En
este texto, Guillermo Zermeño, profesor investigador del Colmex,
postula que el inicio de la profesionalización de la historia en
México tiene sus orígenes bajo la influencia tardía del gran
historiador alemán Leopold Von Ranke (1795-1886). De acuerdo con el
autor, si bien la profesionalización de la historia en México se
puede centrar en el despliegue institucional efectuado entre 1940 y
1970, es posible ver desde antes las raíces de Ranke, la cuales
forman la base sobre la cual se construyó la institucionalidad
investigativa del siglo XX para nuestro campo de estudio.
A
Ranke se le atribuye la re-interpretación de Tucídides para crear
la frase “cómo realmente fue”, en alusión a la labor que debe
desempeñar un historiador cuando hace bien su trabajo. Esta es la
base de la labor histórica moderna. Los modelos decimonónicos de
Francia, Inglaterra y Estados Unidos adoptaron esta forma
historiográfica a su academia. Pero en México, según Zermeño,
este modelo se integró formalmente a las instituciones hacia los
años de 1940-1970, enriquecidos en gran parte por la llegada de
exiliados españoles. Las editoriales Fondo de Cultura Económica,
Era, Siglo XXI y El Colegio de México (antes Casa España), son
ejemplos de esta vertiente científica para hacer historia. Las bases
se originan en la segunda mitad del siglo XIX mexicano.
La
historia, según De Certeau, es la práctica productora de nuevos
sentidos sobre el pasado. Esto sólo se encuentra en sitios que son
comunidades de interpretación asociados a medios de difusión
generadores de opinión pública, dice Zermeño. En esto lugares se
crean nuevos lenguajes históricos.
En
México, el sitio en donde se da esto es el periodo
“proto-institucional” de la segunda mitad del siglo XIX, el cual
tiene la intención de producir un nuevo tipo de discurso
historiográfico de corte nacionalista y científico. La idea de
nación da marco a esta construcción.
¿Cómo
es esta historiografía rankeana? Para empezar, disocia la historia
de la filosofía, investigación histórica de historiografía. Es un
proyecto que nunca acaba porque siempre ve hacia el futuro. Depende
del discurso construido que se constituye al mismo tiempo como el
referente del mismo proceso, afirma Zermeño. Además, no debe
moralizar. En segundo lugar, debe ser objetiva, basada en las propias
fuentes originales, sin mediaciones. Cuando se accede a estas fuente
originales debe imperar la razón, ver las cosas en el estado puro,
no tener prejuicios. No es filosofía de la historia (como lo hace
Hegel). El problema es que la veracidad siempre dependerá de las
nuevas fuentes de información que se encuentren: la historia se
vuelve un proceso continuo de escrituración. La verdad está ligada
a las instituciones. El problema es que este modelo se implantó en
México con 130 años de retraso.
Para
Zermeño, de 1850 a 1910 el historiador mexicano es una especie de
“juez laico”. La base de esta formación es El
Diccionario Universal de Historia y Geografía
(1853-1856), en donde se re-elabora el pasado con la intención de
crear una nación. Es un “monumento”, según el propio Lucas
Alamán. Se hace después de la guerra con EEUU y la pérdida de la
mitad del territorio. Es una de las primeras reflexiones de lo que es
ser mexicano. Más que indagar las causas, llama la atención a los
efectos.
La
nueva forma de hacer historiografía en México la desarrolla Joaquín
García Icazbalceta (1824-1894), quien tiene como postulado el buscar
la imparcialidad de juicio al hacerla. Es un juez que basa sus
veredictos en la impartición de justicia sobre el pasado y la
formación de valores de una nueva ciudadanía republicana. Así,
dice Zermeño, se busca construir una nueva nación republicana.
El
trabajo de Icazbalceta se basa en un examen minucioso de la valía de
las fuentes, en tanto su cercanía con la objetividad y la
imparcialidad. El ser objetivo es adecuar el discurso a una
concepción de naturaleza universal, según Maldonado y Ramon
Pedrueza. Por eso, para Icazbalceta, la historia sólo inicia cuando
el Ejército Trigarante entra a la ciudad de Iguala y con eso se
desploma el edificio español del virreinato. Sólo eso vale la pena
contar, lo de antes es una sucesión de virreyes que no visten mayor
interés para el lector, pues se repiten procesos bajo nombres
distintos. Es sólo después de esto que se comienza a construir la
nueva nación.
El
mismo Icazbalceta advierte que es sumamente complicado descubrir la
verdad en los documentos cuando dos bandos están en pugna, tal como
sucede en México durante la Independencia. Ante esto, al historiador
sólo le queda ir con cautela.
Esto
lo hace porque en su época el hacer historia coincide con el gran
auge que tuvo el material para producir documentos impresos. Ahí se
desarrollará la nueva historiografía, una basada en en los
preceptos de Tucídides y retomada por Ranke en su vertiente
científica.
Un trabajo para el curso Temas selectos de historiografía de México en el siglo XIX/ febrero del 2015
Maestría Historia de México/ Dra. Gisela Moncada
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