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Carlos María Bustamante y la historiografía mexicana




En esta exhaustiva revisión de la obra de Carlos María Bustamante (Oaxaca, 1774-1848) el historiador mexico-español Juan A. Ortega y Medina (1913-1992) aborda las distintas interpretaciones que se le han dado a la obra de uno de los primeros testigos de la lucha independentista. El texto de Ortega y Medina retoma a Bustamente desde la perspectiva historiográfica. Por lo mismo, la lectura llega a ser a la vez tediosa pero no por eso menos importante. Es un trabajo escrito, en esencia, para historiadores.

Ortega y Medina comienza el desfile de historiadores con el conservador Lucas Alamán, un contemporáneo de Bustamante. Aquí el gran patriarca del conservadurismo mexicano critica al liberal Bustamante por alejarse de la verdad en su reconocido Cuadro Histórico de la Revolución Mexicana (1821), así como su Diario histórico de México (publicado poco antes de su muerte). Alamán señala que ambos trabajos están llenos de “chabacanerías” y resume, en pocas palabras, lo que otros autores han criticado de Bustamante: que la obra del referido autor es más un emblema patriótico-nacionalista bien intencionado que un apego transparente a la lucha independentista de 1810-1821. Sin embargo, Alamán acepta que la obra está bien escrita.

Después sigue Lorenzo de Zavala, quien afirma que la obra de Bustamante es lamentable porque no supo aprovechar el permiso que el gobierno independentista le dio para entrar a los archivos coloniales. Para Zavala, sólo escribió cuentos. 

Aquí Ortega y Medina dice que Bustamante no esperaba estas críticas de sus contemporáneos, pues él, en el fondo, sólo busca la gloria de la nación mexicana. Las discrepancias no son sólo de estilo, sino de interés de clase. Los conservadores buscan integrar al nuevo país en un canal que discurre a través de viejas instituciones y prácticas culturales añejas. Bustamente es liberal y está orgulloso del pasado prehispánico de México. Es una batalla ideológica por ser dueño del pasado y aquel que domina a éste, domina también el futuro, como bien lo sabían los historiadores conservadores de la época de Bustamante. Para Alamán, la revolución es el hecho que terminó con la independencia pero el Cuadro está lleno de “románticas patrañas”. Esto es normal, dice Ortega y Medina. Las obras del liberal amenazan su clase. 

Dejo a Ortega y Medina: “El apaluso caluroso y entusiasta con que don Carlos saluda la irrupción de la masa mexicana en el escenario histórico, no podía de ninguna manera agradar a los políticos de la clase media y burguesa o aristocrática que había desviado y destinado en su propio beneficio el estallido revolucionario; mucho menos podía satisfacer a unos historiadores enamorados del evolucionismo naturalista dieciochesco y de la normatividad y racionalidad histórica, que ellos traducían en sentido común y provecho de clase”.1

Siguen los personajes que vivieron en pleno los gobiernos del dictador Santa Anna. En general, no aprueban el trabajo de Bustamante. El más grande de ellos es José María Tornel, quien dice que el Cuadro es una “insipa novela”. Sintetiza Ortega y Medina: el Cuadro es una ardoresa defensa de la libertad replublicana y un ataque contra la tiranía. Va en contra de Santa Anna y por consiguiente de Tornel. Otra santanista, Juan Suárez y Navarro también lo critica por atacar a Santa Anna en El Nuevo Bernal (1849). Después viene Izcabalceta y dice que Bustamante delira cuando escribe. Le critica sus contradcciones y reprueba la edición que el liberal hizo de libros del siglo XVI.
En la fila aparecen los juaristas y retoman el valor de la obra de Bustamante. 

“Su mensaje mexicanista (patriótico e intelectual) era ya parte constitutiva, esencial de mexicano liberal, replublicano”, selaña Ortega y Medina “dicho mensaje resultaría perenne, en tanto que la perennidad aquí invocada se entiende en el sentido que acordamos a la realidad histórica de México u a los hombres que la han constituido[…]”.2 En ese barco están el liberal ultrarroántico Marcos Arróniz, y con alguna cautela el funcionario imperial Manuel Larrainzar, quien nota que la vida y obra de un autor siempre van de la mano. En ese sentido, comparte algunas inquietudes de Maximiliano, quien sintió cierta comprensión por las raíces prehispánicas de México, la insurgencia de Hidalgo y el indigenismo. Ya pasa lista Guillermo Prieto, quien defiende a Bustamante. Es juarista y critica a los conservadores que lo desestiman. 

Con el porfiriato hay un “elogio discreto” a Bustamante. Lo dice Francisco Sosa, el cual afirma que la obra del citado liberal tiene el gran valor de aportar muchos datos justo en la época que los que vivió. Sólo por eso ya merece un lugar especial en el panteón de la historia de México. Así, mientas avanza el porfirismo se va haciendo una figura más alabada e inocua, pues ya no hay intereses de grupos contrarios que lo interpreten.  También lo admiran Olavarría y Ferrari, Agústín Rivera, y Elías Amador.  La excepción es Francisco Bulnes. Dice que Bustamante es populachero y que explota las pasiones púbicas. 

Ya en la Revolución y post Revolución lo reviven los liberales y después Calles. Pereyra y Salado Álvarez, sin embargo, no lo alaban. A partir de esa fecha la obra de Bustamante es analizada en dos grupos: el grupo erudito-crítico y el crítico-revalorazidor, finaliza Ortega y Medina.

1 Juan A. Ortega y Medina, “El historiador don Carlos María de Bustamante ante la conciencia histórica mexicana” en Estudios Historiográficos sobre Carlos María Bustamante (comp. Ernesto Lemoine)  Edición de Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva, UAM, 1997, p. 353.
2 Ibid, p. 362.

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