Neptuno era el dios del mar. Su reino se extendía a los siete océanos, las aguas continentales y los ríos que entrecruzan las tierras donde vive el hombre. A veces su mal humor le ganaba su mejor parte y provocaba enormes huracanes que afectaban a los hombres. Pero la mayoría de las veces simplemente prefería dejar que los humanos y sus súbditos flotaran en sus aguas como mejor les conviniese. El dios líquido no tenía esposa. Su antiguo amor, Anfítride , se había marchado y ahora vivía Atlas, uno de los titanes más poderosos. Tal vez se alejó del dios marino porque nunca le dio poder sobre las criaturas del mar. Tal vez se fue porque nunca encontraba qué hacer en los pasillos del castillo de Naxos en donde habitaban. El castillo era un Olimpo invertido bajo la superficie del mar. Su hermosura era sólo comparable con los mejores palacios de los hombres, pero aquí en vez de oro y plata, los acabados del castillo acuático eran de perlas, madreperla, caracol y zafiro. Aún así, A