En
su obra México
desde 1808 hasta 1867,
Francisco
de Paula de Arrangoiz (Jalapa, 1812-1899) explica las razones por las
que su patria ha tenido problemas desde su concepción como país.
Para el autor, que fue determinante en el proceso para traer a
Maximiliano al trono de México, el desarrollo que dio luz a su
tierra estuvo lleno de ambición desmedida, hijos desagradecidos y
envidia.
El resultado ha sido una patria con problemas
desorganización y frecuentes cambios de gobierno. Esto es relevante
considerando que su obra fue publicada en Madrid entre 1871 y 1872,
lo que le da una visión panorámica al autor de los desencuentros
nacionales. Arrangoiz trabajó para el gobierno mexicano pero su paso
como cónsul y secretario de Hacienda, de otra forma grises, son más
recordados por el cobro unilateral que tomó por la venta que hizo la
administración nacional de La Mesilla. Siempre lo justificó como
algo “normal” por su trabajo, mismo en donde negó en 1854 como
cónsul de Nuevo Orleans a proteger a Juárez, Ocampo y Mata, bien
identificados con las ideas liberales y en ese momento en exilio.
En
la obra aquí referida, Arrangoiz deja en claro que no gusta de las
ideas liberales de la forma en que se han aplicado en México, en
donde sólo han traído desorden. De ahí, tal vez, las extensas
citaciones que hace de la obra Historia
de Méjico
de Lucas Alamán, otro personaje de la historia nacional identificado
con el partido conservador y las ideas del mismo.
Uno
de los problemas principales de México fue que desde el inicio se
deshizo de los españoles, afirma Arrangoiz, los cuales consideraban
a esta tierra como su patria y buscaban hacer familia en ella, al
revés de los demás europeos.1
Su visión de los españoles contrasta fuertemente con la que tiene
de los estadounidenses e ingleses, y otros europeos, afectos al
juego, el lujo desenfrenado y al ocio.2
La expulsión de los españoles, los cuales habían favorecido al
país con el cristianismo, un virreinato fuerte y buenas costumbres,
fue realizada por los criollos, los cuales creyeron que podían
dominar el territorio sin la sangre europea. El resultado de esta
lucha intestina, afirma, fue negativa para los independentistas, los
cuales al momento de la publicación de la obra, después de la
guerra con EEUU, Francia e innumerables cambios de gobierno, se
encuentran con un país en ruinas. Los
criollos creyeron, dice el autor, que ellos podrían dominar
distintas áreas del país después del hueco dejado por los
españoles.
“La experiencia los convenció de su error, mas
demasiado tarde para remediarlo”. Pero además de esto, en los
primeros capítulos de México
desde 1808 hasta 1867 se
nos describe una sociedad sumamente estratificada, en donde las
castas y mestizos hacen los trabajos pesados y los indios cuentan con
muchos privilegios. Se cobra el diezmo, sí, pero ese impuesto no es
nada comparado a los impuestos que han llegado con la independencia
del país, más altos y arbitrarios.
Estas ideas liberales traídas
de EEUU y Francia carecen de conocimiento de la sociedad colonial
española, en la cual “no había libertad de imprenta, ni se
hablaba de derechos individuales; pero a nadie se insultaba o
ultrajaba impunemente; el hombre honrado estaba verdaderamente
protegido [pero además las principios liberales han sido
desvirtuados por los independentistas] para tomar armas no en defensa
de su patria, de su hogar; sino en nombre de la libertad para servir
a los proyectos de algún militar faccioso o del algún abogado
perdido o escribentillo de alcaldías.”3
A
lo largo del texto, queda claro que el autor apoyaba al virrey
Iturrigaray. Sin embargo, el mismo funcionario real fue usado para
los intereses de los criollos. Los españoles, dice, actuaron en
consecuencia para quitarlo del puesto y encarcelarlo el 15 de
septiembre de 1808.
Así, los españoles actuaron naturalmente una
vez que vieron que la autonomía podría ser real, en vista de los
problemas que España tenía con Francia y el poder del Rey Fernando
VII estaba en jaque. Arrangoiz cree en este sistema de gobierno:
“Los hombres que desean que se ponga en ejecución lo que es bueno
y factible, verán que si muy imperfecto como obra de hombres el
Gobierno virreinal, con él era tan feliz México, cuanto puede serlo
un país, porque no estaba oprimido el pueblo con onerosas
contribuciones, pues ni se malgastaban las rentas públicas, ni se
pagaban creídos e inútiles ejércitos y empleados, no había más
que los absolutamente indispensables: que México tenía uno de los
mejores gobiernos antes de la insurrección...”4
A partir de la deposición de Iturrigaray, el odio creció entre
españoles y criollos. Por eso no duda en calificar como “indigno”
que la Nueva España decidiese separarse de la península cuando ésta
se encontraba en una guerra con Francia. “Era indigno de un pueblo
noble y cristiano, pues tenía vínculos de sangre [y además
peleaba] contra un enemigo que había subyugado a toda Europa.”5
1
Arrangoiz, Francisco de Paula de. México
desde 1808 hasta 1867, Ed. Porrúa, México, 1968, p. 13
2Ibid,
p. 14.
3Ibid,
p. 24.
4Ibid,
pp.
21-22.
5Ibid,
p. 30.
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