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¿Por qué nos cuesta tanto trabajo aplicar el liberalismo?



En este texto resumiré brevemente los principales conceptos del ensayo Liberalism and the Good Society in the Iberian World (2007), escrito por Miguel Angel Centeno. Puesto que el texto está en inglés, traduciré por cuenta propia aquellos apartados citados del mismo para mantener la homogeneidad de este resumen.

La tesis principal del autor es que la imposición del liberalismo fracasó en el mundo ibérico porque se asumió erróneamente que las instituciones necesarias para su correcta aplicación ya operaban de forma eficiente, tal y como lo establece el dogma liberal. La combinación de alta iniquidad social y la falta de capacidad del Estado produjeron estancamiento social, económico y político en aquellos países en donde se adoptaron estas ideas. Viendo hacia el futuro, la situación no pinta nada bien, opina Centeno: “A medida que la democracia electoral y las economías de mercado se vuelven cada vez más en los únicos sistemas legítimos de los sistemas globales, su adaptabilidad y relevancia [de las ideas liberales] para países específicos se vuelve particularmente significativo”.

Para este autor, el legado de la conquista española y portuguesa dejó una huella ideológica y religiosa irreductible que une a aquellos países que han batallado en aplicar correctamente las ideas liberales. En este contexto incluye a Latinoamérica y Filipinas, además de España y Portugal. Como tal, dice Centeno, el liberalismo ha sido difícil de aplicar porque no estaba en las tradiciones de los regímenes españoles y portugueses que colonizaron el mundo en siglos pasados. En ese sentido, el ideal de sociedad liberal deviene de la Italia del siglo XIV, cuando se idealizó una sociedad “modelo” que incluyera  orden, ciudadanía, población bien nutrida, paz, educación, líderes con valores y moral.

En contraste, un mal gobierno se planteó como aquel que aplica la tiranía, no tiene crecimiento, hay aridez de los cultivos, y vive violencia y degradación. La clave de dicho modelo liberal, así, se convierte en la regulación del balance entre el bien individual y el social, esa articulación que estriba en la libertad de acción de las personas y los límites de éstas con respecto al colectivo. El Estado liberal es un cáliz vacío, sin religión o contención ideológica: su religión cívica es el propio liberalismo y la capacidad del Estado para defender la Ley.

Pero en los países de tradición ibérica, en particular a partir de los años 70 del siglo pasado, dichos conceptos no han sido aceptados del todo o se han insertado en estructuras débiles (su primer momento conflictivo se dio a partir de las primeras décadas del siglo XIX) Las élites de los países aplicaron el liberalismo a calzador junto con la ayuda de los poderes extranjeros. Distintas entidades internacionales prestaron enormes cantidades de dinero a los países en desarrollo, siempre y cuando aplicaran políticas neoliberales. Apegarse al pago de estos préstamos implicó el flujo de más dinero.

Desafortunadamente, esto provocó mayor desigualdad en regiones históricamente desiguales (aún en los años de auge de la fuerza y construcción del Estado en Latinoamérica, es decir, de 1920 a 1973, año de la crisis petrolera). Los índices de Desarrollo Humano no aumentaron como se esperaba; tampoco el poder de compra per cápita. Se erosionó la clase media, el estandarte del liberalismo. El autor cita tres razones de este fracaso: la iniquidad que ya existía en la zona, la incapacidad del Estado para implantar un orden y la dependencia externa, en particular a Estados Unidos (globalidad marginal). La “década perdida” de los años 80 provocó una nueva era de desinstitucionalización en Latinoamérica, acercándose al caos de años posteriores a las independencias del siglo XIX.

La desregulación, privatización e internacionalización de los mercados domésticos no alivió los problemas de la región, al contrario, causó mayor polarización social. La economía informal--el reflejo de la ausencia del Estado y la búsqueda social de bienes necesarios--aumentó tremendamente. En los 80, de forma general, la violencia aumentó en la región. Pero además, en esta época se hizo más intensa la dependencia asimétrica con los países dominantes, lo que erosionó el sentimiento de ciudadanía de los migrantes obligados a viajar a otros países para tener mayores ingresos económicos. Las excepciones a este problema se encuentran, afirma Centeno, en Chile, España y Portugal, en donde el Estado sí encontró capacidad de respuesta y se implantó, en mayor grado, un imperio de la ley bajo preceptos liberales.

En conclusión, la región busca soluciones integrales, no sólo medidas tecnocráticas. El neoliberalismo ha sido un fracaso: “Haber sacado al Estado del mercado sin haber implantado un sistema legítimo para sujetar a los gobernantes a la responsabilidad de las mismas leyes, tuvo consecuencias perversas en el mundo ibérico”, sintetiza Centeno.

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