Diversidad y poder. Los medios impresos durante la lucha armada y las primeras décadas del régimen revolucionario, 1908-1940
Sumario:
La
historia de la prensa surgida entre 1908 y 1940 es la historia de la
evolución del Estado mexicano. A través de una nueva relación
entre ambos, la cual pasó por distintos altibajos, se construyó una
opinión pública moderna, atraída por la información urbana y
cotidiana, como lo había asentado la prensa del Porfiriato. El
vínculo prensa-Estado fue fundamental durante los complicados años
después de la lucha armada, es decir, cuando se dieron diversos
cambios políticos y sociales, crisis económicas, luchas
ideológicas, y las dos guerras mundiales.
[Este ensayo fue redactado para el curso "El periodismo en México. Cambios y continuidades", impartido por el Dr. Arno Burkholder de la Rosa en la Maestría en Historia Moderna de México, de Casa Lamm. Versión en PDF.]
I.
Introducción
Todas las imágenes pertenecen al libro México en cien reportajes 1891-1990 |
Considero
que, a diferencia del pasado, la nueva prensa nacida al calor del
conflicto armado de la Revolución se “abocó al futuro”,
haciendo de lado su visión del pasado para tratar de construir un
nuevo espacio de opinión pública y con eso “colonizar el
avenir”.1
Eso implicaría, en algunas ocasiones, ir de la mano del Estado
revolucionario y otras veces ir en su contra, pero ya desde el poder
y no desde una posición subordinada, como sí lo hizo con frecuencia
durante el Porfiriato (a pesar de la marginal pero notoria prensa de
oposición de esos años). Desde los detritos del porfirismo se abría
un nuevo espacio de acción simbólica, de expectativas y
experiencias, el cual sería aprovechado por la prensa para adelantar
sus intereses y también los del Estado, a veces idénticos.
Esto
no significó un rompimiento absoluto con el pasado. Los medios
nacidos durante la lucha armada abrevaron del modelo industrial que
había implantado la prensa del Porfiriato. En pocas palabras, a
diferencia de la mayor parte del siglo XIX, la prensa de los últimos
años del decimonónico se enfocó en la información y la
interpretación de la misma, disminuyendo su énfasis editorial y
lenguaje literario. Al igual que en los países industrializados, la
información se centró en la cotidianidad y la interacción social
urbana, un componente esencial de la modernidad. Otros diarios del
porfirismo habían sido: El
Popular,
Argos,
El
Tiempo,
The
Mexican Herald,
El
Correo Español,
Le
Courier du Mexique,
Daily
Record,
Mexico
Investing,
El
Diario de Jalisco,
El
Jaliscience,
El
Comercio,
La
Opinión,
El
Heraldo,
El
Orden Público,
La
Constitución,
El
Demócrata,
El
Cuarto Poder,
El
Eco de Chihuahua,
El
Progreso,
y El
Oaxaqueño.2
Pero los diarios de la época revolucionaria también fueron
influenciados por la prensa de oposición del Porfiriato, en donde se
debe nombrar a: El
Ahuizote El Hijo del Ahuizote,
El
Demófilo,
El
Colmillo Público,
La
Muela del Juicio,
Vésper,
Panadero,
El
Campo Libre,
La
Voz de Juárez,
El
Insurgente,
El
Barretero,
La
Punzada,
El
Veracruzano,
El
Demócrata
y, claro, Regeneración,
de los hermanos Flores Magón.3
Menos cercanos al gobierno, pero no en franca oposición como los
anteriormente mencionados, hacia 1907, estaban: El
País,
La
Voz de México,
La
Voz de Juárez,
Diario
del Hogar,
El
Correo de Sonora,
La
Voz de Mazatlán,
El
Correo de la Tarde,
El
Correo de Jalisco,
El
Correo de Chihuahua,
El
Nuevo Mundo,
La
Opinión,
El
Dictamen,
La
Revista de Mérida,
El
Noticioso
y El
Renacimiento.4
En
estos medios prerrevolucionarios destaca el trabajo intelectual y
político de los Flores Magón, como dije antes, y de también de:
Filomeno Mata, Daniel Cabrera, Trinidad Sánchez Santos, Silvestre
Terrazas, Juan Sarabia, Heriberto Frías, Jesús Urueta, Luis
Cabrera, Rafael Martínez “Rip Rip”, y Félix Palavicini, entre
otros.
Dicho
eso, este ensayo se dividirá en tres partes. Empezaré describiendo
el panorama periodístico durante la Revolución, después haré unas
reflexiones sobre la prensa y el Estado durante las primeras décadas
del siglo XX, y al final dedicaré un espacio a la relación de la
prensa con los Estados Unidos, un tema que considero relevante para
entender el funcionamiento de los medios mexicanos durante las
grandes guerras de ese siglo.
II.
La lucha armada y el crisol de diarios
La
heterogeneidad es el factor más evidente de los años más convulsos
de la Revolución. En un periodo corto de tiempo nacen y mueren
diversos proyectos que apoyaron a uno u otro caudillo del conflicto
armado. Cuando Madero llegó a la presidencia, en febrero de 1911, se
abrió un episodio de libertad de prensa antes desconocido, el cual
pagó caro el propio demócrata. El
Imparcial y
los diarios que aún operaban bajo la ideología de los científicos
fueron especialmente críticos con Madero, en quien veían a un
gobernante timorato, sin capacidad para poner orden, e impulsaron el
pánico para derrocarlo.5
La caricatura, que se publicaba en impresos dirigidos a las grandes
masas, fue sumamente virulenta contra él y contra José María Pino
Suárez. Las ácidas ilustraciones aparecidas en los impresos
Multicolor,
Ipiranga,
El
Chisme y
Rascatripas
circularon
ampliamente en la época.6
Hasta cierto punto, opina un autor, la reacción fue natural, en
vista del férreo control que Díaz había mantenido sobre la prensa;
es decir, “había un ansia de libertad”.7
Con el asesinato de Madero y José María Pino Suárez en 1913, la
llegada y salida de Victoriano Huerta entre febrero de 1913 y julio
de 1914, el periodo de la lucha entre facciones revolucionarias, la
llegada de Venustiano Carranza a la presidencia en 1917 y el
pronunciamiento de la Constitución durante ese mismo año, y el
posterior dominio de los sonorenses en el poder, a partir de 1920, la
prensa mexicana vivió una explosión de diarios que apuntalaron la
intensa lucha por el poder y los notables cambios sociales
experimentados. Aunque la mayoría de los periódicos no vivió
durante mucho tiempo, el simple hecho de haber aparecido es un
reflejo de la importancia que se dio, en su momento, a los sucesos
revolucionarios y las guerras de propaganda efectuadas entre los
distintos grupos.8
Siguiendo la clasificación de Bravo Ugarte9,
trataré de encuadrar–de forma parcial–el panorama ideológico de
los principales diarios surgidos entre 1909 y 1920, agregando el año
de aparición del medio y , de ser posible, su principal figura, ya
fuese fundador o directivo.
Antiporfirista-Maderista:
El
Antirreleccionista (1909,
F. Palavicini), México
Nuevo
(1909, J. Sánchez Azcona), No
Reelección
(1910, A. Serdán), Nueva
Era,
(1911, J. Sánchez Azcona), El
Intransigente
(1912, J. Ferrel).
Huertista:
El
noticioso mexicano (1912,
V. Garrido), La
Tribuna (1912,
N. García Naranjo), El
Independiente
(1913, L. del Toro).
Antihuertista:
La
Revista de Yucatán (1912,
C. Menéndez), El
Voto, La Voz de Juárez.
Villista-Zapatista:
La
Convención (1914,
H. Frías), El
Renovador (1915),
El
Combate
(1915, F. Santibáñez)
Villista:
Vida
Nueva
(1914), El
Monitor,
La
Opinión.
Zapatista:
Tierra
y Justicia,
El
Voto,
El
Renovador.
Obrerista-Comunista:
El
obrero mexicano (1910),
El
Socialista (1911),
Luz
(1912), La
voz del oprimido
(1912, Casa del Obrero Mundial), Lucha
(1913, Casa del Obrero Mundial), El
Sindicalista (1913),
El
Pueblo
(1914, G. Murillo “Dr. Atl”), Emancipación
obrera
(1914), Tinta
Roja
(1914), Rojo
y Negro (1915),
La
Revolución social (1915),
El
Ariete (1916),
Acción
(1919), Libertario
(1919).
Católicos:
La
Nación (1912,
Partido Católico), El
Patriota Guadalupano
(J. Terrazas), El
Estudiante.
Carrancista-Constitucionalista:
El
Constitucionalista (1913,
S. Martínez y F. Padilla), El
Radical (1914),
El
Demócrata (1914,
R. Martínez), El
Mexicano (1915),
El
Noroeste (1915,
G. García), La
Prensa (1915,
A. Rivera), El
Popular, La Voz de la Revolución,
La
Reforma Social,
La
Tribuna,
La
Vanguardia.
A
estos hay que agregar otros que son más difíciles de ubicar
ideológicamente, pero que durarían muchos más años. Ahí están
El
Informador (1917),
de Guadalajara, fundado por Álvarez del Castillo; El
Mundo (1918),
en Tampico, de Vicente Villasana; La
Opinión
(1919), en Torreón, de Salvador Guerrero; en Monterrey está El
Porvenir (1919);
La Crónica (1920),
en Puebla,
y,
en Veracruz, El
Dictamen.
Los
impresos antes mencionados distarían en influencia de El
Universal
(1916) y Excélsior
(1917),
los dos diarios surgidos de la mano del gobierno Constituyente, al
cual apoyaron en un primer momento, que fueron fundados por Félix
Palavicini y Rafael Alducin, respectivamente. Ambos serían los
mejores aprendices de El
Imparcial,
tanto en desarrollo tecnológico como en enfoque periodístico
moderno, urbano, con una fuerte veta comercial. Ya establecido el
régimen revolucionario nacerían aún más periódicos, entre ellos
Novedades,
El
Heraldo de México,
El
Sol de México,
La
Prensa,
El
Diario de Yucatán
y El
Sol
(después El
Norte),
El
Siglo de Torreón.
Con ellos llegarían las revistas culturales semanales o quincenales,
tales como México
Moderno
(1920), El
Maestro
(1921), Ulises
(1927), Contemporáneos
(1928), entre otras. La
Afición,
centrado en deportes, se fundaría en 1930. También se ofrecería
la revista Hoy
(1937), en gran formato, como un híbrido entre periodismo de
calidad, política, y entretenimiento para competir con Jueves
de Excélsior
y Revista
de Revistas.
A partir de 1929, El
Nacional Revolucionario
(después solo El
Nacional)
sería el órgano oficial de apoyo al gobierno. Los grupos
obrero-socialistas-comunistas continuarían con su empuje traído
desde la Revolución y a partir de 1920 tendrían publicaciones como
el Boletín
Comunista
(1920), El
Comunista de México
(1920), Vida
Nueva
(1920), El
Machete
(1924), El
Popular
(1938) y La
Voz de México
(1939), con Valentín Campa.10
También
surgieron o regresaron algunos diarios católicos: La
Paz Social (1923),
Gládium
(1925), Desde
mi sótano (1926),
La
Época
(1927), La
Palabra
(1930). El periodismo cultural vio la llegada de La
Antorcha
(1924), El
Pulgarcito
(1925), Bandera
de Provincia (1928),
Biblos
(1919), Ethnos
(1920), El
Libro y el Pueblo
(1922), El
sonido trece (1924),
y Crisol
(1929).11
II.
Estado, nacionalismo y prensa
Al
menos desde los años previos a la Independencia, el nacionalismo
estuvo unido a la labor de los medios impresos mexicanos. Durante la
Revolución no fue diferente y, además, se agregó el componente
partisano de cada uno de los grupos involucrados. Como afirma un
autor, durante el periodo armado de la Revolución no solo fue
necesario ganar la guerra en el campo de batalla, sino hacer que los
triunfos fuesen reconocidos por los empresarios y la comunidad
internacional.12
Carranza, Obregón y Calles siguieron esta línea, en donde los
escritos de los intelectuales publicados en distintos medios fueron
determinantes para convencer a la opinión pública de los beneficios
de la nueva visión de Estado de cada grupo. La generación
revolucionaria y de los años de la construcción del régimen estuvo
indefectiblemente ligada a la escritura.13
Alfonso Reyes, quien participó activamente en el periodismo,
consideraba que la función de la palabra era “eminentemente
moral”14,
y, a pesar de que consideraba a la novela como el género más
elevado de la literatura, como el resto de su generación, entre 1914
y 1919 plasmó diversos escritos periodísticos desde el exilio en
Madrid, notablemente en El
Heraldo de Cuba
y Las
Novedades,
de Nueva York.15
Otro ejemplo: Los
de Abajo,
de Mariano Azuela, se publicó por partes 1915 en el diario tejano El
Paso del Norte.16
Carranza,
a diferencia de Madero, sí creó una red periodística afín a su
grupo. El
Universal,
pero Excélsior,
en particular, se convirtió en una pieza indispensable para el nuevo
sistema político posrevolucionario y, en efecto, fueron actores
políticos propios en la creación de un nuevo Estado.17
Con su modelo de “prensa empresarial” traída de El
Imparcial y
una línea editorial
conservadora-moderada, ganó popularidad entre las clases urbanas
medias y altas y, como los distintos periódicos de la época, tuvo
que lidiar con complejas relaciones con el grupo triunfante que
proponía un nuevo proyecto nacional hasta que cerró su primera
etapa en 1932, a causa de diversos problemas financieros que se
combinaron con un coletazo político del maximato.18
Sin embargo, el modelo editorial había demostrado tener éxito en el
nuevo régimen: un delicado balance entre información política y
social que reflejaba los vertiginosos cambios de la sociedad
posrevolucionaria y sus desigualdades, amplio apoyo publicitario y
una relación a veces conciliante, a veces tensa, con los gobiernos
de Carranza, Obregón y Calles (la relación fue mucho más tensa con
estos dos últimos y durante el maximato). Carranza también
extendió su red de influencia periodística hacia los Estados
Unidos. Los diarios El
Paso del Norte
(El Paso), El
Eco de México
y El
Rebelde (ambos
de Los Ángeles), La
Raza (San
Antonio), El
Mefistófeles
(San Francisco), El
Progreso de Laredo
y The
Mexican Review recibieron
subvenciones de su gobierno y algunos incluso fueron considerados
órganos oficiales de su régimen.19
Durante su periodo se instaló en Nueva York el Mexican Bureau of
Information, después Mexican News Bureau, e hizo de la propaganda un
recursos sistémico de su política diplomática.20
La estrategia mediática influyó en otros diarios de centro
migratorios, como El
Cosmopolita,
en Misuri.21
Así,
la prensa posrevolucionaria abrazó la idea de futuro, pero ya no en
oposición al pasado, como lo hizo en el siglo XIX, sino como un
instrumento de construcción simbólica de los temas relevantes para
el Estado y la sociedad. En ese sentido, fue determinante para forjar
una imagen de homogeneidad en todo el país, en detrimento de grupos
raciales minoritarios.22
Hacia 1926, su alcance era notable: El
Universal tiraba
unos 60 mil ejemplares, Excélsior
45 mil y El
Universal Gráfico
otros 20 mil; mientras que en los estados, El
Informador
sumaba 27 mil 500 ejemplares diarios, El
Diario de Yucatán
15 mil, El
Dictamen,
de Veracruz, 13 mil, El
Porvenir,
de Monterrey, 12 mil 500, El
Siglo de Torreón
9 mil y El
Mundo,
de Tampico, unos 6 mil.23
El aumento de medios y circulación coincidió con una mayor
profesionalización del gremio–aunque los suelos siguieron siendo
bajos–y la cimentación del diario como un negocio de la era
industrial, en donde cada puesto debía cumplir una función
específica: directores, editores, redactores, reporteros, fotógrafo,
cajistas, prensistas, formadores, etc., y la integración de los
cables informativos, en particular de la Associated Press y la United
Press International.24
De acuerdo con una investigadora, a causa de las transformaciones
sociales experimentadas en el país entre 1910 y 1940, las distintas
clases del país utilizaron al periodismo “como vehículo de
expresión y herramienta de lucha y participaron activamente en este
oficio”.25
Pero además, en este lapso de tiempo “se construyeron las bases
para el fortalecimiento del público lector, a pesar de que la
circulación de los diarios era todavía muy limitada cuantitativa y
geográficamente” gracias a la expansión urbana y el crecimiento
de los centros fabriles, los cuales “engendraron al obrero, que
sería el eje de la fuerza de trabajo”.26
A partir de la años veinte, coincidiendo con la formación del
Estado nacido de la Revolución y la llegada de Obregón al poder, el
obrero adquirió mucha fuerza. Los medios que apelaron a este gran
público extendieron el alcance de toda la industria de periódicos,
fundándose en la prensa popular “de penique” que se había
forjado desde 1900, al menos.27
En este época, durante la reconstrucción nacional iniciada con el
sonorense, se aplicó “un autoritarismo cubierto de un velo
democratizador, [en donde] el trabajo periodístico osciló entre las
inercias de la fase armada, donde los escritos respondían a la lucha
política de facciones, y los nuevos bríos modernizadores” para
lograr una función necesaria del Estado, en vista de la fragilidad
del mismo a inicios de los años veinte.28
Con
Plutarco Elías Calles y durante el maximato se dio un paso hacia
atrás en cuanto a la liberta de prensa, coinciden la mayoría de los
investigadores. La tensión entre los grupos políticos y la Iglesia
provocó diversas reacciones de censura,en particular contra los que
se pusieron del lado de los cristeros. “Las acciones del Estado se
consideraban heroicos avances en el camino hacia la derrota del
atraso, de las ideas arcaicas, conservadoras. Para mucha gente, la
Revolución 'con mayúscula' se había convertido en la nueva
religión”, refiere Serna.29
Otro autor opina que en la lógica callista “no se atacaba la
libertad de expresión sino el sustento escrito de un ejército
apoyado por la Iglesia que atentaba contra el proyecto revolucionario
y la seguridad nacional”.30
Después,
Cárdenas modernizaría la relación entre prensa y Estado con la
creación, en 1935, de la Productora e Importadora de Papel, S.A.
(PIPSA), para tratar de resolver los problemas de abastecimiento de
los diarios. Al mismo tiempo, sin embargo, el Estado adquirió mayor
poder sobre los periódicos. Junto con la creación de la Dirección
de Publicidad y Propaganda, en 1936, sustituida al año siguiente por
el Departamento Autónomo de Prensa y Publicidad, y la promulgación
de la franquicia postal de publicaciones periódicas, el régimen
cardenista forjó nuevas reglas para los dueños de los medios,
quienes abrieron nuevos espacios de periodismo crítico y de calidad,
junto con el entretenimiento, dirigido a un público amplio, como por
ejemplo la revista Hoy
(1937).31
Otros medios aprovecharon para criticar la influencia socialista de
Cárdenas, tal como El
Hombre Libre.
Eran tiempos de gran revuelo intelectual: cada día la prensa debatía
sobre la crisis económica, el socialismo-comunismo, el fascismo, la
vida sindical, la guerra en España, y el poder que aún tenía
Calles. Se debatía el futuro del país. Los diarios vivieron este
debate en sus páginas, sobre todo después de la expropiación
petrolera del 18 de marzo de 1938, y fueron instrumentos para
reflejar una vertiente popular y otra más liberal-burguesa, las dos
caras de una nueva nación que había nacido después de la lucha
revolucionaria.32
III.
La relación de la prensa con Estados Unidos
Desde
el Porfiriato, la prensa había dedicado espacio a los hechos
estadounidenses. El aumento de poder económico y político de ese
país, así como la historia bélica entre México y Estados Unidos
obligaban a los diarios a informar sobre el país del norte. Con los
tambores de la Primera Guerra Mundial, sin embargo, el gobierno de
Estados Unidos cambió su trató con la prensa y el gobierno
mexicano. Su intención, bastante transparente, fue la de romper con
el recelo que los mexicanos guardaban hacia los Estados Unidos desde
la guerra de 1846-1848, situación que se complicó con la
intervención en los asuntos nacionales durante la Revolución
mexicana y la ocupación de Veracruz de 1914.
Pero cuando Estados
Unidos requirió el apoyo de México y otros países latinoamericanos
para la Primera Guerra Mundial, ante la amenaza de una opinión
pública favorable a los alemanes, su gobierno desplegó una
estrategia propagandística que acercó a los periodistas mexicanos a
la causa de las fuerzas aliadas. En 1918, las bondades de unirse a
ese bando fueron explicadas por altos funcionarios y el mismo
presidente Woodrow Wilson a un grupo de periodistas mexicanos que
fueron invitados a Estados Unidos para ese propósito.39
El espíritu germanófilo de los mexicanos–y
Latinoamérica–se reavivó durante la década de los 30, y Estados
Unidos usó nuevas técnicas multimédiaticas para convencer al
gobierno cardenista y la prensa de la causa aliada, en vista de que
los grandes diarios independientes de la época (Excélsior,
El Universal,
El Porvenir
y El Informador)
se habían mantenido neutrales entre 1938 y 1941.40
Eso cambió a medida que avanzó la guerra y la amenaza del Eje a
Estados Unidos se hizo más grave, lo que hizo imposible obviar la
frontera con México.
CONCLUSIÓN
A
pesar de los altos índices de analfabetismo, la mala paga y las
complicaciones para obtener papel, la prensa del periodo 1908-1940
construyó, de la mano del Estado, el México moderno
posrevolucionario. Hubo adictos al poder, como en el pasado, pero la
labor de los periodistas fue esencial para reflejar una multiplicad
de contenidos con los intereses, miedos y tendencias de una sociedad
que se transformó rápidamente y abrazó la modernidad41,
a pesar de las grandes desigualdades que aún imperaban en el país.
Estado y medios se beneficiaron al armar el futuro nacional, legado
mediático-gubernamental que aún se percibe.
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California Press, pp. 35-71.
1Hugo
Fazio Vengoa, “La historia del tiempo presente y la modernidad
mundo”, Historia
Crítica,
núm. 34, julio - diciembre, 2007, Colombia, p. 197.
2Leopoldo
Borras, Historia
del periodismo en México,
México, UNAM-Dirección General de Información, 1983, p. 16.
3Ibidem.
4Ibid,
p. 17.
5Ariel
Rodríguez Kuri, “El Discurso del miedo: El
Imparcial y
Francisco I. Madero”, en Historia
Mexicana,
vol. XL, núm. 4, abril - junio, 1991, México, El Colegio de
México, passim.
6Guadalupe
Ríos de la Torre, “La Acción de la Prensa en la Democracia
Maderista”, en Historia.
Revista Tiempo y Escritura,
México, UAM, p. 17.
7Diego
Arenas Guzmán, El
periodismo en la revolución mexicana, Vol. II, México,
Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución
Mexicana, 1967, p. 271.
8Victor
Lerner, “Exiliados de la Revolución mexicana: El caso de los
villistas (1915-1921), en Mexican
Studies/Estudios Mexicanos,
Vol. XVII, núm. 1, invierno 2001, Estados Unidos, University of
California Press, pp. 199-201.
9Véase
su obra Periodistas
y periódicos mexicanos,
México, Ed. Jus, 1966, 111 pp.
10María
del Carmen Ruiz Castañeda, La
prensa, pasado y presente en México, México,
UNAM-Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1990, pp.
338-344.
11Bravo
Ugarte, Op.Cit,
pp. 84-94.
12Pablo
Yankelevich, “En la retaguardia de la Revolución Mexicana:
Propaganda y propagandistas mexicanos en América Latina,
1914-1920”, en Mexican
Studies/Estudios Mexicanos,
vol. XV, núm. 1, invierno, 1999, Estados Unidos, University
of California Press, pp. 42-47.
13Vicente
Quirarte [Introducción], Los
Contemporáneos en El Universal. Jorge Cuesta/Salvador Novo/Jaime
Torres Bodet/Xavier Villaurrutia, México,
El
Universal-Fondo de Cultura Económica, 2016, p. 33.
14Humberto
Musacchio, Alfonso
Reyes y el periodismo, México, Fondo
de Cultura Económica-Consejo Nacional de la Cultura y las Artes,
2006, p. 17.
15José
Luis Esquivel Hernández, “El eros periodístico de Alfonso
Reyes”, en Revista
Mexicana de Comunicación,
abril - junio, 2013, México, p. 28.
16Sergio
López Mena, “La narrativa de Mariano Azuela, 1895-1918”, en
Literatura
Mexicana,
vol. XXI, núm. 2, 2010, México, UNAM-Instituto de Investigaciones
Filológicas, p. 102.
17Arno
Burkholder de la Rosa, “El periódico que llegó a la vida
nacional. los primeros años del diario Excélsior (1916-1932)”,
en Historia
Mexicana,
vol. LVIII, núm. 4, abril - junio, 2009, México, El Colegio de
México, p.1370.
18Ibidem.
19Michael
Smith, “Carracista propaganda and the print media in the United
States: an overview of institutions”, en The
Americas,
vol. LII, núm. 2, octubre, 1995, Reino Unido, Cambridge University
Press, pp. 163.
20Ibid,
p. 165, p. 172.
21Michael
Smith y Jorge Durand, “'El Cosmopolita' de Kansas City
(1914-1919). Un periódico para mexicanos”, en Frontera
Norte,
vol. XIII, núm. 26, julio – diciembre, 2001, México, El Colegio
de la Frontera Norte, p. 11.
22Miguel
Lisboa Guillén, “El espejo nacional para leer lo local. El
antichinismo en el Chiapas posrevolucionario”, en Cuicuilco,
núm. 59, enero - abril, 2014, México, Escuela Nacional de
Antropología e Historia, p. 174.
23Henry
Lepidus, “Historia del periodismo mexicano”, en Anales
del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, Cuarta
época (1922-1933),
Tomo V, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia,
1927, pp. 460-461.
24Leopoldo
Borras, Historia
del periodismo en México,
México, UNAM-Dirección General de Información, 1983, p. 31.
25Ana
María Serna Rodríguez, “Prensa y sociedad en las décadas
revolucionarias (1910-1940)”, en Secuencia,
núm. 88, enero – abril, 2014, México, Instituto Mora, pp. 118.
26Ibid,
pp. 119-120.
27María
Elena Díaz, “The Satiric Penny Press for Workers in Mexico,
1900-1910: A Case Study in the Politicisation of Popular Culture”,
en Journal
of Latin American Studies,
vol. XXII, núm. 3, octubre, 1990, Reino Unido, Cambridge University
Press, p. 525.
28Fabio
Sousa, “El Machete: prensa obrera y comunismo en México”, en
Fuentes
Humanísticas,
año 28, núm. 49 , II semestre, 2014, México, UAM, pp. 135-137.
29Ana
María Serna Rodríguez, “‘La calumnia es un arma, la mentira
una fe’. Revolución y Cristiada: la batalla escrita del espíritu
público”, en Cuicuilco,
vol. XIV, núm. 39, enero – abril, 2007, México, Escuela Nacional
de Antropología e Historia, pp. 169-170.
30Justo
Miguel Flores Escalante, “Libertad de prensa en la posrevolución.
El amparo al Dario de Yucatán (1931-1933)”, en Tzintzún,
núm. 61, enero – junio, 2015, México, UNAM, pp. 207.
31Aguilar
Plata, Blanca. “Legitimar al régimen desde la oposición.
Periodismo político desde la revista 'Hoy', en el régimen
cardenista”, ponencia ofrecida en el Encuentro
Xalapa 2004 de la Red de Estudios Sobre Prensa,
passim.
32Silvia
González Marín, Prensa
y poder político. La elección presidencial de 1940 en la prensa
mexicana, México,
Siglo
XXI Editores, 2006, p. 15.
33Leticia
Mayer, “El proceso de recuperación simbólica de cuatro héroes
de la revolución mexicana de 1910 a través de la prensa nacional”,
en Historia
Mexicana,
vol. XLV, núm. 2, octubre - diciembre, 1995, México, El Colegio de
México, p. 353.
34Alberto
Castillo del Troncoso, “La frontera imaginaria. Usos y
manipulaciones de la fotografía en la investigación histórica en
México”, en Cuicuilco,
vol. XIV, núm. 41, septiembre - diciembre, 2007, México, Escuela
Nacional de Antropología e Historia, pp. 198-199.
35Carlos
Ramírez Vuelva, “El Pancho Villa de Regino Hernández Llergo. El
símbolo del patriarca en el México pos revolucionario”, en
Estudios
sobre las Culturas Contemporáneas,
vol. XVII, núm. 34, invierno 2011, México, Universidad de Colima,
p. 145.
36Véase
el trabajo de Claudia Agostini, “Popular Health Education and
Propaganda in Times of Peace and War in Mexico City, 1890s-1920s”,
en American
Journal of Public Health,
vol. XCVI, núm. 1, enero, 2006, Estados Unidos, American Public
Health Association.
37Véase
de Anayanci Fregoso Centeno, “‘¿Quién es la nena más bonita
del estado de Jalisco?' El valor de la niñez en un periódico local
de Guadalajara, 1921-1922”, en Revista
de Estudios de Género. La Ventana,
vol. III, núm. 26, 2007, México, Universidad de Guadalajara e
“Infancia y maternidad después de la Revolución: sus imágenes y
representaciones a través de un diario tapatío (1917-1943)”.
38Lara
Campos Pérez, “Seducción de nación. Conmemoraciones y
publicidad en la prensa mexicana (1910, 1921, 1935, 1960)”, en
Secuencia,
núm. 88, enero - abril, 2014, México, Instituto Mora, p. 171.
39Ana
María Serna, “Periodistas mexicanos: voceros de la nueva Doctrina
Monroe”, en Mexican
Studies/Estudios Mexicanos,
vol. XXVI, núm. 2, verano, 2010, Estados Unidos, University of
California Press, passim.
40Pastora
Rodríguez Aviñoá, “La prensa nacional frente a la intervención
de México en la Segunda Guerra Mundial”, en Historia
mexicana,
vol. XXIX, núm. 2, octubre – diciembre, 1979, México, El Colegio
de México, pp. 224-225.
41Véase
México
en cien reportajes,1891-1990, dirigido
por David
Martín del Campo, México, Productora e Importadora de Papel, S.A,
(PIPSA), 1990 , 291 pp.
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