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REFLEJOS Y SÍMBOLOS. EL PENSAMIENTO DE VICENTE RIVA PALACIO EN LA ICONOGRAFÍA DE SU OBRA “MÉXICO A TRAVÉS DE LOS SIGLOS”

He cumplido mis promesas, y os advierto que todavía
el hombre ha penetrado apenas en el pórtico de mi palacio.1



I. Introducción

La críptica frase la expresa un fantástico genio en uno de los últimos cuentos publicados por Vicente Riva Palacio, el multifacético historiador mexicano. Su ficticio personaje habla del siglo XIX, un periodo de la humanidad en donde la unión de “agua y el fuego” movería pesadas máquinas a través de mares y campos y sería el don de asombro de la humanidad. De la misma forma, el decimonónico también daría a la palabra “la rapidez del rayo”, “desaparecería las sombras de la noche” poniendo al servicio del hombre la “luz del relámpago” y haría “cruzar el pensamiento de los hombres debajo de las aguas del Océano”. Todos estos son los tesoros que guarda el personaje que le ofrecerá sus regalos al recién nacido siglo XIX en la noche del 31 de diciembre de 1800, relata nuestro autor. Al final de esta era, la cual coincide casi con el final de vida de Riva Palacio, suena “la nota del progreso” que avanza bajo fuerzas desconocidas y misteriosas.2

La versión en PDF de este ensayo incluye el anexo gráfico en orden secuencial. Este es un trabajo para la materia "Temas Selectos de la Historiografía en el siglo XIX", impartida por la Dra. Gisela Moncada, la cual forma parte de la maestría en Historia Moderna de México de Casa Lamm (Ciudad de México). 

Pensamiento y lenguaje están inexorablemente unidos. Si bien Riva Palacio fue un prolífico escritor de temas no ficticios, también redactó cuentos cortos históricos sobre la Colonia (“Las mulas de Su Excelencia”, “Las honras de Carlos V”), costumbristas (“Un buen negocio”, “Por si acaso”), simbolistas (“El buen ejemplo”, “La bestia humana”) y algunos con fuertes tendencias del movimiento romántico (“La horma de su zapato”, “La máquina de coser”). Todos éstos--y una buena muestra adicional--fueron recopilados para el libro Cuentos del General, obra que nos permite conocer el pensamiento de Riva Palacio alrededor de variados asuntos del último tercio del siglo XIX. Sobre su concepción de la modernidad y el desarrollo material basta echar un vistazo al cuento inicial de este ensayo. Ambos son constructos arbitrarios, cierto; y sin embargo, como se constata arriba, el autor logra aterrizarlos en “La promesa de un genio”, texto de apenas 12 párrafos publicado en El Tiempo de México el 3 de septiembre de 1893, es decir, poco más de tres años antes de fallecer.

¿Será posible identificar este misma claridad de pensamiento sobre el avance de la humanidad en algunas de las litografías de México a través de los siglos? ¿Riva Palacio incluyó dichos elementos gráficos en su obra más importante para reforzar la parte textual de la misma, ahí donde manifiesta sus pensamientos alrededor de la modernidad? Este breve trabajo intentará responder estas preguntas a través de un análisis iconográfico y textual de extractos seleccionados de la magna obra historiográfica, una de las más importantes del siglo XIX. Se parte de una afirmación que gira alrededor del proceso de creación del texto referido: Riva Palacio controló prácticamente todo detalle del extenso material, y si bien las litografías no son de autoría, considero que algún grado de decisión tuvo para solicitar y aprobar la inclusión final de las mismas, lo cual se revela en su misma composición gráfica.

I. Algunos datos contextuales de Vicente Riva Palacio, su época y la obra “México a través de los siglos”

Existen muchos libros y trabajos que abordan con suma profundidad la vida de Vicente Riva Palacio, quien nació la Ciudad de México el 16 de octubre de 1832 y murió en Madrid el 22 de noviembre de 1896. Este ensayo no pretende abarcar a detalle su carrera pública o sus obras. Simplemente se dirá que la vida y libros de Riva Palacio se unen en “una expresión literaria y una cultura propias hermanadas a lo universal, de una plena identidad nacional fincada en la libertad”.3 Además de ser un hombre de letras, fue político, diputado, regidor, gobernador del Estado de México y de Michoacán, militar, constituyente del 57, magistrado de la Suprema Corte de Justicia y ministro de México para España y Portugal. Como otros políticos mexicanos del siglo XIX que dejaron un legado historiográfico, a Riva Palacio se le identifica con las ideas liberales de su época, tanto en acciones como en palabras. De forma transversal a su trayectoria se puede identificar un vector que toca las bases de la construcción de un pueblo, de lo que sería la esencia de la nacionalidad mexicana.4


El entramado de su aparato ideológico se aprecia en México a través de los siglos, obra que comprende cinco tomos publicados entre 1884 y 1889. La época de publicación coincide con el Porfiriato, en donde ya había sido Ministro de Fomento de 1877 a 1880. Sin embargo, para la fecha de aparición del México... su perfil no cabe más en el régimen. De ahí que fuese enviado al exterior para ocupar la antes referida cartera diplomática en Europa. Los cinco tomos, divididos en 10 libros, fueron editados en colaboración entre las casas editoriales Ballescá y Cía, en México, a cargo de Santiago Ballescá, y Espasa, en Barcelona.

Ahora bien, ¿cómo se centra ese material en pleno Porfiriato? Cabe mencionar que el régimen Porfirista intentó crear una simbología y esencia nacionales desde distintas narrativas. Debemos notar algo de entrada: Riva Palacio no es un positivista, a pesar de que vive en un tiempo de auge de esa corriente de pensamiento. Nuestro autor discurre más bien por un pensamiento ecléctico; no es dogmático. Es un autor que ve a la Historia con un sentido lineal. 5 En ese sentido, la obra se publica en los años de desarrollo material del Porfiriato, es decir, en la década que comienza en 1880 bajo el mandato de Manuel González (1880-1884), que continuó con el programa establecido por Díaz en 1877 (el segundo retomó la silla ejecutiva a partir de 1884 y hasta 1911). Si bien los beneficios de ese aumento de actividad económica fueron sólo para algunos, la pax porfiriana había basado su desenvolvimiento, hasta el momento de la publicación del libro, en el bien conocido lema de “orden y progreso”. Para lograr esa unión, los gobiernos de la República Restaurada tuvieron que lograr acuerdos entre los grupos antagónicos que suscitaron la Guerra de Reforma (1857-1861) y la posterior instauración del Segundo Imperio (1864-1867). Durante este periodo, la Constitución de 1857 fungió como marco legal de los gobiernos del país. Uno de los objetivos centrales del régimen de Díaz, entonces, para lograr algún bosquejo de unión de nacional y con eso llevar a cabo su proyecto fue la búsqueda identitaria de los mexicanos, algo que escasamente se había logrado desde la Guerra de Independencia.

De entrada, el régimen recobró el patrimonio prehispánico de México. Desde la élite Porfiriana se realizó una reconstrucción selectiva del pasado indígena—centrada en los aztecas—que vio en la recolección de artefactos históricos una salida para representar de forma inclusiva a la nación, a pesar de las pobres condiciones de vida en las que siguieron los pueblos nativos durante el régimen6 y el marcado racismo hacia los mismos.7 Esta glorificación indigenista se convirtió en la base de la historia e imagen oficiales. Para competir con el resto de las naciones civilizadas, se buscaron raíces que proveyeran de orgullo y prestigio a la nación. “Surge así la historia nacional integradora y conciliadora por la instauración de un gobierno de resultados concretos”, la cual se entrelaza con una educación que fomenta esto valores, lo cual va construyendo, a la postre, una idea de nación autodeterminada.8 El régimen de Díaz quiere ser atractivo para el exterior y al mismo tiempo competir con el resto de la naciones, pero no puede hacer sin un gobierno y una cultura fuertes. De ahí el rescate del mítico pasado indígena volcado hacia el exterior, por ejemplo, en el Palacio Azteca de la Exposición Universal de París de 1889, con toda su carga de nacionalismo simbólico9 (de hecho, Riva Palacio quiso hacer la Exposición Internacional Mexicana en 1880 para poner a México “al nivel de los pueblos europeos”, pero no lo consiguió10). 

De forma paralela, el poder se tradujo en un lenguaje arquitectónico que mezcló lo indígena, los referentes coloniales y las tendencias de vanguardia de Viena y París, tan admiradas por el régimen. El ejemplo más notorio de este lenguaje arquitectónico se realizó en distintos puntos de la Ciudad de México en donde se erigieron, por ejemplo: el monumental y patriótico Paseo de la Reforma, el Monumento a Colón, el Monumento a Cuauhtémoc, el Monumento a la Independencia, el Hemiciclo dedicado a Juárez, el Palacio Postal y el de Comunicaciones, el Panteón Nacional y el Palacio Legislativo (el cual nunca se terminó y hoy conocemos como el Monumento a la Revolución). Las obras “representaban, de manera hiperbólica, a las instituciones republicanas que rubricaban y legitimaban al régimen”, el cual buscó crear una religión cívica que tuviese héroes bien delimitados.11
Esta nueva forma de pensar aporta una nueva sensibilidad nacional para la fundación y la legitimidad del gobierno Porfirista, opina Brading.12 La obra monumental de Riva Palacio, “típica del régimen” y apoyada por el mismo, sintetiza dicha intención desde la división de la obra, la cual comprende cinco libros temáticos escritos por distintos intelectuales de la época: el primero, de Alfredo Chavero, aborda el México prehispánico y la conquista. Le sigue el libro de Riva Palacio que trata el periodo virreinal. Después viene la Independencia, de Julio Zárate. El México Independiente lo lleva Enrique Olavarría y Juan de Dios Arias, y finalmente, la Reforma es recontada por José María Vigil. De los cinco, el texto más importante lo tiene Riva Palacio, pues en su libro establece la formación de una nueva raza mexicana a partir del mestizaje que es “el verdadero mexicano, el mexicano del futuro”. De acuerdo con Brading, ahí se encuentra el embrión que sería la fuente de la teoría nacionalista de los años venideros.13

Otras artes comparten este impulso nacionalista, sobre todo la pintura, escultura, obra pública, y todo aquello que ayuda a configurar la imagen heroica, agrega Florescano, quien dice que esta es la época de la historia nacional cuando se pasa de santos a héroes.14 Como se dijo anteriormente, el planteamiento liga al presente con las raíces históricas del territorio. En ese contexto, Riva Palacio es el primero en hacer una obra en donde los pasados no contienden el uno con el otro, pues abraza la tesis de la evolución continua de la naturaleza y las sociedades humanas.15 El hilo conductor es la entelequia que llamamos “México”, contenida desde el mismo título del trabajo que dirigió. Al cruzamiento de sangre se une el cruzamiento espiritual de conquistadores y conquistados, “el acontecimiento capital de nuestra historia, el que permite comprender como dos pasados ajenos son, sin embargo, propios”, afirma O' Gorman.16 

La fusión cumple las leyes inmutables del progreso, desde este punto de vista, en donde la conclusión natural es la fundación de una república diversa, mestiza que le da sentido al avenir. En resumen, es la búsqueda de un “nosotros”, de una identidad colectiva con centro en la nación.17 El referente era el progreso y las naciones modernas ansiaban construirse con los valores bajo los cuales la palabra se entendía en ese momento: libertad, prosperidad, adelantos económicos y tecnológicos, democracia representativa y electoral. Para México eso implicó, desde la élite, buscar su esencia histórica en el pasado y construir una nación moderna con adelantos materiales como los ferrocarriles, puertos, caminos, instituciones, embellecimiento de las urbes y reordenamiento económico porque había que recordarle a los mexicanos que “eran parte de una gran nación”.18

La idea de la modernidad como la entendía el régimen de Díaz había sido importada de Europa por Maximiliano y Carlota, quien “es el primero en apreciar los trabajos inconclusos del Segundo Imperio” y, al menos en la postura de un autor, los afirma y reinventa en la cosmopolita obra pública que se emprende en la Ciudad de México.19 De forma muy general, la idea de progreso Porfiriano tiene su origen en la Europa de las últimas dos décadas del siglo XVIII, en donde el desarrollo del individuo y su bienestar material, en detrimento de la salvación por medio de la religión, comienzan a tomar fuerza en las ciudades. Ahora, el hombre debe buscar su propia felicidad vía la razón y la naturaleza para lograr libertad y paz para emanciparse de la superstición.20 La confianza en el progreso como un proceso irresistible e inevitable en donde se eliminaría el mal y la decadencia sería fuertemente contestada. Pero en las élites del México de finales del siglo XIX, por lo pronto, encontró reputadas figuras que lo hicieron el pensamiento dominante entre las capas ilustradas de la sociedad.

II. La visión historiográfica de Vicente Riva Palacio

Como se advirtió arriba, nuestro autor considera el camino histórico de México como un relato lineal que se inserta en la evolución y el progreso natural de los pueblos. Si bien existe distancia entre esta cosmovisión y el punto de vista positivista de la historia, centrado en la ciencia y las evidencias empíricas, no se puede negar que Riva Palacio camina entre ambas posturas sobre una línea muy delgada. Algunos lo califican de krausista, más ligado al liberalismo metafísico, al idealismo de “racionalidad armónica”, en franca oposición al positivismo en la época de nuestro autor.21 Para este trabajo simplemente se le describirá como un determinista histórico que no sólo construye, sino que unifica los datos sobre el desarrollo de la nación en una narrativa que es, al final, esperanzadora. Es decir, el largo camino de dificultades por los que ha pasado México ha valido la pena al año que se escribe México a través de los siglos. El resultado último de ese determinismo histórico, orgánico, es la vía de la modernidad en la cual se ha insertado la nación.
Aunque arriba se estableció que Riva Palacio no es un pensador positivista, vale la pena recordar las bases esenciales de esa forma filosofía antes de comenzar con este análisis. Para los positivistas, las sociedad se puede dividir en tres etapas: 1. la metafísica, en donde el hombre no tiene ninguna comprensión de su entorno, por lo que produce dioses naturales, como el fuego, la lluvia, etc, 2. la teológica, cuando el ser humano comienza a desarrollar su razón y pasa de la monolatría al monoteísmo, en donde crea instituciones de adoración y regulación, como las Iglesias y 3. la positiva, que tiene como fundamento el descubrimiento de la razón y de las leyes naturales que gobiernan al universo, con lo que ya no necesita las antiguas creencias, porque puede entender y dominar los fenómenos. El fundamento de la versión mexicana de dicho pensamiento ha sido atribuido a un discurso pronunciado por Gabino Barreda el 16 de septiembre de 1867, en Querétaro, en donde estuvo presente Benito Juárez. El primero estudió en Francia y aprendió los principios del positivismo del mismo Augusto Comte e interpretó la historia de México a la luz del giro positivista. Su pensamiento se aplicó en la Escuela Nacional Preparatoria, en donde fue el primer director de la misma. Junto a Comte, otros positivistas como John Stuart Mill, Alexander Bain y Herbert Spencer influenciaron en pensamiento científico mexicano.22 

Se puede relacionar cada uno de los tomos con las etapas de desarrollo social antes descritas: la prehispánica (nacimiento), virreinal (infancia vinculada al soporte católico), la relativa a la guerra y la independencia conseguida (uso de razón), y finalmente la Reforma (consolidación del Estado). Pero no se tomará ese camino en vista de que el mismo Riva Palacio criticó el materialismo positivista de sus contemporáneos en su libro Los Ceros, una galería de contemporáneos (1882), como fue la descripción que hizo de Justo Sierra.23

En el segundo tomo de Mexico... ,escrito por nuestro autor, se aborda el virreinato, delimitado por él mismo como los años que van de 1521 a 1808. El primer siglo es al mismo tiempo en donde se dan todas las “heroicas virtudes y todos los horribles vicios”.24 Pero más allá de criticar dicha época como un periodo oscuro de la historia mexicana, como sí lo hicieron otros pensadores del sigo XIX, Riva Palacio unifica la historia prehispánica con el México independiente. Es el siglo XVI cuando la ciencia y las artes se levantan, donde hay revoluciones, despertares y movimiento, como describe en la introducción de texto al rememorar los principales acontecimientos europeos. Cuando voltea hacia el siglo XVI europeo habla de los inicios de las libertades, de los derechos ciudadanos y los tórridos inicios del alumbramiento racional que, a la postre, hicieron un favor a los novohispanos cuando dichas ideas llegaron a este lado del mundo. 

Pero también menciona que la civilización española era superior a la conquistada y que la religión les aseguró el dominio de las tierras americanas. La tecnología sembró terror entre los nativos y la religión consoló sus infortunios mediante la “propaganda cristiana” y poco a poco comenzó a dibujarse “la geografía de México”.25 A partir de la llegada de los españoles y de la Conquista habría un “laboriosa y difícil evolución” de los pueblos nativos que los entrelazaría con los españoles en sangre igualmente orgullosa, marcada por blasones (San Quintín y Lepanto, Moctezuma y Cuauhtémoc).26 La evolución del pueblo se dio a través de un “lento y silencioso” trabajo social que duró tres siglos y vio la hibridación de una nueva sociedad mestiza, en donde los criollos (“raza belicosa e inteligente”) sembraron la idea de la igualdad.27 

Bajo la aparente calma de la Colonia se forma poco a poco un pueblo a través de una “poderosa evolución”. Citando a Spencer, el autor concluye que, en efecto, durante el periodo hubo conquistadores e inquisidores que causaron gran dolor a los americanos, pero juzgarlos a la luz del fin del siglo XIX carecería de validez, pues “el hombre pertenece a su siglo y el siglo no pertenece al hombre: para juzgar al hombre se necesita conocer el siglo: pero para conocer el siglo se necesita estudiar á la sociedad”.28 Los hombres, dice, obedecen al impulso de su época. Las nuevas ideas nacen como utopías y después de generaciones de evolución se vuelven necesidades ineludibles de la sociedad.29

Riva Palacio escribe con claridad y profundidad, utilizando fuentes de primera mano, como documentos de la Colonia, cartas inquisitorias, crónicas, documentos antropológicos, e historiadores y filósofos de época y modernos (los cuales a veces usa para dar consideraciones generales sobre el mundo y el comportamiento humano). Un marco citatorio al pie de la página permite al lector dedicar su máxima atención a la narrativa, la cual fluye a lo largo de casi mil páginas. Dedica gran parte a la descripción de las instituciones europeas que fueron impuestas en América y los problemas que esto trajo en una sociedad y cultura ajenas a ellas. Es por eso que diferencia la historia del virreinato del desarrollo que subyace bajo la dominación española: la historia del virreinato no es la misma que la del pueblo mexicano, en virtud de que los conquistadores españoles “abren el prólogo de una nación”.30 De ahí que la independencia nacional aparezca como el producto natural del influjo de ideas modernas que penetraron poco a poco en la Nueva España y al hartazgo de los mestizos que no tenían derecho a ser españoles ni ser indios, de acuerdo con el mismo Riva Palacio. La dominación en la que vivían sólo podía ser pasajera:

Las doctrinas de los filósofos modernos convertidas por la revolución en principios políticos, hicieron ver a los pueblos y a los hombres que en cada vasallo existía un ciudadano [...] en México sintió el pueblo la necesidad de la independencia para llegar por ella a la libertad[...] La Nueva España era el campo preparado y dispuesto para recibir la semilla de la independencia y de la libertad.31

Su perspectiva sobre la ciencia de la historia es igualmente clara. El autor considera mucho más importante entender los procesos generales, las olas en el tiempo, que dedicarse a los detalles inconsecuentes. En corto, pasar de simple cronista a historiador:

Para conocer y comprender la marcha de la humanidad ó de un pueblo no son los detalles los que deben presentarse, sino el movimiento, las tendencias, los choques de las grandes agrupaciones, que de no ser así tratados escaparían á la inteligencia, como no se podría conocer á un individuo si en vez de presentar el conjunto de sus facciones en un retrato, una por una fueran mostrándose éstas, perfectamente dibujadas[...].32

Así, la comprensión del movimiento de los pueblos puede hacerse una ciencia que encuentra conexiones en el paso del tiempo. El criterio para decidir los hechos a interpretar es dado por la importancia que presentan al momento de iniciar el análisis en el presente, tal como si la sociedad fuese un organismo vivo, como se revela a continuación:

Pero el hombre ha llegado á ser hoy á los ojos de la ciencia una antigüedad: la ciencia procura y comienza ya á leer, y sabe que debe leer un resumen completo de la que se han ocupado, porque cada miembro, cada órgano, historia de cada hombre en los elementos que le componen, y conocer sus abuelos, y lo que han hecho y en lo cada nervio guarda el recuerdo de las pasadas existencias; cada parte del organismo puede denunciar con su atrofia ó su desarrollo, con su predisposición ó su sensibilidad, el uso que de él han hecho las generaciones anteriores. El detalle estructural de una mandíbula indica el régimen de la alimentación de un animal antediluviano sin que sea necesario acudir al examen del coprólito, y si alguna utilidad puede prestar la historia, no será sin duda la de contarnos si Nerón mandó asesinar á Agripina, sino las causas generales sociológicas que llevaron al pueblo romano á tal grado de decadencia que llegara á celebrar el apoteosis de aquel monstruo.33

Ve así Riva Palacio el proceso histórico que ha vivido México, uno que nace en el pensamiento europeo que busca el progreso y la ilustración de hombres y ciudadanos, no ya de súbditos ni cristianos. En esa búsqueda de libertad, que explota violentamente cuando ha vivido mucho tiempo bajo el despotismo, la imaginación del hombre “determina la marcha de las revoluciones”, tal como fue el caso de la Nueva España, en donde el desenlace fue la nación libre, joven y vigorosa de la República Mexicana.34

III. Breve análisis iconográfico de las láminas especiales de la obra México a través de los siglos

Algunas de las láminas especiales que se analizarán en este trabajo han sido sujetas a interpretaciones previas. Florescano las comentó en su ensayo “Patria y nación en la época de Porfirio Díaz”, citado anteriormente y en el libro National Narratives in Mexico: A History, publicado en 2006. El año pasado, otro trabajo de análisis concluyó que la parte gráfica de la obra sirvió como apoyo fundamental para construir un discurso nacionalista.35 Sin embargo, en este trabajo se considera que dichas ilustraciones sirven de apoyo para entender el desarrollo social, la evolución del pueblo, tal como lo ve el propio Riva Palacio. Más allá de discurso nacionalista, el cual es obvio, las láminas cumplen el objetivo de hacer avanzar al lector hacia una nueva concepción del pueblo descrito en la obra, y, si es mexicano, de él mismo. Es un proceso evolutivo que sirve para complementar la columna vertebral narrativa de los cinco tomos del México a través de los siglos.

El progreso cumple su inmutable ley, dice Florescano, en donde se hace una lenta fusión entre las poblaciones nativas y las europeas, lo cual culmina con la fundación de la República.36 De acuerdo con el mismo autor, Riva Palacio intentó eso al seleccionar más de la mistad de las ilustraciones de su obra y con eso comprender mejor el texto. Son “símbolos del paisaje histórico de la nación”. Al mismo tiempo, la decisión editorial captó la atención de los lectores, facilitó la lectura del texto y “elevó a la literatura histórica a una posición eminente”.37 No sólo eso, sino que las ilustraciones forjaron una narrativa nacionalista como historia “progresista”, desde lo primitivo hasta el Porfiriato, lo cual tuvo como objeto construir una “historia oficial” que legitimará al presente.38 En la obra hay más de 2000 ilustraciones, pero aquí sólo se verán 32. En general, el objetivo de los involucrados en la parte gráfica de obra--Vicente Riva Palacio, Santiago Ballescá y el artista catalán Ramón P. Cantó--fue representar los grandes acontecimientos históricos y los personajes más simbólicos del país para propagar una identidad colectiva de forma visual.39 En este nacionalismo de élite, “las ilustraciones de la obra son una representación de la nación, una interpretación y visión de los mismos creadores, artífices de dicho nacionalismo”, de una nación imaginada.40 

Dicho eso, es interesante notar que en la obra no hay ilustraciones de batallas, tal vez para borrar la imagen de que el país era un lugar salvaje y con eso lograr ser más atractivo para el mundo industrializado. También es relevante anotar que más de la mitad de las 2000 imágenes se encuentran en el primer tomo de la obra. De acuerdo con la ficha de agradecimiento de la última página del último tomo, escrita por los editores, esto se hizo por consideraciones económicas, pues la inclusión de imágenes en el primer tomo alargó naturalmente la parte textual de la obra y sus costos de impresión.

En cuanto al estilo artístico de la misma, se puede afirmar que es más bien ecléctico. Hay una fuerte tendencia romántica, realista y algo de art nouveau. Hacia finales del siglo XIX, los románticos idealizaron el regreso a un pasado más primigenio, ligado a la naturaleza, en muchos casos mítico. Algunos de los tópicos más recorridos de su pintura fueron el nacionalismo, la identidad y la fuerte carga emocional expresada en los personajes centrales de sus obras. El art nouveau se nota en el trabajo del catalán Cantó. 

A diferencia del romanticismo, el art nouveau era una vanguardia al momento de publicación de la obra. Aquí, los elementos centrales son la combinación de líneas rectas con elementos naturales como insectos, seres marinos y otras figuras curvas. Las líneas rectas tienen que ver con el desarrollo industrial del momento: en muchos casos representan el acero y cristal de las edificaciones que por esa época se construían en las ciudades más desarrolladas. Intenta armonizar el exterior de las ciudades con el interior de los hogares, de ahí su énfasis en plasmarse como un arte decorativo y simétrico. 

En general, esta corriente modernista catalana se opone al neoclásico y al rococó. 41 El neoclásico, el cual entró con fuerza a México hasta el siglo XIX42, se aprecia en los retratos de algunos personajes, pero no es un estilo que marca a toda la obra. Lo opuesto se puede decir del simbolismo, el cual sugiere a través de símbolos las emociones del artista. Aunque esta corriente se colocó en el siglo XX mexicano como un frente contra la revolución industrial y el mecanicismo, ya era conocida en las vanguardias y las élites del país y de Europa hacia finales del siglo XIX. En México... no se aprecia esta tendencia, pero sí se entrecruzan otros de sus elementos más notorios, por ejemplo, la búsqueda de fuertes cargas de significado en las figuras mitológicas y su vocación por aquello oculto detrás de las cosas, detrás de la realidad.43

Para este trabajo se han seleccionado 32 imágenes de “alto impacto visual”. Con éstas se refiere a aquellas incluidas en la obra que, generalmente, están a color, ocupan toda o la mayor parte de al menos una página de la obra y representan al menos un objeto o persona. Las de “bajo impacto visual” serían aquellos dibujos o litografías en blanco y negro, más bien pequeños, que se limitan a retratos del pecho hacia arriba de los personajes históricos de la obra (bustos) o, a su vez, pequeños objetos artesanales, firmas, jeroglíficos, medallas, monedas, etc. No se han incluido en este análisis los paisajes del México..., en parte rebasan el objetivo de este breve trabajo y porque podemos resumir en una línea lo que otros autores han dicho al respecto de éstos: a medida que avanza la obra, los desolados pasajes se comienzan a poblar por personas y arquitectura sucesivamente más modernas. Esto refuerza la posición de partida de este ensayo, en donde el progreso social avanza pictóricamente de la mano de la narración.

Para facilitar la lectura, se han agrupado las imágenes seleccionadas por cada tomo en cinco anexos finales, destacando siempre la imagen que abre cada uno de ellos. Todas provienen de la republicación de 1957 hecha por editorial Cumbre, salvo dos capitulares que se tomaron de un trabajo de análisis de otro autor y que son idénticas a las originales.44 Se utilizó la fotografía digital para recolectarlas, digitalizarlas y posteriormente agruparlas en este trabajo.

Tomo I. Historia Antigua y de la Conquista. Escrito por Alfredo Chavero, la parte inicial de la obra es la que contiene mayor número de elementos gráficos para acompañar al texto. En total, como se dijo arriba, incluye más de 1,000 de las 2,000 ilustraciones de la obra completa. El romanticismo y academicismo (pintura de academia, con alto grado de perfección técnica y en México muchas veces oficialista; en la obra, por cierto, se incluyen las reproducciones de los trabajos de algunos artistas de la Academia de San Carlos) destaca en las pinturas seleccionadas para representar la vida de las culturas prehispánicas, así como en sus litografías de alto impacto. En la edición del México... usada para este ensayo, se duplicaron como encartes a doble forro las obras de los pintores Jara, Gutiérrez y Obregón. Como se puede apreciar en las mismas, los rasgos faciales de los nativos han sido muchas veces “europeizados” para aparecer más solemnes, si bien casi siempre mantienen su color de piel cobrizo. Sus expresiones y ademanes son dramáticos, con líneas duras, como si supieran el futuro que les depara, tanto en sufrimiento como en posibilidades de creación de un nuevo pueblo que combina lo indígena con lo europeo. 

La imagen con la que abre el capítulo, en donde aparecen un hombre y una mujer indígenas sentados sobre una piedra, con el calendario azteca de fondo (o piedra sacrificial, como también se le llama), sintetiza la sublimación de las culturas prehispánicas que se dio en este periodo finisecular, en donde se intentó equiparar a los aztecas con otros culturas de antigüedad, como los egipcios, chino e indios. Alrededor de ambos personajes se encuentran plantas, objeto tallados, edificaciones, que les revelan como forjadores de una cultura premoderna, pero no por eso menos valiosa que la actual. Esta ilustración contrasta fuertemente con el capitular del primer tomo, en donde se observa a un nativo americano a la mitad de un espeso bosque, tratando de cazar a un felino. No hay objetos culturales que indiquen que pertenece a un grupo civilizado. Este es, entonces, la versión del origen primario del pueblo azteca; un grupo que poco fue avanzando su propia civilización.

Tomo 2. El Virreinato. Autoría del propio Riva Palacio, este ha sido calificado como el tomo más importante de la obra por la unión que se hace del pasado indígena al momento de la llegada de los europeos, dando como resultado el mestizaje de la nación. No se discutirá esa afirmación en este trabajo. Sin embargo, en relación al tomo primero, hay menos imágenes de alto impacto. Aquellas que sí han sido incluidas enfatizan la creación de una nación católica a través de la conversión de los nativos, al principio de la obra, y de la estructura clerical de la Nueva España, así como iglesias y catedrales. También hay blasones y escudos y diversos artefactos que refieren a los caballeros de la época, con sus espadas y armaduras, como se ve en el capitular de este tomo. La imagen inicial, en donde aparece una pareja indígena dentro de una iglesia, al parecer bautizando a un niño, resume la idea inicial: la Iglesia fue la institución clave para forjar la nación. Ante ella se alinean tanto europeos como americanos bajo una sola fe. El estilo de estas pinturas es realista, siendo más funcional y demostrativo que estético.

Tomo 3. La Guerra de Independencia. Este tomo, con texto de Julio Zárate, es el primero que muestra a La Patria mexicana, la mujer que simboliza el nacimiento de la nación desligada de la Corona española. Es una mujer mestiza, con piel apiñonada y largo cabello negro que levita por los aires con un estandarte sobre un pasado que visto a lo lejos, es negro y poco claro, que vio a muchos hombres perder la vida en diversos actos violentos, como se muestra. Es una pintura romántica, que exalta las emociones. Debajo de ella se encuentra una mujer más joven, una musa que carga un libro que dice “Independencia 1810”. Las otras pinturas de este tomo, en donde se muestra a los héroes de la independencia, son más bien de corte realista. Pero la ilustración del capitular es mucho más elaborada: una “H”, la primera letra con la que empieza este tomo, levanta como dos columnas a un león que lucha contra un águila. El león y la insignia “plus ultra” refiere al imperio español. El ave lleva la ventaja en la batalla. Al fondo se ve una Iglesia, la cual se identifica en el texto como la Parroquia de Nuestra Señora de Dolores, desde donde se convocó a la lucha armada. El cielo muestra lo que podría ser ocaso del imperio español en la Nueva España o bien el nacimiento de un nuevo país. Sea como sea, es una imagen sumamente simbólica.

Tomo 4. México Independiente. Tres elementos gráficos destacan en este tomo, escrito por Enrique Olavarría y Ferrari y Juan de Dios Arias. Si bien los retratos de los grandes personajes históricos son de tipo realista, la inclusión de un mapa que muestra el territorio “antes de la invasión norteamericana” revela el complejo sentido del periodo histórico descrito a lo largo del texto. El mapa concuerda con el capitular, el cual muestra una letra “A” de piedra con pies estilo neoclásico siendo atacada por aves de rapiña (Estados Unidos y Francia). En la escena hay banderas desgarradas y un cielo encapotado. En el fondo, lo que parecen llamas y lucha. También se aprecia una corona, tal vez de Maximiliano, que parece haber sido tirada. El águila mexicana defiende un busto con estilo clásico, al parecer de mármol, de una efigie femenina. En su pico lleva una serpiente. Dichos elementos simbólicos encuentran eco en el frontispicio del cuarto tomo. Como en el tercero, vemos a La Patria, ahora con vestido rosa, levitando sobre un cementerio con los nombres de los héroes de la independencia. En su mano izquierda lleva una antorcha; en la derecha, un cuchillo. Una especie de rayo la conecta con las llamas del pasado que se ven a lo lejos. Su tez es blanca y su cabello castaño. De nuevo, es una imagen que ha sido hecha para exaltar la emoción del lector, pero a diferencia de la que se comentó anteriormente, esta litografía contiene una tipografía claramente ligada al movimiento del art nouveau, siendo la “M” de México su elemento más notorio al encontrarse forjada de metal. El color de la tipografía, así como la marquesina, también son del mismo estilo: colores pastel, tal como el vestido de La Patria, suavizan los ángulos rectos de la tipografía.

Tomo 5. La Reforma. El último texto de la obra le correspondió escribirlo a José María Vigil. Como el anterior, incluye un mapa que representa al país al momento de la publicación del trabajo, además de algunas pinturas con influencia realista e incluso rococó, como aquella de Maximiliano firmada por Beaucé, la cual fue copiada para esta obra. Es interesante notar que, hacia el final del tomo, Riva Palacio fue incluido en una de las ilustraciones como uno de los generales que luchó durante la Reforma. Otro aspecto notable es el capitular con una letra “F” de claros ángulos modernistas, en donde se asienta una moneda con la efigie de Juárez y la Constitución de 1857. Sobre de éstos, un corazón emite un as de luz con frase de Juárez: “el derecho al respeto ajeno es la paz”. Una segunda moneda, al lado de la primera, incluye elementos masónicos (un ábaco, un ojo) que relacionan a Juárez con dicho grupo. Los ases de luz mencionados arriba iluminan un paisaje tranquilo con un fuerte y una iglesia. Al pie de la letra “F” se encuentra una corona boca abajo, probablemente de Maximiliano. El frontispicio del tomo es notable por varios aspectos. Otra vez la litografía incluye a La Patria, pero esta vez con menor carga “europeizante”. Su tez es más bien apiñonada, su cabello corto y negro. En su mano lleva un laurel y en la cabeza una pequeña corona. Su vestido es blanco y la acompaña al hombro una capa rosa que ondea tras de ella. En sus brazos, como si fueran tablas bíblicas, la Constitución del 57. La tipografía tiene algunos rasgos modernistas, pero dista considerablemente de la tipografía en art nouveau del tomo anterior. La figura femenina, así como el tono azul que lleva de fondo tienen influencia romántica. La gesta nacional al final ha valido la pena, pareciera decir la mujer.

IV. Consideraciones finales

A lo largo de este breve ensayo se ha tratado de demostrar que el pensamiento de Riva Palacio sobre la evolución social y el desarrollo de México se vislumbran en el fundamento gráfico de la obra México a través de los siglos. Tras el análisis de las imágenes, ese linealidad entre las variables no parece tan obvia. A medida que avanza la obra, sólo encontramos un símbolo de acompañamiento para materializar dicha afirmación sobre la evolución social, es decir, la figura de La Patria. Con ella, al igual que sucedió en muchos discursos nacionalistas de la época, vemos el paso del tiempo y una misma esencia, levemente modificada en su peinado, color de piel o mirada. Pero ese símbolo no se asienta como definitivo para sustentar la hipótesis inicial, puesto que la inclusión de figuras más mundanas de alto impacto se vuelve casi invisible hacia la parte final de obra. Es decir, el primer y segundo tomos incluyen diversas imágenes en donde se aprecia la naturaleza del país, con todo y su población, pero conforme pasan las páginas ese componente es menos importante. En contraste, las figuras históricas mantienen su misma presencia, ya sea en ilustraciones de alto o bajo impacto. También llama la atención la absoluta invisibilidad de los avances tecnológicos que ya se habían establecido en el país para la época de la publicación del libro. Sólo se pueden adivinar las razones por las que no se representaron dicho adelantos y sus efectos en la nación. ¿No habían sido inventos mexicanos? ¿Los autores no querían que su libro quedara desfasado ante el apresurado avance del progreso y la modernidad? ¿Falta de presupuesto, como los editores indican al final del quinto tomo?Dicho eso, la evolución por la que pasa el territorio sólo se entiende cuando las imágenes se colocan en forma panorámica, como si fueran un todo. Ahí salta la intención de Riva Palacio, pero su intención es sugerir, no imponer al lector su forma de pensamiento.

OBRAS CITADAS

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1Vicente Riva Palacio. “La promesa de un genio” en Cuentos del General, México, Ed. Porrúa, 1971, p. 110.
2Ibid, pp. 109-110.
3Clementina Díaz y de Ovando. Vicente Riva Palacio y la identidad nacional (Discurso), México, UNAM, 1985. p. 12.
4José Ortiz Monasterio. México Eternamente. Vicente Riva Palacio ante la escritura de la historia, FCE-Instituto Mora, México, 2004, p. 291.
5Ibid, passim.
6Christina Bueno. “Forjando Patrimonio: The Making of Archaeological Patrimony in Porfirian Mexico” en Hispanic American Historical Review 90:2, Estados Unidos, Duke University Press, 2010, pp. 216-219.
7Karina Sámano. “De las indígenas necias y salvajes a las indias bonitas. Prolegómenos a la construcción de un estereotipo de las mujeres indígenas en el desarrollo de la antropología en México, 1890-1921” en Signos Históricos, núm. 23, enero-junio, México, UNAM, 2010, passim.
8Arnaldo Moya Gutiérrez. “Historia, arquitectura y nación bajo el Régimen de Porfirio Díaz. Ciudad de México 1876-1910” en Revista de Ciencias Sociales 117-118 (III-IV), Costa Rica, Universidad de Costa Rica, 2007, pp. 159-160.
9Mauricio Tenorio-Trillo. Mexico at the World's Fairs. Crafting a Modern Nation, Estados Unidos, University of California Press, 1996, p. 38.
10José Pascual Buxó. “El sueño de la patria nueva. Riva Palacio y la Exposición Internacional Mexicana de 1880” en Revista de la Universidad de México, vol. IV, México, 2004, p. 91.
11Ibid, p. 172, 174.
12David Brading. “Myth and Images in Mexican History: Foundations and Legitimacy” en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, vol. XXXIII, núm. 99, México, UNAM, 2011, p. 9.
13Ibid, pp. 27-28.
14Enrique Florescano. “Patria y nación en la época de Porfirio Díaz” en Signos Históricos, núm. 13, enero-junio, México, UNAM, 2005, p. 153.
15Ibid, p. 160
16Citado en el mismo trabajo de Florescano, p. 165.
17Margarita Blas. “La nación a debate: el discurso nacionalista en la prensa liberal antiporfirista” en Memorias, Revista digital de Historia y Arqueología desde el Caribe colombiano, núm. 20, Colombia, agosto-2013, p. 144.
18Ibid, p. 142, 145.
19Nizza Santiago. “La topografía del progreso. La repercusión del proyecto urbanístico del Segundo Imperio en el México finisecular” en Revista Istor, núm. 50, México, CIDE, Otoño 2012, p. 260, 274.
20Jorge Orlando Melo. “La idea del progreso en el siglo XIX, ilusiones y desencantos, 1780-1930” en www.jorgeorlandomelo.com como un documento del XVI Congreso de colombianistas, Charlottesville, 6 de agosto de 2008, pp. 1-2.
21Clementina Díaz y de Ovando, en el Prólogo de la edición de Cuentos del General citado anteriormente., p. XXIV.
22John Corr. “The Enlightenment surfaces in nineteenth-century Mexico: scientific thinking attempts to deliver order and progress” en History of Science, vol. 52, núm.1, Reino Unido, SAGE, marzo 2014, p. 98.
23Idem.
24Vicente Riva Palacio. México a través de los siglos, Tomo II, Ed. Cumbre, México, 1971, p. 7.
25Ibid, p. 8, p. 9
26Idem.
27Ibid, p. 16.
28Idem.
29Ibid, p. 894.
30Ibid, p. 893.
31Ibid, p. 908.
32Ibid, p. 894.
33Ibid, pp. 894-895.
34Ibid, p. 910.
35Yessica Díaz Maldonado. Imágenes y nacionalismo. Las litografías de México a través de los siglos, Universidad Autónoma de Querétaro (Tesis de Licenciatura), 2014.
36Enrique Florescano. National Narratives in Mexico: A History, Estados Unidos, University of Oklahoma Press, 2006, p.292, traducción propia.
37Ibid, p. 305, traducción propia.
38Díaz Maldonado, Op.Cit, p. 5.
39Idem.
40Ibid, pp. 6-7.
41Ibid, p. 75.
42María Isabel de Jesús Téllez García & Alma Pineda Almanza. “Análisis estético de cubiertas de partituras de la época del Porfiriato” en CULCyT/Diseño Gráfico Revista del Departamento de Diseño de la Universidad de Guanajuato, núm. 54, México, Universidad de Guanajuato, septiembre-diciembre 2014, p. 19.
43Sari Bermudez. “Introducción” en El Espejo Simbolista: Europa y México, 1870-1920, Conaculta/INBA, Museo Nacional del Arte, UNAM, México, 2004.

44Díaz Maldonado, Op. Cit, me refiero a los capitulares de los tomos IV y V. 

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