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Las características fundamentales de la dirección de Julio Scherer en Excélsior entre 1968 y 1976

En entrevista con el subcomandante Marcos, ya en 2001.
Durante el lapso de tiempo señalado, Scherer trató de modernizar y cambiar el enfoque del diario para convertirlo en uno de renombre internacional. Su trabajo, de hecho, comenzó antes de llegar a la dirección, de acuerdo con el artículo "El olimpo fracturado. La dirección de Julio Scherer García En Excelsior (1968-1976)", del historiador mexicano Arno Burkholder de la Rosa. Gracias a su reorganización de la sección editorial, dice el texto, "Daniel Cosío Villegas regresó a Excelsior después de varias décadas de trabajo académico, que Octavio Paz fundó Plural (una nueva publicación cultural de Excelsior, luego de que Scherer desapareció la revista JAJA y los Magazines de Policía), y que llegaron personajes que con sus columnas formaron lo que ahora conocemos como “el Excelsior de Scherer”. Jorge Ibargüengoitia, Heberto Castillo, Sergio Méndez Arceo, Ricardo Garibay, Vicente Leñero, Froylán López Narváez, Gastón García Cantú, Abraham López Lara, Samuel del Villar y muchos otros enriquecieron al diario y le dieron un cariz distinto en el panorama periodístico mexicano de los años sesenta y setenta", afirma el autor. El enfoque de la sección editorial pasó del anticomunismo a la crítica de un sistema postrevolucionario que había creado desigualdad. El impulso progresista había desaparecido desde el final del sexenio cardenista, pero la retórica continuaba. "Para algunos integrantes de esta amplia corriente era necesario reformar al Estado y transformar a la Revolución desde adentro, relevando a sus cuadros dirigentes y aplicando un modelo económico que permitiera acabar con la pobreza. Para otros, el sistema político mexicano sólo podía transformarse con la participación de otros personajes que estuvieran fuera de la 'familia revolucionaria', fomentando la vida democrática".
Además, Scherer trató de cambiar la práctica del "chayote" entre fuentes y reporteros. Si bien no eliminó esa práctica, pues prefería reporteros eficientes a honorables, sí dejó claro que era función de la Dirección asignar las fuentes a cubrir. En esta también, la Dirección y la Cooperativa del diario comienza a separarse, a diferencia de como había funcionado en el pasado. Esto creó insatisfacción en una considerable sección de trabajadores. Durante el conflicto de 1968, el diario mantuvo una línea neutral y hasta tendiente a la oficialidad, pero una editorial que denunciaba la zozobra que se vivía un día después de la masacre. A partir de ese momento, "el gobierno de Díaz Ordaz, quien había apoyado a Manuel Becerra Acosta y a Julio Scherer en 1965 para que no fueran expulsados de la empresa, reactivó la crisis, que no se resolvió totalmente ese año, para usarla a su favor". A  través de la Segob, el gobierno ayudó al grupo de 1965. La intención del gobierno, según la lectura, fue "conservar el equilibrio existente desde años atrás entre el Estado y los medios, y ante los cambios informativos de Excelsior, una forma de detenerlos era presionando a sus directores y apoyando a sus adversarios. Es decir, la práctica usual era "ayudar ampliamente a los amigos y aplicarles 'correctivos convenientes' si en algún momento se salían de los linderos establecidos de antemano por el Estado. Las ayudas se convertían en mecanismos de chantaje y control, pues ese favor que un día había servido para mejorar las finanzas de un periódico, bien podía utilizarse después para reprimirlo". Con Echeverría, la línea crítica del diario continuó y Scherer estrechó lazos con el gobierno. Pero el gobierno dio su apoyo (en particular a través de propaganda y publicidad) para tratar de controlar al diario, lo cual no logró. Los problemas con los inconformes del 65 se hicieron más intensos.  
Al final, una vieja disputa de unos terrenos a los que se quería cambiar el diario provocaron la salida forzada de Scherer. El problema databa desde 1959, cuando se trató de adquirir terrenos ejidales en la zona de Taxqueña. Pero los problemas con los pagos y la naturaleza de la venta de los mismos, por ser ejidales, complicaron la transacción. Esta fue la gota que derramó el vaso en el problema que el directivo mantenía con la cooperativa, la cual lo había tratado de sacar mediante el apoyo indirecto del gobierno o argucias legales, manteniendo una campaña negra en su contra. Pero además, el mismo Scherer se había aislado en sus funciones y su grupo se encontraba dividido: por una lado estaba Regino Díaz Redondo (quien había ganado mucho poder por la cercanía que habían mantenido y para 1975 era presidente del Consejo de Administración de la cooperativa), y los fieles al director, notablemente Miguel Ángel Granados Chapa. Tampoco ayudó el fracaso de PEPSA, una compañía dentro del propio Excélsior que trató sin éxito de publicar libros. Así, el 8 de julio de 1976 se llevó a cabo una Asamblea extraordinaria en donde la mayoría de los asistentes, con distintas estrategias poco transparentes (que se dice que también se usaron para la llegada de Scherer), votaron a favor de Díaz Redondo y en contra del proyecto de Manuel Becerra Acosta, liderado por Scherer.
El caso demostró que el Estado apoyó el proyecto crítico de Scherer hasta donde quiso para después dejarlo presa de sus propios problemas internos. La estructura del mismo diario, sin embargo, se había soportado a lo largo de todo este tiempo sobre costumbres, jerarquías y prácticas poco democráticas, las mismas que acabaron por afectar al propio directivo.

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