Tratar
de identificar las raíces históricas de un periodo tan largo y tan
polémico como el Porfiriato exige delimitar el objeto de estudio. Si
bien la historiografía oficial aglutina al Porfiriato como un lapso
que va de 1876 a 1911, existen las razones suficientes para
considerar que el primer gobierno de Díaz (1877-1880) y el de Manuel
González (1880-1884) deben analizarse por separado, a pesar de la
influencia del primero en la presidencia del segundo.
[Este trabajo se presentó en el curso "Entre la consolidación del Estado y el final del proyecto liberal, 1858-1911", impartido por el Dr. Arno Burkholder de la Rosa en la Maestría en Historia Moderna de México de Casa Lamm]
El periodo
largo, entonces, del cual se tratarán de explicar los orígenes en
este ensayo, va de 1884 a 1911. Más allá de las precisiones
cronológicas, las raíces históricas del Porfiriato deben
entenderse como parte de un proceso que antecede a Díaz y que tiene
que ver con los aspectos ideológicos de la época analizada, siendo
la apropiación de las ideas liberales y nacionalistas del gobierno
de Juárez y el sustrato científico-positivista de ese momento las
dos principales.
Se comparte la postura de Daniel Cosío Villegas
que establece que la idea de una nacionalidad mexicana se comenzó a
construir a partir de los infortunios políticos y militares que el
país vivió después de su independencia y que el Porfiriato aportó
a esa obra, de forma indirecta, la centralidad de la figura de Díaz.
Sin embargo, se prefiere la opinión de la obra reciente de Paul
Garner que afirma que debemos avanzar más allá del culto a la
personalidad de Díaz y la simplificación de un largo número de
años en el término “porfirismo” para comenzar a entender este
momento histórico. Sucedieron muchos otros hechos en ese periodo que
no estuvieron ligados a la voluntad del presidente sino a la
corriente de ideas que fluía por debajo de sus acciones.
Esto no
quiere decir que no se reconozcan los actos específicos del gobierno
de Díaz como parte de un conjunto que llevan la marca del oaxaqueño.
Éstas deben encuadrarse dentro de flujos de pensamiento más
profundos, más comprensivos, para entender al Porfiriato. Sin esa
base ideológica, un campo fértil previamente arado que fructificó
durante esta época, es difícil pensar que Díaz hubiese permanecido
tantos años en el poder. La absorción y glorificación de la figura
de Juárez y su discurso liberal fue el segundo pilar sobre el cual se
plantó el Porfiriato. Sobre ambos se desarrollaron prácticas
económicas que propiciaron iniquidad social, pero al mismo tiempo
legitimaron al régimen.
- El pensamiento científico que buscaba el orden y el progreso
Durante
buena parte del siglo XX, la historiografía oficial
posrevolucionaria se encargó de encapsular al Porfiriato como una
época de progreso económico y material en detrimento de las
libertades individuales y las garantías de un gobierno democrático.
La consecuencia inevitable de esta lógica fue la Revolución
mexicana. Pero Díaz, además de ser un hábil político y militar,
también era un producto de su tiempo, es decir, un hombre que había
sido expuesto a las ideas liberales sintetizadas en la Constitución
de 1857 y la importancia del asentamiento de los liberales en el
poder, a partir de la República Restaurada de 1867. Los cuadros que
formaron su gobierno—los científicos—también creían en las
bases del liberalismo, pero lo llevaron al plano de la vida pública
mediante una mezcla de pensamiento positivista ligado a la filosofía
de Comte y el eclecticismo de la propia ciencia y razón mexicanos. 1
Este pensamiento había sido instaurado por Gabino Barreda en la
Escuela Nacional Preparatoria desde el regreso de Juárez al poder,
un lugar en donde se formaron líderes “científicos”, quienes
aplicarían dichos preceptos para tratar de resolver los problemas
sociales del país durante el Porfiriato e incluso antes, con el
gobierno juarista. Comte preveía que bajo un gobierno guiado por la
ciencia y el método científico, liderado por los hombres de poder
que producían dinero y riqueza bajo el capitalismo, se harían
conclusiones tan obvias que el poder temporal podría crear leyes a
partir de fenómenos sociales observables.
Las personas en el
gobierno sólo tendrían que tomar decisiones a partir de estas leyes
pensando en el bien general de la sociedad. En México, la clave del
ascenso del positivismo fue Juárez, quien creía en la aplicación
de la ciencia y la razón a la vida nacional como político,
presidente y educador. Poco a poco, aquellos liberales pragmáticos y
centralistas reemplazaron a los liberales federalistas 2,
un hecho que se consumó durante el periodo de análisis de este
ensayo. Con Juárez se plantó esta filosofía, pero además, a
partir de este momento, “los líderes mexicanos [verían al
positivismo] como un instrumento útil y agradable en la construcción
de un gobierno centralizado y como parte de su administración del
progreso social”.3
Esta nueva filosofía, traída de Europa, ofrecía un contrapeso al
poder que la Iglesia había mantenido en el país durante siglos y la
remitía a una época anterior por la que pasan todos los pueblos
civilizados antes de alcanzar su verdadero potencial a través de la
ciencia, la lógica, así como los datos y hechos comprobables.
En
efecto, desde el primer gobierno de Díaz y sucesivo de Manuel
González se publicó un periódico llamado La
Libertad, que
trató de racionalizar el progreso político y promovió la
estabilidad y el desarrollo a través de la idea de “orden y
progreso”, el subtítulo con el cual se identificó el documento.
El escrito fue subsidiado por la administración de Díaz y una época
dirigido por Justo Sierra. Tanto Sierra como el grupo de escritores
de La
Libertad
fueron liberales, pero no del corte federalista o radical, sino
pragmáticos y orientados a la ciencia, creyentes en la práctica de
una política guiada por ella.4
De la misma forma, algunos conservadores que lucharon contra la
causa liberal en los años previos apoyaron la política guiada en la
ciencia.
Vemos
entonces que las raíces ideológicas del Porfiriato se pueden
rastrear al gobierno de Juárez surgido tras la victoria liberal,
primero en la Guerra de Reforma de 1858-1860 (aunque la primera fecha
es rebatible, siendo que algunos sitúan el inicio del conflicto en
1855) y después en la Intervención francesa (1862-1867). El
pensamiento científico mexicano de las últimas tres décadas del
siglo XIX, que ya tenía presencia desde la Colonia, acogió el
“esprit de temps” que circulaba en los países industriales más
avanzados.
Como sintetiza Corr: “Juárez, Lerdo y sus seguidores
decidieron que México sería dirigido hacia el progreso sólo a
través del orden establecido por un gobierno central fuerte
comprometido con el uso de la ciencia y la razón en todas las áreas
de la vida nacional”.5
Primero Juárez y después Díaz pusieron un alto al desorden que
había prevalecido desde la Independencia para lograr ese objetivo,
ignorando, en muchos casos, las libertades individuales de algunos
mexicanos. La modernización dirigida desde un gobierno centralizado
desplazó a la Iglesia y a la tradición española a un papel
secundario, en donde si bien no serían ignorados, tampoco serían la
fuente para canalizar al país hacia la formación de un Estado
fuerte, con una identidad propia.
Los positivistas científicos
salidos de la Escuela Nacional Preparatoria abrazaron dicho concepto
y ocuparon puestos claves durante el Porfiriato en el Partido Liberal
y en otros espacios de la vida intelectual del país.
- La apropiación de los símbolos liberales
Primero
con la revuelta de La Noria (1871) y después con el Plan de Tuxtepec
(1875-1876), Díaz y sus allegados se pronunciaron por seguir los
principios elementales de la Constitución de 1857. Tanto en el caso
de Juárez, primero, como Lerdo de Tejada después, el discurso
enfiló contra la reelección. Esa idea se modificó cuando Díaz
llegó al poder. Una vez ahí, cambió la Carta Magna para alargar su
mandato o buscar una nueva elección, ya fuera consecutiva o no en
1877, 1887, 1892, 1904 y finalmente 1910.
Si los dos mandatarios
previos a Díaz, ambos símbolos del liberalismo, habían buscado
seguir en el poder por distintas razones justificadoras, ¿debe
sorprender que Díaz hiciese lo consecuente? La clave del entramado
del Porfiriato sólo puede entenderse con la legitimación que hizo
de su periodo a
través de
los gobiernos previos, en donde Díaz se asumió como el continuador
de esas ideas liberales. Con el general oaxaqueño esas ideas
asumieron una perspectiva hacia el futuro y se fusionaron con la
nueva identidad nacional que se creó a partir de la República
Restaurada. La Patria sería sinónimo del liberalismo de avanzada,
aquel enfocado en construir una nación moderna.
Uno
de los aspectos esenciales de esta formación patriótica fue la
educación. Tanto Justo Sierra como Vicente Riva Palacio produjeron
obras en donde el Porfiriato se asumió como la cristalización de un
largo proceso de construcción nacional, en donde el pueblo mexicano
mestizo va en ascenso y vislumbra un futuro promisorio. El Estado se
convierte en la nueva figura de concreción para llegar a la
modernidad, suplantando tanto a la Iglesia, que llegó a ser un
“Estado dentro de un Estado”.6
Sierra, que fue ministro de Educación de 1905 a 1911, subrayó en su
obra la construcción patriótica realizada por Benito Juárez, José
Joaquín Herrera, Melchor Ocampo, Ignacio Ramírez, Ignacio Manuel
Altamirano, Guillermo Prieto, Manuel González Ortega, Miguel y
Sebastián Lerdo de Tejada, Francisco Zarco, Santos Degollado y a
Porfirio Díaz. “Juárez, las Leyes de Reforma y la victoria sobre
el imperio de Maximiliano son las cumbres del patriotismo liberal,
que celebra el triunfo de la república sobre los invasores franceses”
y consolida, al mismo tiempo, el Estado laico, el amor a la República
y sus fundamentos cívicos, así como la defensa de la
Independencia.7
Salvo los grupos indígenas (mas no lo “prehispánico”, que sí
fue retomado de forma oficial) y los conservadores, que fueron
ignorados del lenguaje político de Juárez y Díaz, los mexicanos
finalmente podían sentirse seguros de su identidad. El país debía
construirse a pesar de esos grupos, bajo las directrices de gobiernos
fuertes que propiciaran las condiciones necesarias para el desarrollo
social unificado en los conceptos liberales de orden y progreso.
En
el Porfiriato, la Ciudad de México se convirtió en el lugar
privilegiado para glorificar a Juárez, los liberales, y las raíces
prehispánicas. El espacio se moderniza y se convierte en “la suma
de los procesos históricos, culturales, económicos, sociales y
políticos que confluyen en el centro neurológico de la vida
nacional”.8
En la ciudad se construye un panteón heroico y se enarbolan los
“ritos y ceremonias de la Patria”. Es un lugar que instruye en la
formación liberal al caminar por sus paseos y avenidas, detenerse en
el Hemiciclo a Juárez, la Columna de la Independencia, el Palacio de
Correos y el de Comunicaciones, el Palacio Legislativo Federal, el
monumento a Cuauhtémoc, los Indios Verdes, así como el Manicomio de
la Castañeda y el Panteón Nacional.9
Dicha construcción no hubiese sido posible sin la pacificación
lograda por el régimen. Es el progreso materializado en símbolos de
granito que muestran a los mexicanos y al mundo entero que el país
ha entrado en vías de la modernidad, que es atractivo, y que puede
ser gobernado. Es el lenguaje del poder, en donde “los escritos
históricos magnifican las epopeyas liberales y las materializan en
monumentos o en edificios públicos que funcionan como lecciones de
cívica para engrandecer a la nación y para enardecer al
ciudadano”.10
En ese proyecto hubo espacio para el pueblo y las élites, al menos
por un tiempo. Vista a la distancia, la producción artística del
Porfiriato fue un elemento indispensables para la construcción
nacional. Se hizo un esfuerzo para igualar al arte con el progreso
social y para elevar el estatus cultural de la nación, pues a través
de estos vehículos se podían simplificar complejas narrativas y con
eso aspirar a la cimentación de “comunidades imaginadas”.11
La agenda de los intelectuales liberales mexicanos se manifestó a
través de la tríada “verdad, belleza y utilidad”, con lo cual
se sintetizó la política cultural del Porfiriato. La belleza debía
reflejarse en obras útiles que mostraran el carácter único y real
de los mexicanos, sus paisajes y su historia.12
- La legitimación económica
Según
Paolo Riguzzi, más allá de los acuerdos y compadrazgos, el
Porfiriato tuvo un eje rector económico que solidificó la
construcción del Estado y su propia legitimidad, pero al mismo
tiempo permitió el libre flujo de bienes e ideas. Este fue función
y consecuencia de la pacificación del país iniciada en los
gobiernos de la República Restaurada. Se realizaron cambios
económicos para depender en menor grado de los impuestos aduanales y
se crearon otros impuestos ligados a transacciones domésticas que
redujeron la presión sobre el gasto gubernamental.
De la misma
forma, el Estado inició un proceso de cambio económico que colocara
sobre el mismo terreno una base legal, política y económica. En
esta nueva idea de nación, liderada por José Yves Limantour, el
mercado y el Estado debían mantener relaciones amigables.13
Las industrias nacionales jugaron un papel crucial en ese esquema,
así como las inversiones extranjeras y la construcción de vías
férreas. El Porfiriato ayudó en la construcción de un mercado
interno, pues durante este lapso se unificaron espacios físicos y
legales que devinieron en nuevas áreas de desarrollo económico. Es
así como se comenzó a crear el primer movimiento globalizante en la
economía nacional, el cual coincidió con lo experimentado por otras
naciones, opina Riguzzi.
Distintos espacios libres de influencia de
Estado surgieron en este tiempo, tales como redes de intercambio en
donde personas, mercancías, inversiones directas y flujos
financieros internacionales. El Estado realizó maniobras defensivas
para regular estos movimientos, provenientes en su mayoría de
Estados Unidos y el Reino Unido, e incrementó las exportaciones
nacionales.
El
pocas palabras, el Porfiriato no fue presa de un capitalismo salvaje,
pero tampoco fue un Estado omnímodo que trató de controlar fuerzas
económicas que se presentaron afuera de su área de influencia. Al
contrario, “las acciones del Estado, sus políticas económicas, y
sus estrategias de diversificación incrementaron la habilidad del
país para soportar golpes externos y reforzar varios sectores de la
economía mexicana”.14
La desigualdad económica del periodo, una de las causas principales
de la Revolución, de la mano de las escasas vías de participación
política, según la historiografía posrevolucionaria, se entienden
mejor cuando se ven dentro del plano internacional de los bienes y el
dinero, en donde México sólo era uno de los muchos actores en
escena. El Porfiriato tomó ventaja de esa condiciones—en
particular de su cercanía con el mercado estadounidense—para
desarrollar la riqueza y los mercados nacionales, bono que no llegó
a la mayoría de la población. Ese focalizado progreso económico
funcionó temporalmente para justificar el trabajo del régimen,
ávido de mantener al día la evolución social iniciada con Juárez.
Los “científicos” aprovecharon estas circunstancias para
apuntalar las acciones del Estado.
- Conclusión
Las
ideas que circularon en los ríos de pensamiento del Porfiriato
funcionan para entender los orígenes de este periodo. El progreso
social mediante el avance de las leyes comprobables así como la
reapropiación del juarismo y los símbolos liberales facultaron el
avance económico y material del Estado, el cual optó por un
gobierno pragmático centralizado en la figura de Díaz, mas no
dependiente de él. Dichas ideas prefiguraron su gobierno a manera de
súper estructura. El Porfiriato recogió estos pensamientos para su
propio beneficio y los de la construcción nacional, haciendo de lado
preceptos básicos de la democracia y el respeto a las garantías
individuales. Sus raíces históricas explican su propia inercia y su
propio desenlace, pero también se vinculan con la consolidación del
Estado mexicano moderno que comenzaría en la segunda década del
siglo XX, una vez que la Revolución dejara en claro las demandas de
los sectores poco favorecidos durante el Porfiriato y las amalgamara
a través del partido único.
Obras
Citadas
-
CORR, John. “The Enlightenment Surfaces in Nineteenth-Century
Mexico: Scientific Thinking Attempts to Deliver Order and Progress”,
en History
of Science,
marzo
2014, vol. 52 núm.1, pp. 98-123, Sage Journals. Obtenido el 14 de
octubre del 2015 vía la base de datos EBSCO Academic Search
Complete.
-
FLORESCANO, Enrique. “Patria y nación en la época de Porfirio
Díaz”, Signos
Históricos,
enero-junio 2005, núm. 13, pp. 153-187, Universidad Autónoma
Metropolitana. Obtenido el 14 de octubre del 2015 vía la base de
datos EBSCO Academic Search Complete.
-
MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, Fabiola. “Representing the nation: art and
identity in Porfirian Mexico”, National
Identities,
vol. 15, núm. 4, pp. 333-355, Routledge, Taylor Francis Group.
Obtenido el 14 de octubre del 2015 vía la base de datos EBSCO
Academic Search Complete.
-
MOYA GUTIÉRREZ, Arnaldo. “Rehabilitando históricamente al
Porfiriato: Una digresión necesaria acerca del régimen de Porfirio
Díaz. México 1876-1910”, Revista
Ciencias Sociales,
2008 (I), núm. 119, pp. 83-105, Universidad de Costa Rica.
Obtenido el 14 de octubre del 2015 vía la base de datos EBSCO
Academic Search Complete.
-
RIGUZZI, Paolo. “From Globalisation to Revolution? The Porfirian
Political Economy: An Essay on Issues and Interpretations”,
Journal of
Latin American Studies,
mayo 2009, vol. 41, núm. 2, pp. 347-368, Cambridge
University Press. Obtenido el 14 de octubre del 2015 vía la base de
datos JSTORE.
1John
Corr, “The Enlightenment Surfaces in Nineteenth-Century Mexico:
Scientific Thinking Attempts to Deliver Order and Progress”, en
History of Science,
marzo 2014, vol. 52 núm.1,
p. 98.
2Ibid,
pp.
98-99.
3Ibid,
p.
100.
4Ibid,
p. 109.
5Ibid,
p. 155.
6Enrique
Florescano. “Patria y nación en la época de Porfirio Díaz”,
en Signos Históricos,
enero-junio 2005, núm. 13, pp. 177-180.
7Ibid,
p. 182.
8Arnaldo
Moya Gutiérrez, “Rehabilitando históricamente al Porfiriato: Una
digresión necesaria acerca del régimen de Porfirio Díaz. México
1876-1910” en Revista
Ciencias Sociales, núm. 119,
2008 (I), pp. 84-85.
9Ibid,
p. 88.
10Ibídem
11Fabiola
Martínez Rodríguez, “Representing the nation: art and identity
in Porfirian Mexico” en National
Identities, vol. 15, núm. 4,
p. 334.
12Ibid,
p. 335.
13Paolo
Riguzzi, “From Globalisation to Revolution? The Porfirian
Political Economy: An Essay on Issues and
Interpretations”
en Journal of Latin American
Studies, mayo 2009, vol. 41,
núm. 2, pp. 353-356.
14Ibid,
p. 366.
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