo que prohibe la detención a un ciudadano por más de tres días seguidos. Ambos artículos fueron sin duda inspiraciones liberales de la época materializadas en el texto que fue marco de referencia para el país hasta los acontecimientos revolucionarios del siglo XX.
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Díaz Escoto deja en claro que la construcción del mito de Juárez se debió en gran medida al discurso que circuló alrededor de su figura después de su fallecimiento en 1872.
Ese discurso es forjador de un mito que conecta a los hombres con su sentido más primario de pertenencia, con aquello que va al origen mismo de las cosas. En el caso de Juárez, la asociación mítica directa se refiere a la construcción de la Patria, gracias al papel que jugó el oaxaqueño en la lucha contra los conservadores, Maximiliano, la Constitución del 57 y la consecución de las Leyes de Reforma.
Más allá de estas acciones, queda claro que para construir un mito se debe tener personas que estén dispuestas a justificar sus acciones utilizando al personaje heróico como fulcro. Fue justo lo que sucedió con Díaz y su manejo del poder. El dictador vació buena parte de sus discursos en loas hacia Juárez, como podemos ver en el texto. Ese halago creó una base desde la cual defender sus acciones, pues la figura de Juárez se convirtió rápidamente en un impermeable a prueba de cualquier ideología (lo mismo sucedió con la C del 57, como vimos en una lectura anterior).
Si bien hubo críticos de la figura juarista (Bulnes), para 1906, centenario de su nacimiento, don Benito ya había recibido el ungimiento nacional como héroe de la patria. Se le construyeron monumentos, calles, festividades, óleos, y, tal vez de forma más relevante, se le incluyó como héroe en la enseñanza oficial del país. Vemos entonces que no bastan discursos políticos para construir un mito, se requieren objetos que centren la atención de la sociedad sobre ese mito. Artefactos que la sociedad pueda ubicar con facilidad para mantenerlo en su inconsciente colectivo que provoca admiración ("gracias a Juárez es que tenemos autonomía y libertad").
En ese sentido, la figura mítica es sobre la que se hacen constantes interpretaciones y re-interpretaciones. Ese halo que provoca la academia y la discusión ilustrada robustecen la figura mítica, sean ciertas o falsas las acciones que se le adjudican. Lo que importa es que el volumen alrededor de la figura es suficiente, en algún momento, para conocerlo como un mito. Cuando ha sucedido eso, la moralidad de sus acciones tiende a disolverse.
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En esta interesante lectura, el autor Francisco Guerra postula que el liberalismo y el positivismo nunca estuvieron separados, tal como lo han querido afirmar algunos historiadores. En su opinión, la línea política del régimen es directa consecuencia del liberalismo, pero se plantea la siguiente pregunta: ¿sucede lo mismo en el aspecto cultural y educativo? La hipótesis central del texto es que, paradójicamente, la educación positivista condicionó el porvenir del régimen y provocó en gran parte su caída. De ahí salieron, claro, muchos los revolucionarios más conocidos. El mismo Díaz estaba de acuerdo en que la educación era determinante para el país. Están sus palabras a Creelman de que la educación es más importante que el Ejército. Esa misma educación lo devoró.
El positivismo le da al régimen su base teórica. A la ENP asisten grandes pensadores y así absorben el positivismo, pero eso no implica que no sean liberales. Pero es también una continuidad de la dependencia cultural hacia las ideas dominantes de Europa y Estados Unidos. Creen en el determinismo social. Estos estudiantes llevas su ideas al gobierno de Díaz. Son pocos los estudiantes en todo AL en esa época. En México hay 5 mil al inicio del porfiriato en 1878. Hay 10 mil al final. Se conocen, comparten sus intereses y vivencias. En América, el positivismo tiene más auge porque los estudiantes y las élites están separadas de la sociedad pueden ser más radicales. Además, hay poco lugares donde estudiar.
El positivo es la etapa reconstructora de la Revolución liberal después de Juárez, de la República Restaurada. El Comtismo es la evolución del liberalismo. Pone fin a la anarquía liberal y es abrazada como ideología.
Pero ante la cohesion social, la construcción de la nación, el progreso económico, las libertades pasan a segundo plano. Menos derechos y libertades a cambio de mayor orden y paz. Tiranía honrada a ver qué produce. Un gobierno fuerte en beneficio del pueblo. Los liberales no les perdonan a los positivistas poner a la luz el sueño que sostenía la ideología liberal. El positivismo es una desmitificación saludable del liberalismo, piensan. Sin embargo, también se consideran liberales.
Los liberales de Sierra están en contra de tantas reelecciones de Díaz, aunque dicen que en un momento fue necesaria. Es una democracia restringida.
A los positivistas se les acusa de ser dogmatistas materiales. La gente los rechaza porque ven hacia afuera para decir lo que es civilizado, no indio, y rechazan el nacionalismo mítico. También la gente los odia porque dicen que el siglo XIX fue una ficción liberal, que no había cultura democrática. Lo que buscan realmente es una democracia liberal restringida. Se acepta al caudillo Díaz para que país pudiera sobrevivir y para crear la nación por medio de la educación. Juárez y Díaz son necesarias dictadores, pero una vez construida la nación (1892), la etapa constitucional puede abrirse. Esta etapa será de una oligarquía democrática, no pura.
Su pensamiento tiene una contradicción interna: si la soberanía liberal no viene del pueblo, ¿de dónde viene? Ellos dicen que los ciudadanos, los hombres conscientes. Pero además, en el fondo son metafísicos porque creen en la ciencia a ciegas, los mismo que en la modernización económica.
La educación para los liberales les enseña cómo hacer hombres liberales. El error no es la ausencia de cultura, sino una cultura que no es Ilustrada. Al principio las escuelas avanzadas aplican esta educación, las del estado públicas ven hacia el pasado. Se transmitió primero a las élites, no a la educación primaria. Pero el gran giro se da en 1896-1897. Se comienza a uniformizar la instrucción. Se le da más recursos a la educación a los municipios, los cuales habían perdido mucho por la eliminación de las alcabalas. Así, aumenta el número de escuelas primarias y se propaga el modelo.
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Me parece que Del Río hace un fundamentación relevante del pensamiento liberal que encontramos en La Sucesión Presidencial, el polémico libro de Madero. El libro ha recibido una diversidad notable de comentarios de historiadores, pero la lectura de esta semana trata de ver más allá de esos factores estéticos, de alcance o tangenciales de la obra y se centra en su importancia como documento continuista de la tradición liberal. Desde ese punto de vista, sin duda es un legado importante para entender la transformación de la época que ve la caída del porfiriato y la irrupción revolucionaria.
Para Del Río, el aspecto más importante del libro de Madero es que ve a la libertad y la libertad política, en particular, como el atributo esencial de la persona. De ahí se derivan todas las otras libertades. Es una condición moral y si no existe, se vive como un ser degradado. En ese sentido, la Constitución de 1857 es la piedra de toque de Madero en la cual se manifiesta con claridad la relevancia de la libertad del hombre. Es necesario protegerla y no burlarla como lo ha hecho Díaz. El dictador ha propiciado una especie de liberalismo económico que Madero tampoco ve con buenos ojos, pues se privilegia con éste la tendencia individualista de los individuos. Madero busca, por otro lado, a un ciudadano comprometido con su libertad política y con su patria, la cual desemboca en la democracia. Esta es una actividad desinteresada, sin importar los aparentes beneficios económicos que pueda traer un régimen controlado como el que se vive en el país desde las últimas décadas del siglo XIX. La democracia es una responsabilidad, en pocas palabras.
El problema de Díaz para el coahuilense es que su influencia corruptora permea todos los aspectos de la sociedad. Es una dictadura moderada, obsesionada con el poder, y no vislumbra el bien verdadero para el país (la democracia), pues basa su solidez estructural en la reelección del oaxaqueño.
Paradójicamente, al ser publicado el libro de Madero tuvo poca influencia en las capas más ilustradas de la sociedad. Aquella modernidad que buscaba no resonó, de acuerdo con Del Río, con la fuerza que esperaba, pero sí con algunos grupos alejados a su condición socioeconómica. Es decir, no es automática la relación entre el levantamiento revolucionario de noviembre de 1910 y las ideas publicadas por Madero en enero de 1909, como a veces lo ha hecho creer la historia oficial. Del Río lo resume mejor: “no se puede negar que los planteamientos ideológico-políticos que se hacen en La sucesión presidencial... pasaron a ser, en la coyuntura mexicana de 1908-1910, algo más que un discurso de factura individual construido a partir de la idea de que la libertad esencial del hombre es la libertad política. Si de algún modo esos planteamientos resultaron entonces políticamente trascendentes, hasta el punto de contribuir a dar un nuevo aliento y cauce a los movimientos de oposición a la dictadura, no fue tan sólo porque reivindicaran ellos precisamente lo que el régimen negaba a sus opositores, sino también porque su vigencia fue favorecida por las circunstancias históricas del momento”.
Dicho todo esto, creo que las diferencias entre Díaz y Madero radican en la forma que ven el liberalismo y que he descrito anteriormente. Para Díaz significa libertad controlada; para Madero libertad esencial. Ambos buscan el beneficio económico, pero no si está peleado con la libertad individual y política, como lo deja claro Madero. Díaz no parece tener problema en limitar las libertades individuales si eso significa beneficio monetario o progreso.
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¿Podemos encontrar liberales postrevolucionarios?
No muchos. Lo que vemos es que después de la Revolución, los intelectuales y gobernantes, muchas veces de la mano, han retomado los principios de la República Restaurada para justificar sus acciones y programas. Hale menciona en particular a Salinas de Gortari y su "liberalismo social" (aplicado sobre todo en la Constitución de 1917). Sin embargo incluso aquellos historiadores como Reyes Heroles, el cual ha escrito una narrativa integrista de continuidad liberal, no expande el marco de ideas liberales, simplemente las reinterpreta para una nueva época. Esto se ha hecho ya con Díaz, cuando renueva para su propio beneficio los planteamientos y símbolos liberales de la República Restaurada, y durante la construcción nacional priista de 1940, el cual añade a su discurso una capa de símbolos de la Revolución. En ambos casos se trata de épocas de consenso ideológico, periodos en donde se institucionalizan los mitos liberales: nacionalismo y mestizaje. Ambos, argumenta Hale, han construido una identidad mexicana fuerte, muy distinta a lo que se aprecia en otras naciones de Latinoamérica. Dicho eso, la globalización amenaza con carcomer esa identidad en vista de que el régimen se ha apropiado de los héroes del pasado en un discurso ecléctico, pero privilegiando el desarrollo económico.
¿Cuáles serían sus características? ¿Cómo plantea el autor el liberalismo del siglo XX?
Además de Reyes Heroles, el autor menciona Cosío Villegas como uno de los principales teóricos mexicanos del liberalismo. A diferencia del primero, Cosío dice que la Historia debe cuestionar la dirección de la perpetua revolución oficial, no justificarla. Para 1947 piensa que el país está en una crisis moral, perdiendo su sentido, entrando a un nuevo porfiriato a causa del autoritarismo del Ejecutivo y el servilismo de los otros dos Poderes. Cosío busca entonces en el liberalismo--no el liberalismo integrado de Reyes Heroles--una seria de ideas para limitar a la autoridad central a través de la Constitución, retomando los principios de la República Restaurada y la Revolución.
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En este interesante texto, Lorenzo Córdova, ahora consejero presidente del INE, aborda la evolución del pensamiento liberal y las disyuntivas alrededor del mismo desde Grecia hasta nuestros días.
La conceptualización inicial gira alrededor de la relación democracia-liberalismo. En pocas palabras, del poder y su ejercicio versus la libertad. Es una batalla ideológica alrededor del Estado de Derecho, del gobierno. Es por eso que el concepto del pensamiento burgués en donde se define al individuo cambia radicalmente el balance de este poder, ya con textos del siglo XVII. Desde ese momento, el debate no ha cesado y coincide con lo que vimos en las unidades iniciales del curso: ¿La unidad del poder demerita al individuo? ¿O libertad de los individuos demerita la unidad, a las naciones, a sus gobiernos?
El autor agrega que si bien la democracia como hoy la conocemos viene de la idea inicial de Rousseau, el concepto de libertad burguesa se plasma por primera vez con la Independencia de EEUU. El origen del liberalismo nace de la idea de que el hombre puede ejercer sus derechos sin lesionar las esferas de libertad de los demás. El Estado no era otras más que procurar el equilibrio de libertades y derechos. Es en esa tierra donde esa idea se plantea de inicio. Adicionalmente, los límites de poder vienen expresados en la Declaración de los Derechos del Hombre y Ciudadano, creados a partir de la Revolución francesa. Aquí vemos por primera vez democracia y libertad. La idea nace ahí y nunca se disuelve, es la tesis central del autor. Y aunque hoy nos parezca normal, no siempre fue una idea positiva. Incluso la representatividad del ciudadano también fue una idea novedosa. A esa idea se une la lucha por los derechos civiles, la lucha por el sufragio universal y el Estado Benefactor, todos sustentados en el pensamiento burgués. Ahora incluso la democracia es un valor para los políticos, los legitima.
Pero la cosa ha cambiado: se critica al Welfare State o Estado Benefactor (la forma más acabada de evolución democrática, según el autor). Al contrario, para facilitar la toma de decisiones en países muy poblados, a diferencia de la Grecia clásica de donde proviene la idea de democracia, se plantea el Minimal State. Se dice que el estado está sobrecargado y que por eso es mejor el neoliberalismo. En muchos casos esto significa privatización. En ese nuevo concepto también se asoma el autoritarismo, el cual pretende resolver los problemas rápida y fácilmente, pero va en contra de las ideas iniciales de los derechos humanos y civiles que ya se habían ganado. Esto es una de las contradicciones internas del liberalismo: produce dentro de sí mismo sistemas antidemocráticos. Se acusa ingobernabilidad, tal como vemos cada día en la prensa nacional.
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