Las ideas centrales del texto de Romana Falcón titulado “El Estado liberal ante las rebeliones populares” giran alrededor de las acciones tomados por los gobiernos de Juárez y Lerdo de Tejada durante la República Restaurada (1867 a 1876) contra grupos considerados minoritarios y de pensamiento diferente al del gobierno central.
De acuerdo con la autora, los dos gobiernos liberales mostraron sumo desprecio ante los indígenas y campesinos pobres y tomaron acciones violentas para reprimirlos. Esto se hizo en aras del “progreso”, “la civilización” y el “avance de la sociedad”, tal como hicieron los gobiernos de otros países del mundo para equiparar su naciones al modelo Occidental dominante. Así, el hombre occidental se volvió la vara de medición para todos los demás y “lo diferente” se trató de eliminar. De esta forma se mostró que los valores liberales suscritos en la Constitución de 1857 distaban mucho en su aplicación real. Esto es relevante porque las tácticas represivas han sido identificadas por la historiografía tradicional como un asunto ligado al Porfiriato, no a los gobiernos de Juárez y Lerdo de Tejada.
Es un texto que desmitifica a ambos gobiernos, los cuales fueron prácticamente nulos para mediar entre los grupos rebeldes y los grupos locales de poder. Así, agrega Falcón, se demostraron los verdaderos intereses del Estado durante esta época. Los indios y otros grupos desfavorecidos debían ser traídos a la civilización, pacificados, integrados a esfuerzos de alto valor económico y estratégico para el país, bajo un marco capitalista. Esto se hizo a través de violencia selectiva. Esto se había dado desde que la nación se había independizado. El Estado no se veía a sí mismo como el responsable de “normar los nexos entre las clases en las fábricas, talleres, minas y haciendas” (eso habría que esperar a la Revolución mexicana)
Ahora bien, ¿qué pedían los insurrectos? En la mayoría de los casos, tierras, sus frutos, respeto a sus prácticas religiosas y culturales, y mayores beneficios económicos. Quisieron instaurar gobiernos autocontenidos, desligados del plan del Estado, en algunos casos con modelos socialistas o anárquicos. Algunos de ellos habían apoyado a los conservadores y a Maximiliano. No veían que la sociedad secular fuese la mejor para el su comunidad, como pensaban los liberales.
Las ocho rebeliones fueron: 1) En la frontera del país, con los apaches que asolaron las haciendas de Chihuahua, NL, Coahuila, Zacatecas y Tamaulipas. 2) El las riberas de los ríos Yaqui y Mayo, en Sonora. 3) En Chalco e Hidalgo, en donde El conflicto se había dado por la pérdida de sus tierras, condiciones de vida y trabajo, así como del usufructo de tierras y aguas. 4) Por asuntos religiosos en Zinacantepec, Tejupilco y Temascaltepec, la zona zudoeste y minera del Estado de México. 5) En los pueblos el Nayar, en donde repartieron tierras de hacendados. 6) En Yucatán, alrededor del símbolo de la “cruz parlante”, signo fundador que predecía el futuro y la extinción de los blancos. 7) En los montes de Chiapas, en donde los chamulas trataron realizar un movimiento autonomista.
En todos los casos, los gobiernos liberales de Juárez y Lerdo de Tejada fueron intransigentes y sofocaron las rebeliones con el brazo militar y el apoyo de los gobernantes locales. La idea era construir “el México imaginario” y desterrar al “México profundo”. Había que extirpar lo diferente. De ahí que prácticamente ningún intelectual o periodista de la época censurase las acciones. La represión continúo durante el Porfiriato, otro gobierno que se veía a sí mismo como liberal.
Ahora bien, concluye el autor, los hechos antes mencionados fueron desencadenantes de la rebelión tuxtepecana. ¿Cómo se relaciona este texto con los leídos previamente? Pienso que la conclusión de Falcón se acerca a la mía: la represión y la violencia contra estos grupos se dio a partir de los valores que cimentaron la nación y la forma como el Estado mexicano se fue estructurando. Si los liberales querían construir una nación de consensos había que acabar con aquellos que no comulgasen con su modelo. Le paso a Comonfort, que no pudo con el ala radical de este grupo, a los conservadores y al propio Maximiliano. Ninguno de estos tres pudo con la intransigencia de los liberales más radicales que se impusieron en el poder. De forma paralela, el grupo en el poder aprovechó los símbolos populares (El Negrito) para rechazar modelos distintos al suyo y con eso tratar de construir una nación alrededor de una sola idea de Patria. Ese consenso, o imposición, costó mucha sangre.
De acuerdo con la autora, los dos gobiernos liberales mostraron sumo desprecio ante los indígenas y campesinos pobres y tomaron acciones violentas para reprimirlos. Esto se hizo en aras del “progreso”, “la civilización” y el “avance de la sociedad”, tal como hicieron los gobiernos de otros países del mundo para equiparar su naciones al modelo Occidental dominante. Así, el hombre occidental se volvió la vara de medición para todos los demás y “lo diferente” se trató de eliminar. De esta forma se mostró que los valores liberales suscritos en la Constitución de 1857 distaban mucho en su aplicación real. Esto es relevante porque las tácticas represivas han sido identificadas por la historiografía tradicional como un asunto ligado al Porfiriato, no a los gobiernos de Juárez y Lerdo de Tejada.
Es un texto que desmitifica a ambos gobiernos, los cuales fueron prácticamente nulos para mediar entre los grupos rebeldes y los grupos locales de poder. Así, agrega Falcón, se demostraron los verdaderos intereses del Estado durante esta época. Los indios y otros grupos desfavorecidos debían ser traídos a la civilización, pacificados, integrados a esfuerzos de alto valor económico y estratégico para el país, bajo un marco capitalista. Esto se hizo a través de violencia selectiva. Esto se había dado desde que la nación se había independizado. El Estado no se veía a sí mismo como el responsable de “normar los nexos entre las clases en las fábricas, talleres, minas y haciendas” (eso habría que esperar a la Revolución mexicana)
Ahora bien, ¿qué pedían los insurrectos? En la mayoría de los casos, tierras, sus frutos, respeto a sus prácticas religiosas y culturales, y mayores beneficios económicos. Quisieron instaurar gobiernos autocontenidos, desligados del plan del Estado, en algunos casos con modelos socialistas o anárquicos. Algunos de ellos habían apoyado a los conservadores y a Maximiliano. No veían que la sociedad secular fuese la mejor para el su comunidad, como pensaban los liberales.
Las ocho rebeliones fueron: 1) En la frontera del país, con los apaches que asolaron las haciendas de Chihuahua, NL, Coahuila, Zacatecas y Tamaulipas. 2) El las riberas de los ríos Yaqui y Mayo, en Sonora. 3) En Chalco e Hidalgo, en donde El conflicto se había dado por la pérdida de sus tierras, condiciones de vida y trabajo, así como del usufructo de tierras y aguas. 4) Por asuntos religiosos en Zinacantepec, Tejupilco y Temascaltepec, la zona zudoeste y minera del Estado de México. 5) En los pueblos el Nayar, en donde repartieron tierras de hacendados. 6) En Yucatán, alrededor del símbolo de la “cruz parlante”, signo fundador que predecía el futuro y la extinción de los blancos. 7) En los montes de Chiapas, en donde los chamulas trataron realizar un movimiento autonomista.
En todos los casos, los gobiernos liberales de Juárez y Lerdo de Tejada fueron intransigentes y sofocaron las rebeliones con el brazo militar y el apoyo de los gobernantes locales. La idea era construir “el México imaginario” y desterrar al “México profundo”. Había que extirpar lo diferente. De ahí que prácticamente ningún intelectual o periodista de la época censurase las acciones. La represión continúo durante el Porfiriato, otro gobierno que se veía a sí mismo como liberal.
Ahora bien, concluye el autor, los hechos antes mencionados fueron desencadenantes de la rebelión tuxtepecana. ¿Cómo se relaciona este texto con los leídos previamente? Pienso que la conclusión de Falcón se acerca a la mía: la represión y la violencia contra estos grupos se dio a partir de los valores que cimentaron la nación y la forma como el Estado mexicano se fue estructurando. Si los liberales querían construir una nación de consensos había que acabar con aquellos que no comulgasen con su modelo. Le paso a Comonfort, que no pudo con el ala radical de este grupo, a los conservadores y al propio Maximiliano. Ninguno de estos tres pudo con la intransigencia de los liberales más radicales que se impusieron en el poder. De forma paralela, el grupo en el poder aprovechó los símbolos populares (El Negrito) para rechazar modelos distintos al suyo y con eso tratar de construir una nación alrededor de una sola idea de Patria. Ese consenso, o imposición, costó mucha sangre.
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