En este breve texto sintetizaré las principales ideas del capítulo “La Crisis del Siglo XVII” del libro de Antonio Domínguez Ortiz llamado El Antiguo Régimen: Los Reyes Católicos y los Austrias (1988). La hipótesis central del escrito es que el lapso que va más o menos de 1580 a 1730 significó para España un periodo negativo en la historia de ese país. El autor desglosa las causas principales de esa afirmación, siendo la crisis demográfica en la mayor parte de las provincias una de las principales. Sobre este punto, la peste bubónica cobró la vida de miles de habitantes de la península entre 1596 y 1602.
Según el autor, al menos murieron 500 mil personas por ese hecho. Peor aún fue la crisis de 1647 provocada por la acción patógena de la picadura de pulgas. Dicho eso, el autor afirma que hubo contrastes regionales con respecto a los índices demográficos en las distintas comunidades: en el norte cantábrico hubo un leve crecimiento, principalmente por la inclusión del maíz en las cosechas locales. En Asturias hubo poca mortalidad, pero no crecimiento. En general, la población de la península disminuyó o se estancó. Hubo varios factores negativos que alentaron dicho escenario: expulsión de los moriscos, fiscalidad, levas, mala gestión municipal, decadencia de la artesanía rural y mala venta de productos agrícolas. Cataluña y Mallorca subieron levemente su índice poblacional (industria floreciente en el primer caso), pero Andalucía, por ejemplo, vivió escenarios contrastantes al Norte y al Sur, en donde encontró algunos espacios de desarrollo por la actividad relacionada con América.
El autor afirma que ningún país ha meditado tanto como España sobre el problema de la decadencia. Hay miles de personas que han escrito o hablado sobre esto, y cada una propuso un solución diferente para solucionar el problema que la península atravesaba por el siglo XVII. La variedad de escritos tienen, en general, un culpable: venían de los errores políticos que podrían enmendarse con medidas de buen gobierno, no tanto por causas naturales. Una de las razones principales de esta decepción fue la crisis que vivió el campo y la crisis de la industria, la cual se vio afectada por dos factores: la competencia extranjera y el retraso tecnológico. La crisis afectó las viejas industrias de sedas y textiles, papel y navíos. Las finanzas estaban mal porque los reyes y las cortes gastaban mucho, pero existió otra razón de mucho mayor gravedad: la guerra permanente en la que España se involucró durante este siglo.
Dichas guerras eran muy caras y dependían del fuerte aumentó de compra de tecnología militar, generalmente extranjera. El gasto se hizo mayor a medida que el viejo sistema medieval, en donde cada reino aportaba sus ejércitos a partir del control regional de los señores feudales y los llamados a la hidalguía, pasó a uno centralizado en el rey con ejércitos que sumaban miles de soldados, los cuales participaron en guerras dinásticas, no siempre de soberanía. Tanto Felipe II (quien reinó de 1556-1598), Felipe III (1598-1621), Felipe IV (1621-1665) y Carlos II (1665-1770) adolecieron de este problema. La previsión presupuestal estaba pensada para épocas de paz, así que cuando había guerra había que obtener recursos de emergencia de otros lugares, generalmente con mayores impuestos.
Los recursos se comenzaron a solicitar vía censos y juros, que acabaron endeudando más al Estado y a la población. De ahí que Felipe IV devaluara la moneda fraccionaria (la de plata y oro, es decir, la metálica, se mantuvo igual), causando empobrecimiento en la población, lo que se agravó aún más con la venta de tierras baldías y realengas, lo que según el autor retrasó la creación de un Estado moderno, siendo el regreso a las prácticas feudales una de las consecuencias de esta práctica. Estas condiciones acabaron por causar inconformidad entre la población. De ahí que el siglo XVII sea conocido como el siglo de los levantamientos, las revueltas.
Otra característica que marcó esta época fue la nueva fuerza que tomaron los validos alrededor del Rey. Ellos ejercieron poder a partir de los cargos de confianza que les dio. Estos nobles, sin embargo, no tuvieron la fuerza política para tirar al monarca, afirma el autor, como tal vez hubiera pasada en un periodo anterior más convulso. Eran común que los validos compraran títulos de hidalguía para comenzar a subir el escalafón social, los mismo que los títulos de caballería en el terreno de la milicia.
Según el autor, al menos murieron 500 mil personas por ese hecho. Peor aún fue la crisis de 1647 provocada por la acción patógena de la picadura de pulgas. Dicho eso, el autor afirma que hubo contrastes regionales con respecto a los índices demográficos en las distintas comunidades: en el norte cantábrico hubo un leve crecimiento, principalmente por la inclusión del maíz en las cosechas locales. En Asturias hubo poca mortalidad, pero no crecimiento. En general, la población de la península disminuyó o se estancó. Hubo varios factores negativos que alentaron dicho escenario: expulsión de los moriscos, fiscalidad, levas, mala gestión municipal, decadencia de la artesanía rural y mala venta de productos agrícolas. Cataluña y Mallorca subieron levemente su índice poblacional (industria floreciente en el primer caso), pero Andalucía, por ejemplo, vivió escenarios contrastantes al Norte y al Sur, en donde encontró algunos espacios de desarrollo por la actividad relacionada con América.
El autor afirma que ningún país ha meditado tanto como España sobre el problema de la decadencia. Hay miles de personas que han escrito o hablado sobre esto, y cada una propuso un solución diferente para solucionar el problema que la península atravesaba por el siglo XVII. La variedad de escritos tienen, en general, un culpable: venían de los errores políticos que podrían enmendarse con medidas de buen gobierno, no tanto por causas naturales. Una de las razones principales de esta decepción fue la crisis que vivió el campo y la crisis de la industria, la cual se vio afectada por dos factores: la competencia extranjera y el retraso tecnológico. La crisis afectó las viejas industrias de sedas y textiles, papel y navíos. Las finanzas estaban mal porque los reyes y las cortes gastaban mucho, pero existió otra razón de mucho mayor gravedad: la guerra permanente en la que España se involucró durante este siglo.
Dichas guerras eran muy caras y dependían del fuerte aumentó de compra de tecnología militar, generalmente extranjera. El gasto se hizo mayor a medida que el viejo sistema medieval, en donde cada reino aportaba sus ejércitos a partir del control regional de los señores feudales y los llamados a la hidalguía, pasó a uno centralizado en el rey con ejércitos que sumaban miles de soldados, los cuales participaron en guerras dinásticas, no siempre de soberanía. Tanto Felipe II (quien reinó de 1556-1598), Felipe III (1598-1621), Felipe IV (1621-1665) y Carlos II (1665-1770) adolecieron de este problema. La previsión presupuestal estaba pensada para épocas de paz, así que cuando había guerra había que obtener recursos de emergencia de otros lugares, generalmente con mayores impuestos.
Los recursos se comenzaron a solicitar vía censos y juros, que acabaron endeudando más al Estado y a la población. De ahí que Felipe IV devaluara la moneda fraccionaria (la de plata y oro, es decir, la metálica, se mantuvo igual), causando empobrecimiento en la población, lo que se agravó aún más con la venta de tierras baldías y realengas, lo que según el autor retrasó la creación de un Estado moderno, siendo el regreso a las prácticas feudales una de las consecuencias de esta práctica. Estas condiciones acabaron por causar inconformidad entre la población. De ahí que el siglo XVII sea conocido como el siglo de los levantamientos, las revueltas.
Otra característica que marcó esta época fue la nueva fuerza que tomaron los validos alrededor del Rey. Ellos ejercieron poder a partir de los cargos de confianza que les dio. Estos nobles, sin embargo, no tuvieron la fuerza política para tirar al monarca, afirma el autor, como tal vez hubiera pasada en un periodo anterior más convulso. Eran común que los validos compraran títulos de hidalguía para comenzar a subir el escalafón social, los mismo que los títulos de caballería en el terreno de la milicia.
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