RESUMEN
Porfirio
Díaz fortaleció su estancia en el poder con el uso de
representaciones gráficas que exaltaron sus capacidades militares y
lo plasmaron, además, como un líder fuerte, pero liberal. Los
distintos periodos de Díaz coincidieron con innovaciones mediáticas
que, sumadas a las representaciones gráficas tradicionales, hicieron
que las acciones del dictador se engrandecieran. Así, forjó una
legado visual que sobreviviría a su tiempo. Las imágenes para
sustentar dicha afirmación se muestran en un anexo gráfico al final
de este texto.
https://www.academia.edu/9666646/Exaltar_al_poder._La_apropiación_de_los_ideales_del_liberalismo_en_las_imágenes_de_Porfirio_D%C3%ADaz]
- INTRODUCCÓN
Mucho
se ha escrito sobre Porfirio Díaz, el dictador que gobernó de 1876
a 1880 y de 1884 a 1911, más un interregno de Manuel González de
1880 a 1884. Para Díaz (Oaxaca, 1830-1915), el ejercicio del poder
significó obviar la ley, en distintos momentos, para justificar el
progreso y la paz que México experimentó durante su régimen. En
ese contexto, Díaz se asume como un continuador del liberalismo que
implantó Juárez. Las imágenes de su persona reflejan este
concepto, de acuerdo con las pinturas, fotografías, grabados,
fotograbados e ilustraciones que se hicieron de él durante sus
distintas estancias en el poder. Al mismo tiempo, Díaz se apropió
del discurso liberal juarista para justificar su acciones. Es,
entonces, un liberalismo sui
generis que vio en el
orden y el progreso las dos líneas más importantes para llevar a
México a la senda de un país moderno, a pesar de sus abusos de
poder.
Imagen
y representación gráfica del poder siguen siendo elementos básicos
de los gobiernos, como aún se observa en México al momento de la
redacción de este reporte. Díaz lo entendió hace más de un siglo.
Su imagen debía concordar con su forma de gobernar: paternalista,
fuerte, única, sin disentimiento. Para este trabajo he recolectado
una serie de imágenes que evidencian estas características y que
fueron publicadas en el periódico pro gobiernista El Mundo.
Semanario Ilustrado (después El Mundo Ilustrado) durante
el porfiriato. También incluiré algunas pinturas de ese mismo
periodo para recalcar mi hipótesis. Un trabajo más completo y sin
duda más balanceado incluiría imágenes de otras fuentes, sobre
todo aquellas de la prensa opositora a Díaz, las cuales fueron muy
ricas y diversas. Las limitaciones de tiempo y espacio me obligan a
mostrar sólo una estrecha producción del rico material que se
publicó en México en esa época.
Este
trabajo parte de una pregunta central: ¿cómo asume Díaz el
liberalismo? Tocaré algunas de sus ideas sobre este tema a partir de
sus comentarios en la entrevista Díaz-Creelman, publicada en marzo
de 1908 en la edición número 3, volumen XIX, de la Pearsons
Magazine
bajo el título “Héroe de las Américas”. Este es un texto
laudatorio en donde se exalta a Díaz como un héroe romántico, es
decir, como un hombre dispuesto a sacrificar su propia vida por un
ideal imposible de alcanzar. En este caso, ese ideal es la entrada de
México a la modernidad. Es un artículo que resalta a Díaz a través
del progreso que ha hecho México durante su gestión. Se ensalzan
sus hazañas de guerra. Además, se le pregunta sobre cómo ve el
gobierno y el uso de la violencia, por lo que ha sido criticado, y su
relación con Estados Unidos. Visto a la distancia, la entrevista
también es un buen documento para entender los pensamientos del
dictador y su muy particular visión del liberalismo. Para empezar,
Díaz está seguro de haber continuado el legado de Juárez:
Preservamos
la forma republicana y democrática de gobierno. Defendimos la teoría
y la mantuvimos intacta. Pero adoptamos un programa patriarcal en la
administración de los asuntos de la nación, guiando y restringiendo
tendencias populares, en completa fe que una paz con base en la
fuerza permitiría a la educación, la industria y comercio
desarrollar los elementos de estabilidad y unidad en una gente
naturalmente inteligente y bondadosa1.
Vemos
de entrada que Díaz considera al liberalismo mexicano como una idea
valiosa, pero que debe ser controlada. Es decir, hay libertad, pero
no completa. Pero además, las distintas clases sociales deben
cumplir sus funciones específicas si desean que México se
modernice: la clase media es la “parte activa” de la sociedad,
que quiere mejorarse a sí misma y que “se preocupa de la política
y del progreso general”, a diferencia de los ricos que “están
demasiado preocupados con sus riquezas y sus dignidades para que sean
de mucha utilidad en el avance del bienestar público” o los
pobres, “demasiado ignorantes como para tener poder”2.
Después agrega que, en general, el mexicano piensa mucho en sus
derechos, pero no en los de otras personas, lo cual indica, según
Díaz, que los principios de la democracia no han sido bien plantados
aún entre sus gobernados. Es un trabajo que está por cumplirse,
pues el mexicano promedio piensa más en sus privilegios que en sus
obligaciones. De nuevo, unos párrafos más adelante, resurge en Díaz
la idea de un libertad, pero delimitada: “La capacidad de poder
controlarse es la base de un gobierno democrático, y la capacidad de
poder controlarse sólo es posible para aquellos que reconocen los
derechos de sus vecinos”, le dice a Creelman3.
El dictador más tarde comenta que al inicio de su gobierno tuvo que
ser más duro de lo que es ahora, pues eso es lo que el país
requería en ese momento, casi al “punto de la crueldad, pero todo
fue necesario para la vida y el progreso de la nación. Si hubo
crueldad, los resultados lo han justificado”4.
Se derramó sangre mala y se salvó la buena, explica después. “Era
necesaria la paz, incluso una paz con base en la fuerza, para que la
nación tuviera tiempo de pensar y trabajar. Educación e industria
han continuado el trabajo que comenzó el ejército”5.
Cuando Creelman le pide profundizar en la educación, apunta que es
una tarea pendiente del Gobierno nacional, el cual debe armonizar el
entrenamiento de sus gobernados para que se intensifique la unidad,
pues “cuando los hombres piensan de una misma forma y piensan de
una misma manera es más probable que actúen de la misma manera”6.
Las
ideas centrales sobre el liberalismo porfirista vienen en la parte
medular de la entrevista, cuando habla del individuo y de las
naciones. Para el dictador, una nación es la suma de sus individuos
y una es inseparable de la otra. Podemos ver entonces que el
progreso, en su concepción, sólo se logra cuando los hombres que
pertenecen a esa nación hacen de lado sus rencillas y sus propias
ambiciones:
Los
hombres son más o menos iguales en todo el mundo […] Las naciones
son como los hombres. Deben ser estudiadas y sus motivaciones
entendidas. Un gobierno justo sólo es la ambición colectiva de las
personas, expresado en forma práctica.Todo se reduce al estudio del
individuo. Es el mismo en todos los países. El individuo que apoya
a su gobierno en la paz o la guerra tiene algunas razones personales.
La ambición puede ser buena o mala, pero es, en el fondo, ambición
personal. El comienzo de un gobierno verdadero es el descubrimiento
de esa razón, y el que gobierna debe buscar no extinguir sino
regular la ambición individual7.
El
paternalismo liberal de Díaz, si así podemos llamarle, queda
marcado cuando observa que ha tratado de entender los deseos
individuales de sus gobernados, el cual actúa la más de las veces
con el corazón y no con la mente. Él es el único que puede guiar
al pueblo en las acciones, más allá de la teoría liberal:
Tuve
que pensar un gobierno yo sólo. Tenía que ser el gobierno yo mismo.
Creí en principios democráticos en ese entonces y aún creo en
ellos, a pesar de que las condiciones han requiero de fuertes medidas
para asegurar la paz y el desarrollo que deben preceder a un
gobierno absolutamente libre. La teoría política por si sola no
creará una nación libre8.
En
el fondo, sintetiza Díaz unas líneas más adelante, un gobierno
progresivo es aquel que debe buscar el bien del pueblo, pero siempre
debe tener un “apaga fuegos” a la mano por si la ambición
natural de alguno de los gobernados “brilla con demasiada
intensidad”9.
Sobre
la religión dice que no está en contra de ella, sino opuesto a la
idolatría. Los religiosos no pueden votar ni tener cargo público ni
usar traje distintivo en público, pero el individuo sí puede
profesar una religión, ante la cual el dictador “no guarda ninguna
hostilidad; al contrario, a pesar de toda la experiencia pasada, creo
firmemente que no puede haber verdadero progreso nacional en ningún
país o en ningún tiempo sin una religión verdadera”10.
Díaz
representa para él
mismo,
como vemos, el orden, el continuismo de la esencia de las ideas
liberales juaristas y el paternalismo. La modernidad sólo se
consigue al sacrificar las ambiciones personales, las cuales no
pueden estar por arriba del colectivo. Cuando ha tenido que aplicar
la fuerza lo ha hecho, olvidando los ideales liberales y el estricto
apego a la ley. Al final de camino, sin embargo, el barco se
encuentra enfilado a la modernidad y el progreso. El hombre es una
síntesis del tumultuoso siglo XIX, el cual, en México se acaba con
la caída de su régimen, de acuerdo con Gómez11.
Ese
mismo historiador considera que en el porfiriato se consolidaron los
esfuerzos de Juárez y Lerdo para fortalecer a la nación y se
profundizó en el nacionalismo, al mismo tiempo que se hicieron
importantes cambios económicos y sociales a partir del poder
ejecutivo sobre otras instituciones locales. El proceso de
modernización se intensifica de 1880 a 1911, época de importantes
avances económicos12.
Los sentimientos nacionalistas aumentaron en ese periodo por “la
adhesión a la independencia política, preponderancia del Estado
sobre otras instituciones, los sentimientos de lealtad hacia la
nación, una xenofilia limitada, solidaridad al gobierno republicano
y sentido de territorialidad”13.
Gómez concluye que durante el porfiriato inició un proceso en donde
quedaron incorporados las lecciones del pasado, las deficiencias del
presente y las esperanzas del futuro que a la postre formaron la
estructura ideológica del México del siglo XX14.
Pero este avance hacia la modernización material no estuvo
acompañado del progreso político y, como recuerda Staples, esa fue
justa la razón de la caída de Díaz. Esto le dio una incapacidad
estructural al sistema para darle salida a los problemas de la
democracia y la libertad y fue el impulso que dio dirección al
llamado de las armas de Madero para intentar crear un país más
justo y más libre15.
A pesar de eso, la investigadora acepta que durante el porfiriato,
gracias a un pequeño grupo de liberales, se desarrolló una
ideología nacional con elementos modernizadores basados en el
liberalismo en el marco de un gobierno centralista y un ejecutivo
fortalecido, negociaciones y conciliaciones. “A fin de cuentas se
logró consolidar un Estado liberal, definido en el discurso político
como secular y no corporatista, librecambista y defensor de la
propiedad privada”, afirma Staples16.
El
aglutinante para lograr dicha estabilidad fue el progreso material.
Este avance sólo podía estar aparejado de un caudillo mestizo
indispensable, según Krauze, una persona que encarnase a la
autoridad misma, la cual había nacido en Oaxaca bajo elementos
teocráticos, en donde el dictador quiere ser un padre inmenso que
debe regañar a sus hijos irresponsables y dependientes: mandar es
una religión17.
Con Díaz, agrega, llega al final la era del progreso político de
Juárez y el país entra a la del progreso material. Este adelanto
fue simbolizado con mayor claridad en los ferrocarriles, inaugurado
ya por Sebastián Lerdo de Tejada en 1873 y expandidos por Díaz,
sobre todo hacia el norte del país. La máquina le sirvió al mismo
Díaz para ganar mayor control militar y centralizar la
administración del territorio nacional18.
Al mismo tiempo, aumentó la red telefónica y telegráfica. De
acuerdo con Krauze en 1876 había apenas 638 km de vías férreas;
para 1910, un total de 19 mil 280. Se contaban sólo 9 mil km de
tendido telegráfico en 1877; en 1900, ya 70 mil km. La red postal,
hacia esa misma fecha, alcanzó 90 mil km. El resultado, según el
mismo autor, fue el aumento del mercado interno y externo, el
robustecimiento de la industria minera e industrial y mayor inversión
extranjera19.
El periodo en donde se avanzó con mayor intensidad en el desarrollo
nacional, es decir de 1876 a 1888, fue en el que Díaz aplicó con
mayor sagacidad lo que aprendió como militar y como heredero del
poder teocrático de sus antepasados, postula Krauze, uno en donde
aplicó doce riendas para embridar a la nación e instaurar el reino
del orden y la paz: represión o pacificación, divide y vencerás
con los amigos, control y flexibilidad con los gabinetes y los
gobernadores, sufragio inefectivo, sí reelección, domesticación
del Poder Legislativo, domesticación del Poder Judicial, ‘pan y
palo’ con el ejército, política de conciliación con la Iglesia,
gallardía en la política exterior, acoso a la prensa, doma a los
intelectuales y culto a la personalidad20.
Es
precisamente en ese último apartado en donde profundizaré más
tarde para sustentar este reporte. Pero antes, daré un breve marco
conceptual para entender la situación de las artes durante el siglo
XIX, pues las imágenes que se crearon de Díaz durante su régimen
se entiende mejor si el lector conoce la sensibilidad estética de
ese momento.
- VISTAZO AL ARTE Y LA ESTÉTICA MEXICANOS DE FINALES SIGLO XIX
Al
igual que la situación socio-política de México durante el
decimonónico, el arte en México a lo largo del siglo fue una mezcla
de corrientes y tendencias. Para el fin de siglo, la efervescencia
técnica y filosófica se materializaba en distintas expresiones
artísticas. Algunos lo han definido como “ecléctico”, pues no
hubo una corriente concreta que se instalara en el país durante el
periodo, como sí se puede delimitar claramente en Europa durante el
transcurso del XIX21.
En México, el arte del fin de centuria fue a veces clasicista, otras
realista e idealista, monumental, histórico, costumbrista o
romántico, escribe Fernández, y metió al país a la modernidad:
“el arte moderno del siglo XIX significa que México realizó
entonces su ideal histórico: ser sí mismo siendo como Europa.22.
La arquitectura porfiriana fue claramente influenciada por Francia,
Inglaterra y Alemania, se embelleció el Paseo de la Reforma a manera
de las rue
parisinas y se instalaron sobre el mismo distintas estatuas de héroes
del pasado para exaltar el nacionalismo y hacer renacer el
indigenismo23.
En la pintura se aprecia el trabajo de academia y muy particularmente
del paisajismo.
Tal
como señala Velasco, considero que el arte es un bello instrumento
de revelaciones, en donde el artista está sujeto a las condiciones
materiales e ideológicas de su época para dar testimonio de aquello
que le rodea24.
El paisajismo de nuestro periodo de análisis refleja la aparente
estabilidad social de la pax
porfiriana.
El orden de la naturaleza logra un equilibrio con el régimen de lo
humano y cuando ambas están en sintonía, se llega a la unidad. En
los paisajes de esta época también se reflejan la fabricada
libertad del hombre, la cual es sólo aparente ante el orden natural.
En pocos palabras, el amor a la libertad es uno de los valores
principales de la pintura paisajista de estos años, la cual revela
orden y precisión25.
En estas obras también se nota el avance de la época. La ciencia
traza sus líneas simétricas en los horizontes de los artistas. Tal
vez por eso las pinturas de estos años comienzan a tender hacia el
realismo, ligado a la materialidad de las cosas, a aquello que se
puede ver. “Es, en fin, el ferviente deseo de colocar al arte en el
mismo plano de la ciencia y la técnica”, el cual dio como
resultado el positivismo26.
Al igual que Díaz, los lienzos porfirianos quisieron afirmar el
nacionalismo mexicano para hacerlo universal y, con eso, alcanzar a
las naciones cultas. El culto es la pasión por la patria; el
objetivo es crear un santoral cívico y una exaltación de las
propias costumbres que conduzcan al progreso, por más que este
aparezca ennoblecido, artificial, dice Velasco; y después agrega:
El
arte ahora [en el XIX] debe ademas de ser un elemento inspirador de
un amor patrio, coadyuvar al progreso de la sociedad. El arte es
parte del engrandecimiento nacional, riqueza pública y gloria de la
nación; auxiliar de la ciencia y la industria, riqueza pública y
gloria de a nación. Influye en la moral y en los instintos de las
masas27.
Dos
grandes paisajistas ilustran ese ideal: José María Velasco y
Joaquín Clausell. El segunda muestra en su obra el estado de ánimo
de paz de Diaz, no hay angustias ni problemas. El primero intenta
definir cómo es México. Velasco, por otro lado, intenta equiparar
el orden natural con el orden social del porfiriato. El
Puente de Metlac (1881),
una de sus pinturas más conocidos, plasma dos máquinas de
ferrocarril echando humo y corriendo sobre las vías, en medio de la
naturaleza veracruzana. “Es el progreso que cruza”28,
dice Krauze.
Además
de los paisajistas, la pintura porfirista se ejecutó, claro, bajo
encargo oficial, para decorar su imagen. El dictador utilizó a la
Escuela de Bellas Artes para pintar glorias pasadas, sirviéndose
principalmente de Francisco de Paula Mendoza29.
Aquí también aparecen las pinturas de José María Obregón, quien
plasma a Díaz como un soldado orgulloso que ha cumplido su deber.
Otro retrato anónimo de la época nos pinta a un Díaz avanzado en
años, muy diferente al de Obregón. (Figuras 1 y 2 del anexo
gráfico). Aunque ambos son retratos de corte acadecimista, el
segundo sale de lo “estereotipado y lo habitual cortesano”30.
Pero el porfirismo tal vez fue más marcado en el arte áulico,
palaciego. Es la época en que todo se hace para exaltar la figura
del presidente:
En
el arte, el lenguaje adulador se sustentó en la suntuosidad de la
obra pública, en el discurso literario-político y en la “devoción
pictórica”. El héroe de la guerra de intervención, el vencedor
de Miahuatlán y La Carbonera, el conquistador de Puebla, el
indomable que dos veces escapó de sus captores para volver a empuñar
las armas por la patria, todo esto era la imagen que la adulación
sostuvo para acallar los crímenes y el despotismo de la dictadura31.
Ahí
está la Batalla del 2 de abril (1902) (Figura 3), de José
Cusachs y Cusachs, la cual se usó para fines propagandísticos. En
ella, el militar Díaz da órdenes a sus tropas sobre un corcel (el
caballo, generalmente de gran alzada, será recurrente en este tipo
de pinturas en donde aparece Díaz (ver Figura 19 y varias más). Por
otro lado está Prisioneros de guerra de los franceses (1906)
(Figura 4), de Germán Gedovius, en donde el prisionero principal,
claro, es Díaz. A los pies del óleo se ve un grupo de lanceros
mexicanos, los cuales no están de acuerdo con las posturas liberales
de esa época; “son los traidores, dice Díaz en sus memorias”32.
Como dijimos arriba, uno de los pintores más representativos del
porfiriato fue de Paula Mendoza, el cual sintetiza en sus cuadros el
militarismo y el paisajismo. De acuerdo con Baez, “es probable que
abordara este género porque siendo profesor en el Colegio Militar
pudo recibir encargos oficiales en los que se encomendaba revivir las
grandes hazañas de Porfirio Díaz”33,
tal como vemos en La Batalla de Miahuatlán (1906) (Figura
5), Batalla de la la Carbonera (1910) (Figura 6) y, de nuevo,
en La batalla del 2 de abril de 1867. Entrada del general Porfirio
Díaz a Puebla (1902) (Figura 7). En las tres, el papel de Díaz
es preponderante.
Durante
su estancia en el poder, Díaz no sólo fue representado en distintas
obras, sino que ligó su figura con las raíces de la cultura
mexicana. Además de la estatua de Cuauhtémoc que se instaló sobre
Paseo de la Reforma, durante su régimen fue fotografiado frente a
distintas esculturas aztecas del Museo Nacional en una especie de
ritual que buscó darle legitimidad como símbolo patrio en defensa
de la soberanía, como señala Molina: "a principios del siglo
XX era común para los mexicanos celebrar a tres héroes nacionales,
además de reconocerlos como hacedores de contribuciones específicas
para la evolución del país: a Hidalgo por la Independencia; a
Juárez por la libertad; y a Díaz por la paz”34.
Los avances mediáticos de la época, vemos, fortalecerían la imagen
del dictador.
- EL MUNDO ILUSTRADO Y LA EXALTACIÓN DE PORFIRIO DÍAZ
El
porfirismo coincide con varios avances tecnológicos que los medios
de comunicación aprovecharon para aumentar su alcance,
comercialización e injerencia en la formación de la opinión
pública. Los años inmediatamente previos a Díaz o que coinciden
con su mandato, traen la utilización de la pulpa de madera en un
diario norteamericano (1868), el reconocimiento de las propiedades
fotosensibles del selenio (1873), la fotografía de plancha seca
(1877), la media tinta en los diarios (1880), la máquina de Hoe para
plegar periódicos, la cámara manual de Eastman (Kodak) (1886), el
celuloide en la fotografía (1888), la cámara cinematográfica de
Edison (1889) y el cinematógrafo de Lumière (1896)35.
Cito sólo algunos de los avances más representativos; la prensa
mexicana y los individuos de esa época sin duda aprovecharon otros
para difundir con mayor intensidad y claridad y sus mensajes. Uno de
esos medios fue el semanario pro gobiernista El
Mundo (después El
Mundo Ilustrado. También
emitiría un diario con el mismo nombre durante esta misma época),
le cual mejoró en calidad y formato editorial a lo largo del
porfiriato. Hacia principios del siglo XX, por ejemplo, el periódico
había mejorado considerablemente la calidad de su papel, incluía
más elementos gráficos, mejores fotografías e incluso algunas
secciones a color, con grandes desplegados a doble página.
Pero
antes de entrar a detalle en ese medio, vale la pena conocer la
situación de la prensa durante el porfiriato. Antes de Díaz, la
prensa había permanecido como “el último bastión del liberalismo
original y clásico”36.
Con Manuel González y Díaz la situación mutó. Es un periodo que
se caracteriza por los arrestos, las clausuras de diarios y algunos
asesinatos, en el que hay, hacia 1888, unos 130 impresos políticos37.
Si ensanchamos el círculo para sumar todas las publicaciones, sin
discriminar por tema, para 1907 había en todo el país mil 571
impresos con una circulación mucho mayor de que la había antes del
porfiriato, potenciada, en parte, por el aumento de la
alfabetización, sobre todo en la Ciudad de México38.
En la capital, los impresos se dividían a grandes rasgos en los que
apoyaban al régimen y los que lo criticaban. Aunque sus opiniones no
eran homogéneas, El
Siglo XIX, El
Imparcial, El
Universal, El
Partido, El
Heraldo, El
Reeleccionista, y
El Debate estaban en
general en favor del gobierno; en su contra, del lado crítico: El
Monitor Republicano, El
Demócrata, El
Diario del Hogar, El
Hijo del Ahuizote, El
Colmillo Público y
Regeneración39.
Los dos exaltaban a la
nación, pero unos se dirigían hacia las capas acomodadas de la
sociedad y los otros hacia la “nación verdadera”, es decir, al
pueblo. Los primeros criticaban a los segundos por obstaculizar el
desarrollo nacional con su crítica al gobierno. En esta época, cada
bando trata de apropiarse de las cualidades heroicas que debe tener
un verdadero patriota: entusiasmo, sacrificio, valor, conciencia,
abnegación, responsabilidad, idealismo, y fe40.
A partir de 1900, el patriotismo en los medios impresos se focalizó
en consolidar la patria a través de la lucha por el futuro de la
nación41.
Díaz era el hombre indicado para materializar estas aspiraciones.
El
Mundo Ilustrado adaptó estos principios en las imágenes que
publicó de Porfirio Díaz entre 1894 y 1910. Las ilustraciones,
fotografías, fotograbados, y dibujos de Díaz acompañaron una prosa
a favor del orden y del régimen. Su figura aparece como el
continuador de los principios liberales del juarismo. Dicho eso, cabe
señalar que para 1895 publicaba desde Puebla unos 5 mil ejemplares42
(después también tendría oficinas en la Ciudad de México). Su
objetivo fue competir con revistas de Europa del mismo corte a partir
de un presupuesto considerable, así como distintos avances
tecnológicos que experimentó entre 1894 y 1914 (año en que dejó
de publicarse) para mejorar su calidad de impresión y los elementos
alrededor del texto, como tipografías y técnicas de impresión43.
El Mundo se identifica como un medio enfocado a la cultura,
dirigido a las clases ilustradas. Abundan los galicismos y los
anglicismos en la redacción de sus notas; a veces, los latinismos.
Los temas habituales son: lo extranjero (el orientalismo en
particular), la moda, la mujer y su belleza, partituras musicales, la
vida de la monarquía europea, el progreso material y militar,
Palacio Nacional, el Castillo de Chapultepec y el Colegio Militar,
así como sus alrededores, la fe (“pero no la idolatría”, tal
como le diría Díaz a Creelman), la pintura, la escultura,
literatura, arquitectura del México moderno, todo esto entremezclado
con editoriales políticas en apoyo al porfiriato. Para recalcar el
segmento poblacional al cual se dirige, es curioso notar que publica
muchos de sus anuncios en francés.
Durante
el periodo analizado vemos amplios despliegues editoriales que alaban
las acciones del dictador. Se le conceden portadas enteras, se
enaltecen sus acciones militares del pasado y se le aplaude cada vez
que inaugura una obra nueva o asiste a un estado en gira oficial.
(Ver las figuras 8 a 18 del anexo gráfico). Las fiestas nacionales
son motivo suficiente para recordar su patriotismo. Además, critica
a Maximiliano cuando se acerca el aniversario de su fusilamiento, el
19 de junio de 1867. Defiende a Díaz cuando lo atacan otros
periódicos como El Progreso44,
lo felicita por no invadir Guatemala a pesar de su educación
castrense (“siempre hemos admirado al actual Presidente por todo lo
bueno que hace”45).
También remarca los logros de su política económica, acepta que no
hay nadie más que pueda ocupar su lugar en la presidencia46,
y además justifica su prolongada estancia en el poder gracias a su
evolución política (“El General Díaz es apto al puesto que
ocupa, no por héroe sino por político, no por militar sino por
hombre de Estado”47).
Rechaza el sufragio al calificarlo como indisciplina e intenta hacer
prevalecer su propia autoridad48.
Cuando se acerca el aniversario del 2 de abril de 1867--el asalto y
toma de la batalla de Puebla por Díaz—se hace un amplio despliegue
durante dos semanas de las condecoraciones a entregársele, primero,
y después del acto mismo (“...el recuerdo de la memorable jornada
se agiganta...¡Fecha gigante! ¡Día imperecedero!”49).
Por otro lado, admira su austeridad militar. En uno de los números
dedicados al Castillo de Chapultepec, apunta en sus últimas líneas:
En
medio de tanto lujo y tanta riqueza que hay en el alcázar de
Chapultepec, se encuentra una salita en la planta alta, con alfombra
gastada, una cama de latón común y corriente, dos burós y dos
sillas. Esta pieza es la recámara que ocupan, cuando viven en el
Castillo, el Sr. General Díaz y su esposa50.
Las
loas aumentan cuando Díaz inaugura una obra pública: “vemos en
esas obras, uno de sus más hermosos triunfos, que acaso, lo
enorgullezca legítimamente[...]bastaría este [acto] para perpetuar
su memoria”51.
El
Mundo creó así una
imagen de Díaz que fortaleció su estancia en el poder. De acuerdo
con Krauze, el dictador utilizó su imagen personal para mejorar la
opinión que se tenía de él en México y en el Mundo52.
El Mundo aprovecho
esa vertiente del poder para ofrecer a sus lectores la imagen de un
México moderno, liberal, encabezado por el hombre correcto. Un
hombre atlético en su juventud, por cierto, sólido como roble en su
años maduros, el cual que hacía ejercicio cada mañana, que pasó
del general mestizo al general tapizado de medallas, opina el mismo
autor53.
- CONCLUSIÓN
A
lo largo de este reporte he tratado de demostrar cómo es que la
imagen de Díaz fue aprovechada por el dictador para enaltecer su
estancia en el poder, asumiéndose como un continuador del
liberalismo, a su modo, para modernizar a México. He demostrado como
al menos un periódico, El Mundo, apoyó a Díaz y lo vistió
con una iconografía acorde a la representación de poder que el
dictador quería mostrar ante sus gobernados. Lo mismo sucedió con
algunas pinturas de época que glorificaron sus hazañas de guerra.
Con esto se logró, como postula Krauze, unificar temporalmente los
extremos de los grupos liberales y conservadores y así liberarse del
conflicto que había sangrado al país a lo largo de casi todo el
siglo XIX. “Solo la identidad plástica de un mestizo pleno podía
discurrir la conciliación”, resume54.
Díaz se vio favorecido cuando los avances técnicos de los medios de
comunicación llegaron a México hacia finales del decimonónico,
como lo constata El Mundo. Ahí se le inmortalizó hasta
nuestros días como una síntesis poder absoluto derivado de la
destilación de las ideas liberales que se debatieron en México
antes y durante su estancia en la presidencia.
ANEXO
GRÁFICO
1José
Maria Luján. Entrevista Díaz-Creelman. Cuadernos del
Instituto de Historia, Serie Documental No. 2m UNAM, México, 1963,
p. 237. Remito al lector al texto original en inglés de la
entrevista. La traducción es mía. Encuentro defectuosa la
traducción al español que se encuentra en la segunda parte del
libro.
2Ibid,
p. 240, traducción propia.
3Ibid,
p. 241, traducción propia.
4Ibid,
p. 244, traducción propia.
5Ibidem
6Ibid,
p. 245, traducción propia.
7Ibid,
p. 249, traducción propia.
8Ibid,
p. 250, traducción propia.
9Ibidem
10Ibid,
p. 277, traducción propia.
11Juan
Gómez. Porfirio Díaz, los intelectuales y la revolución.
Ediciones El Caballito, S.A, México D.F., México, 1981, p.6.
12Ibid,
p. 33.
13Ibidem.
14Ibid,
pp. 217-218.
15
Anne Staples et al. El dominio de las minorías. República
restaurada y porfiriato. El Colegio de México, México D.F.,
1989, p. 14.
16Ibidem.
17Enrique
Krauze. Porfirio Díaz. Místico de la autoridad.
(Investigación iconográfica: Aurelio de los Reyes). Serie:
Biografía del poder, Fondo de Cultura Económica, México D.F.,
1987, passim.
18Alicia
Hernández. Las fuerzas armadas mexicanas. Su función en el
montaje de la República. (Serie Antologías). El Colegio
de México, México D.F., 2012, p. 56.
19Krauze,
Op. Cit., pp. 103-114.
20Ibid,
pp. 31-32.
21Justino
Fernández. El Arte del Siglo XIX en México. Universidad
Nacional Autónoma de México, México, D.F, 1967. Primera edición
1954, p. 137.
22Ibidem.
23Ibid,
p. 167 y p. 174.
24Jesús
Velasco. México en la visión de sus paisajistas del siglo XIX.
(Ensayo de interpretación histórica a través del arte).
Tesis. Universidad Nacional Autónoma de México, México D.F.,
1970, p. 8.
25Ibid,
p. 23.
26Ibid,
p. 26.
27Ibid,
p. 95.
28Krauze,
Op. Cit., p. 116. y p. 118.
29Eduardo
Baez. La pintura militar de México en el siglo XIX.
Fotografía: Lourdes Grobet, Secretaría de la Defensa Nacional,
México D.F., 1992, p. 80.
30Ibidem.
31Ibid,
p. 137.
32Ibid,
p. 138.
33Ibid,
p. 159.
34Carlos
A. Molina. "1821-1921-1951: la mexicanidad y su arte" en
Luz María Sepulveda (coordinadora). Las artes plásticas y
visuales en los siglos XIX y XX. Tomo VI. Consejo Nacional para
la Cultura y las Artes, México D.F., 2013, p.41.
35Asa
Briggs y Peter Burke. De Gutenberg a internet. Una historia
social de los medios de comunicación. Ed. Taurus, España,
2002, passim.
36Krauze,
Op. Cit., pp. 50-51.
37Ibidem.
38Gómez,
Op. Cit., p. 50.
39Ibid,
p. 129.
40Ibid,
pp. 155-159.
41Ibidem.
42“Circulación
de periódicos en México” en El Mundo, 12 de mayo de 1895.
Este y los demás ejemplares del periódico pueden encontrarse en
los Acervos Históricos de la Universidad Iberoamericana, reunidos
en distintos tomos. En este caso el documento se localiza en el
tomo I, 1-27 (1894-1895).
43Vanessa
Fusari. El Mundo Ilustrado 1895-1900. Escenarios gráficos,
arquitectura, mobiliario y vestido. Universidad Iberoamericana,
Ciudad de México, 2002. tesina, p. 9.
44“Notas
Editoriales. How many?” en El Mundo, 18 de noviembre de
1894.
45“La
Frontera Sur de México”,
Ibid.
46“Notas
Editoriales. Los estados de la Federación y Guatemala” en El
Mundo, 16 de diciembre de 1894.
47“Notas
Editoriales” en El Mundo, 6
de enero de 1895.
48“El
Ejército y la República” en El Mundo, 3 de marzo de 1895.
49“Notas
Editoriales” en El Mundo, 7 de abril de 1895.
50“El
Castillo de Chapultepec” en El Mundo, 26 de mayo de 1895.
51“Las
obras del desagüe del Valle de México” en El Mundo Ilustrado,
25 de marzo de 1900. Tomo I, 1-25 (1900)
52Krauze,
Op. Cit., p. 52.
53Ibid,
p. 77.
54Ibid,
p. 86.
OBRAS CITADAS
- Báez, Eduardo. La pintura militar de México en el siglo XIX. Fotografía: Lourdes Grobet, Secretaría de la Defensa Nacional, México D.F., 1992.
- Briggs Asa & Burke, Peter. De Gutenberg a internet. Una historia social de los medios de comunicación. Ed. Taurus, España, 2002.
- Gómez, Juan. Porfirio Díaz, los intelectuales y la revolución. Ediciones El Caballito, S.A, México D.F., México, 1981.
- Fernández, Justino. El Arte del Siglo XIX en México. Universidad Nacional Autónoma de México, México, D.F, 1967. Primera edición 1954.
- Fusari, Vanessa. El Mundo Ilustrado 1895-1900. Escenarios gráficos, arquitectura, mobiliario y vestido. Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, 2002. tesina.
- Hernández, Alicia. Las fuerzas armadas mexicanas. Su función en el montaje de la República. (Serie Antologías). El Colegio de México, México D.F., 2012.
- Krauze, Enrique. Porfirio Díaz. Místico de la autoridad. (Investigación iconográfica: Aurelio de los Reyes). Serie: Biografía del poder, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1987.
- Luján, José Maria. Entrevista Díaz-Creelman. Cuadernos del Instituto de Historia, Serie Documental No. 2m UNAM, México, 1963.
- El Mundo Ilustrado. Tomo I- 1-27, 1894-1895. Disponibles en el Acervo Histórico de la Universidad Iberoamericana.
- El Mundo Ilustrado. Tomo I- 1-25, 1900. Disponibles en el Acervo Histórico de la Universidad Iberoamericana.
- El Mundo Ilustrado. Tomo II- 1-27, 1900. Disponibles en el Acervo Histórico de la Universidad Iberoamericana.
- El Mundo Ilustrado. Tomo I- 1-26, 1905. Disponibles en el Acervo Histórico de la Universidad Iberoamericana.
- El Mundo Ilustrado. Tomo II- 1-26, 1905. Disponibles en el Acervo Histórico de la Universidad Iberoamericana.
- El Mundo Ilustrado. Tomo II- 1-35, 1910. Disponibles en el Acervo Histórico de la Universidad Iberoamericana.
- Staples, Anne et al. El dominio de las minorías. República restaurada y porfiriato. El Colegio de México, México D.F., 1989.
- Sepúlveda, Luz María (coordinadora). Las artes plásticas y visuales en los siglos XIX y XX. Tomo VI. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México D.F., 2013.
- Velasco, Jesús. México en la visión de sus paisajistas del siglo XIX. (Ensayo de interpretación histórica a través del arte). Tesis. Universidad Nacional Autónoma de México, México D.F., 1970.
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