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La justificación monárquica de José María Gutiérrez Estrada para traer a Maximiliano a México

La delegación comandada por José María Gutiérrez Estrada ofrece en Miramar el trono de México


En este texto de José María Gutiérrez Estrada (1800-1867, San Francisco de Campeche) , fechado en 1840, se exponen las razones por las que una monarquía es el tipo de gobierno más adecuado para México. Es un texto que liga las ideas con las acciones que Gutiérrez realizaría después, en 1863, al encabezar la comisión en Miramar que ofrecería a Maximiliano de Habsburgo el trono de México. 

En el mismo texto rechaza la invitación del presidente Anastasio Bustamante para ocupar de nuevo la cabeza de la Secretaría de Relaciones Exteriores a su regreso de Europa. Es un documento reiterativo, con un estilo retórico que a veces hace complicada su lectura, pero no por eso carece de profundidad.

Para Gutiérrez Estrada, la historia reciente de México ha probado que el país no puede existir bajo un sistema republicano de gobierno. El político y ex funcionario del gobierno de Santa Anna ve al país como muy desordenado. 

Ni la Constitución de corte federalista de 1824 ni la centralista de 1836 (“Siete Leyes”), han podido darle forma y paz a la nación. Los grupos conservadores y liberales, dice, han demostrado que el país requiere de instituciones fuertes y no presidentes y gobernantes que acaban por actuar por arriba de la ley.

Es por eso que el autor, gracias a la visión panorámica que le dio ocupar la cartera de Relaciones Exteriores, no duda en exponer que la libertad “puede existir bajo todas las formas de gobierno, y de que una monarquía puede ser tan libre y feliz, y mucho más libre que una república”.1 

En Europa ha visto como la paz prolongada de un periodo de 25 años puede producir el progreso, al menos el material. El autor argumenta que México ha probado el sistema republicano “bajo todas las formas posibles” y con poco éxito2

No puede hacer feliz este sistema de gobierno a su pueblo y no es viable compararlo con EEUU y sus sistema republicano porque las costumbres son distintas (según él, los del norte ya tenían corazón, costumbres y leyes eminentemente republicanas antes de separarse de Inglaterra).

Pero más que eso, la época de la república aún no ha llegado para México si ni la misma Francia la ha podido establecer como tal. Ese país, afirma, es mucho más civilizado y organizado que el nuestro (en ese momento Francia vivía el reinado restaurado de Luis Felipe I y había regresado a ese sistema en 1815, aunque con la figura del presidente de Consejo de Ministros como jefe de gobierno).

¿Cómo entonces es que México no debía regresar a un tipo de gobierno que era a todas luces más adecuado para su pueblo? Bajo esa lógica, el autor expone: “no alcanzo por qué no habría de examinarse con la debida imparcialidad, si la forma monárquica (con un soberano de estirpe real) sería más acomodada al carácter, a las costumbres y a las tradiciones de un pueblo, que desde su fundación, fue gobernado monárquicamente; y que cuanto antes como colonia de una monarquía caduca y desgraciada, alcanzó un alto grado de prosperidad, expendio y fama, tanto ahora bajo la república, se ha trocado todo en ruina, desolación, pobreza, matanzas por iras civiles, y en fin, en oprobioso descrédito; males que si se atan alguna vez, acabarían por la completa destrucción del país”.3 

En esencia, las tradiciones de México son monárquicas, opuestas al sistema republicano. “Un pueblo como el nuestro necesita de una acción fuerte, que obligue a cada uno a cumplir con sus deberes”.4

Gutiérrez Estrada sabe que su exposición le traerá problemas y que lo tacharán de apóstata servil. La historia, argumenta con citas de romanos, griegos, franceses, le da la razón en que al menos vale la pena examinar la posibilidad de instaurar una monarquía en México. 

Además no cree en la democracia porque se basa en el poder la opinión. En Europa puede ser útil como contrapeso, pero en México esa misma característica “ha sido un tósigo mortal” que se refleja en los constantes cambios de gobierno desde la independencia.

Peor aún, tal vez llegue el momento que México sufra las intervenciones de potencias extranjeras y en ese caso es mejor que el mismo país decida sobre su monarca, y no otros. En Europa viven monarquías despóticas pero están en paz y les redimen la “la vergüenza de la opresión con el poder, con la gloria, con la riqueza, y con otros títulos que nunca dejan de complacer el corazón humano”.5

En pocas palabras, la paz en México sólo se logrará al adoptar una monarquía democrática.

El autor se define como un republicano y liberal—y dice que no busca cargo alguno de llegar una monarquía al país—, pero la experiencia le ha hecho ver que sus sentimientos están en contra de su razón, forjada tras 20 años de “calamidades”. Así, “una monarquía puede ser tan libre como un república, y aún más libre que una república […] puede ser moderada o democrática, como despótica y arbitraria una república”.6

1 José María Gutiérrez Estrada. “Carta al Escmo. Sr. Presidente de la República don Anastasio Bustamante sobre la necesidad de buscar en una Convención el posible remedio de los males que aquejan a la República y opiniones del autor acerca del mismo asunto” en 1840-1850. Documentos de la época. Justo Sierra, José María Gutiérrez Estrada y Mariano Otero. México, UNAM, 1981, p. 62.
2Ibid, p. 68.
3Ibid, p.72.
4Ibid, p.74.
5Ibid, p. 83.

6Ibid, p. 104.

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