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El sexenio democrático español (1868-1874)


En este texto resumiré las principales ideas del escrito “Reflexiones sobre el Sexenio democrático: Revolución, Regionalismo y Cantonalismo”, escrito por Juan Antonio Lacomba y publicado en la revista Anales de Historia Contemporánea de la Universidad de Murcia (vol. 9, 1993). El documento trata sobre el periodo comprendido en España entre 1868 y 1874. En dicho lapso, comenta el autor, se vivieron diversos procesos que surgieron desde y dieron mayor poder a las bases populares. En otras partes del mundo (Japón, China) se dio este mismo viraje. 

El sexenio democrático inicia con la revolución de septiembre de 1868. La burguesía quiere aumentar su poder utilizando un marco de ideas humanistas y liberales. En ese sentido, continúa con las ideas que ya se habían puesto de manifiesto desde el reinado de Isabel II. El movimiento fue heterogéneo. En él se circunscriben: “una monarquía, dos formas distintas de república, dos constituciones (una de ellas nonata), una guerra colonial, dos guerras civiles y una incesante contradanza de Juntas”. Pero además, nota el autor, el sexenio democrático abre el protagonismo de las clases populares del siglo XX. Se instala el capitalismo. 

Eso significa libertad de trabajo, industria y comercio; transformación de la propiedad feudal de la tierra en propiedad capitalista; articulación de unas nuevas relaciones de producción y relaciones sociales; construcción del Estado liberal. Se moderniza la economía española, sintetiza el autor, con las siguientes medidas: 1) Reconocimiento constitucional de la libertad de industria, trabajo, tráfico y crédito. 2) Reforma de las leyes hipotecarias para la inmediata creación de Bancos de crédito territorial y agrícola. 3) Desamortización absoluta civil y eclesiástica. 4) Desestanco de todos los productos estancados. 5) Abolición de todo tipo de contribución indirecta. 6) Establecimiento de una contribución única directa. 7) Supresión de las loterías como renta del Estado. 8) Conversión de toda la deuda del Estado a un tipo uniforme. 9) Reforma arancelaria y 10) Reducción en el Presupuesto de los gastos improductivos, y aumento de los reproductivos. Dice Lacomba: "Por todo ello, el sexenio es, a la vez, cierre e inicio, colofón y preámbulo, fin y principio; en suma, gozne clave en el despliegue de la España contemporánea".

La Revolución de 1868 sólo se logró con un frente amplio que integró a obreros y campesinos, pequeña burguesía y grupos burgueses urbanos, teniendo como cabecera a los militares. En esa revolución coexisten tres niveles:  los militares pronunciados,  el levantamiento urbano y las revueltas campesinas. Por lo tanto, hubo problemas para organizarse. El movimiento se dividió entre moderados, federalistas, regionalistas y cancionistas. 

Regionalismo y cantonalismo se mezclan con las ideas federalistas de la Revolución. Esto se da a partir de 1873, en donde confluyen esas vertientes, dice el autor. “El regionalismo se había aproximado al federalismo por su oposición al centralismo, aunque la burguesía regionalista temía el radicalismo de los federales republicanos".  Ciertos regionalismo se sumaron al cantonalismo para ir en contra de un nuevo centralismo republicano. Se busca la autonomía regional y la unidad nacional. Generalmente, anota el autor, cuando se proclama el cantón, se procede de inmediato a la destitución de las autoridades fieles al Gobierno central. En algún caso, las fuerzas populares deben combatir con las guarniciones locales para tomar el poder y establecer las nuevas juntas revolucionarias. 

Un ejemplo del cantonalismo fue Andalucía. Fue el experimento cantonal más radical del sur.  El fundamento político del cantonalismo andaluz se halla en el Manifiesto  «A los federales de Andalucía», fechado en Despeñaperros, el 21 de julio de 1873, en el que se arremete contra un gobierno «centralizador» y se pide «la inmediata formación de los Estados confederados». “El levantamiento andaluz del verano del 73, además de expresión de un ideal cantonalista (federalista), viene a ser el deseo de que no se escamoteen, otra vez más, una serie de reformas políticas y sociales, ya presentes en la «septembrina», pero luego dejadas de lado”, cita Lacomba.  El general Pavía fue el encargado de acabar con la insurrección. Lo logró ese mismo año en apenas dos meses.

Después,  los republicanos federales, valiéndose de la Constitución de 1873, ven la posibilidad de tomar el poder y realizar la Federación. “Sin embargo, el levantamiento cantonal causa la muerte de la Primera República, que coincide con el fracaso del último Cantón, el de Cartagena. Dicho con
otras palabras: La República moría a manos de los republicanos”, finaliza.

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