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Síntesis: Neurociencia social: una breve introducción al estudio de las bases neurobiológicas de la conducta social (Grande-García, 2009)



En su texto “Neurociencia social: una breve introducción al estudio de las bases neurobiológicas de la conducta social” (2009), el investigador Israel Grande-García circunscribe las distintas áreas del cerebro que muestran actividad bajo distintas conductas humanas. 


El autor subraya que las técnicas de neuroimagen, apenas hace muy poco, han podido detectar exactamente qué área de nuestra mente muestra incidencia al suscitarse un estímulo emocional que desencadena, o es desencadenado, al realizar una acción. 

Con esto, sintetiza Grande-García, podemos comenzar a entender de mejor forma nuestras conductas sociales. 

Para dicho fin, el autor divide su trabajo en las siguientes secciones, sin contar la introducción y conclusiones: Percepción Social: Percibiendo y entendiendo a los otros, Percibiendo rostros y cuerpos, Percibiendo cuerpos en acción: el movimiento biológico, Entendiendo las acciones de los demás: el papel de las neuronas espejo, Representando las mentes de los otros: teoría de la mente, Entendiendo las emociones ajenas, Entendimiento de uno mismo, Autor reconocimiento facial, Sentido de agencia y propiedad, Autor reflexión, Autoconcepto, Memoria autobiográfica, Autorregulación, Actitudes y prejuicios, y finalmente, Relaciones Sociales y Rechazo Social. 

En todo caso, argumenta, la neurociencia solo puede entenderse cuando su estudio se hace de interdisciplinaria. 

Conceptos más relevantes

Desde el sumario del trabajo, el autor define lo que es la neurociencia social:

Una nueva rama de las neurociencias cognitivas cuyo objetivo es el estudio de las bases biológicas (inmunes, endocrinas, neuronales) de la conducta social, combinando las herramientas más avanzadas de la neurociencia cognitiva como las técnicas de neuroimagen y la neuropsicología, junto con la investigación en ciencias cognitivas y en ciencias sociales como la psicología social, la economía y las ciencias políticas. (p. 13)

Esto es relevante, pues Grande-García menciona que tanto la neurociencia cognitiva como la psicofisiología han realizado importantes contribuciones, desde hace unas dos décadas, al entendimiento de los procesos psicosociales y la conducta social con base en la operación cerebral y biológica. 

En pocas palabras, hay conexiones entre lo social y lo hormonal-fisiológico que se dan a lo largo de todo nuestra vida. (p. 14) El factor esencial para determinar la relación precisa entre ambos sucedió con el desarrollo de las técnicas neuroquímicas y las mediciones neuroinmunológicas. 

De esta forma, se comprobó que los “sucesos neurobiológicos afectan los procesos psicosociales y cómo estos a su vez, tienen efectos a nivel biológico”. (p. 14) El estudio de estos fenómenos es multidisciplinar y retoma aspectos de neuroimagen, neuropsicología, técnicas neuroquímicas, mediciones neuroinmunológicas, psicología social, economía social y economía.

Percepción social: mediante estímulos visuales tratamos de comprender el estado mental de las demás personas. Esto se hace cuando vemos rostros, cuerpos y las acciones de los otros. 

Esto es esencial para la comunicación social. Los estudios con imagen por resonancia magnética funcional (IRMf) identifican el giro fusiforme del cerebro humano (área fusiforme para los rostros o FFA), como el área especializada en el procesamiento facial, afirma Grande-García. 

“Además de las regiones visuales para el procesamiento facial, los sectores occipitales y temporales contienen áreas para la percepción de partes del cuerpo en reposo o en movimiento. Se ha encontrado por ejemplo que una región llamada área extraestriada para los cuerpos o EBA”. (pp. 14-15) (Ver figura única al final de este texto).

Neuronas espejo: el autor afirma que entendemos las acciones de los demás porque “la observación de éstas provoca que en nuestros cerebros se activen representaciones motoras de las mismas acciones”. 

A esto se le conoce como neuronas espejo. En el cerebro humano, añade, esto se da en el área de Broca. “En nuestro cerebro se activa una compleja red neuronal que también se presenta cuando nosotros mismos llevamos a cabo esas acciones”. (p. 15)

Teoría de la Mente: esta es nuestra capacidad de “mentalización”, de percibir y entender las acciones de los demás, así como de “de nuestra capacidad para atribuirles estados mentales y usar esta información para predecir sus conductas”. 

Es una metarepresentación que realizamos. Dicha actividad se realiza en las áreas temporales superiores del cerebro, el surco temporal superior, la amígdala, la zona de unión temporoparietal, la corteza frontal media y la corteza orbitofrontal, establece el texto.

Entender las emociones ajenas y las propias: relacionado con la Teoría de la Mente, aunque reciben gran interés de los investigadores. 

Nuestras emociones afectan nuestros procesos cognitivos. Así, se ha estudiado la autoconciencia y el yo. “Estas investigaciones han dejado claro que la autoconciencia no puede explorarse sin atender a la conciencia que tenemos de los demás”. (p. 17) 

Además, los humanos tenemos la capacidad de reconocernos nosotros mismos (autor reconocimiento facial) y tenemos sentido de agencia y propiedad, es decir, tenemos “la capacidad para reconocernos a nosotros mismos como los agentes y los dueños de nuestras acciones neurocognitivas” (p. 17). 

De la misma forma, el ser humano parece ser el único animal que tiene capacidad de autoreflexión, la cual se correlaciona con la actividad de la corteza prefrontal medial (CPFM), así como la capacidad de autoconcepto. 

Cabe destacar que los seres humanos también tenemos memoria autobiográfica, es decir, “la recuperación de experiencias personales pasadas” que se correlaciona con la actividad en diversas partes del cerebro: sectores cerebrales centrales (la formación del hipocampo), corteza prefrontal media, y sectores de integración sensorio-emocional (corteza posterior de asociación y giro cingulado posterior), a decir de Grande-García. 

Finalmente, la función de autorregulación ha implicado la corteza del cíngulo, así como a la corteza prefontal lateral y la ventromedial.

Navegando el mundo social: las funciones anteriormente descritas, comenta el investigador, nos ayudan a funcionar en sociedad y definen nuestra identidad en la misma. En ese sentido, operamos bajo actitudes y prejuicios. 

Este ejercicio de valoración distingue entre la valencia (+/-) y la intensidad o activación. La intensidad se asocia con la amígdala, la valencia con la activación de sectores frontales (en particular la valencia negativa). 

La corteza frontal inferior derecha y la ínsula anterior, precisa Grande-García, “parecen estar involucradas en evaluar negativamente a los estímulos, mientras que las valoraciones positivas se correlacionan más con actividad en la corteza orbitofrontal y los ganglios basales”. (p. 19) En estos procesos de interacción social se involucra la hormona oxitocina. Los estudios revelan que el dolor social es análogo en su función cognitiva al dolor físico.

Conclusión

Considero que las aportaciones del autor son muy valiosas para comenzar a definir las áreas de incidencia del amplio mundo de la neurociencia. 

En particular, comparto la conclusión de Grande-García cuando afirma que las neurociencias no pueden calificarse como reduccionistas, a pesar de su obvia relación entre cerebro y conducta social humana. 

En pocas palabras, lo que sucede en el cerebro humano es solo una parte del complejo de reacciones que se dan en nuestra corporalidad entera. De ahí la importancia abordar esta área del conocimiento humano desde una perspectiva multidisciplinar.

Referencia

Grande-García, I. (2009). Neurociencia social: una breve introducción al estudio de las bases neurobiológicas de la conducta social. Psicología y Ciencia Social, 11 (1, 2), pp. 13-23.

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