Ir al contenido principal

Hispania Romana vista desde Estrabón y Trogo Pompeyo

El teatro romano de Cartagena, al sur de España.

En este breve texto haré una síntesis de dos lecturas que nos dan algunos datos del desarrollo de los pueblos de la Península Ibérica hacia la conquista romana. La primera será “La Hispania en época de Augusto vista por los escritores contemporáneos. Estrabón y Trogo Pompeyo”, de José María Blázquez, seguida de “Hispania y la 'romanización'. Una metáfora: ¿crema o menestra de verduras?”, escrito por Manuel Bendala. 

Blázquez realiza una síntesis de los pasajes sobre la Hispania en las obras del griego Estrabón y del historiador galo Trogo Pompeyo. El primero fue contemporáneo de Augusto (27 a.C.-14) y aunque visitó Hispania, basó su descripción en los escritos previos de Polibio, Posidonio de Apamea, Asclepíades de Mirlea y  Artemidoros. 

Estrabón escribe que el norte de Hispania es frío y poco hospitalario; el sur en cambio es fértil. Ya desde aquí la compara con la piel de toro, símil que aún se usa en la actualidad. Sobre los turdetanos que habitan ahí afirma que son más cultos que los iberos, y que tienen gramática, leyes, pero los otros pueblos del territorio no, en donde hay gran diversidad de lenguas. En Turdetania hay muchas riquezas. En particular, Estrabón describe las del Mar y las minerales, incluyendo plata y oro. (La mina más famosa del mundo antiguo fue la de Carthago Nova; hoy Cartagena, provincia de Murcia). Esta riqueza hizo que a lo largo de la costa se fundaran colonias fenicias y cartaginesas. Al respecto, Blázquez dice que desde el siglo V a.C. Hispania había tenido ligas militares-merceranias con Carthago. Esto cambia cuando el romano Escipión entra a la península en 218 a.C. La guerra con los cartagineses termina en 206 a.C., cuando son arrojados de Cádiz. La conquista de toda Hispania termina en 19 a.C. , con las guerras Cántabras.

Estrabón añade que los turdetanos han adquirido aspectos romanos en sus prácticas diarias y que han cambiado su constitución política a partir de la conquista romana. A éstos les llaman “togados”. Los celtíberos, a su vez, ya no son tan feroces como antes a partir de este hecho. En este periodo, además, César y Augusto establecen diversas colonias en Hispania.

Por su parte, Trogo Pompeyo también alaba las riquezas de Hispania, y dice que no es tan seca como África ni hay tantos vientos como en Galia. Su clima y su aire es saludable. Hay grandes riquezas, incluyendo excelentes caballos, los cuales nacen tan rápido que pareciera que las yeguas son preñadas por el viento céfiro. Los hombres son reservados, dice, dispuestos para la muerte. 

Bendala cuestiona que la romanización de Hispania haya acabado por completo con las tradiciones vernáculas del territorio. La escuela tradicional de historiografía nos ha contado que la conquista de Roma tuvo como consecuencia el inicio “de un cambio cultural básico través de una imposición”. Para la época de Augusto, sigue esta línea ortodoxa, la Hispania Romana se considera totalmente romanceada. Pero cuando Estrabón habla de los “togados”, argumenta Bendala, se refiere más bien a los aspectos jurídicos, no los culturales, que los habitantes de turdetanos asimilaron en esta época. Su cultura primaria siguió viva, como revelan cerámicas y grafitos, y se enriqueció con los romanos, la potencia dominante de la época. “La situación no fue mecanicista. No se sustituyeron realidad indigenas por romanas. Hubo un complejo proceso de interacción cultural de cambios...Se dio una realidad híbrida”. 

Esta hibridación se dio con mayor rapidez y facilidad en ciudades con estructuras sociales y políticas más “helenestizadas”, las cuales se encontraban más que nada en el mediodía y levante peninsulares. Bendala escribe que en las ciudades se pueden observan claramente los fenómenos de la “larga duración” braudeliana--“afectados por leyes o comportamientos de gran tenacidad, arraigados en realidades estructurales que sobrepasan el tiempo”. Así pues, “la ciudad entreteje su sustancia de manera que vive la perpetua contradicción de ser a un tiempo lo que es lo que fue, de tener una naturaleza proclive a la continua renovación, y necesitar al tiempo, como contrapunto imprescindible, el cultivo de su tradición, de vivir intensamente su presente y a la vez su historia”. 

El autor termina su escrito con una metáfora culinaria. Lo que pasó en Hispania no fue un puré o una crema o un potaje, en donde Roma metió a la batidora todo lo que había antes. Más bien es una menestra de verduras, en donde cada ingrediente vive en un mismo sitio, pero mantiene su sabor independientemente de los demás. En las regiones más rápidamente integradas el plato estaba ya preparado, y sólo se le agregaron algunos ingredientes. Esto se dio en las ciudades con más organización y desarrollo urbano. Esto sucedió porque en el seno de una misma ciudad o comunidad podían igualmente convivir formas culturales distintas, como sucede en cualquier ciudad actual más o menos cosmopolita, argumenta Bendala.

Comentarios